Capitulo 10
-Ahora no, señora Garcia -bramó Gaston, mirando por encima del hombro
de Rochi a la puerta, donde el ama de llaves acababa de aparecer para
retirarles los platos-. La llamaré cuando hayamos terminado.
Rochi no se movió, ni siquiera dirigió una mirada en la dirección de la
otra mujer. Pero supo el momento exacto en que volvió a la cocina, cuando
sintió todo el impacto de la furiosa mirada de Gaston sobre ella.
-Ya te lo dije el domingo por la noche -dijo Gaston en tono glacial-.
¡Nunca te facilitaré el divorcio para que puedas casarte con mi hermano!
Rochi sacudió la cabeza.
-El tema del divorcio depende de ti, Gaston. Simplemente quiero que
sepas que me voy.
Un nervio palpitó en la mandíbula apretada de Gaston.
-Creo que eres tonta. ¿Lo sabes, verdad? -dijo él fríamente.
Rochi soltó una seca carcajada.
-Yo también creo que soy tonta, Gaston -dijo con sorna, pensando en lo
tonta que había sido al creer que Gaston podría amarla algún día-. Pero a veces
nuestras elecciones están... limitadas por otras personas.
¡Y en ese caso Eugenia y él no le habían dejado otra elección!
-Ya te he dicho que Peter está viviendo con otra persona -le recordó él
con tirantez.
Ella suspiró, harta de que volviese constantemente a su hermano.
-Mi decisión no se basa en nada de lo que hace Peter -le dijo a Gaston
rotundamente-. Hago esto por mí.
¡Y por una niña inocente que no se merecía los padres que tenía!
Él la miró inquisitivamente durante unos minutos, y entonces suspiró
profundamente.
-Entiendo -reconoció él-. ¿No hay nada que discutir, verdad?
-No.
-¿Y dónde vas a ir? -la miró con los ojos entornados.
Ella soltó una indulgente carcajada.
-Tengo amigos, sabes, Gaston.
-Lo sé -dijo él impacientemente-. Es que... no me gusta imaginarte...
ahí fuera, sola.
-¿Fuera, dónde? -preguntó ella mordazmente-. He vivido sola veintiocho
años, Gaston; estoy acostumbrada.
Aunque después de vivir con Gaston durante más de un año sabía que le
iba a resultar mucho más difícil estar sola...
-Supongo que sí -reconoció él con un suspiro-. Yo... nunca pensé que
llegaríamos a esto,
Rochi -la miró con pesar.
Ella levantó sus cejas.
-Creo que ninguno de nosotros lo pensaba,Gaston. si no, no habría tenido sentido que nos casásemos -Rochi
estiró la mano para tocarlo, pero al darse cuenta de lo que estaba haciendo, la
retiró rápidamente-. Pero a veces... los acontecimientos cambian las cosas.
Y su paternidad había cambiado ciertamente las cosas para ella.
-Rochi, no hay motivo para que te vayas hasta que tengas algún sitio
donde ir.
-Oh, yo creo que sí -lo interrumpió ella con determinación.
Si no se iba pronto podría debilitarse su resolución, y eso
complicaría aún más las cosas.
Gaston torció el gesto.
-Por mucho que para mí anoche fuese... agradable, no voy a presionarte
si te quedas, Rochi.
-No creo que lo hicieses -el color invadió las mejillas de Rochi ante
el recuerdo de su noche de amor-. Pero creo que no es una buena idea.-¡Por que ella sí podría presionarlo a él!
Por extraño que pareciese, nada de lo que había sucedido en las
últimas veinticuatro horas había cambiado el amor que sentía por él, y si su
rival no fuese su propia hermana, que había dado a luz a una niña, entonces Rochi
hubiese intentado luchar por su marido.
Gaston se levantó, y se puso a mirar por la ventana
-Rochi, hay cosas sobre Peter que creo que deberías saber...
-No me interesa, Gaston -le aseguró ella-. Ya te he dicho que Peter, y
lo que ocurrió en el pasado, ya no me importa. Yo... solo sé que tengo que
hacer caso a mi corazón. Y mi corazón me dice que nuestro matrimonio es
injusto para todos -añadió conemoción-. Sé que ninguno de nosotros pretendía herir
al otro, Gaston -lo miró con los ojos húmedos cuando él se volvió hacia ella-.
Pero nos lo hemos hecho. Es hora de que todo ese daño y falsedad acabe -añadió
con determinación. Gaston dejó caer los hombros.
-Tal vez tengas razón. Voy...
voy a echarte de menos, Rochi -le dijo ásperamente. Ella sonrió.
-Te acostumbrarás pronto, Gaston. En unas semanas será como si nunca
hubiese estado aquí.¡ Y sobre todo si Eugenia se mudaba allí con la niña! Él apretó los
labios.
