martes, 19 de junio de 2012

Inesperado Capítulo 22


Capitulo 22:

Dejaron el auto en el estacionamiento, y caminaron directo al Centro de Rehabilitación donde ustedes trabajaban.
Allí, los recibió Silvia – la coordinadora del lugar - . Les dio un beso a ambos, y enseguida fueron a buscar su ropa de trabajo.

Que para vos no era así. Ustedes trabajaban allí, hacía un año. Al principio solo fueron a colaborar, porque la cantidad de chicos que asisten es mucha, y un amigo del papá de Agustín les había comentado dicha situación, asique no dudaron ni un segundo en probar con unirse allí.
Pero después, les fueron permitiendo un poco más al ver que ustedes aprendían con facilidad, y que a pesar de que para el título de Terapista Ocupacional les faltara dos años, ya podían dar una mano. Obviamente siempre acompañados de un profesional, para que los guíe.
Ese lugar, y cada uno de los chicos que asistían ahí, eran tu segundo lugar en el mundo. Él primero, ya lo habías encontrado: Rocío, y tus mellis.
No lo vivías como un lugar al que se va a trabajar. Y a pesar que el madrugar no era tu fuerte, ya que, con la cama también tenías una relación especial, llegabas ahí y no importaba nada.

-    ¡Compa, viniste! – Paulina, veinticinco años. Una loca linda, como le decías vos. – Tenías la ausencia justificada hoy – Se acercó y te dio un gran abrazo - ¡Feliz cumpleaños Gaschu! – Cada día tenías un apodo nuevo en ese lugar.

-    ¡Pero no, como voy a faltar hoy! – Sonreíste – Sabés que me encanta venir acá.

-    ¡Bueno, pero por ahí querías quedarte un rato más con tu familia! – Y si, todo el mundo sabía de Rocío, y tus hijos – Igual, mejor que viniste porque alguien muuy – Alargó mucho la U, mientras te llevaba a una de las salas. – especial, tiene algo para darte.

-    ¡Uf, con esa introducción quiero ver mi sorpresa ya!

-    Tranquilo, ya llega. – Te sonrió divertida, y se escabulló dentro del gran salón.

Esperaste unos segundos en la puerta, porque tenías terminantemente prohibido pasar. Y luego, escuchaste como con su voz cantarina te invitó a pasar.

-    Ellos, tienen algo para vos. – Y su pequeño grupo de nenes, tenían dibujos y Candealidades para vos.

-    ¡No, me desmayo! – Y cuanto te gustaba hacerlos reír - ¿En serio es para mí?

Y Maitena, Lola y Nicolás estallaron en risas por tu cara. Paulina sonreía a la vez que se mordía el labio.
Ellos tenían Síndrome de Down, y vos con Pauli eran los encargados de su tratamiento. Además de realizar las actividades necesarias que ella programaba con tu ayuda, disfrutabas hacerlos reír, hacer cosas raras, pintar, dibujar, jugar. Eras algo así como el payasito del lugar.
Sus cinco, y los seis años de Nicolás, te dejaban liquidado, si de jugar hablábamos. Y ni hablar, si te paseabas por alguna salita más. Quedabas exhausto, pero sabías que valía la pena.

Una vez que los llenaste de besos, y de un poco de cosquillas, empezaron con la rutina diaria.

Cerca de las dos y diez de la tarde, ya estaban volviendo a vestir la ropa que llevabas por la mañana temprano.
Esta vez, si volvías caminando porque a Agustín todavía le quedaba un rato más en el Centro. Sin embargo, no lo ibas a hacer en soledad, ya que, Paulina tampoco tenía auto, y ambos iban para el centro de la ciudad.

-    ¡Hey, Ti! – Te hizo señas para que te acercaras, ella estaba frente a un panel en la entrada.

-    ¿Qué paso? – Preguntaste, mientras caminabas hacia allí.

-    Ya hay fecha para el curso. – Ese que realizabas complementariamente a tus estudios.

-    ¿Cuándo? – Y dirigiste tu mirada hacia la planilla con los datos.

-    En diez días, por lo que dice acá.

-    ¿Es en vacaciones no?, Si no imposible que valla.

-    Si, como todos los años. – Respondió, mientras se detuvo en un detalle – Pero, le cambiaron la sede. Es en Buenos Aires.

-    ¿En serio? – Ese pequeño detalle, no te había gustado. Solo porque significaba estar dos semanas lejos de tu casa.

-    Si acá dice, mirá.

