martes, 17 de abril de 2012

Antes y despues de odiarte capitulo 2


2

Era viernes. La excitación debería hacerle sentir ebrio, pero no era así. Su primera toma de contacto con la verdadera libertad no le provocaba ninguna sensación especial, ya que su pensamiento seguía centrado en esa mujer maldita.

Se detuvo para inspirar con fuerza. Esperaba que la sensación gélida deslizándose por la tráquea y llenándole los pulmones le despertaría, le haría tomar conciencia de ese primer día de libertad completa. Pero nada cambió. únicamente la veía a ella y sus ingratos ojos grises.

Tardó en reanudar el camino. Cuando lo hizo le temblaba todo el cuerpo en el interior de sus ropas heladas. Aun así continuó despacio, sin ninguna prisa por llegar a su destino. Ni aun resoplando consiguió acabar con sus temblores. Aún le tiritaban los labios cuando entró en el portal.

Pensé que hoy no te dejarían salir bromeó peter por su tardanza. Me alegra haberme equivocado, porque quería asegurarme de que estabas bien. Anoche no volviste por aquí antes de ir a dormir a la cárcel.

. Quería visitar la tumba de Manu. Necesitaba estar con él un rato.

No estuviste en su entierro comentó peter en voz baja.

No. No estuve en su entierro repitió entre dientes. ¡Esos malditos sin alma!

—¿Cómo te fue? preguntó peter dejando a un lado el doloroso asunto de Manu.

Bien. Prendió un cigarro antes de meter el encendedor en la cajetilla y arrojarla a la mesa. Sigue viviendo, en el piso de siempre.

Eso es bueno. Imagino que te aseguraste de que no te viera.

Claro. Aunque no fue fácil confesó con una sonrisa. Estuve a punto de tragarme más de un coche.

—¡No te puedo dejar solo! bromeó—. Pero ya está hecho, ¿no?

Pues no. Se acercó al frigorífico y sacó un brick de leche. La seguí, pero no fue a trabajar. Sigo sin saber a qué horas está fuera de casa.

No hay prisa para eso. Tómatelo con tranquilidad.

Tengo que resolverlo mañana como muy tarde. A partir de la semana que viene no tendré tiempo para hacerlo.

Tienes razón. Hundió las manos en los bolsillos de su prenda y alzó los hombros. Por cierto. Esta es tu primera gran noche. Saldremos, ¿verdad?

Espero a lali . Dejó el brick sobre la encimera de granito. Ayer la llamé por teléfono.

—¡Tu ángel de la guarda! Me preguntaba cuándo aparecería.

Sí. Mi ángel de la guarda, yo diría que desde que la conocí en el instituto. Su rostro se dulcificó al recordarla. La amiga más fiel, la que no desapareció cuando me hundí. La que no se cansó de viajar para visitarme en esa cloaca.

Deberías enrollarte con esa chica.

—¡No digas tonterías! exclamó riendo. Las cosas están bien así. No se puede mezclar amistad y sexo. Si lo haces, tanto si va bien como si va mal, pierdes una amiga.

Tal vez tengas razón. Pero te lo diré cuando la conozca, a no ser que hayáis quedado para salir y me quede sin verla.

Viene a casa. Trae mis cosas. Miró a su alrededor hasta localizar el cenicero. Ella y unos pocos amigos las recogieron cuando la policía les dejó entrar en mi piso. lali las ha guardado todos estos años.

Gaston sonrió, pero su semblante cambió al quedarse solo. No había imaginado que ver a Rocio  le iba a desestabilizar de esa manera. Llevaba años aborreciendo su recuerdo y volviendo su frustración contra sí mismo. Ahora la había visto. Ahora podía volcar su rabia contra ella. Y eso había hecho que todo tomara una mayor dimensión; también el sufrimiento.

Aplastó la colilla en el cenicero y, sin moverse, volvió a empujar las horas como había hecho sin descanso durante sus años de encierro. A veces tenía la sensación de que tratar de acelerar el tiempo lo ralentizaba hasta la desesperación. Pero ya en semilibertad seguía necesitando que avanzara con rapidez, y no solo para conseguir la esperada libertad condicional. Quería que el momento de tomarse la revancha llegara y pasara como una exhalación. Tenía la esperanza de que tras ella encontraría, al fin, un poco de paz.

Rocio salió del portal, Mientras tanto, a dos manzanas de distancia, un coche se ponía en marcha, abandonaba la acera en la que llevaba rato estacionado y avanzaba hacia ella.

