domingo, 27 de mayo de 2012

Inesperado Capítulo 10


Bueno antes del cap quería contarles que puse todos los caps en un mismo archivo y remplazé los nombres... como lo hice de forma automatica con el Word no puede asegurar de que no haya errores... Pero al tenerlos todos adaptados voy a poder subir mucho más seguido.

Ahora si el cap
Capitulo 10:

9 de Marzo del 2009


Tu primer día de clases. El único en el cual te despertabas temprano, ni siquiera el despertador alcanzaba a sonar. Tomaste una ducha para despabilarte, y regresaste a tu habitación para vestirte con el uniforme. Una pollera azul marino, y una chomba blanca haciendo juego, con el escudo de la institución. Una vez lista, te peinaste con una trenza cocida y bajaste a desayunar. Aún Eugenia dormía, por lo que, te preparaste el desayuno. Chocolatada, y tostadas con mermelada de ciruela. Toda la vida igual.
Acomodaste las cosas en una bandeja, y fuiste a sentarte en la sala. Allí encendiste el televisor, y como no encontraste nada bueno para mirar, optaste por los canales de música.
Unos minutos más tarde, Eugenia apareció por el pasillo. Se refregaba los ojos, y te observaba creyendo estar soñando. Arrastró sus pies hasta la cocina, y sentiste como también preparó su desayuno. Te imitó la acción, y te acompañó frente al televisor.

-    ¿Estás más tranquila hoy? – La noche anterior habías tenido una crisis. Miedo a regresar a clases. Aún la mirada de los demás te aterrorizaba.

-    No me hagas recordar, mejor. – Mordiste con ganas una tostada.

-    ¡No seas boluda!, todavía podés disfrutar Rocío. No se te nota nada.

-    ¿Y después qué?, ¿Engordé de golpe no? – Limpiabas las migas que habían quedado en tu cara.

-    No te adelantes, viví hoy. Mañana es mañana. – Eugenia y su filosofía no te ayudaban demasiado.

Llevaste las cosas a la pileta, y regresaste a tu habitación para juntar tus cosas. Una carpeta y una cartuchera solo con las cosas necesarias. Arreglaste tu peinado en uno de los espejos al pasar, te despediste de tu hermana y caminaste hacia el colegio. Te sentías nerviosa, pero encontrar a tu grupo de amigas en la puerta te los hizo olvidar un poco. Te acercaste sonriendo, y saludaste a cada una con un beso en la mejilla. Ingresaron, y Candela te retuvo en la entrada. Te dio confianza, y te recordó que de ahí salías con el diploma. La abrazaste, y alcanzaron al grupo.
Como todos los años, había un pequeño acto antes de que los alumnos ingresaran a las aulas. Luego de varios minutos, donde todos fingían escuchar a la directora, buscaron su salón. Este año les habían otorgado el tres. Uno de los más espaciosos e iluminados del lugar. Y bueno, era el último año. Una vez tenían que tener suerte.

-    ¡No lo creo!, por fin tenemos uno como la gente. – Exclamó Candela, observando con admiración.

-    Ya era hora de que saliéramos favorecidos – La rubia del grupo sonrió con satisfacción.

Cuatro horas después, y volvían a salir. En un recreo les habían otorgado los horarios, y habían descubierto que era el úben día de la semana que salían a las doce, y el úben en el cual tenían las materias más livianas. Si, este año no sería fácil para ninguno de los alumnos de Comunicación & periodismo. Ni siquiera para Matías, el sabio de la clase.

Inés, la madre de Candela, salía del trabajo, y el colegio le quedaba de pasada, por lo que, ella te alcanzó a tu casa. Por suerte la encontraron, te sentías cansada para caminar las cinco cuadras que te separaban de tu casa.

Una vez en tu domicilio, dejaste tus cosas sobre la mesa, y encontraste una nota de Eugenia. La misma de siempre, no llegaba para almorzar pero tenías la comida en la heladera. Solo tenías que calentarla. Ella se había tomado el trabajo de dejarte lista una milanesa con una ensalada que solo le faltaba condimentar. Si, se estaba encargando de que te alimentaras bien.
Mientras esperabas que el microondas completara el tiempo, te tomaste unos segundos para revisar tu celular, y encontraste un mensaje de tu novio. Llámame cuándo llegues, decía. Y claramente, cumpliste con el pedido.

