lunes, 30 de abril de 2012

LA REGLA NO ESCRITA CAPITULO 17




ya había estado antes en la casa de Gaston. Hace años, vine a una fiesta de cumpleaños. Recuerdo que su madre sirvió un pastel del supermercado, de esos cuyo glaseado es tan dulce que deja un sabor casi amargo en tu boca. Amo ese tipo de pastel, probablemente porque mamá ni siquiera soñaría con traer uno de esos a casa. —Hola tu —Eugenia le dice a él, y envuelve los brazos sobre sus hombros, atrayéndolo hacia ella.                                                                                                   —Hola —dice Gaston, dándole un beso en la frente, y veo que Eugenia se tensiona un poco, observo que inclina la cabeza hacia arriba, se pone en puntillas, y presiona sus labios firmemente contra los de él. Quiero apartar la mirada, no quiero verlos besándose aunque no tenga derecho de sentirme enojada, triste y enferma, ninguna razón de peso, en cualquier caso, pero no lo hago. Observo a Eugenia besándolo y veo los labios de gaston rosar como breve respuesta al beso de ella, antes de que se aparte y diga:                                                                                                                 —Vamos, pasen. —¿Lo ves? —dice Eugenia cuando estamos entrando, inclinándose hacia mí y susurrando, su mano apretándose con urgencia sobre mi brazo—. ¿Qué fue eso?

—¿Un beso? —le susurro de vuelta, pero sé que ese no es el tipo de beso que recibe Eugenia, y ella también lo sabe, me dice—: Eso no fue un beso. La próxima vez que salgamos, tengo que encontrarte a alguien para que al menos te beses con él y así podamos hablar de esto en forma apropiada porque tú… bueno, tienes que saber de qué es lo que estoy hablando.

La pequeña voz de la culpa dice en mi cabeza: Lo sé. Sé lo que se siente con un verdadero beso. Sé cómo se siente un beso de gaston.                                               —Tal vez es porque yo estoy aquí —digo yo, y en el minuto en que salen las palabras siento la sangre corriendo hacia mi rostro porque no quería decirlo de esa manera, no es que él no la estuviera besando de verdad por mí. Excepto que si era lo que quería decir. Lo que deseaba que fuera.                                                                                  —No, él ya me ha besado antes enfrente de ti —dice Eugenia sonriéndole a Gaston, quien está dirigiéndose hacia las escaleras y se ha girado para mirarnos, haciéndonos un gesto para que lo sigamos—. Solo han sido este último par de semanas en las que él ha estado… —ella se suelta de mi, se gira en dirección a gaston y dice—: Empecemos a estudiar —haciéndolo sonar sexy y divertido y de todas las formas que estudiar no lo es a menos que seas un chico y estés con eugenia. Yo no quiero verlo. No quiero verlos estudiando juntos. Sin embargo, aquí estoy. Los sigo lentamente por las escaleras. El cuarto de Gaston es el típico cuarto de un chico. Solo se la forma en que se ven porque eugenia me lo ha contado, y por ella es que estoy familiarizada con que la ropa siempre esta tirada en el piso y las cortinas casi siempre se encuentran cerradas. gASTOn cumple con todo eso además de una variedad de platos con costras de pedazos de comida dispersos por todos lados, pero en una esquina todo se encuentra arreglado, dispuesto con precisión, y veo el lugar donde dibuja, bitácoras de dibujo de distintos tamaños apilados en orden, pedazos de papeles con bosquejos de una hoja, un dedo y la curva de un ojo cerrado clavados en un tablero de notas. Me aparto para ir a mirarlos, deseando poder abrir las bitácoras de dibujo. Deseando que Eugenia quisiera abrirlas. Pero en lugar de eso, ella está abriendo las cortinas y mira al exterior de las ventanas de Gaston, llamándolo para que se pare a su lado, señalando un coche que está pasando y preguntándole que piensa de él.                   —No lo sé —dice gaston, y eugenia dice                                                                      —: Vamos, es bonito. ¿No te parece bonito? ¿No puedes simplemente estar de acuerdo conmigo?                                                                                                               —No quiero un coche nuevo —dice gaston, y hay algo final en su voz.

