lunes, 28 de mayo de 2012

Inesperado capítulo 11


Capitulo 11:

Solamente te faltaba una cuadra para llegar a tu casa. No veías la hora de acostarte, y desconectarte del mundo. Te sentías molesta, y muy cansada. Además, con un dolor de espalda que tampoco ayudaba demasiado.
Visualizaste a unos metros el frente de tu casa, y viste a alguien que claramente no pertenecía ahí. Un intruso que logró sacarte una sonrisa.

-    ¿Cómo andas chiquitita? – Si, Gastón era el famoso intruso.

-    Mal, un día pésimo tuve. – Suspiraste, y calzaste la llave en la cerradura.

-    ¿Por qué? – Preocupado al cien por cien.

-    Muchas cosas, ni ganas de hablar de eso. – Estaban adentro. Dejaste el abrigo, y tu pequeña mochila en el perchero de la entrada. - ¿Querés comer algo?

-    Si, pero usted señorita no va a hacer nada. Yo me encargo. – Te cerró la puerta de la heladera, y te sonrió – Gastón, sabe lo que hace – Y viste como sacaba de una bolsa un recipiente con comida.

-    ¿Qué es? – Enarcaste tu ceja.

-    Tarta de zapallitos – Y sus ojos verdes te miraron con amor.

-    ¡Pero que lindo que sos! – Le agarraste los cachetes, y le diste un beso – Para mí que cada vez que te hablo anotás lo más importante, o no sé – Comenzaste a sacar conclusiones, mientras ponías la mesa – Siempre te acordás de todo… Yo quiero tu memoria, eh.

-    Y viste, yo estoy en todo – Un poco de halago y ya se agrandaba.

Buscaste un sobre de jugo en la alacena y lo mezclaste con agua dentro de una botella, mientras Gastón sacaba la tarta del microondas.
Halagaste la comida, y luego, le preguntaste sobre su día en la Facultad. Te contó varias cosas. Nada de otro mundo, pero bueno preferías hablar de él, y no de vos. Pero claro, ahora era él quién quería saber. No te quedó otra.

-    Vení, para acá – Fuiste hasta su silla, y te abrazaste a él. – No le hagas caso, mi amor. Tienen razón tus amigas.

-    Sí, eso ya lo sé. Pero me cuesta. Odio que la gente me mire, mucho más que medio colegio hable de mí.

-    Tranquila, Tranquila que sino los terremotos se van a alterar, y no creo que te guste – Y ese era el nuevo apodo de los mellizos. – No me hagas eso, deja de pucherear – Secaba tus lágrimas, pero aún así no podías dejar de hacerlo.

Se acercó a vos, y besó tu frente. Luego, insistió para que comieras un poco más, ya que solo habías probado una porción. Asentiste, y regresaste a tu lugar.

-    Ti, ¿Querés quedarte conmigo? – Lo abrazaste por detrás, estaba en la cocina lavando los platos.

-    Toda la vida, chiqui – No te miró, pero una gran sonrisa se dibujó en él. - ¿Por qué lo preguntas?

-    Porque estoy cansada, y no quiero dormir sola.

-    Dale, me quedo. Andá yendo, yo ahora te alcanzo.

-    Gracias, Ti – Dejaste un pequeño beso en su nariz, y él te palmeó la cola. Luego saliste corriendo de allí.

-    ¡Rocío! – Y era un exagerado ¿Eso ya lo sabían?

Fuiste a tu habitación, y te sacaste el equipo de gimnasia. Te colocaste tus calzas gris, y la remera que Gastón te había dado hace unas semanas. Te quedaba enorme, pero te resultaba muy cómoda. Luego, buscaste tus pantuflas en el último cajón del mueble, y cruzaste a la habitación de Eugenia.
Te metiste dentro de la cama, y como siempre, encendiste el televisor. Cambiaste varios canales, y finalmente encontraste una de tus películas preferidas: Más barato por docena.
Justamente ellos eran una familia numerosa, y eran un descontrol. Te divertía, pero no cuándo pensabas en tu vida. Y te imaginabas cuatro meses y medio más tarde, con dos bebés en tus brazos, sin saber que hacer.
Temías que ese descontrol de alguna manera se trasladara a tu vida. Y sí, de una simple película ya imaginabas un huracán.

