domingo, 15 de abril de 2012

Amor Escondido Cap 4




Capitulo 4


LA SEÑORA Garcia estaba en la cocina prepa­rándole un biberón a Alai cuando entraron. La niña estaba completamente despierta, sen­tada en su sillita mecedora, balbuceando alegre­mente mientras esperaba pacientemente a que apa­reciese su comida.
Parecía que la niña se sentía mucho más segura en su nuevo ambiente. ¡Algo que Rochi ya no sen­tía en absoluto!
-Déjeme hacerlo a mí -le ofreció al ama de lla­ves, dejando su bolso de noche sobre la mesa de la cocina-. Ha tenido un día muy largo, estoy segura de que estará deseando acostarse.
¡Cualquier cosa con tal de retrasar el momento en el que Gastón y ella y tuviesen su charla!
-Sí, váyase a la cama, señora García -la animó Gastan, que había entrado en la cocina detrás de Rochi-. Estoy seguro de que Rochi y yo podremos arreglarnos solos.
Lo que le indicó a Rochi muy claramente que Gaston no iba a postergar su conversación porque ella se hubiese ofrecido a dar el biberón a la niña.
-Bueno... si están seguros -dijo Tina Garcia, secándose las manos en un trapo después de prepa­rar el biberón-. Alai ha sido un encanto toda la noche -añadió con una indulgente sonrisa a la niña-. ¿Lo han pasado bien? -preguntó con amable interés.
-Ha sido...muy agradable -respondió Gaston iróni­camente-. ¿No quieres cambiarte antes de dar el bi­berón a la niña, Rochi? -se volvió hacia ella-. No querrás estropearte ese bonito vestido.
No, pero tampoco pensaba hablar con Gaston en pi­jama otra vez. Se sentiría en desventaja incluso an­tes de que la conversación empezase.
-Estoy bien -respondió ella, tomando a Alai en brazos.
-Oh, casi se me olvida... la han llamado por telé­fono, señora Dalmau -el ama de llaves se detuvo en la puerta de la cocina.
¡ Eugenia! Así que su responsable hermana por fin había llamado para preguntar por su hija.
    -¿Sí? -preguntó Rochi ansiosamente. El ama de llaves parecía un poco incómoda, como si no estuviese muy segura de lo que debía decir.
    -No pasa nada, Tina -la animó Rochi com­prensivamente-. Estaba esperando esa llamada. El ama de llaves pareció aliviada.
-Está bien entonces -se ánimo-. Ya le expliqué al señor Juan Pedro que habían salido juntos, pero...
-¿Juan Pedro? -la interrumpió Gaston bruscamente-. ¿Quiere decir que ha sido mi hermano quien ha lla­mado? -miró al ama de llaves con los ojos entrece­rrados.
¡Peter...!
¿Qué demonios...?
-¿Y quería hablar con Rochi? -añadió Gaston con frialdad, mirándola acusadoramente.
Rochi también estaba asombrada de que Peter la hubiese llamado. Pero la reacción de Gaston era más inquietante que la propia llamada.
¿Por qué demonios la llamaba Peter?
No solo no había hablado con Eugenia en todo un año, sino que tampoco había visto a Peter ni ha­blado con él.
Volvió a mirar a Gaston. Estaba completamente fu­rioso. Y no solo con Peter...
Rochi se volvió y sonrió tranquilizadoramente a la señora Garcia.
-¿Dijo... el señor Juan Pedro para qué llamaba? -le preguntó como sin mostrar interés.
-No -Justina Garcia hizo una mueca-. Pero dijo que volvería a llamarla -añadió de mala gana, sin­tiendo la tensión que había en la cocina.
-Gracias, señora Garcia -Rochi volvió a sonreír al ama de llaves-. Estoy segura de que nos podemos arreglar.
Aunque hubiese preferido que la otra mujer se quedase, y así no tener que hablar con Gaston, sabía que no podía hacerle eso a la señora Garcia.
