jueves, 5 de julio de 2012

Amor Escondido Cap 10





Capitulo 10



-Ahora no, señora Garcia -bramó Gaston, mi­rando por encima del hombro de Rochi a la puerta, donde el ama de llaves acababa de aparecer para retirarles los platos-. La llamaré cuando hayamos terminado.

Rochi no se movió, ni siquiera dirigió una mirada en la dirección de la otra mujer. Pero supo el momento exacto en que volvió a la cocina, cuando sintió todo el impacto de la furiosa mirada de Gaston sobre ella.

-Ya te lo dije el domingo por la noche -dijo Gaston en tono glacial-. ¡Nunca te facilitaré el divorcio para que puedas casarte con mi hermano!

Rochi sacudió la cabeza.

-El tema del divorcio depende de ti, Gaston. Sim­plemente quiero que sepas que me voy.

Un nervio palpitó en la mandíbula apretada de Gaston.

-Creo que eres tonta. ¿Lo sabes, verdad? -dijo él fríamente.

Rochi soltó una seca carcajada.

-Yo también creo que soy tonta, Gaston -dijo con sorna, pensando en lo tonta que había sido al creer que Gaston podría amarla algún día-. Pero a veces nuestras elecciones están... limitadas por otras per­sonas.

¡Y en ese caso Eugenia y él no le habían dejado otra elección!

-Ya te he dicho que Peter está viviendo con otra persona -le recordó él con tirantez.

Ella suspiró, harta de que volviese constante­mente a su hermano.

-Mi decisión no se basa en nada de lo que hace Peter -le dijo a Gaston rotundamente-. Hago esto por mí.

¡Y por una niña inocente que no se merecía los padres que tenía!

Él la miró inquisitivamente durante unos minu­tos, y entonces suspiró profundamente.

-Entiendo -reconoció él-. ¿No hay nada que dis­cutir, verdad?
-No.
-¿Y dónde vas a ir? -la miró con los ojos entor­nados.

Ella soltó una indulgente carcajada.

-Tengo amigos, sabes, Gaston.
-Lo sé -dijo él impacientemente-. Es que... no me gusta imaginarte... ahí fuera, sola.
-¿Fuera, dónde? -preguntó ella mordazmente-. He vivido sola veintiocho años, Gaston; estoy acos­tumbrada.

Aunque después de vivir con Gaston durante más de un año sabía que le iba a resultar mucho más difí­cil estar sola...

-Supongo que sí -reconoció él con un suspiro-. Yo... nunca pensé que llegaríamos a esto, 
Rochi -la miró con pesar.

Ella levantó sus cejas.

-Creo que ninguno de nosotros lo pensaba,Gaston. si no, no habría tenido sentido que nos casá­semos -Rochi estiró la mano para tocarlo, pero al darse cuenta de lo que estaba haciendo, la retiró rá­pidamente-. Pero a veces... los acontecimientos cambian las cosas.

Y su paternidad había cambiado ciertamente las cosas para ella.

-Rochi, no hay motivo para que te vayas hasta que tengas algún sitio donde ir.
-Oh, yo creo que sí -lo interrumpió ella con de­terminación.

Si no se iba pronto podría debilitarse su resolu­ción, y eso complicaría aún más las cosas.
Gaston torció el gesto.

-Por mucho que para mí anoche fuese... agrada­ble, no voy a presionarte si te quedas, Rochi.
-No creo que lo hicieses -el color invadió las mejillas de Rochi ante el recuerdo de su noche de amor-. Pero creo que no es una buena idea.-¡Por que ella sí podría presionarlo a él!

Por extraño que pareciese, nada de lo que había su­cedido en las últimas veinticuatro horas había cam­biado el amor que sentía por él, y si su rival no fuese su propia hermana, que había dado a luz a una niña, en­tonces Rochi hubiese intentado luchar por su marido.

Gaston se levantó, y se puso a mirar por la ventana

-Rochi, hay cosas sobre Peter que creo que deberías saber...
-No me interesa, Gaston -le aseguró ella-. Ya te he dicho que Peter, y lo que ocurrió en el pasado, ya no me importa. Yo... solo sé que tengo que hacer caso a mi corazón. Y mi corazón me dice que nues­tro matrimonio es injusto para todos -añadió conemoción-. Sé que ninguno de nosotros pretendía he­rir al otro, Gaston -lo miró con los ojos húmedos cuando él se volvió hacia ella-. Pero nos lo hemos hecho. Es hora de que todo ese daño y falsedad acabe -añadió con determinación. Gaston dejó caer los hombros.
-Tal vez tengas razón. Voy... voy a echarte de menos, Rochi -le dijo ásperamente. Ella sonrió.
-Te acostumbrarás pronto, Gaston. En unas sema­nas será como si nunca hubiese estado aquí.¡ Y sobre todo si Eugenia se mudaba allí con la niña! Él apretó los labios.
-Lo dudo mucho.

