Media hora más tarde empacamos nuestras cosas en su Honda y
nos dirigimos al apartamento. Lali muy apenas tomó una respiración entre sus
divagaciones mientras conducía. Ella sonó la bocina cuando se estacionó frente
al apartamento. Peter corrió por las escaleras, y sacó nuestras maletas del
maletero, siguiéndonos por las escaleras.
—Está abierto. —resopló.
Lali abrió la puerta
y la mantuvo abierta. Peter gruñó cuando puso nuestro equipaje en el suelo.
— ¡Jesús, Bebé! ¡Tú
maleta pesa nueve kilos más que la de Rochi!
Lali y yo nos
quedamos inmóviles cuando una mujer salió del cuarto de baño, abotonándose la
blusa.
—Hola. —dijo ella,
sorprendida. Sus ojos llenos de rímel corrido nos examinaron antes de observar
el equipaje. La reconocí como la rubia de piernas largas que Gaston había
seguido de la cafetería.
Lali miró a Peter.
Él levantó las manos.
— ¡Ella está con
Gaston!
Gaston apareció en
la esquina en un par de calzoncillos y bostezó. Él miró a su invitada, y luego
le dio unas palmaditas en el espada.
—Mis invitados están
aquí. Es mejor que te vayas.
Ella sonrió y echó
los brazos alrededor de él, besando su cuello.
—Voy a dejar mi
número de teléfono en el mostrador.
—Eh… no te preocupes
por eso. —dijo Gaston en tono casual.
— ¿Qué? —Preguntó,
inclinándose hacia atrás para mirarlo a los ojos.
— ¡Otra vez! —dijo
Lali. Ella miró a la mujer—. ¿Cómo es que estás sorprendida por esto? ¡Él es
Gaston follador Dalmau! Él es famoso por esto mismo, y aun así se sorprenden.
—dijo, volviéndose a Peter. Él puso su brazo alrededor de ella, haciendo un
gesto para que se calmara.
La chica entrecerró
los ojos hacia Gaston y luego agarró su bolso y salió, cerrando la puerta
detrás de ella.
Gaston caminó a la
cocina y abrió la nevera como si nada hubiera pasado.
Lali negó con la
cabeza y caminó por el pasillo. Peter la siguió, balanceando su cuerpo para compensar
el peso de la maleta mientras caminaba.
Me dejé caer sobre
el sillón y suspiré, preguntándome si estaba loca por haber aceptado venir. No
sabía que el apartamento de Peter era una puerta giratoria para chicas cabezas
huecas.
Gaston estaba detrás
de la barra de desayuno, cruzó sus brazos sobre su pecho y sonrió.
— ¿Qué pasa,
Pajarita? ¿Día duro?
—No, estoy
profundamente disgustada.
— ¿Conmigo? —Él estaba sonriendo. Debería haber sabido que él
esperaba esta conversación. Eso sólo me hizo menos dispuesta a detenerme.
—Sí, contigo.
¿Cómo puedes usar a alguien así como así y tratarlas de esa manera?
— ¿Cómo la traté?
Ella ofreció su número, yo me negué.
Mi boca se abrió
ante su falta de remordimiento.
— ¿Tendrás
relaciones sexuales con ella, pero no tomarás su número?
Gaston se inclinó
sobre el mostrador con los codos. — ¿Por qué iba a querer su número si no la
iba a llamar?
— ¿Por qué dormir
con ella si no la vas a llamar?
—No prometo nada a
nadie, Pajarita. Ella no estipuló una relación antes de extender sus piernas en
mi sofá.
Miré el sofá con
repugnancia.
—Ella es la hija de
alguien, Gaston. ¿Qué pasa si, en un futuro, alguien trata así a tu hija?
—Mi hija sabrá algo
mejor que quitarse las bragas por un imbécil que acaba de conocer, vamos a
decirlo de esa manera.
Me crucé de brazos,
enfadada de que él tuviera razón.
—Así que, además de
admitir que eres un imbécil, estás diciendo que porque ella se acostó contigo,
¿ella merecía ser desechada como un gato callejero?
—Estoy diciendo que
fui honesto con ella. Ella es un adulto, fue de mutuo acuerdo… ella estaba un
poco ansiosa al respecto si quieres saber la verdad. Actúas como si he cometido
un crimen.