Rochi estuvo ocupada con la niña los siguientes minutos después de que el ama de llaves se hubiese retirado a sus habitaciones en la parte trasera de la casa. Se acomodó en una silla de la cocina, con Alai en su regazo, y empezó a darle el biberón. Era plenamente consciente de la presencia de Gaston en la habitación, porque sería imposible no sentir la furia que emanaba de él. Pero por el momento, decidió ignorarlo.
Gaston habló finalmente con demasiada suavidad.
-Así que mi hermano te ha llamado esta noche.
Ella asintió con la cabeza serenamente.
-Eso parece.
-Una llamada que estabas «esperando» -añadió Gaston ásperamente.
Rochi frunció el ceño.
-Pensaba que era Eugenia quien había llamado-se defendió.
-¿Sí? -dijo él con desdén, paseándose por la co­cina con las manos en los bolsillos de los pantalo­nes.
Pero su ceñuda mirada siguió clavada en Rochi.
   -Por supuesto... ¿Qué intentas insinuar, Gaston?-preguntó ella.
Gaston torció el gesto despectivamente.
-Parecía que mi regreso de este viaje de negocios era un pequeño inconveniente para ti... ¡Y para Peter! -soltó él con dureza.
Rochi se quedó boquiabierta. ¡Gaston creía que se estaba viendo con Peter!
-No seas ridículo, Gaston...
-¿Lo soy? -la interrumpió él fríamente, sacu­diendo la cabeza-. Anoche dijiste que no me espera­bas tan pronto. Y esta noche mi hermano pequeño te ha llamado por teléfono. ¿Cuánto tiempo lleva lla­mándote Peter cuando estoy fuera, Rochi? -de­mandó él, apretando la mandíbula.
Con el rostro pálido bajo el maquillaje, Rochi sintió náuseas.
-Peter nunca me ha telefoneado -dijo ella entre­cortadamente-. ¡Tanto si estás en casa como si no!
Aquello estaba convirtiéndose en una pesadilla. ¡Su tranquila existencia de hacía dos días parecía un sueño!
-¿Entonces normalmente te llama al trabajo?-preguntó Gaston acusadoramente.
-¡Normalmente no me llama a ninguna parte!
-respondió ella con indignación-. Gaston -respiró hondo para tranquilizarse-, estoy tan sorprendida como tú de que Peter me haya llamado -lo miró con sus ojos azules sin pestañear.
Él se detuvo bruscamente delante de ella, y la miró inquietantemente durante unos interminables minutos.
-Me gustaría creerte -murmuró al fin-. Pero...
-¿Pero qué? -soltó ella, sintiendo que tenía plomo en el corazón-. ¿Te he dado alguna razón para que desconfíes de mí así? -se le quebró la voz-. ¿No he cumplido con mi parte del matrimo­nio?
-Al pie de la letra -reconoció él con dureza.
-Entonces...
-No tengo razones para quejarme, Rochi -con­tinuó Gaston-. ¡Pero no considero que mi hermano sea un amante adecuado para ti! ¡Para empezar, fue su traición lo que provocó que te casases con­migo!
Ella se quedó mirándolo, aturdida. ¿A quién con­sideraba Gaston un amante adecuado para ella? ¿Más aún, a quién consideraba una amante adecuada para él?
Rochi se alegró de que en ese momento la niña empezase a moverse inquieta en sus brazos. Volvió su atención a Alai, ocultando las repentinas lágri­mas que habían brotado de sus ojos.
¿Qué podía decirle a Gaston para convencerlo de que no tenía ninguna relación con Peter, ni con ningún hombre, que era él el único hombre con el que deseaba tener una relación?
Pero decirle a Gaston lo que sentía por él, después de las cosas que él acababa de decirle, sería humi­llante y exponerse a que le hiciese más daño...
Rochi se levantó bruscamente, con Alai en los brazos.