Rochi se levantó y atravesó resueltamente la habitación, deteniéndose a pocos pasos de Gaston.

-Espero que nos despidamos como amigos, Gaston -lo miró inquisitivamente.

Él le puso las manos sobre los hombros, atrayén­dola hacia sí y apoyándole la cabeza sobre su hombro mientras sus brazos la envolvían protectoramente.

-Siempre estaré aquí para ti, Rochi -le aseguró roncamente-. Pase lo que pase.

Ella se deleitó momentáneamente con el hecho de estar en sus brazos, sintiendo su corazón latiendo tan fuerte como el de ella. Dios, cómo deseaba...

Se apartó con firmeza de él, forzando otra tensa sonrisa antes de besarlo en la rígida mejilla.

-Estamos siendo extremadamente civilizados, Gaston -se mofó ella.
-¡Civilizados! -repitió él indignado, apretándole los brazos dolorosamente-. ¡Me gustaría romperle el cuello a alguien!-Ella arqueó sus oscuras cejas.
-¿A mí?
-No -replicó él, impaciente-. No era mi inten­ción dejar que te fueses, Rochi -murmuró grave­mente-. Cuando mencionaste lo del divorcio la otra noche... estaba decidido a que nunca ocurriría. Pero me doy cuenta de que no puedo hacer nada para detenerte, ¿verdad?
-No -reconoció ella con voz queda.
-No -admitió él con aspereza-. Pero puedo be­sarte una vez más. No me lo impidas, Rochi -le advirtió cuando ella se tensó defensivamente-. To­davía eres mi esposa, y yo... yo...

No terminó la frase, sino que presionó su boca sobre la de ella.
Rochi se derritió en sus brazos, rodeando el cuello de Gaston mientras respondía a su beso. 

La vio­lencia de Gaston enseguida se tornó en abrasadora pa­sión, mientras movía sus manos por la espalda de Rochi y ella se apretaba contra él.

Para Rochi era el cielo. No le importaba nada más en ese momento excepto estar en los brazos de Gaston, y que la besase como si no quisiese detenerse.

Pero momentos después fue exactamente lo que él hizo, apartó la boca bruscamente de ella para mi­rarla con ojos sombríos.

-Recuerda, Rochi -dijo con la voz crispada-. Siempre estaré aquí.
-Siempre es mucho tiempo, Gaston -replicó ella. Él asintió con la cabeza bruscamente.
-Toda una vida.

Ella sonrió compungida, sacudiendo la cabeza mientras se apartaba de él, sintiéndose repentinamente despojada ante la pérdida de su calor, pero sa­biendo que si seguía cerca de él más tiempo, se de­rrumbaría completamente. Y no era solo su dignidad lo que quería mantener intacta, quería salvar su or­gullo también.

-Discúlpame ante la señora Garcia, ¿quieres? Creo que no soy capaz de comer más -le dijo a Gaston-. Voy a preparar algunas de mis cosas...
-¿Te vas ahora? -preguntó Gaston con increduli­dad-. ¿En este momento?

Ella asintió con la cabeza bruscamente.

-Creo que es lo mejor, Gaston -respondió ella-. Así que si no te importa, volveré a por el resto de mis co­sas un día de esta semana mientras estás en el trabajo.

Él retrocedió, metiéndose las manos en los bolsi­llos de los pantalones.

-Si es eso lo que quieres -aceptó él ásperamente. Ella volvió a asentir con la cabeza.
-¿Quieres advertir a la señora Garcia de que ven­dré a lo largo de la semana?

Gaston la miró como si fuese a hacer una virulenta réplica a su comentario, pero se lo pensó mejor.

-No tengo ninguna intención de decirle a la se­ñora Garcia que me has dejado, así que te sugiero que se lo digas tú -le dijo serio-. Utiliza tu llave -añadió.

Rochi tragó saliva ante la inconfundible dureza de Gaston...

-Dejaré mi llave de la casa cuando me vaya esta noche. Sé sensato, Gaston -continuó ella con determi­nación cuando él iba a protestar-. No deberías dejar una llave de la casa a tu ex esposa. ¡Podría aparecer en cualquier momento sin avisar!

Los ojos verdes de Gaston se oscurecieron.

-Dudo que entrases en esta casa alguna vez cuando no debieses -replicó él con desdén-. Y no eres mi ex esposa -añadió bruscamente.
-Todavía.

Él se encogió de hombros.

-Tú eliges el momento, tus razones. No quiero tomar parte en ello.

Había mucho tiempo para hablar de divorcio. Mejor esperar hasta que los sentimientos se estabili­zasen. ¡Si alguna vez se estabilizaban!