Observo a eugenia, quien está mirando a gaston como si nunca antes lo hubiera visto y no supiera que hacer. No es la mirada asustada que le da a sus padres, sino una confundida. Y casi enojada.                                                                                           —Solo dije que era bonito —dice ella, su voz saliendo suave y herida, confundida—. ¿Te hice enfadar?                                                                                                          —No —dice gaston, luciendo incomodo—. No es eso. Es solo que…                          —Bien —dice eugenia, y se sienta en su cama, recostándose un poco, su camisa separándose para mostrar la larga línea de su garganta y la piel debajo de ella—. Creo que mejor empezamos a estudiar, ¿verdad? —su voz sigue siendo suave pero ahora es cálida, invitando, y yo me muevo nerviosa con los libros que estoy cargando, resbalando mis dedos por sus bordes. Quiero que él se siente al lado de ella y quiero sentirme feliz por eso, pero no deseo que se siente al lado de ella, deseo que se encoja de hombros y se gire hacia mí, me vea observando sus dibujos y atraviese la habitación hasta llegar a mí y…                                                                                     —¿rocio? —dice eugenia, con un pequeño filo en su voz, y yo sacudo mi cabeza y digo                                                                                                                                —: Cierto, lo lamento —y le entrego un libro de química, sentándome en lo que parece ser el punto más limpio del suelo. Creo que pronto seré enviada a conseguir la merienda o algo por el estilo, para que eugenia pueda tener ese tiempo a solas que desea.                                                                                                                            —No puedes estudiar allí abajo —dice gaston sentándose también en la cama, mirándome como si hubiera hecho algo tonto.                                                              —Oh, pero ustedes dos…                                                                                              —Hay espacio aquí arriba —dice él, y palmea la cama.                                                —Si —dice eugenia—, toneladas de espacio —y hay espacio él tiene una cama grande… pero ella no suena ni luce complacida. Yo dudo, y ella dice                                —: Vamos —sonriendo con su sonrisa de eugenia, la sonrisa de todo-esta-bien. Su sonrisa falsa. Yo me muevo, y entonces ahí estamos todos, en la cama, y yo pretendo estar estudiando y estoy bastante segura de que eugenia no está estudiando. La veo moviéndose, girándose hacia gaston, tratando de capturar su mirada. No sé si gaston está o no estudiando. No pensé antes de sentarme en la cama, así que estoy sentada justo a su lado y tengo que seguir haciéndome recordar no mirarlo, ni siquiera de reojo, pero eso no importa.

Soy tan consciente de lo cerca que esta, de la forma en que su hombro golpea el mío cuando se mueve en la cama, y el lado derecho de mi cuerpo, el lado que está más cerca de él, esta tamborileando, mi corazón latiendo a

través de él, la presión del palpitar de mi sangre cantando solo por tenerlo tan cerca de mí.                                                                                                                             —Esto es aburrido —dice eugenia, y yo la miro a ella, sigo la dirección sus ojos hasta el reloj, donde ha pasado media hora. Parece como un largo tiempo y a la vez nada de tiempo, y yo no quiero que cambien las cosas. Y a la vez también estoy desesperada porque cambien. Es como si fuera dos personas.                                       —Así que, ¿Qué hiciste el domingo? —gaston me dice, y yo miro a eugenia, quien ahora se encuentra perfectamente quieta, congelada.                                                  —Estudie con eugenia —digo, y la cosa con mentir es que no es para nada difícil. Es fácil decirlo, y el aspecto de alivio en el rosto de eugenia es uno que yo conozco. Estoy ahí para ella, soy su amiga, así es como son las cosas, siempre he sido la persona que arregla las cosas para ella, especialmente cuando se trata de chicos.    —Claro —dice gaston sonriéndome y después a eugenia, y yo pienso en lo que dijo ella. En donde estuvo realmente el domingo. Con quien estaba. Y podía decir lo que realmente había pasado, contar la verdad, pero no lo estaría haciendo por gaston. Lo estaría haciendo por mí y eso heriría a eugenia, la enfadaría tanto, y la cosa que me asusta es que una parte de mi lo sepa y aun así quiera hablar. A una parte de mi no le importa que la estuviera traicionando. Una parte de mi dice que ella ya le ha dado la espalda a gaston. Pero entonces, ¿no le ha dado él también la espalda? Y yo soy a quien ha acudido. Sé que hay cosas más grandes en el mundo que yo, que esto, que hay gente con hambre y muriendo y viviendo vidas que hacen lucir la mía como si fuera perfecta, y yo no debería ser tan pequeña. Tan diminuta. Desearía no querer tanto a gaston, pero lo hago. No sé cómo pararlo, y recordarme a mi misma que hay un mundo entero allí afuera del cuarto en el que estamos no me ayuda a hacerlo. No me hace una mejor persona, no me hace dejar de pensar en el hombro de gaston rozando el mío y como deseo miles de cosas aunque sé que si estas llegaran a pasar, significaría en final de mi pequeño y seguro mundo.