-Tendré en cuenta tu consejo -le dijo mordaz­mente-. Ahora creo que es hora de cambiar a la niña y acostarla.
Gaston asintió con la cabeza lacónicamente.
-Podemos continuar la conversación por la ma­ñana.
No, si ella podía evitarlo, decidió Rochi mien­tras cambiaba a Alai antes de acostarla en su ca­pazo, quedándose unos minutos a contemplar a la niña dormida. Alai era tan bonita, con sus largas pestañas extendidas sobre las mejillas, la piel tan suave y delicada, su boquita fruncida como si toda­vía estuviese chupando el biberón...
De camino a su dormitorio, Rochi decidió con envidia que era maravilloso ser pequeño, y no saber nada del dolor de amar y no ser correspondida.
Después de limpiarse la cara y ponerse el pijama de seda, se sentó delante del espejo a peinarse, pre­guntándose furiosamente cómo podía creer Gaston que estuviese engañándolo con su hermano.
Su mano se detuvo a medio cepillado cuando al­guien llamó a la puerta de su dormitorio. Sobresal­tada, miró la puerta a través del espejo.
¡Gaston!
Tenía que ser él. Había una puerta que comuni­caba sus dormitorios, pero nunca la utilizaban. Haberlo hecho habría implicado una intimidad entre ellos que no existía.  ,
Se levantó lentamente, poniéndose la bata mien­tras se dirigía a la puerta. El corazón le latía descontroladamente cuando giró lentamente el picaporte con expresión cautelosa.
-¡Señora Garcia! -dijo aliviada al ver que era la otra mujer quien estaba en el umbral-. ¿Qué puedo hacer por usted?
-Solo quería disculparme si he causado algún... problema entre el señor Dalmau y usted.
El ama de llaves parecía preocupada. Todavía es­taba vestida.
-¿Problema? -Rochi hizo un esfuerzo para que su voz sonase despreocupada.
-Sé que el señor Dalmau y su hermano no se hablan desde... bueno que llevan un tiempo sin co­municarse el uno con el otro -la señora Garcia pare­cía incómoda con la conversación, pero obviamente tenía la necesidad de decir algo-. Lo último que quería era causar problemas entre el señor Dalmau y usted, pero no sabía qué hacer con la lla­mada de señor Juan Pedro.
Rochi le apretó el brazo tranquilizadoramente.
-Ha hecho lo correcto, Justina -Rochi sonrió.
-¿Está segura...? -el ama de llaves no parecía muy convencida.
-Pues...
-Está segura, Justina -la interrumpió Gaston, dete­niéndose detrás de Rochi-. Los dos lo estamos.
Rochi ahogó un grito de sorpresa al encontrarlo ahí. ¡Había utilizado la puerta que comunicaba sus dormitorios!
¿Cuánto tiempo llevaba escuchando? ¿Más aún, qué estaba haciendo en su dormitorio? El batín ne­gro que llevaba sobre su cuerpo desnudo demos­traba que probablemente estaba en la cama antes de que apareciese la señora Garcia.
-Siento haberlo molestado, señor Dalmau -el ama de llaves se puso muy nerviosa, ruborizándose.
-En absoluto, señora Garcia -dijo él, rodeando la cintura de Rochi con el brazo-. Aunque con un bebé en la casa creo que es hora de que todos nos vayamos a la cama, ¿no cree...? -añadió con una sonrisa.
Rochi era muy consciente del calor del brazo de Gaston en su cintura. Nunca la había tocado tan ínti­mamente antes, y el hecho de lo hiciera la llenaba de un doloroso anhelo.
-Por supuesto -admitió el ama de llaves rápida­mente, aliviada al verlos juntos-. Que pasen buena noche.
Gaston fue el que se movió para cerrar la puerta una vez que la mujer se fue, y se volvió hacia Rochi con expresión severa.
-¿Qué demonios es todo esto? -bramó impa­cientemente, paseándose inquieto por la habitación.