-Voy... voy por mis cosas, y luego me iré.

Rochi vaciló en la puerta del comedor, sabiendo que una vez que saliese de esa habitación, termina­ría esa conversación, y terminaría todo entre Gaston y ella.

-Haz lo que quieras -bramó Gaston-. Estoy seguro de que lo vas a hacer de todas formas -añadió mien­tras se volvía a mirar por la ventana otra vez.

Rochi intentó absorber todo lo que pudo de él en esa última mirada; su pelo rubio, la anchura de sus hombros, ligeramente caídos mientras seguía con las manos en los bolsillos, su estrecha cintura, sus fuertes muslos y sus largas y musculosas piernas.
Amaba todo de él. ¡Ni por un momento dudaba que iba amarlo durante el resto de su vida!


-«¿Quién ha estado durmiendo en mi cama?, dijo el osito» -murmuró Pablo detrás de ella.
Rochi levantó la vista del diseño en el que es­taba trabajando, y se puso pálida al ver la fotografíade Gaston y ella el día de su boda que Pablo sostenía en una de sus grandes manos... ¡una fotografía que estaba en la mesilla del apartamento contiguo hasta hacía unos minutos!
-¿Vas a decirme lo que pasa? -la instó impa­ciente cuando ella no contestó.

Ella tragó saliva, encogiéndose de hombros.

-Creo que es obvio.
-Es obvio que has dormido en el apartamento -aceptó Pablo-. Lo que no es obvio, al menos para mí, es por qué.

Rochi se encogió de hombros.

-He dejado a Gaston -dijo sin rodeos.
-Has dejado a Gaston... -repitió Pablo quedamente.
-Sí, lo he dejado, Pablo -lo cortó ella impa­cientemente-. Vamos a divorciarnos.

Pablo se sentó lentamente enfrente de ella, en la mesa en la que estaban trabajando.

-No puedo creerlo -murmuró con incredulidad. Rochi se encogió de hombros.
-Ya dijiste eso esta semana. No me alegro. Ni tampoco Gaston -añadió con firmeza cuando él iba a protestar-. Dadas las circunstancias, lo mejor para nosotros es separarnos.
Pablo sacudió la cabeza.
-¿Y qué piensa Gaston de todo esto? Ella soltó una temblorosa carcajada ante la pre­gunta.
-Está de acuerdo, por supuesto.
-No veo ningún «por supuesto» en esto -Pablo sacudió la cabeza gravemente.
-Él está de acuerdo, ¿vale? -le dijo Rochi con impaciencia.
-Pero no ha sido idea suya, ¿verdad? -dijo Pablo en tono triunfal-. ¿Rochi, que...?
-Pablo, aprecio tu preocupación, pero creo que esto es algo entre Gaston y yo -lo miró desafiante con sus ojos azules.
-De acuerdo, lo acepto -Pablo asintió con la ca­beza-. Pero me preocupo por vosotros, y... -se inte­rrumpió cuando se abrió la puerta del taller de golpe-. ¿Gaston...?

La razón de la incertidumbre de Pablo sobre la identidad del visitante se hizo obvia para Rochi cuando se volvió hacia la puerta; la mayor parte de la persona que había entrado tan ruidosamente es­taba oculta por el ramo de flores más grande que ha­bía visto en su vida.
Se le cayó el alma a los pies al pensar que proba­blemente era Gaston quien estaba detrás de esas fragan­tes flores. Se levantó lentamente, y se le fue el color de las mejillas al ver a Gaston cuando retiró el ramo de su cara, con los ojos verdes brillando fríamente.

-Esto... creo que hoy comeré antes -se excusó Pablo, al ver sus caras-. Hasta luego, Gaston -dijo el otro hombre, recogiendo su chaqueta y marchán­dose.

Rochi se quedó mirando a Gaston que seguía con las flores en las manos, y sacudió la cabeza.

-Es demasiado tarde para flores, Gaston...
-¡No son mías, maldita sea! -le aseguró despecti­vamente, arrojando el ramo con indignación sobre una mesa-. ¡Te agradecería que le dijeras a Peter que no quiero que vuelva a enviar flores a mi es­posa! -añadió mordaz-. ¡Obviamente todavía no le has dicho que me has dejado!

Gaston empezó a pasearse inquieto por la habita­ción mientras, Rochi, con expresión de perpleji­dad, abría el sobre que llevaba el ramo y leyó la tar­jeta que había en su interior.

-¿Tienes idea de cómo me he sentido cuando han llegado esta mañana? -Gaston se volvió con los puños apretados en sus costados.
-Son de Eugenia, Gaston -le dijo ella, levantando la tarjeta hacia él para que pudiera leerla-. Para darme las gracias por cuidar a Alai.