Apagaste el televisor, y giraste para un costado para poder intentar conciliar el sueño. No había caso, pero permanecías con los ojos cerrados, en algún momento te ibas a quedar dormida. Pero, Gastón irrumpió en la cama, y un escalofrío recorrió tu cuerpo cuándo te abrazó, y acarició tu panza. Sonreíste, y pensaste que definitivamente te habías sacado la lotería.
Cualquier persona que se enterará algo así hubiese salido corriendo despavorido, pero no. Él seguía ahí, y se esforzaba cada día por recordarte que nunca iba a dejarte. Porque te amaba, y porque eso bebés, que crecían en tu vientre lo habían creado los dos. Como te había dicho cuatro meses y medio atrás.

-    Te amo, Ti. – Susurraste, y al fin lograste descansar.

Unas horas más tarde, Gastón ya estaba despierto pero permanecía a tu lado observándote con precisión. Admiraba tus gestos al dormir, tus labios apenas fruncidos, y una media sonrisa, vaya uno a saber porqué. Tu cabello desobediente que se había escapado de tu rodete, y esa posición tan tuya para dormir. Te hacías más chiquita de lo que eras.
Te sacó con cuidado los mechones de pelo que te cubrían la cara, y enseguida gruñiste. Dejó de realizar la acción, pero abriste los ojos. Si, te hacías la dormida solo porque disfrutabas estar así con él.

-    ¿Cómo dormiste? – Giró, y apoyó su cabeza sobre su mano.

-    Bien, me siento mejor ahora. – Entrecerraste tus ojos cuándo un destello de luz se cruzó con tus ojos.

-    ¿A dónde vas? – Te estabas levantando.

-    A buscar algo para comer – Y el embarazo te habías despertado el apetito más que nunca.

Te perdiste por el pasillo, y revolviste la alacena buscando algo que te gustara. Encontraste tostadas, por lo que sacaste un plato, un cuchillo y el frasco de mermelada. Satisfecha por tu descubrimiento, volviste con una sonrisa hasta la habitación.

-    ¡Hay pero que linda pancita! – Te observó de reojo, ya que había encontrado un partido de tenis. Su segunda perdición, porque claro, el primer puesto lo ocupabas vos.

-    Basta – Te mordiste el labio.

-    ¡Qué basta ni que basta! – Refutó con humor – Sos la más linda – Lo tenías loco. ¿Hace falta aclararlo?

Reíste, y te metiste a la cama. Allí abriste el paquete, y untaste una tostada con la mermelada de ciruela. Gastón, pensó que se la ibas a convidar a él, y esperó con la boca abierta. Largaste una carcajada, que seguramente hasta el vecino escuchó.

-    ¡Sos mala, eh!

-    ¡Y yo que sabía que querías! – Levantaste uno de tus hombros – Tomá, acá tenés – Le diste una - ¡Parecías un perro esperando así! – Volviste a reír.

Gastón comió con gusto la tostada que le convidaste, y mientras hacías lo mismo, encendiste el televisor y cambiaste hasta llegar a los últimos canales. Tenías ganas de escuchar música.
De repente, comenzaste a sonreír ampliamente. Él te observó detenidamente, y claramente, no entendía lo que te sucedía.

-     Sentí una patadita – Susurraste reincorporando tu lugar.

-    ¿Los terremotos dieron señales? – Y se emocionó, aún más. Los mellizos lo tenían loco.
-    Si, mi amor. – La sonrisa no te desaparecía.

Gastón acarició tu panza con delicadeza, y luego, te besó.


5 de Mayo del 2009



Dos semanas pasaron desde que tus terremotos te habían dado señales. Hoy, amanecías un poco más tarde, porque habías faltado al colegio. Arrastraste tus pies hasta el baño, y ni bien encendiste la luz te observaste al espejo. Reíste, e intentaste arreglar tu proyecto de rodete -Sí, era lo último a lo que se parecía- Luego, te lavaste la cara y fuiste a la cocina a preparar el desayuno.
Caminabas con una paz poco característica en vos, y tarareabas alegremente una canción. Estabas sola, por lo que, no molestabas a nadie.
Mientras tu taza de leche se calentaba en el microondas marcabas el número de Gastón, a la vez que intentabas sintonizar la radio.

-    Hola, ¿Quién habla? – Lo querías molestar un poquito. Te habías acomodado en la mesa, y revolvías tu chocolatada.

-    Por acá Gastón, ¿Y ahí? – Obviamente ya sabía quien eras.