Claramente comprobaste aquellos datos que Paulina te iba enumerando con anterioridad. Tu cara no fue la mejor. Ese sentimiento irrefrenable de tener que dejar a Rocío, y a tus hijos, te recorría el cuerpo de punta a punta.

-    ¿Vas a venir no? – Y claro que buscaba un sí.

-    No sé, voy a pensarlo. Falta poco para que nazcan los mellis, y no quiero dejar sola a Rochi.

-    ¡Hey, no te vas toda una vida! – Se colgó la mochila violeta en su espalda, y comenzaron a caminar. – Son dos semanas, nada más.

-    Si – Esbozaste una pequeña sonrisa, pero tenías un carnaval en tu cabeza – Pero, no sé, me cuesta. Pauli, yo nunca me separé de Rochi desde que estamos juntos… O sea, si pasamos algunos días sin vernos, o cosas así, pero yo sabía que si me necesitaba estaba en cinco minutos ahí… Es imposible que yo pueda estar en cinco minutos si viajo allá, ¿No? – Pauli te observó con dulzura, y te abrazó por lo hombros, mientras continuaba caminando.

-    ¿Y vos decís que los tipos como vos no se extinguieron? – Ella estalló en una carcajada, y viste como se sonrojó.

Y el resto del camino se basó en risas, y en halagos hacia tu persona y el amor incondicional que sentías por Rocío. Paulina te admiraba.

Llegaste cerca de las tres de la tarde, dejaste tu mochila y la campera en la entrada, y fuiste hacia la heladera en busca de algo para beber. Agarraste la botella con jugo de naranja, y sonreíste abiertamente al ver tu postre preferido en el fondo. Luego de tomar un vaso, te cortaste una porción.
Desde que habías llegado, ya presentías que despierta Rocío no estaba porque la tranquilidad reinaba en la casa, y solo se oía la brisa del viento.

Llegaste a la habitación y te la viste dormir tan plácidamente. Con una mano debajo de la almohada, y otra sobre su panza – que cada día crecía un poquito más – y sus labios a penas fruncidos, los cuales te provocaron unas inmensas ganas de robarle un beso. Pero no, te contuviste.
La noche anterior ella no había podido dormir lo suficiente, ya estaba casi de siete meses y medios, y Paz y Tomás no dejaban de patear.

Sin hacer demasiado ruido, sacaste las toallas del armario, y fuiste darte una ducha rápida. El frio había invadido tu cuerpo y no había nada mejor que eso para calmarlo.
Unos diez minutos fueron los que bastaron para que caminaras por el pasillo con la toalla anudada en la cintura, en busca de tu piyama.

Y cuando ibas a recostarte a su lado, ella se desperezaba y fruncía el seño. Te acercaste con delicadeza, ya que su humor cambiaba constantemente y no sabías como podía reaccionar.

-    ¿Qué pasa? –Le acomodaste el pelo, aunque fuera casi imposible con su cabeza apoyada en la almohada.

-    Nada – Y ella volvió a cerrar los ojos.

-    ¿Los mellis otra vez no? – Asintió, y comenzaste a acariciar su panza, a la vez que tarareabas suavemente una canción.

-    Me parece que le estás quedando chica, amor. – Sonreíste, y de a poco recuperaba su tranquilidad.

Se habían quedado dormidos, hasta que, uno de tus antojos se hizo presente, y no podía negarse ante tu cara de buenita.
Así que no le quedó otra. Recién despierto, y con ganas de quedarse mucho más en la cama tuvo que ir hasta la cocina a prepararte tu predilecto té de frutilla – Ese que por él te empezó gustar.

Ya que estabas él se hizo uno también. Volvió a la cama, y te alcanzó tu taza. Luego, Gastón volvió a acostarse a tu lado.
Él te habló de su día en el Centro, de los regalos que sus chiquitos le habían hecho, de las ocurrencias de Paulina, y no omitió los halagos, por lo que un poco te molestó. Pero, a fin de cuentas, no fue para tanto.
Y por último, te nombró algo sobre el curso. Ese al que él concurría desde que lo conoces. Para vos, no era nada nuevo.

-    Yo quiero que vallas – Dijiste, luego de escuchar cada una de sus preocupaciones. – Te conocí así, y sé que a vos te hace bien.

Te estiraste un poco para poder darle un beso.

3 comentarios:

  1. me encantan tus noves!!
    Muy linda por cierto :D

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  2. gracias lurdes!!! Me alegra que te gusten mis noves, es para utedes que las escribo.

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  3. es verdad esta muy buena!
    Me encanta :)

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