Rochi encontró inquietante su presencia en su femenino dormitorio, aunque no parecía fuera de lu­gar con su batín negro entre la decoración dorada y crema.
-Pensaba que esa puerta estaba cerrada con llave -dijo ella, dirigiendo una mirada ceñuda hacia la puerta entreabierta.
Gaston ladeó ligeramente la cabeza.
-Como prudente marido, tengo una llave -dijo él, arrastrando las palabras con sorna.
-Eso parece -replicó ella fríamente, apartándose de él-. ¿Y a qué debo el honor de esta... visita?
Ella vaciló deliberadamente sobre la última pala­bra. Porque su presencia allí era una intromisión, y quería que a él le quedase bien claro.
Gaston se mostró imperturbable ante su frialdad.
-Oí voces -se encogió de hombros-. Y decidí in­vestigar.
Rochi se quedó mirándolo calculadoramente durante unos segundos.
-¿Creías que había esperado a que todos estuvie­seis dormidos para subir a un hombre a mi dormito­rio? -preguntó con desdén.
Estaba furiosa de que eso pudiese ser lo que lo había llevado a entrar en su dormitorio sin avisar.
Antes de Peter había habido otros hombres en su vida, pero ninguno de ellos había sido nada se­rio, y ni siquiera Peter le había hecho sentirse como con Gaston... ¡como se sentía en ese momen­to!
Deseaba poder olvidar el enfado entre ellos, abandonarse en sus brazos, deleitarse con el placer que podían darse el uno al otro...
Él volvió a encogerse de hombros.
    -No te habría hecho ningún bien hacer eso -res­pondió, entornando los ojos peligrosamente. Rochi ladeó la cabeza desafiantemente.
-¿No?
Gaston dio un paso hacia ella.
-Yo no comparto, Rochi -dijo ásperamente, acercándose más a ella.
Estaba tan cerca que Rochi podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo, ver la sombra de la incipiente barba en su mejilla, oler la fragancia mascu­lina de su loción de afeitar...
Tenía que poner distancia entre ellos, si no física­mente, emocionalmente.
-Lo hiciste una vez -le recordó ella con toda in­tención.
Pero al instante se arrepintió de su desafío ante la sombría expresión de Gaston.
-¡Con más razón para no volverlo a hacer! -bramó él, tirando de ella bruscamente.
En su interior, Rochi no deseaba que fuera así, incluso cuando la boca de Gaston se unió a la suya. Pero su cuerpo pensaba de otra manera, sus labios se abrieron bajo los de Gaston, y sintió cómo se derre­tía cuando él la curvó despiadadamente contra la so­lidez de su cuerpo.
Se sentía como una mujer que había estado a punto de ahogarse y a la que habían arrojado un sal­vavidas, aferrándose con las manos a su cintura, moviendo sus labios provocativamente contra los de él, mientras él profundizaba la caricia de su lengua en la cálida humedad de su boca.
Era tan agradable sentir su cuerpo firme bajo sus manos, todo músculo, y el palpitante calor entre sus muslos, que delataba su excitación, incluso cuando apartó los labios de los de ella para deslizarlos abra­sadoramente por su cuello y más abajo.
Rochi ahogó un suspiro cuando Gaston le levantó suavemente el pijama, buscando con la boca, y en­contrando su turgente pecho, moviendo la lengua sedosamente sobre su pezón en rítmico placer.
Rochi arqueó la espalda, rindiéndose y ofre­ciéndose a ese placer. Una de las manos de Gaston le acariciaba el otro pecho, y de pronto sintió que se le doblaban las rodillas mientras un calor abrasador in­vadía su cuerpo. No ofreció resistencia cuando Gaston la tomó en sus brazos y la llevó a la cama.
Deseaba aquello, deseaba a Gaston. Gaston era todo lo que había deseado en un hombre. Todo...
Rochi aterrizó en la cama, rebotando, y miró a Gaston con ojos incrédulos.