—La verdad es que fui a su casa porque ella estaba alterada por lo de vicco. Ya sabes, por lo de la fiesta —dice eugenia, y eso no es lo adecuado

para decir pero ella no lo sabe. Ella no nos escucho a gaston y a mí hablando al respecto.                                                                                                                        —Bueno, no estaba realmente alterada —digo yo—. Solo quería hablar con eugenia de chicos y otras cosas.                                                                                                 —No te preocupes, yo se que vas a conocer a alguien —dice eugenia, y le dispara a gaston una pequeña sonrisa, una sonrisa de mira lo-que-hago-para-animarla, y yo ya la he visto hacerlo antes. Yo siempre soy la que no tiene una cita, la persona a la que los chicos se acercan y dicen ―Entonces, tu amiga, ya sabes, ¿está saliendo con alguien?‖ y tal vez no sea la única chica que este sola, pero algunas veces se siente así. Muchas veces. Normalmente, no me importaría. Sé que cuando este vieja, de veinticinco o veintisiete, conoceré a alguien, pero ahora siento este arranque de rabia porque eugenia me vea tan desesperada cuando solo me han gustado dos chicos, y ambos la han escogido a ella. Pero cuando miro a eugenia, algo en mi interior dice – tan silenciosamente, como si tuviera miedo de escucharlo – ¿lo hicieron? ¿La han escogido a ella? —Llame para hablar contigo, rocio —lo recuerdo, y veo esa mano de eugenia en el brazo de él durante esa primera fiesta. La veo sonriéndole, una sonrisa que conozco muy bien. Que la he visto deslumbrar hacia otros chicos.                       —¿rocio? —escuchó, y eugenia coloca una mano sobre mi pierna, palmeando mi rodilla. —Hey —digo yo, y ella rueda sus ojos pero me sonríe y dice—: Tú y tu manía de quedarte pensando. Yo la miro fijamente, observo cómo se pone en pie y camina hacia el baño de gaston, abre el grifo, y sale con uno de esos pequeños vasos desechables. Ella bebe de él y luego se gira, entonces lo lanza de vuelta a la oscuridad del baño, pero escucho que golpea algo, el golpe seco de eso aterrizando en la canasta de la basura. Ella conoce el baño de gaston, lo conoce a él, y yo estoy viendo cosas que no son. eugenia eligió besar a nico, lo hizo, pero gaston eligió salir de esa fiesta de final de verano con ella. Él eligió sentarse con ella. Cerrar sus ojos cuando ella se acerco para besarlo. Regresarle el beso.

Aquí no hay ningún malvado villano, ninguna amiga que sea realmente una enemiga y este tras de mí. eugenia va por lo que quiere, pero nunca me ha quitado algo que sea mío. Nunca ha tenido que hacerlo. Todo ha venido por voluntad propia, y ella no ha hecho nada más que ser mi amiga.                                                                               —Hey, acabo de pensar en algo —dice cuando se vuelve a sentar, dando golpecitos en mi rodilla con sus dedos. — Recuérdame que tengo algo de acondicionador que se supone que es buenísimo para el cabello lacio y sin vida ¿Está bien? Lo compre para ti y justo ahora acabo de recordarlo. Ella mira a gaston. —¿No crees que eso ayudaría al cabello de rocio?                                                                                                         —A mí me parece que ella se ve bien —dice gaston, y eugenia me vuelve a mirar a mí y hace rodar sus ojos.                                                                                                    —Chicos —dice ella—. Si no vas por ahí babeándote sobre ti misma, te ves bien. Iré por algunas papas o algo así. ¿Está bien? —vuelve a mirar a gaston—. Sé donde guarda todo tu mamá y necesito un descanso de la química y, bueno, será… será como debió haber sido la otra noche. Pobre eugenia, su madre siempre está atormentándola, y yo asiento para demostrarle que es una buena idea. Quiero que ella sea capaz de reemplazar el momento que su madre arruino. Quiero que esté bien, y eugenia me sonríe. Y luego se ha ido y yo me quedo sola con gaston

2 comentarios:

  1. ayyy no lo puedes dejar asi kiero saber k va a pasar con gaston y rocio solos jajaja subi pronto besos

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  2. Juro q en este capitulo odie a eugenia xq no puede ser tan "dulcemente" perra
    aunque me gusto q ro concluyera q no hay un villano en la historia ni una amiga enemiga al fin, la re comprendo a ro xq yo si siento q la otra actua como la enemiga de ella delante de gaston.... en fin espero q esta bola de nieve q se esta agigantando xq nadie abre la boca se derrita de una buena vez... besos!

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