-    Ti, ¿Cómo andas?

-    Hola mi amor, bien preparándome el almuerzo, ¿Vos? ¿Cómo te fue?

-    También, normal. No hubo nada distinto. – Y el microondas perforó tu cabeza con el sonido - ¿Qué cocinas de rico? – Buscabas agua en la heladera.

-    Arroz con lentejas – Hiciste una expresión de asco – Ya sabía que ibas a hacer eso.

-    Horrible, horrible. Yo estoy feliz con mi milanesa con ensalada.

-    Bueno, vamos mejorando me parece. ¿Cómo te sentís? ¿Los mellis te tratan bien?

-    Euge, me deja la comida… Bien, por suerte me siento mejor – Habías tenido algunas nauseas por la noche. Sumado a la crisis – Y si, me tratan como los dioses estos chiquitos.

-    Mejor, seguro van a salir al padre.

-    Puede ser, pero la locura es hereditaria. Te aseguro que no les va a faltar – Reíste

-    De eso no tengo dudas, veremos que sale de esa mezcla.

-    Algo lindo, lindo como vos, y yo juntos – Tenías un ataque de dulzura.

-    Claramente, y ¿Sabés qué?, espero que hereden tus ataques de amor. Sos hermosa así.
-    ¿Y qué la otra Rocío no?

-    Toda Rocío es hermosa, pero con ataques de amor mucho más.

-    Bueno, ahí me gusta más. ¿Nos vemos hoy?

-    Si, cómo quieras. ¿Qué querés hacer?

-    ¿Película y chocolates te va? – Adorabas las golosinas.

-    Peli si, los chocolates los podemos negociar.

-    Bueno, yo alquilo la película, vos traes algo para comer. ¿Mejor así?

-    Si, muy bien.

-    Que sea algo dulce, por favor. – Tenías un antojo. El primero, podría decirse.


Terminaste comer, y lavaste todo lo que utilizaste. Luego, te sacaste el uniforme, y lo cambiaste por una pollera floreada, y una remera blanca simple. En los pies, tus ojotas predilectas.
Buscaste las llaves entre el sinfín de cosas sobre tu pequeño escritorio, y tuviste éxito. -Estaban detrás de un par de revistas. - Nuevamente, cruzaste el pasillo para salir e ir hasta el videoclub, pero te detuviste un poco frente al espejo. Recordaste que mañana alcanzabas los tres meses, y viste como un pequeño bultito comenzaba a aparecer. Era casi imperceptible. Vos lo notabas, porque te observabas con detenimiento y lo acariciabas con admiración.

Luego de tu contemplación, continuaste el recorrido. Una vez que llegaste al videoclub, no dudaste en preguntar por esa película de drama, que hace mucho querías ver. Era tu día de suerte, estaba allí. La dejaste a nombre de tu hermana, y volviste a tu casa caminando alegremente.
Te recostaste en el sillón para descansar, mientras esperabas a Gastón. Te quedaste dormida, y eso lo comprobaste, cuándo el timbre sonó y descubriste que eran las cuatro de la tarde. Te levantaste a abrir, y saludaste a Gastón con un beso en la boca. Fue corto, por lo que, él te apresó nuevamente entre sus brazos, y te dio otro.
Se acomodaron en el sillón, y te mostró una bolsa con galletitas, y detrás de él sacó una tableta de chocolate. -Esos que a vos te fascinaban.- Y obviamente, volviste a acercarte, y lo llenaste de besos como recompensa.

Unos minutos después, traías algo para tomar a la mesa y un plato para las galletitas, mientras él, configuraba el idioma de la película. Puso play, y te acomodaste a su lado.
Se mantuvieron bastante tiempo concentrados frente a la pantalla del televisor, hasta que Gastón dejó de acariciar tu cabello, y bajó hacia tu panza. Pusiste pausa, y él te miró. No entendía el porqué de tu reacción, si era la parte más interesante.