El miró furioso la tarjeta, cerrando los ojos bre­vemente antes de darse la vuelta.

-¿Cómo demonios iba a saberlo? -murmuró-. Después de lo que sucedió ayer era natural suponer que las flores eran de Peter.

Rochi se dio cuenta de que se sentía un estú­pido, razonablemente, pero...

-Ya te dije que mi decisión de irme no tenía nada que ver con Peter...
-¿Y dónde has pasado la noche, Rochi? -le pre­guntó él, mirándola con los ojos entornados.
-Aquí -dijo ella mientras Gaston la miraba con in­credulidad-. En el apartamento de al lado.

Gaston se quedó inmóvil, mirándola ferozmente.

-Y yo me he pasado casi toda la noche inten­tando entender por qué te has ido, Rochi -dijo él bruscamente, sacudiendo la cabeza-. Me he dado cuenta de que el que pasásemos la noche juntos ha cambiado las cosas. Pero tú no estás dispuesta a sen­tarte y hablar de ello.
-Ya te he dicho que no hay nada que decir -dijo ella con frialdad.
-¿Y si no estoy de acuerdo?

Ella se encogió de hombros.

-Yo no soy responsable de lo que pienses o sien­tas, Gaston...
-¡Sí lo eres, maldita seas! -dijo furioso-. El lu­nes por la noche empecé a pensar... a tener esperan­zas. ¡Demonios, cuando te fuiste anoche me dejaste sin ninguna esperanza!

Ella sacudió la cabeza.

-Si hubiese pensado que había alguna esperanza, no me habría ido -le dijo-. ¿No ves lo difícil que es­tás haciendo esto, Gaston? ¿Para los dos?
-¡Me gustaría ponértelo tan difícil que no pudie­ras hacerlo! -replicó el ásperamente. Rochi suspiró.
-¡Entonces no tienes ni idea de lo que me ha cos­tado tomar la decisión! -replicó ella con vehemen­cia-. Creo que he sido más que justa contigo, Gaston...
-¡Justa! -repitió él, irritado-. No me interesa que seas justa. ¡Lo único que me interesa es que mi es­posa vuelva a casa!

La miró con furia.

-Intimidándome no lo vas a conseguir, Gaston -le aseguró ella tranquila.
-Ni razonando. Ni seduciéndote -añadió él de mala gana.

Ella levantó la barbilla a la defensiva.

-¿Qué quieres decir con eso?
-¡Que eres demasiado testadura! -sus ojos brilla­ron peligrosamente.

Rochi sacudió la cabeza, y suspiró.

-Si no te importa, tengo mucho trabajo. Estoy se­gura de que tú también tienes cosas que hacer -aña­dió ella significativamente.

Él hizo una mueca.

-Al contrario que tú, no me siento de humor para trabajar -sus pantalones vaqueros negros y su ca­misa color crema eran evidencia de ello-. No estoy acostumbrado a perder, Rochi.
Ella torció el gesto despectivamente.
-Entonces no pienses en ello como en una pér­dida, Gaston. ¡Piensa en que estás ganando realmente lo que quieres!
-¿Y cómo sabes lo que quiero? -dijo él, entor­nando los ojos.
Rochi se encogió de hombros.
-¿Sabe alguno de nosotros eso, incluso respecto a nosotros mismos? Él apretó los labios.
-Está claro que no -respondió tensamente, diri­giéndose hacia la puerta-. Siento lo de las flores.
-No te preocupes -dijo ella, restándole importan­cia.

Gaston asintió con la cabeza, vacilando en la puerta.

-Cuídate... Rochi.

Ella inclinó ligeramente la cabeza.

-Tú también.

Rochi consiguió controlarse hasta que la puerta se cerró detrás de él, entonces se dejó caer como un balón desinflado. Aquello era horrible. Terrible. Y parecía que no iba a acabar todavía.

¡La constatación de ello la tuvo cuando Eugenia entró en el estudio una hora después!
¿No iba a terminar nunca aquella pesadilla?

-¡Alai!
Pablo, que había vuelto de comer hacía media hora, se puso de pie precipitadamente y corrió a arrancar a la niña de los brazos de Eugenia. Rochi levantó los ojos al cielo.
-¡Creo que todo el mundo se ha vuelto loco! -murmuró mientras el corpulento hombre decía mo­nerías a la niña.

Eugenia se rio al ver las gracias que hacía Pablo.

-¡Los bebés causan ese efecto en la gente!

Eugenia parecía más relajada. Su hermana obvia­mente había resuelto su cansancio con una buena noche de sueño. Aunque Rochi se preguntaba cómo lo había conseguido, cuidando a Alai toda la noche.
O tal vez el aspecto relajado de su hermana se de­bía a otra razón. Después de todo Gaston se había ido hacía una hora...

Fin Capi...


*Mafe*

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