martes, 3 de julio de 2012

El hijo del Magnate Capítulo 2


Para leer el capítulo hacé click en leer más...

Para las que ya lo leyernon y no entendieron lo de "Rocío" fue un error mio mientras la adaptaba, perdón. Ahora dice "ella" y lo puse en otro color para que se dieran cuenta de que hubo una corrección

Capítulo 2

—Pero yo no he ayunado...
Su abuela le sirvió un plato enorme.
— ¿Y crees que no lo sé?
El cura ortodoxo que estaba sentado a la mesa, un hombre barbudo, dedicó una sonrisa amistosa al recién llegado. A fin de cuentas, Gastón también había financiado la reconstrucción de la torre de la iglesia local.
—Come, come —le instó.
Gastón se había saltado el desayuno porque sabía lo que le estaría esperando, de modo que comió con apetito y probó el pan especial y la tarta que siempre preparaban en Pascuas. Mientras comía, tuvo que escuchar pacientemente a las visitas de su abuela, que se acercaron para pedir consejo, dinero y apoyo al mayor filántropo de la comunidad, Ines permaneció al margen, intentando contener su sentimiento de orgullo. Era consciente del interés que Gastón despertaba entre las jovencitas que estaban en el salón, pero le parecía natural: además de ser un hombre enormemente atractivo y carismático, medía un metro ochenta y nueve de altura y tenía el cuerpo de un atleta. Sin embargo, su nieto estaba acostumbrado a gozar del favor de las mujeres y se mostró aparentemente indiferente al respecto.
Sin embargo, había tantas mujeres jóvenes y hermosas que a él le irritó un poco: incluso se preguntó si Ines no habría tenido algo que ver. Pero toda su atención estuvo en Rocío. Cada año estaba más vieja y parecía más cansada. Gastón sabía que Ines se llevaba una decepción cada vez que aparecía solo en su casa; le habría gustado que se presentara con compañía femenina, pero las mujeres que satisfacían su libido no eran precisamente adecuadas para eso. Ines quería verlo casado y con familia. Muchas personas se habrían llevado una sorpresa de haber sabido que él, un hombre de negocios frío y con pocos escrúpulos, un hombre famoso por su arrogancia, se sentía en deuda con su abuela porque no le había dado lo que Rocío quería.
—Veo que Ines te preocupa —dijo el sacerdote en ese instante—. Tráele una esposa y un bisnieto y será feliz.
Gastón apartó la mirada del generoso escote de la jovencita que se inclinó para servirle un café y dijo:
—Como si eso fuera tan fácil.
El cura, un hombre felizmente casado, con seis niños saludables y bastante sentido del humor,
replicó:
—Si encuentras a la mujer adecuada, será muy fácil.
Sin embargo, Gastón había desarrollado una animadversión intensa por el matrimonio.  Fransisca le había demostrado que casarse era un error que salía muy caro; y aunque se habían divorciado diez años antes, todavía no había podido olvidar que su ex esposa se había negado a tener hijos porque no quería estropear su precioso cuerpo.
Naturalmente, Gastón le había ahorrado ese detalle a su abuela; pero el tiempo pasaba. Ines se hacía vieja, y algún día no quedaría nadie que le recriminara su actitud por aterrizar con su helicóptero cerca de la casa, lo cual traumatizaba a su cerdo y a sus gallinas, que dejaban de poner huevos. En consecuencia, se sentía culpable. Ines Antonova merecía que le diera un bisnieto. Nadie había hecho tanto por él y le había pedido tan poco. Aún estaba pensando en ello cuando su abuela le preguntó si alguna vez veía a  Fransisca. Gastón tuvo que hacer un esfuerzo para no estremecerse. Siempre había sido un nombre solitario y las relaciones personales le resultaban incómodas. Él estaba hecho para los negocios, para la emoción de una absorción o un contrato nuevo, para el desafío de hacer ajustes y aumentar los beneficios, para la satisfacción de tener éxitos financieros. Por desgracia para él, el matrimonio era un tipo de contrato legal que dejaba demasiado espacio para los errores y los malentendidos.

Un segundo después, tuvo una revelación. Pensándolo bien, nada impedía que eligiera una esposa y tuviera un hijo con ella sin más emoción de por medio que un acuerdo entre las partes. Al fin y al cabo, su intento de conseguirlo de forma tradicional había resultado catastrófico.
— ¿Has oído lo que te he preguntado? —insistió su abuela.
Gastón respondió sin dejar de dar vueltas al asunto que le preocupaba.
—Sí, por supuesto.
En ese mismo instante, empezó a trazar un plan. Esa vez se enfrentaría al matrimonio desde un punto de vista profesional; establecería los requisitos, dejaría el asunto en manos de sus abogados y les instaría a utilizar un médico y un psicólogo para realizar la elección de candidatas. Por supuesto, el matrimonio sería breve y él se quedaría con la custodia del niño.
Al mismo tiempo, empezó a determinar sus preferencias. No quería una esposa capaz de hacer lo que fuera por dinero, sino solamente una que estuviera dispuesta a darle un niño y a marcharse después, cuando él se hubiera cansado de jugar a las familias felices para contentar a Ines.
Seguro de que en alguna parte había una mujer perfecta para el caso. Y si era lo suficientemente específico con sus preferencias, ni siquiera tendría que conocerla en persona antes de la boda.
Al cabo de un rato, cuando ya estaba de vuelta en su vehículo negro de cristales ahumados, empezó a tomar notas en el ordenador.

2 comentarios:

  1. Me gusta pero no entiendo lo de rocio

    ResponderEliminar
  2. iGUAL QUE ANA!... Me gusto el cap, entendi lo del plan.. pero no lo de Rocio

    ResponderEliminar