Su expresión era dura cuando él le devolvió la mirada. Tenía el cabello rubio despeinado por los dedos de Rochi, pero por lo demás, parecía imper­turbable ante la explosión de pasión que acababan de compartir.
¿Compartir...?
Rochi se estremeció ante la mirada de fría deli­beración de Gaston. Él sabía exactamente lo que es­taba haciendo.
¿Pero por qué?
La respuesta era demasiado obvia: Gaston no que­ría compartir, y mucho menos con su hermano. Y después de la llamada de Peter, Gaston creía que Rochi estaba teniendo de nuevo una relación con Peter...
Rochi respiró hondo para tranquilizarse, po­niéndose de lado y tratando de adoptar una expre­sión anodina mientras se apoyaba sobre un codo mi­rando a Gaston.
-Haces muy bien en ser tan prudente, Gaston -dijo ella, arrastrando las palabras con sorna-. ¡Porque acostarnos juntos a estas alturas de nuestro matri­monio solo complicará las cosas para el divorcio!
¡Ya estaba, había dicho la odiosa palabra, la pala­bra que había estado temiendo que dijera Gaston toda la noche! ¡Y le dolía tanto que como si la hubiese dicho él!
-¿Divorcio? -dijo él en ese tono peligrosamente suave-. Oh, no, Rochi -Gaston sacudió la cabeza, arrodillándose en la cama junto a ella-. ¡No va a ha­ber ningún divorcio para que puedas casarte con mi hermano pequeño! -bramó el, levantándola hasta que sus caras quedaron a pocos centímetros.
Rochi apenas respiraba mientras lo miraba, ojos verdes contra mieles en una batalla de voluntades. Rochi quería soltarse, pero no se atrevió. Sabía que si lo hacía se produciría una desigualdad entre Gaston y ella que provocaría el final de su relación. Fuese cual fuese...
¡Rochi ya no estaba segura!
Tragó saliva.
-No quiero casarme con Peter, Gaston... Él soltó una áspera carcajada.
-Será porque dudo mucho que mi hermano sea de los que se casan.
-No es eso -dijo ella entrecortadamente-. Yo...
-Si tienes algo de sentido común, Rochi -conti­nuó él con dureza-, esta vez espera a tener el anillo de boda. Pero mientras tanto tendrás que resolver el problema de nuestro matrimonio. Y te digo una cosa... no habrá divorcio entre nosotros, Rochi -repitió el ásperamente, soltándola antes de levan­tarse-. Nunca te daré motivos para divorciarte de mí, y nunca accederé a que te divorcies tú -le dijo fríamente-. ¡Tal vez sería mejor que se lo digas a Peter cuando vuelva a llamar! -añadió despectivamente, dirigiéndose hacia la puerta que comunicaba sus dormitorios-. Mientras tanto... -se volvió brevemente, con los ojos verdes gélidos - ¡No habrá más puertas cerradas con llave entre nosotros!
El portazo que dio, al que no siguió el ruido de la llave, demostró que hablaba en serio. Rochi se quedó completamente pasmada con sus últimos palabras.
¡Lo más importante que sacaba de esa conversa­ción era que Gaston no quería divorciarse de ella! Aunque probablemente fuese porque creía que, si lo hacía, ella se casaría directamente con su hermano, a Rochi solo le importaba el hecho de que nunca se divorciaría de ella. Y que no le daría motivos para divorciarse de él tampoco. Le parecía increíble... ¡Maravilloso....!
Rochi miró la puerta que comunicaba sus dor­mitorios. Si él pretendía lo que ella pensaba en cuanto a no cerrar la puerta con llave, Gaston se iba a encontrar con que no tenía que pelear. Ella estaba más que dispuesta a ser su esposa. Completamente.
La única incertidumbre que Rochi tenía res­pecto a eso era cuándo sucedería...


Fin Capi....
*Mafe*

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