Sube. pablo bajó hasta la mitad el cristal de la ventanilla. Sonrió mientras la analizaba con admiración. Te acerco a la tienda.

—¡Me has asustado! exclamó Rocio a la vez que reía. ¿Qué haces por aquí?

—¿Qué haces tú para estar tan bonita desde la mañana? preguntó él a su vez. Imaginó su cuerpo, delgado y esbelto, debajo de la prenda que le cubría hasta el inicio de unas botas marrones de cuero..

—¿Y tú cómo haces para estar tan tonto desde tan temprano?

Pasaba por aquí y te vi salir del portal. Ella se revolvió el cabello con los dedos para sacudir el agua, y él la miró embobado. Casualidades de la vida opinó sin dejar de contemplarla.

Pues, si no pones el coche en movimiento, otra casualidad de la vida se estrellará contra nosotros dijo Rocio ajustándose el cinturón de seguridad.

En cuanto se incorporó a su carril oteó los jardines que quedaban a su derecha. La fuente, los árboles, los bancos, el tobogán rojo.

—¿Qué pasa? preguntó ella después de comprobar la dirección de su mirada. ¿Buscas a alguien? ¿Por eso estás aquí?

No.. Esto de ojear hacia los lados es deformación profesional.

Pero mientras se alejaban lanzó otro vistazo por el espejo retrovisor.

Créeme que te entiendo dijo Rocio. Yo también conservo algunas costumbres de los pocos años que pasé en el cuerpo.

La lluvia seguía cayendo fina y tupida, dando a la ciudad un fascinante aspecto de espejo Rocio suspiró ante el inclemente y maravilloso día que le llenaba el alma de nostalgia.

Tengo entradas para el teatro. Sonrió como quien sabe que peca y lo hace con placer. Son para esta noche.

Lo siento suspiró ella, alzando los hombros. No podré acompañarte. Mery y yo tenemos una cita de trabajo.

—¿Te estás volviendo materialista? dijo aguantando la sonrisa. Desde que ella cambió de trabajo había ironizado mucho con eso.

. Sabes muy bien que no es cierto. Es fácil entender que, si quien nos contrata no escatima en gastos, podremos crear lo que queramosconfesó casi con euforia. ¡Si la vieras! Es una casita en la playa. Tiene un jardín precioso que termina junto a la arena.

Aún estoy a tiempo de cambiar las entradas por otras para la semana que viene. La miró suplicando una respuesta afirmativa.

Sería estupendo respondió rocio. Elige el día, porque cualquiera me irá bien.

Sonrió satisfecho. se pegó a su lado derecho. Pensó que en unos segundos ella se iría y no la vería hasta el día siguiente.

Decoradora... musitó sin apartar la vista del abundante tráfico. ¡Quién me iba a decir que acabarías siendo decoradora!

—¿No creías que pudiera hacerlo?

Nunca me cupo duda de que lo harías. Detuvo el coche al inicio de la calle. Me dolió que te fueras a pesar de las normas que quebranté para evitarlo, pero después lo comprendí —dijo mirándola con embeleso. Eres la mujer más atractiva y especial que conozco. Estabas destinada a hacer cosas hermosas.

Gracias, señor comisario bromeó a la vez que abría la puerta y descendía. Pero eres tú el que me mira desde esos maravillososarrugó la nariz antes de cerrar la puerta. Con ese cristal debes de verlo todo precioso.

Se cubrió con el paraguas y pablo bajó la ventanilla.

Piensa en mí pidió con una sonrisa. Yo nunca dejo de pensar en ti añadió antes de alejarse y terminar con los bocinazos que le instaban a que se moviera.

Rocio suspiró. Se subió el cuello de su gabardina y avanzó por la calle peatonal mientras la lluvia comenzaba a salpicarle las botas.

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peter, inmóvil en medio del pasillo, los miraba en silencio. gaston estrechaba contra sí a lali y la elevaba en el aire unos centímetros. Sus ojos se dirigían una y otra vez a lali: a su cabello azabache, largo, liso y brillante como el de una hechicera india bajo el resplandor de una luna llena. A su boca grande, de labios gruesos que temblaban sobre el cuello desnudo de gaston. A sus largas pestañas, tan hermosas como las alas de una insólita mariposa negra, y sus cejas oscuras que dibujaban un arco delgado y perfecto. Le pareció la mujer más bella y exótica de todas cuantas había visto, de todas cuantas seguramente vería durante el resto de su vida.

Es un nuevo comienzo dijo ella al fin, descubriéndole el tono dulce de su voz y esbozando la que a él le pareció una maravillosa sonrisa.