-    Mañana tienen tres meses – Y estabas muerta de amor – Y se me nota apenas la pancita. – Esa idea no te agradaba tanto, pero sabías que era inevitable. Aún así, cada día los querías más.

-    Y te va a quedar hermosa, mi amor – Acercó sus labios a tu boca – Te amo chiquitita – Ahora si te besó, y cruzó una de sus manos sobre tu panza. – Para que no se pongan celosos de que beso a su mamá – Y reíste por su acción

Otra vez, volvieron a concentrarse en la película. Y minutos más tarde, Gastón te abrazaba con fuerza y reía por como llorabas con ese final. Y cada vez que eso pasaba, prometías no volver a ver una película así. Aunque, siempre era mentira. A pesar de que te hicieran llorar hasta por los codos, las seguías viendo igual.

-    ¿Fuiste a buscar los horarios a la Facultad? – Habían ido a caminar un rato por la costa.

-    Si, fui a la mañana. Igual, empiezan en abril las clases, así que me quedan unos días más de vacaciones.

-    Espero que no te aproveches de que yo no las tengo. – Celosa, con todo tu ser.

-    Si sabés, que nunca lo haría. – Te reprochaba. Y sí, lo sabías.

-    Bueno, yo te recuerdo por las dudas – Retrucaste como una nena

Más tarde, te despedías de Gas en la puerta de tu casa. Querías descansar un poco, ya que mañana tenías que madrugar otra vez.
Lo saludaste con la mano, mientras él se alejaba. Luego, entraste a tu casa y ordenaste lo poco que habían usado.
Subiste a tu habitación, y organizaste las cosas para mañana. Sabías que te ibas a despertar sobre la hora, tenías que estar prevenida para eso. Luego, tomaste el control de la televisión, y la encendiste con el fin de encontrar algo divertido para mirar. N o hubo caso, pero aún así encontraste un programa que hablaba sobre bebés, y decidiste dejarlo. Al fin y al cabo, necesitabas ir aprendiendo un poco, para saber tratar a tus hijos el día que llegaran a este mundo.

-    Rochi, Rochi – Euge, que te llamaba desde la puerta. Te habías quedado dormida

-    ¿Qué querés? – Le respondiste aún sin entender nada.

-    Que vengas, te preparé algo para comer – Y tenía una sonrisa de punta a punta.
-    Bueno, ahí voy.

Una vez que cerró la puerta, te sentaste en la cama, y volviste a refregar tus ojos. Te calzaste las pantuflas, y bajaste para averiguar con qué te iba a complacer Eugenia.
Entraste a la cocina, y la viste hipnotizada por el televisor con una porción de pizza en su mano.

-    ¡Claro, que viva no cocinaste vos! – Esperabas algo más elaborado.

-    ¡Si cociné yo, es casera Rochita! – Te sacó la lengua, y bebió su vaso de cerveza.

-    ¡Mentira, porque esto lo hizo mamá! – Objetaste después de probar un bocado.

-    ¿Cómo sabés? – Y abrió sus ojos de par en par.

-    Amo las pizzas de ella, nunca podría confundirlas – Hiciste una mueca de agrado, y volviste a comer.

Eugenia siguió sorprendida. Pero aún así, pudiste lograr cambiar de tema. Enterarte de que había hecho tu hermana en toda la tarde fue tu siguiente acción, y por supuesto, que vos debiste hacer lo mismo.
Largaste una carcajada cuándo ella con gran importancia te comentó que con Nicolás habían evolucionado a algo más “serio”. Ella te fulminó con la mirada, pero no te detuviste. Te parecía que vivías un dejavú. En verdad, la relación de tu hermana, y el chico en cuestión, siempre había sido lo mismo. A lo que ella te refutó que esta vez era verdad. Desviaste tu cara a la pantalla, y ocultaste tu risa tras otra porción de pizza. -No querías ser la encargada de cortar sus ilusiones.-