—Ella no parecía entender
tus intenciones, Gaston.
—Las mujeres suelen
justificar sus acciones con lo que sus cabezas les dicen. Ella no me dijo por
adelantado que esperaba una relación más de lo que yo le dije que esperaba sexo
sin compromiso. ¿Cómo es diferente?
—Eres un cerdo.
Gaston se encogió de
hombros. —Me han llamado peor.
Miré el sofá, los
cojines todavía ladeados y amontonados por su uso reciente. Retrocedí ante la
idea de cuántas mujeres se han ofrecido a sí mismas sobre esa tela.
—Creo que dormiré en
el sillón reclinable. —me quejé.
— ¿Por qué?
Lo miré, furiosa por
su expresión confusa.
— ¡No dormiré en esa
cosa! ¡Dios sabe sobre lo que estaría acostándome!
Levantó mi equipaje del piso.
—No dormirás en el sofá o en el sillón reclinable. Tú
dormirás en mi cama.
—La que es más
antihigiénica que el sofá, estoy segura.
—Nunca ha estado
nadie en mi cama aparte de mí.
Puse los ojos en
blanco.
— ¡Dame un descanso!
—Hablo absolutamente
en serio. Las bolseo en el sofá. No las dejo entrar a mi habitación.
— ¿Entonces por qué
se me permite a mí en tu cama?
Una de las esquinas
de su boca se levantó en una sonrisa traviesa.
— ¿Estás planeando
tener sexo conmigo esta noche?
— ¡No!
—Por eso. Ahora
levanta tu trasero malhumorado, toma tu ducha con agua caliente, y después
podemos estudiar algo de Bio.
Lo miré por un
momento y luego a regañadientes hice lo que él ordenó. Me quedé bajo la ducha
por mucho tiempo, dejando que el agua lavara mis molestias. Masajeando el
champú en mi pelo, suspiré por lo maravilloso que era tomar una ducha en un
baño no comunitario una vez más—sin sandalias, sin neceser, sólo la mezcla
relajante de agua y vapor.
La puerta se abrió y
salté.
— ¿La?
—No, soy yo. —dijo
Gaston.
Automáticamente
envolví mis brazos sobre las partes que no quería que él viera.
— ¿Qué estás
haciendo aquí? ¡Fuera!
—Olvidaste una
toalla y he traído tu ropa, cepillo de dientes y una crema extraña para el
rostro que encontré en tu bolsa.
— ¿Buscaste entre
mis cosas? —Grité. Él no respondió. En su lugar, oí girar el grifo y el sonido
de un cepillo de dientes contra dientes.
Me asomé por la
cortina de plástico, sosteniéndola contra mi pecho.
— ¡Fuera, Gaston!
Él me miró, con los
labios cubiertos de espuma de pasta de dientes.
—No puedo ir a la
cama sin cepillarme los dientes.
—Si te acercas a un
metro de la cortina, te sacaré los ojos mientras duermas.
—No voy a mirar,
Pajarita. —rió.
Esperé bajo el agua
con los brazos bien envueltos sobre mi pecho. Él escupió, gorgoteó y escupió de
nuevo, luego la puerta se cerró. Enjuagué el jabón de mi piel, me sequé tan
rápido como me fue posible, y luego me puse la
camiseta y shorts, colocándome mis gafas y cepillé un peine a
través de mi cabello. La crema hidratante de noche que Gaston había traído
llamó mi atención, y no pude evitar sonreír. Él era atento y agradable cuando
lo quería ser.
Gaston abrió la
puerta otra vez.
— ¡Vamos, Pajarita!
¡Me estoy haciendo viejo!
Arrojé el peine en su
dirección y él se agachó, cerrando la puerta y riéndose durante el camino a su
habitación. Me lavé los dientes y arrastré mis pies por el pasillo, pasando el
dormitorio de Peter en el camino.
—Buenas noches,
Rochi. —llamó Lali desde la oscuridad.
Dudé antes de
golpear dos suaves golpes en la puerta de Gaston.
—Entra, Pajarita. No
tienes que tocar.