Peter , sumido en sus pensamientos, simplemente sonrió. su imprudencia al indagar en la vida de lali. Por saber de ella más cosas de las que su amigo le había contado. Descubrir que vivía en el, que hablaba cinco idiomas, que trabajaba en una empresa de traducción y que utilizaba una buena parte de su salario en viajar por el mundo, la convirtió a sus ojos en una mujer inaccesible para él, que tenía un trabajo carente por completo de glamour, aunque estuviera muy bien pagado. Entendió que era una mujer con la que nunca habría coincidido de no ser por el revés que torció la vida de Gaston.

Con el mismo interés que peter había mostrado haciéndole preguntas sobre su vida, retomó ella hacia él el interrogatorio con el propósito de saber cómo conoció a gaston, por qué le mostraba tanto agradecimiento, cuáles eran los pesares que había soportado el hombre que llevaba en el corazón.

Lali se había encogido en el sofá, en el recodo que formaban el respaldo y el fuerte brazo de gaston

Ahora cuéntale tú por qué acabaste en el talego exigió con sorna a peter. Anda, cuéntaselo.

Lo había relatado muchas veces, pero por alguna razón le avergonzaba comentárselo a lali. Decir que le habían procesado por despilfarrar un dinero que legalmente no le pertenecía, no le parecía lo mismo que detallar, a una hermosa mujer como era ella, en qué lo había gastado. Por eso decidió aclararlo todo desde el principio.

Que me condenaran me hizo perder amigos reveló para terminar. No demasiados, pero los perdí. Y eso que me habían ayudado a gastar una gran parte del dinero que me llevó a prisión.

Gaston sonrió sin hacer comentarios. También él perdió amigos, pero no le preocupaba. En realidad nada había cambiado: los que quedaban eran los que había tenido siempre, solo que tuvo que tocar fondo para descubrirlo.

Lo peor es que mientras estás encerrado idealizas todo lo que has dejado fuera dijo mientras observaba disiparse el humo de su última bocanada. Tu obsesión se centra en salir, y cuando lo consigues descubres que el mundo no se detuvo cuando tú lo hiciste; ya no encajas.

Lali  se pegó más a él, sobrecogida por el dolor que encerraba esa sencilla confesión. Deseó abrazarle y decirle que no se preocupara, que lo conseguiría, que ella estaría a su lado para ayudarle a hacerlo. Sin embargo, calló, del mismo modo que llevaba callando, durante casi toda su vida, que le amaba. Y callaba aun a pesar de presentir que él lo sabía. Lo dedujo por detalles simples, como el cariño y el tacto con que la trataba, diferenciándola del resto, haciéndola especial. Aunque no todo lo especial que ella hubiera deseado.

gaston le fue detallando las normas que debía seguir si no quería que le devolvieran a la vida en prisión: Pero, al final, todas esas reglas quedaban reducidas a una sola: que no se metiera en líos.

No lo harás aseguró lali cuando terminó de escucharle. No eres un hombre problemático; nunca lo fuiste.

Quieres decir, si apartamos la estupidez sin nombre que cometí, ¿no? preguntó con ironía.

Disculpas el error en el que cayó tu amigo, pero no eres capaz de perdonarte el tuyo musitó sin moverse.

No es igual. peter no mató a nadie.

—¡Tú tampoco! exclamó sorprendida.

gaston volvió el rostro hacia ella. En sus ojos verdes se transparentaban el dolor y la culpa.

Manu está muerto dijo con contundencia. Y lo está porque no hice bien las cosas. Hay muchas formas de apretar un gatillo.

lali no esperaba esa revelación. Sabía que el sufrimiento que arrastraba por esa pérdida era inmenso, pero nunca imaginó que se sintiera tan directamente responsable. Debió haberlo presentido, pensó, cuando ni una sola vez durante sus visitas llegó a pronunciar el nombre de Manu.

Eres cruel contigo mismo.

Soy justo. Apoyó la nuca en el respaldo y fijó la mirada vacía en el techo. Yo le llevé allí; yo le maté.

. Se acercó, despacio, y se atrevió a posar la cabeza en su hombro.El gesto conmovió a gaston, que inhaló el pitillo como si le faltara el aliento. Necesitaba contacto y no era capaz de pedirlo, menos aun de tomarlo. Pero, de alguna extraña manera, ella lo sabía, igual que sabía muchas otras cosas con solo mirarle. Nadie le conocía tan bien, nadie se preocupaba por él como lo hacía ella, nadie le quería como ella.

