martes, 3 de abril de 2012

LA REGLA NO ESCRITA CAPITULO 14


la madre de eugenia está en la cocina todavía gritando a eugenia, quien está mirando fijamente el tazón de palomitas de maíz que se ha caído al suelo. Gaston y yo acabábamos de entrar en la casa, el momento entre nosotros interrumpido, ambos parpadeando y volviéndonos hacia la puerta al mismo tiempo. Ambos tensándonos ante el sonido de la voz de la madre de eugenia                                                           —¿Por qué aparcaste en el garaje? —la mamá de rocio le dice—. Sabes que no debes hacerlo.                                                                                                                —Dijiste que trabajabas hasta tarde y yo…                                                                    —Oh, así que cuando me voy tratando de mantenernos, ¿no puedes molestarte en subir los escalones de la entrada?                                                                                 —Lo siento, mamá —dijo eugenia, agachándose para recoger las palomitas de maíz dispersas, y la taza rota que una vez sostuvo.                                                              —¿Y estas comiendo ahora? eugenia, cariño, no debes comer después de las cuatro. Irá directamente a tus caderas. Confía en mí, lo sé.                                                     —Mamá —dijo eugenia, sin enojo, sólo tristemente—. Tengo… gaston está aquí. Y rocio. ¿Podemos hablar de esto después?                                                                    —Oh —dijo la mamá de rocio—. Por supuesto, te estoy molestando. Bien, no te preocupes por mí. No necesito comer o sentarme y descansar ni nada.

 Tengo que llegar a Eugenia  antes de que esto empeore, tengo que parar esto, así que di un paso a la cocina y digo:                                                                                  —Hey, eugenia, estaba hablando con gaston y… oh, hiciste palomitas de maíz. ¡Gracias!

Miro a la mamá de eugenia y me fuerzo a sonreírle cuando realmente solo quería patearla por ser tan abominable. —Me siento tan hambrienta a veces, y eugenia dijo que no quería desordenar nada en la cocina porque usted podría querer algo cuando llegara a casa, pero le suplique hasta que lo hizo.

—Bien, ahora no hay comida —dijo su madre—. eugenia hizo un desorden.               —No es tan malo —dijo gaston, entrando también en la cocina, y mirando el suelo—. Deberías ver algunas de las cosas que he dejado caer en la cocina.                           —Oh, hola —dijo la madre de eugenia, sonriéndole a gaston, revoloteando pestañas, y vi la mueca de eugenia—. Sólo quise decir que es un lío limpiar comida derramada. Estoy segura de que hubiera deseado que hubiera chicos que se parecieran a ti cuando estaba en la escuela. No hace tanto tiempo, ya sabes.                                   eugenia puso sus ojos en blanco ante eso, y gaston sonrió apretadamente a su mamá. Me arrodillo y empiezo a recoger algunas palomitas de maíz y piezas del tazón. eugenia se agacha a mi lado, sus manos sacudiéndose mientras hace lo mismo. —Estoy exhausta —dice su madre—. Me voy a la cama, eugenia no seas ruidosa.                                                                                                                           —No lo seré —dijo eugenia, y nosotros tres limpiamos silenciosamente. —Deberían irse —dijo eugeniaa cuando acabamos, y gaston dice:                                                 —¿Estás segura de que estarás bien?_ eugenia asiente y lo besa. Mi estomago se retuerce y me odio por eso. gaston me echa un vistazo y yo aparto la vista, fingiendo que todavía estoy buscando en el suelo pedacitos perdidos de palomitas de maíz o del tazón. Cuando el se ha ido, eugenia viene y se queda a mi lado. Llora, mordiendo su labio para no hacer ningún ruido, la abrazo con fuerza, deseando que pudiera hacer que la mamá de eugenia vea lo que le hace a su hija. Sabiendo que si lo hiciera, eso no lo haría diferente. eugenia no quiere pasar la noche en mi casa, y me marcho pocos minutos más tarde, diciéndole a ella que me llame si necesita cualquier cosa. Abrazo a mis padres cuando llego a casa.                                                                            —Los quiero —dije.                                                                                                        —Bien, por supuesto que lo haces, somos muy adorables —dice papá, guiñándome, y mamá sonríe, dice:                                                                                                               —. rocio, cariño, ¿está todo bien?

Asentí. No lo estaba, pero mirarlos me hace recordar que en lo relacionado a los padres, tengo suerte.

1 comentario:

  1. Ahora entiendo un poco mas a euge.. su vieja es una ,,,, .... como puede hacerle eso a su hija..me encanto rochii como entra a bancar a su amiga.. pero necesito q entre gas y euge haya un chape pronto o morire.. espero el siguiente

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