Él abrió la puerta y
entré, viendo su cama de hierro negro paralela a la línea de ventanas en el
extremo de la habitación. Las paredes estaban desnudas a excepción de un
solitario sombrero encima de la cabecera. Casi esperaba que su habitación
estuviera cubierta de posters de mujeres semi desnudas, pero ni siquiera vi un
anuncio para una marca de cerveza. Su cama era negra, su alfombra gris, todo lo
demás en la habitación era blanco. Parecía como si acabara de mudarse.
—Bonita pijama.
—dijo Gaston, notando mi short a cuadros color amarillo y azul marino y mi
camisa. Se sentó en la cama y le dio unas palmaditas a la almohada a su lado —.
Bien, ven. No voy a morderte.
—No te tengo miedo.
—le dije, acercándome a la cama y dejando el libro de biología junto a él—.
¿Tienes una pluma?
Él asintió con la
cabeza hacia su mesa de noche. —Primer cajón.
Me estiré sobre la
cama y abrí el cajón, encontrando tres bolígrafos, un lápiz, un tubo de jalea,
y un tazón de cristal lleno de paquetes de diferentes marcas de condones.
Asqueada, tomé una lapicera y cerré el cajón.
— ¿Qué? —Preguntó,
dándole vuelta a una página del libro.
— ¿Robaste la
clínica de salud?
—No. ¿Por qué?
Quité la tapa de la
pluma, incapaz de mantener la expresión de asco fuera de mi rostro.
—Tu suministro de
preservativos para toda la vida.
—Más vale prevenir
que lamentar, ¿no?
Puse los ojos en
blanco. Gaston regresó al libro, una irónica sonrisa apareció en sus labios. Él
leyó las notas para mí, resaltando los puntos principales, mientras él me hacía
preguntas y pacientemente explicaba lo que yo no entendía.
Después de una hora, me quité las gafas y froté los ojos.
—Estoy muerta. No puedo memorizar una macromolécula más.
Gaston sonrió,
cerrando el libro.
—Muy bien.
Hice una pausa, sin
estar segura sobre nuestros arreglos para dormir. Gaston salió de la habitación
y caminó por el pasillo, murmurando algo en la habitación de Peter antes de
encender la ducha. Me envolví en la colcha y la tiré hasta mi cuello,
escuchando el ruido agudo del agua corriendo a través de las tuberías.
Diez minutos más
tarde, el agua se cerró y el piso crujió bajo los pasos de Gaston. Echó a andar
por la habitación con una toalla alrededor de sus caderas. Él tenía tatuajes en
ambos lados de su pecho, el arte tribal oscuro cubriendo cada uno de sus
abultados hombros. En su brazo derecho, las líneas y los símbolos negros se
extendían desde su hombro hasta la muñeca, en el izquierdo, los tatuajes se
detenían en su codo, con sólo una línea de escritura en la parte inferior de su
antebrazo. Intencionalmente me mantuve de espaldas a él mientras que él se paró
frente a su tocador y dejó caer la toalla para ponerse un par de bóxers.
Después de apagar la
luz, se metió en la cama junto a mí.
— ¿Dormirás aquí
también? —Pregunté, volviéndome para mirarlo. La luna llena fuera de la ventana
oscureció su rostro.
—Bueno, sí. Esta es
mi cama.
—Lo sé, pero… —Hice
una pausa. Mis otras opciones eran el sofá o el sillón reclinable.
Gaston sonrió y negó
con la cabeza.
— ¿Aún no confías en
mí? Me comportaré mejor que bien, lo juro. —dijo, levantando los dedos que
estaba segura No discutí, simplemente me di vuelta y puse mi cabeza en la
almohada, metiendo las sábanas detrás de mí para que hubiera una clara barrera
entre su cuerpo y el mío.
—Buenas noches,
Pajarita. —susurró en mi oído. Podía sentir su aliento a menta en mi mejilla,
ocasionando que la piel se me pusiera de gallina. Gracias a Dios que estaba lo
suficientemente oscuro para que no pudiera ver mi embarazosa reacción, o el
rubor de mis mejillas.