Por eso no le sorprendió que, de pronto, cambiara de conversación para darle un respiro. lali disfrutó explicándole todas las funciones del telefono a la vez que se recreaba en lo que estaba sintiendo. Un cosquilleo se apiñaba en su pecho cuando le mostraba algo en la pequeña pantalla y gaston acercaba su rostro al suyo. En el instante en el que se rozaban sus dedos sobre las teclas, algo, cercano a una corriente eléctrica, le recorría la piel activando a su paso sus puntos más sensibles. Era la dicha que le emborrachaba los sentidos cada vez que le escuchaba respirar, reír, bromear. Y retrasó cuanto pudo el momento de separarse Al oírle hablar del trabajo que comenzaría el lunes siguiente, lali no opinó demasiado. No le gustaba. No era para él y además le parecía peligroso.

Antes no fumabas dijo con dulzura.

Los días allí son muy largos confesó sin mirarla. Y las semanas, y los meses. Un minuto de privación de libertad no es un minuto, es una eternidad. Pasó los dedos por su corto cabello. Necesitaba algo y probé con el tabaco. Me fue bien. Me ayudó a no volverme loco.

lali recordó cómo, antes de entrar en la cárcel, él echaba hacia atrás su sedoso pelo rubio. él continuaba haciendo el mismo gesto de hundir los dedos y peinar. Lo imaginó pidiendo que le rasuraran para deshacerse de uno de sus símbolos de identidad, tal vez el último. Según le había confesado durante una de las visitas, lo hizo para tener aspecto de tipo duro. Al preguntarle el motivo por el que quería parecer duro, él rio y aseguró que en realidad era el modo de no llenarse de piojos. Ella siempre creyó que le mentía, y ahora estaba segura de eso. Ahora era más consciente que nunca del infierno en el que había vivido los últimos cuatro años.

La nicotina adormece el cerebro sopló hasta dejar a la vista la brasa rojiza. Cuanto más fumas, menos piensas.

—¿Estás seguro de eso? preguntó en tono de broma.

La verdad es que no. Una risa relajada escapó de su boca. Es difícil detener los pensamientos. Sobre todo cuando lo único que tienes es tiempo.

Nunca me dijiste nada acusó ella con voz tenue.

—¿Para qué iba a hacerlo? No podías ayudarme afirmó a la vez que extendía el brazo para apagar la colilla en el cenicero.

lali aceptó la sencilla explicación, pero añadió que le hubiera gustado saberlo. Se sentía estúpida por haberle creído cuando le aseguró que todo iba bien allí dentro.

Créeme que no te mentía susurró gaston con cariño. Cuando estabas conmigo todo era perfecto.

Le dijo que ella le había cambiado muchos de esos terribles días llenándolos de luz. Le confesó que cuando esperaba su visita hasta los amaneceres le parecían diferentes; se levantaba sabiendo que la vería, que charlarían juntos, que por unos momentos olvidaría sus problemas y volvería a sonreír.

No podía estropear esos encuentros contándote penas.

lali le escuchó, silenciosa, con la cabeza apoyada en su pecho y aguantando las lágrimas. Nunca lo había sentido tan cerca como en esos instantes. El amor que llevaba años profesándole en secreto por fin cobraba sentido. Había llegado hasta él, le había llevado un poco de felicidad en los peores momentos de su vida.

Yo haría cualquier cosa por ti musitó cuando estuvo segura de que podría abrir la boca sin echarse a llorar, pero notó que gaston contenía la respiración y ella volvió a quedarse sin palabras.

Se preguntó si había dicho algo demasiado comprometido, si había mostrado con excesiva claridad que estaba loca por él. Ignoraba que gaston contenía la respiración para ser más consciente de las sensaciones. Hacía demasiado tiempo que no le invadía aquella placidez, aquella «casi dicha». No sabía que él lamentaba no ser capaz de detener el tiempo o simplemente de alargar los momentos, pues, de haber podido, habría convertido aquel instante, en el que apenas si sentía dolor, en eterno. Se habría quedado para siempre allí, a su lado, sustentándose del amor que ella le rendía.

. No existían palabras que fueran más claras y abiertas que el amor que reflejaban sus ojos cuando le miraban.

gaston necesitó encender otro cigarro, pero no fue capaz de moverse. Ella era su amiga y era sagrada, siempre lo había sido, por eso le asustaba lo que estaba comenzando a sentir. No era solo que llevara rato erizándosele la piel al paso de las yemas de sus dedos sobre la tela de su camiseta. No. No era solo la normal reacción física ante esos roces, ni el hecho de que fuera la primera mujer que le tocaba en años o que hubiera comenzado colocando la cabeza en su hombro para terminar recostada sobre su pecho. Era la mezcla de todas esas cosas con la ternura con que ella le estaba alimentando el corazón.