-Lo dudo mucho.
Rochi se levantó y atravesó resueltamente la habitación, deteniéndose a
pocos pasos de Gaston.
-Espero que nos despidamos como amigos, Gaston -lo miró
inquisitivamente.
Él le puso las manos sobre los hombros, atrayéndola hacia sí y
apoyándole la cabeza sobre su hombro mientras sus brazos la envolvían
protectoramente.
-Siempre estaré aquí para ti, Rochi -le aseguró roncamente-. Pase lo
que pase.
Ella se deleitó momentáneamente con el hecho de estar en sus brazos,
sintiendo su corazón latiendo tan fuerte como el de ella. Dios, cómo deseaba...
Se apartó con firmeza de él, forzando otra tensa sonrisa antes de
besarlo en la rígida mejilla.
-Estamos siendo extremadamente civilizados, Gaston -se mofó ella.
-¡Civilizados! -repitió él indignado, apretándole los brazos
dolorosamente-. ¡Me gustaría romperle el cuello a alguien!-Ella arqueó sus oscuras cejas.
-¿A mí?
-No -replicó él, impaciente-. No era mi intención dejar que te fueses,
Rochi -murmuró gravemente-. Cuando mencionaste lo del divorcio la otra
noche... estaba decidido a que nunca ocurriría. Pero me doy cuenta de que no
puedo hacer nada para detenerte, ¿verdad?
-No -reconoció ella con voz queda.
-No -admitió él con aspereza-. Pero puedo besarte una vez más. No me
lo impidas, Rochi -le advirtió cuando ella se tensó defensivamente-. Todavía
eres mi esposa, y yo... yo...
No terminó la frase, sino que presionó su boca sobre la de ella.
Rochi se derritió en sus brazos, rodeando el cuello de Gaston mientras
respondía a su beso.
La violencia de Gaston enseguida se tornó en abrasadora
pasión, mientras movía sus manos por la espalda de Rochi y ella se apretaba
contra él.
Para Rochi era el cielo. No le importaba nada más en ese momento
excepto estar en los brazos de Gaston, y que la besase como si no quisiese
detenerse.
Pero momentos después fue exactamente lo que él hizo, apartó la boca
bruscamente de ella para mirarla con ojos sombríos.
-Recuerda, Rochi -dijo con la voz crispada-. Siempre estaré aquí.
-Siempre es mucho tiempo, Gaston -replicó ella. Él asintió con la
cabeza bruscamente.
-Toda una vida.
Ella sonrió compungida, sacudiendo la cabeza mientras se apartaba de
él, sintiéndose repentinamente despojada ante la pérdida de su calor, pero sabiendo
que si seguía cerca de él más tiempo, se derrumbaría completamente. Y no era
solo su dignidad lo que quería mantener intacta, quería salvar su orgullo
también.
-Discúlpame ante la señora Garcia, ¿quieres? Creo que no soy capaz de
comer más -le dijo a Gaston-. Voy a preparar algunas de mis cosas...
-¿Te vas ahora? -preguntó Gaston con incredulidad-. ¿En este momento?
Ella asintió con la cabeza bruscamente.
-Creo que es lo mejor, Gaston -respondió ella-. Así que si no te
importa, volveré a por el resto de mis cosas un día de esta semana mientras
estás en el trabajo.
Él retrocedió, metiéndose las manos en los bolsillos de los
pantalones.
-Si es eso lo que quieres -aceptó él ásperamente. Ella volvió a asentir
con la cabeza.
-¿Quieres advertir a la señora Garcia de que vendré a lo largo de la
semana?
Gaston la miró como si fuese a hacer una virulenta réplica a su
comentario, pero se lo pensó mejor.
-No tengo ninguna intención de decirle a la señora Garcia que me has
dejado, así que te sugiero que se lo digas tú -le dijo serio-. Utiliza tu llave
-añadió.
Rochi tragó saliva ante la inconfundible dureza de Gaston...
-Dejaré mi llave de la casa cuando me vaya esta noche. Sé sensato, Gaston
-continuó ella con determinación cuando él iba a protestar-. No deberías dejar
una llave de la casa a tu ex esposa. ¡Podría aparecer en cualquier momento sin
avisar!
Los ojos verdes de Gaston se oscurecieron.
-Dudo que entrases en esta casa alguna vez cuando no debieses -replicó
él con desdén-. Y no eres mi ex esposa -añadió bruscamente.
-Todavía.
Él se encogió de hombros.
-Tú eliges el momento, tus razones. No quiero tomar parte en ello.
Había mucho tiempo para hablar de divorcio. Mejor esperar hasta que los
sentimientos se estabilizasen. ¡Si alguna vez se estabilizaban!