21 de Abril del 2009


Recién comenzabas tu día. Era martes, por lo que, debiste levantarte temprano para ir al colegio. Pero ya nos vestías con esa pollera, y la musculosa, si no que ibas con el equipo de gimnasia. Los cuatro meses y medio ya se estaban notando, y no era de tu agrado usar el uniforme convencional.
Como estabas sobre la hora bebiste un sorbo de chocolatada, y en el camino comías una tostada con mermelada. Parecías una loca con tus pelos alborotados por el viento de otoño que ya se hacía notar bastante, y encima comiendo por la calle. Pero no te importó demasiado, porque casi nadie transitaba por allí. Solo algún deportista que corría, o señoras que salían temprano a hacer las compras.
Terminaste de comer, y sacudiste tus manos para sacarte las migas. Luego, volviste a hacerte la colita, con el fin de ordenar tu cabello.

Tu grupo de amigas, como siempre, te esperaba en la puerta, aunque esta vez te hacían señas de que te apuraras, no solo por la hora, sino que también se estaban muriendo de frío.
Ingresaron, formaron para el típico saludo matutino, y por fin, los dejaron ir a sus aulas. Las primeras horas no te agradaban para nada. Tan es así, que hasta del aburrimiento te quedabas dormida en clase. Candela, se había encargado de despertarte para evitar que la profesora te viera. Y luego, se perdieron en alguna charla, mientras descifraban el cuadro explicativo que tenían en el pizarrón.
En el recreo fueron a los bancos de la galería, para cambiar un poco de aire. Aunque, ahora preferías pasar más tiempo en esas cuatro paredes, y evitar deambular por los pasillos. Te sentías incomoda, por que sí, ya tu panza se notaba, y no había con qué darle. Porque ahora los ojos de personas desconocidas te miraban con inquietud, porque siempre había alguno que volteaba indiscretamente para verte.

-    Rochi, ¿Estás bien? – Apoyaste tu cabeza en el hombro de Clari.

-    Si, no te hagas drama.

-    ¡No sabés mentir! – Y quién mejor que Candela para saberlo. – Dale, ¿Qué pasa?

-    No quiero estar acá – Querías sentirte ínfima en el mundo.

-    Lo hubieses dicho desde un principio, ¡dale vamos para arriba! – Lali, que desde que se enteró de tu embarazo te complacía con todo.

-    No, nos quedamos acá – Joaquina, que desde hace semanas quiere hacerte entender que no tenés porqué intimidarte ante los demás.

-    Pero… - Rochi otra vez.

-    Rochi, ya lo hablamos. En serio, no les des importancia. Vos sabés muy bien quién sos.

-    ¡Mery, vos no te das una idea lo horrible que es que día tras día, te miren de arriba abajo, y que hablen de vos!, ¡Tendrías que estar en mi lugar para entenderlo!

-    Vos le das importancia, hacés que logren lo que ellos quieren: intimidarte, y hacerte creer que sos menos por llevar un hijo adentro tuyo – Y en ningún momento se alteró. Podía discutir, pero siempre conservaba su frescura.

-    Es más fuerte que yo. – Volviste a sentarte, y bajaste la cabeza formando un puchero, que a más de una la desarmó.

-    Amiga, odio que te pongas así. Pero te juro que no es con mala intención, solo quiero que te sientas orgullosa de lo que sos. No cualquiera acepta todo lo que estás viviendo, y vos te la bancas como nadie. – Y ahora te abrazaba. Como si estuviera pidiéndote perdón por hacerte llorar.

La miraste a los ojos, y sonreíste. Sabía que no lo hacía con mala intención, y lo último que quería era verte mal.
La mirada de los demás te molestaba, pero a la vez, estabas enamorada de esos chiquitos que día a día crecían en tu vientre. Tus amigas te recordaban todos los días, que algún día todo esto iba a valer la pena. Qué quizás, cuándo ambos estuvieran en tus brazos ibas a agradecerte a vos misma por resistir.
Y también te hacían saber, que estaban orgullosas de vos. Porque ya no eras la misma de antes. Porque estabas madurando de a poco, y negándote a cosas, que a lo mejor en otras circunstancias hubieras acudido sin pretextos. Estabas tomando conciencia que ya no eras solamente Rocío Igarzabal en el mundo, sino que dos pequeñas criaturas dependían de vos, y su papá, claro.