-    Una novia, que reclama a su novio.

-    Entonces tiene que ser mi gordita – Nunca iba a perder su dulzura. – Perdón Rochi, la Facultad me tiene enloquecido.

Gastón había empezado a cursar, y te tenía un poco abandonada. Vos lo entendías, pero de vez en cuando le reclamabas un poco. En verdad lo extrañabas, y el sentimiento era más fuerte que vos.

-    Si, ya lo sé. No te hagas problema. – Siempre decías lo mismo. - ¿Venís hoy no?

-    Si, ¿A que hora era?

-    A las diez.

-    Amor, ¿No puede ser media hora después, no?

-    No, Gastón. No soy a la única que tienen que atender, te recuerdo.

-    No…si – Tartamudeaba, y sabías que no podía. No porque te lo hubiera dicho, sino porque lo conocías a la perfección.

-    Bueno, no vengas. Resolvé tus cosas. – Enojada, creo que era poco. – Chau

-    Rochi, yo…

-    Nada, chau. – Y apretaste el botoncito rojo con furia.

Dejaste el celular sobre la mesa, y te dedicaste a tomar la leche. Querías no pensar en nada, hacías tu mayor esfuerzo, pero era en vano. Querías que Gastón estuviera ahí esa mañana, que sea él el que estuviera sentado a tu lado, y ambos comprobaran si sus bebés eran nena o varón.

Llevaste las cosas a la pileta de la cocina, y te fuiste a cambiar. Un pantalón suelto, una polera, y una campera abrigada fueron tu elección. Era Mayo, y el frío ya se hacía notar.

Aún faltando media hora para el horario pactado en la clínica, saliste de tu casa rumbo a la parada de colectivo. Ibas a ir sola, ya que, tu hermana estaba trabajando en algo importante, y tu grupo de amigas tenía un examen en el colegio, y no podían retirarse.
Una vez en la clínica, primero pasaste por el consultorio de tu doctora para entregarle los nuevos análisis de este mes, y de paso, aprovechaste para sacarte algunas dudas que tenías.
Luego, realizaste el mismo camino de siempre hacia el área de ginecología. Allí te sentaste, en uno de los asientos y te dispusiste a esperar tu turno. Mientras lo hacías, le diste una mirada a las revistas que se encontraban sobre una mesa, y de vez en cuándo, te quedabas observando al resto de las futuras mamás.

Quince minutos después, te llamaron para que ingresaras. Antes de la ecografía, tu ginecóloga te revisó, y comprobó que tu estado físico estuviera completamente bien. Y así lo era, por suerte.
Después, te recostaste sobre una camilla, y levantaste tu remera para que te deslizara el gel. Unos minutos más tarde, allí los tenías en la pantalla. Esta vez se veían claramente sus facciones, y eso te emocionó.
La doctora te iba contando todo lo que hacía, y respiraste tranquila, cuando sentenció que tus mellizos estaban perfectos. Y como si fuera poco, uno de ellos se estaba chupando el dedo. Al verlo, no pudiste evitar que una lágrima se deslizara por tu mejilla. No podías creer que aquellas criaturas crecían dentro tuyo.

-    Y como última noticia, tengo que decirte que vas a tener una nena y un varón – Te señaló el porqué de su afirmación.

-    ¿En serio? – Enarcaste tu ceja, y sonreías a más no poder.

-    Si, Rocío – Te sonrió, y vos también.
-  
Sin dudas, no veías la hora de que ambos nacieran. Ellos eran una de las razones de tu vida.

4 comentarios:

  1. Hermosa ya quiero que nascan los mellis

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  2. Muy hermosa mismo la nove!
    Quiero mas... :D

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  3. Gracias por comentar!!! Aunque les parezca poco o insignificante poner un comentario diciendo que les parece la nove para nosotras es muchisimo!! Por eso es que todo el tiempo les pedimos que comenten, porque es la mejor forma de saber que estan allí, que realmente estamos escribiendo para alguien... Con un simple comentario diciendo que les parecio el cap, si esperan ansiosas al siguiente o no... Eso ya nos dice que hay gente esperando a que nosotras subamos caps y que todo lo que hacemos no es en vano.

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  4. Soy nueva . me enamore de esta nove!! y me da bronca que la ayan quedando mirando :/ Aparte tiene 17 ni que tuviera 14 o 15!!!

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