-Voy... voy por mis cosas, y luego me iré.
Rochi vaciló en la puerta del comedor, sabiendo que una vez que saliese
de esa habitación, terminaría esa conversación, y terminaría todo entre Gaston
y ella.
-Haz lo que quieras -bramó Gaston-. Estoy seguro de que lo vas a hacer
de todas formas -añadió mientras se volvía a mirar por la ventana otra vez.
Rochi intentó absorber todo lo que pudo de él en esa última mirada; su
pelo rubio, la anchura de sus hombros, ligeramente caídos
mientras seguía con las manos en los bolsillos, su estrecha cintura, sus
fuertes muslos y sus largas y musculosas piernas.
Amaba todo de él. ¡Ni por un momento dudaba que iba amarlo durante el
resto de su vida!
-«¿Quién ha estado durmiendo en mi cama?, dijo el osito» -murmuró Pablo
detrás de ella.
Rochi levantó la vista del diseño en el que estaba trabajando, y se
puso pálida al ver la fotografíade Gaston y ella el día de su boda que Pablo
sostenía en una de sus grandes manos... ¡una fotografía que estaba en la mesilla
del apartamento contiguo hasta hacía unos minutos!
-¿Vas a decirme lo que pasa? -la instó impaciente cuando ella no
contestó.
Ella tragó saliva, encogiéndose de hombros.
-Creo que es obvio.
-Es obvio que has dormido en el apartamento -aceptó Pablo-. Lo que no
es obvio, al menos para mí, es por qué.
Rochi se encogió de hombros.
-He dejado a Gaston -dijo sin rodeos.
-Has dejado a Gaston... -repitió Pablo quedamente.
-Sí, lo he dejado, Pablo -lo cortó ella impacientemente-. Vamos a
divorciarnos.
Pablo se sentó lentamente enfrente de ella, en la mesa en la que
estaban trabajando.
-No puedo creerlo -murmuró con incredulidad. Rochi se encogió de
hombros.
-Ya dijiste eso esta semana. No me alegro. Ni tampoco Gaston -añadió
con firmeza cuando él iba a protestar-. Dadas las circunstancias, lo mejor para
nosotros es separarnos.
Pablo sacudió la cabeza.
-¿Y qué piensa Gaston de todo
esto? Ella soltó una temblorosa carcajada ante la pregunta.
-Está de acuerdo, por supuesto.
-No veo ningún «por supuesto» en esto -Pablo sacudió la cabeza
gravemente.
-Él está de acuerdo, ¿vale? -le dijo Rochi con impaciencia.
-Pero no ha sido idea suya,
¿verdad? -dijo Pablo en tono triunfal-. ¿Rochi, que...?
-Pablo, aprecio tu preocupación, pero creo que esto es algo entre Gaston
y yo -lo miró desafiante con sus ojos azules.
-De acuerdo, lo acepto -Pablo asintió con la cabeza-. Pero me preocupo
por vosotros, y... -se interrumpió cuando se abrió la puerta del taller de
golpe-. ¿Gaston...?
La razón de la incertidumbre de Pablo sobre la identidad del visitante
se hizo obvia para Rochi cuando se volvió hacia la puerta; la mayor parte de la
persona que había entrado tan ruidosamente estaba oculta por el ramo de flores
más grande que había visto en su vida.
Se le cayó el alma a los pies al pensar que probablemente era Gaston
quien estaba detrás de esas fragantes flores. Se levantó lentamente, y se le
fue el color de las mejillas al ver a Gaston cuando retiró el ramo de su cara,
con los ojos verdes brillando fríamente.
-Esto... creo que hoy comeré antes -se excusó Pablo, al ver sus caras-.
Hasta luego, Gaston -dijo el otro hombre, recogiendo su chaqueta y marchándose.
Rochi se quedó mirando a Gaston que seguía con las flores en las manos,
y sacudió la cabeza.
-Es demasiado tarde para flores, Gaston...
-¡No son mías, maldita sea! -le aseguró despectivamente, arrojando el
ramo con indignación sobre una mesa-. ¡Te agradecería que le dijeras a Peter
que no quiero que vuelva a enviar flores a mi esposa! -añadió mordaz-.
¡Obviamente todavía no le has dicho que me has dejado!
Gaston empezó a pasearse inquieto por la habitación mientras, Rochi,
con expresión de perplejidad, abría el sobre que llevaba el ramo y leyó la tarjeta
que había en su interior.
-¿Tienes idea de cómo me he sentido cuando han llegado esta mañana? -Gaston
se volvió con los puños apretados en sus costados.
-Son de Eugenia, Gaston -le dijo ella, levantando la tarjeta hacia él
para que pudiera leerla-. Para darme las gracias por cuidar a Alai.