Más tarde, ya te encontrabas transitando el pasillo que los llevaría a la salida del establecimiento. Era un lío, todos salían apurados como si algo o alguien los persiguiera. Vos, en cambio, ibas a tu ritmo riendo de los comentarios que hacía Josefina. Siempre la cargaban por se la rubia del grupo. Aunque era una excepción a la regla, de hueca no tenía ni un pelo.
Ambas esperaron a un costado de la puerta al resto, que seguramente venía más atrás. Continuaban charlando, pero llevabas tu mirada confrontada con la de Franccesca, que no paraba de mirarte. A ella si le hacías frente, porque nunca te la habías bancado. Y menos ahora ibas a soportarla.
Por fin, el resto de tus amigas cruzó la puerta. Te despediste de Joaquina y Clarita, porque ellas vivían para el otro lado. Luego, comenzaron a caminar. Como siempre, comentaban de todo un poco. En especial, Candela que no se perdía de una. Ella era la encargada de mantenerlas al tanto de todo.

-    ¡Seguro que ni el nombre del padre sabe! – Franccesca pasó por un costado. No les habló directamente, le comentó a una rubia que caminaba con ella. Pero claramente elevó su tono de voz a propósito.

Y le hubieses gritado un sinfín de palabras, si no fuera porque tus amigas te repetían que no le hicieras caso. Que solo quería buscarte. Pero claro, ya te había encontrado.

-    ¿Tan poca cara tenés que no me lo decís de frente? – Ella volteó, y te sobró con la mirada.

-    ¿Para qué voy a perder el tiempo?, si ya lo debés saber. ¡Todo el mundo dice lo mismo! – Y sus aires de condesa que aún menos soportaba.

-    ¿Y porqué no te fijas vos primero?, ¿Qué necesidad tenés de venir y provocar Franccesca?

-    Yo hablaba con mi amiga, vos te defendés sola…porque será… - Revoleó sus ojos
-    Para que no hables boludeces, para eso.

-    ¿Vos decís? – Y sus actitudes de soberbia, te exasperaban.

-    ¡Porqué no te dejás de joder!, por lo menos ella se hace cargo, no como vos que abortaste – Candela te desencajó.

Franccesca quedó pálida. Atinó a refutar las palabras, pero decidió huir de ahí lo más rápido posible. Candela, también había empezado a caminar. Ustedes la alcanzaron, y más vale, que querían saber como sabía aquello. Pero fundamentalmente, si era verdad.
Tu amiga escuchaba las preguntas, pero seguía en silencio. Creo que ni ella creía lo que había hecho. Vos, te estabas asustando. Era grave si la había acusado de algo así, solo por puro instinto.

-    ¡No, no es mentira! – Confesó después que le taladraron la cabeza – Es verdad, el año pasado estábamos en una hora libre, yo iba a entrar a nuestro salón a buscar unas cosas, pero no lo hice, porque había alguien llorando. No sabías que era ella. Pero, me quedé ahí y escuché como le contaba a Rocío – la rubia que iba con ella - lo que había hecho.

-    ¿Y por qué… por qué no nos contaste? – Cande también estaba desconcertada.

-    ¿Para qué Rochi?, Yo no soy igual a ellas, a pesar de que sea una basura le tuve compasión. – Si, Candela era buena mina.

-    Te entiendo, amiga. Fue lo mejor – Rochi pasó su brazo por encima del cuello. Can, sonrió.

-    Y ahora, se lo dije porque no podía ver como se hacía la viva con vos – Te buscó con la mirada – Mientras ella, hizo lo que hizo

-    Gracias Cande – Le diste un beso en la mejilla – Pero sabés como es Franccesca, no se va a quedar como si no hubiera pasado nada.

-    ¡Y bueno!, decir ya se lo dije, que voy a hacer – No la inmutaba haberle gritado la verdad en la cara.

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