Apartó el rostro para no ver el amor en su mirada. No le pertenecía, pero sabía que si lo contemplaba por más tiempo querría adueñarse de él.

Te amo susurró ella de pronto. Creo que sabes que te he amado siempre.

Lo sabía. Pero además ese amor silencioso le había ayudado a sobrevivir cuando sus fuerzas le abandonaron. Aunque exclusivamente fuera por eso, le debía la más completa sinceridad.

Te quiero, lali confesó mientras con dedos inseguros le colocaba un mechón de cabello tras la oreja. Te quiero mucho más de lo que imaginas, pero eso no es amor.

Yo necesito quererte y tú necesitas que te quieran dijo emocionada. ¿Puede existir un amor más hermoso que ese? ¿Puede haber algo malo en necesitarse y quererse de esa manera?

Tragó saliva. No había nada malo si pasaba por alto el detalle de que la utilizaría para calmar su necesidad de afecto, para satisfacer un deseo físico, para volver a sentirse un hombre, para vivir rodeado de esa paz que estaba experimentando a su lado. No. No solo era malo; era ruin y despreciable aprovecharse de alguien que le amaba con tanta fidelidad.

De pronto sintió los labios de lali sobre los suyos. Suaves, dóciles, temblorosos. Los delicados labios de una mujer que buscaban su boca. Todo su cuerpo se estremeció. Tomó el rostro de su amiga entre sus manos y la apartó para mirarle a los ojos.

Me odiarás aseguró con un susurro. Sé que terminarás odiándome si seguimos adelante.

Nunca musitó convencida. Nada ni nadie conseguirá que yo te odie.

gastonl dudó. Le seducía la idea de dejarse arrastrar por esa dulce ebriedad, de apartarse del sufrimiento, aunque fuera por un corto espacio de tiempo. Pero no podía pensar únicamente en lo que él necesitaba. No cuando se trataba de su amiga y su apoyo.

Eres lo mejor que tengo reconoció a la vez que le rozaba las mejillas con los pulgares. En realidad... eres lo único que tengo. No puedo estropearlo.

La dicha brilló de pronto en la cara de lali, como si acabara de escuchar la más tierna y apasionada de las declaraciones de amor.

Eso es lo más hermoso que me han dicho nunca musitó con emoción. Te amo susurró muy bajito.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de gaston sacudiéndole el corazón. Necesitaba que alguien le quisiera. Lo necesitaba como respirar. Pero no estaba preparado para corresponder con el mismo amor ni la misma entrega.

—¿Sabes lo que la hiedra hace al árbol cuando se abraza a él?  Lo ahoga, lo asfixia, le roba el agua, los nutrientes, la luz explicó en un susurro lento. Tengo miedo de ser hiedra. Si lo hiciera jamás me lo perdonaría.

Estoy segura de que no ocurrirá prometió con dulzura. Déjame quererte.

No saldrá bien insistió con suavidad.

—¿Cómo puedes saberlo? En esto no existen garantías. Nadie las tiene.

Pensó en Rocio. En que la quiso más que a sí mismo, en que ella juró quererle a él del mismo modo, en que creyó que su amor sería eterno. Si un amor como aquel pudo fallar, ¿por qué no iba a prosperar el que aún no sentía por lali? Tal vez la felicidad estaba en el cariño sincero que apacigua el alma y no en el amor apasionado que enloquece la razón.

Suspiró despacio y volvió a cerrar los ojos. Sin apartar las manos de su rostro, le permitió avanzar hasta sentir de nuevo la suavidad aterciopelada de sus labios

Hasta que ya no fue dueño de su voluntad y no encontró fuerzas para razonar ni detenerse.

Necesitaba desear y sentirse deseado, querer y sentirse querido. Necesitaba perderse entre abrazos y caricias; volver a beber de los labios de una mujer, una mujer que le amara. Necesitaba perder de nuevo la lucidez, aunque solo fuera un poco, aunque solo fuera durante unos segundos. Necesitaba, por encima de todas esas cosas, convencerse de que ya no estaba preso, de que ya no estaba solo.
               
                                                                                                                           adaptacion del libro de angeles ibirika

1 comentario:

  1. Noooooooo... osea todo bien con Lali.. pro nooooo.... el no la ama... por mucho qe la odie.. en el fondo el ama a rochii.... y qe cornos con rochi aceptandole salidas.. al idiota de pablo...
    bolidaaa no podes.... necesito el siguientee...

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