El miró furioso la tarjeta, cerrando los ojos brevemente antes de
darse la vuelta.
-¿Cómo demonios iba a saberlo? -murmuró-. Después de lo que sucedió
ayer era natural suponer que las flores eran de Peter.
Rochi se dio cuenta de que se sentía un estúpido, razonablemente,
pero...
-Ya te dije que mi decisión de irme no tenía nada que ver con Peter...
-¿Y dónde has pasado la noche, Rochi? -le preguntó él, mirándola con
los ojos entornados.
-Aquí -dijo ella mientras Gaston la miraba con incredulidad-. En el
apartamento de al lado.
Gaston se quedó inmóvil, mirándola ferozmente.
-Y yo me he pasado casi toda la noche intentando entender por qué te
has ido, Rochi -dijo él bruscamente, sacudiendo la cabeza-. Me he dado cuenta
de que el que pasásemos la noche juntos ha cambiado las cosas. Pero tú no estás
dispuesta a sentarte y hablar de ello.
-Ya te he dicho que no hay nada que decir -dijo ella con frialdad.
-¿Y si no estoy de acuerdo?
Ella se encogió de hombros.
-Yo no soy responsable de lo que pienses o sientas, Gaston...
-¡Sí lo eres, maldita seas! -dijo furioso-. El lunes por la noche
empecé a pensar... a tener esperanzas. ¡Demonios, cuando te fuiste anoche me
dejaste sin ninguna esperanza!
Ella sacudió la cabeza.
-Si hubiese pensado que había alguna esperanza, no me habría ido -le
dijo-. ¿No ves lo difícil que estás haciendo esto, Gaston? ¿Para los dos?
-¡Me gustaría ponértelo tan
difícil que no pudieras hacerlo! -replicó el ásperamente. Rochi suspiró.
-¡Entonces no tienes ni idea de lo que me ha costado tomar la
decisión! -replicó ella con vehemencia-. Creo que he sido más que justa
contigo, Gaston...
-¡Justa! -repitió él, irritado-. No me interesa que seas justa. ¡Lo
único que me interesa es que mi esposa vuelva a casa!
La miró con furia.
-Intimidándome no lo vas a conseguir, Gaston -le aseguró ella
tranquila.
-Ni razonando. Ni seduciéndote -añadió él de mala gana.
Ella levantó la barbilla a la defensiva.
-¿Qué quieres decir con eso?
-¡Que eres demasiado testadura! -sus ojos brillaron peligrosamente.
Rochi sacudió la cabeza, y suspiró.
-Si no te importa, tengo mucho trabajo. Estoy segura de que tú también
tienes cosas que hacer -añadió ella significativamente.
Él hizo una mueca.
-Al contrario que tú, no me siento de humor para trabajar -sus
pantalones vaqueros negros y su camisa color crema eran evidencia de ello-. No
estoy acostumbrado a perder, Rochi.
Ella torció el gesto despectivamente.
-Entonces no pienses en ello como en una pérdida, Gaston. ¡Piensa en
que estás ganando realmente lo que quieres!
-¿Y cómo sabes lo que quiero? -dijo él, entornando los ojos.
Rochi se encogió de hombros.
-¿Sabe alguno de nosotros eso, incluso respecto a nosotros mismos? Él
apretó los labios.
-Está claro que no -respondió tensamente, dirigiéndose hacia la
puerta-. Siento lo de las flores.
-No te preocupes -dijo ella, restándole importancia.
Gaston asintió con la cabeza, vacilando en la puerta.
-Cuídate... Rochi.
Ella inclinó ligeramente la cabeza.
-Tú también.
Rochi consiguió controlarse hasta que la puerta se cerró detrás de él,
entonces se dejó caer como un balón desinflado. Aquello era horrible. Terrible.
Y parecía que no iba a acabar todavía.
¡La constatación de ello la tuvo cuando Eugenia entró en el estudio una
hora después!
¿No iba a terminar nunca aquella pesadilla?
-¡Alai!
Pablo, que había vuelto de comer hacía media hora, se puso de pie
precipitadamente y corrió a arrancar a la niña de los brazos de Eugenia. Rochi
levantó los ojos al cielo.
-¡Creo que todo el mundo se ha vuelto loco! -murmuró mientras el
corpulento hombre decía monerías a la niña.
Eugenia se rio al ver las gracias que hacía Pablo.
-¡Los bebés causan ese efecto en la gente!
Eugenia parecía más relajada. Su hermana obviamente había resuelto su
cansancio con una buena noche de sueño. Aunque Rochi se preguntaba cómo lo
había conseguido, cuidando a Alai toda la noche.
O tal vez el aspecto relajado de su hermana se debía a otra razón.
Después de todo Gaston se había ido hacía una hora...
Fin Capi...
*Mafe*
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