Parecía que acaba de
cerrar los ojos cuando escuché el reloj despertador. Estiré la mano para
apagarlo, pero me sorprendí con horror cuando sentí piel
cálida bajo mis dedos. Traté de recordar dónde estaba. Cuando
la respuesta llegó, me mortificó el hecho que Gaston pensara que lo había hecho
a propósito.
— ¿Gaston? La alarma
—susurré. Él aún no se movía—. ¡Gaston! —Dije, dándole un codazo. Cuando
todavía no se movía, me estiré a través de él, buscando a tientas en la
penumbra hasta que sentí la parte superior del reloj. Sin saber cómo apagarlo,
golpeé la cima del mismo hasta que pulsé el botón de dormitar, y luego caí
sobre mi almohada nuevamente.
Gaston se echó a
reír.
— ¿Estabas
despierto?
—Te prometí que me
portaría bien. No dije nada al respecto de permitirte acostarte sobre mí.
—No me acosté sobre
ti, —protesté—. No podía alcanzar el reloj. Esa tiene que ser la alarma más
molesta que he oído. Suena como un animal moribundo.
Estiró su mano y
presionó un botón. — ¿Quieres desayuno?
Lo miré fijamente y
luego sacudí la cabeza. —No tengo hambre.
—Bueno, yo sí. ¿Por
qué no vienes conmigo a la cafetería que está cerca?
—No creo que pueda
soportar tu falta de habilidad para conducir temprano por la mañana. —le dije.
Levanté mis pies por el lado de la cama y los metí en mis pantuflas,
arrastrándome a la puerta.
— ¿A dónde vas?
—Preguntó.
—A vestirme e ir a
clase. ¿Necesitas un itinerario mientras estoy aquí?
Gaston se estiró y
luego caminó hasta mí en sus bóxers.
— ¿Siempre eres tan
temperamental o ese malestar disminuirá una vez que creas que no estoy creando
algún elaborado plan para meterme en tus pantalones? —Sus manos sujetaron mis
hombros y sentí sus pulgares acariciar mi piel al unísono.
—No soy
temperamental.
Se inclinó me
susurró en mi oído.
—No quiero acostarme
contigo, Pajarita. Te aprecio demasiado.
Pasó junto a mí para
ir al baño, y que quedé allí, aturdida. Las palabras de Mery se repetían en mi
mente. Gaston Dalmau dormía con todas; no pude evitar sentirme deficiente al
saber de qué él no tenía ganas de intentar dormir conmigo.
La puerta se abrió
de nuevo y Lali entró.
— ¡Arriba, arriba,
levántate y brilla! —Sonrió, bostezando.
—Te pareces a tu
madre, La. —me quejé, rebuscando en mi maleta.
—Oh… ¿alguien no durmió bien anoche?
—Él apenas respiró
en mi dirección. —le dije mordazmente.
Una sonrisa iluminó
el rostro de Lali.
—Oh.
— ¿Oh, qué?
—Nada. —dijo ella,
volviendo a la habitación de Peter.
Gaston estaba en la
cocina, tarareando una canción al azar mientras cocinaba huevos revueltos. —
¿Estás segura que no quieres desayunar? —Me preguntó.
Peter y Lali
entraron y Peter tomó dos platos del gabinete, sosteniéndolos mientras Gaston
servía una porción en cada uno. Peter puso los platos en la barra, él y Lali se
sentaron juntos, satisfaciendo el apetito que probablemente gastaron la noche
anterior.
—No me mires así,
Pet. Lo siento, sólo que no quiero ir. —dijo Lali.
—Bebé, la Casa tiene
una fiesta de parejas dos veces al año. —dijo Peter mientras masticaba—. Aún
falta un mes. Tendrás tiempo de sobra para encontrar un vestido y hacer todas
esas cosas de chicas.
—Lo haría, Pet… es
muy dulce… pero no voy a conocer a nadie allí.
—Muchas de las
chicas que estarán no conocen a los demás. —dijo, sorprendido por el rechazo.
Ella se dejó caer en
su silla. —Las chicas perras de la hermandad son invitadas a esas cosas. Todas
se conocerán entre sí… será extraño.
—Vamos, La. No me
obligues a ir solo.
—Bueno… ¿tal vez
podrías buscar a alguien para que invite a Rochi? —Dijo ella, mirándome y luego
a Gaston.
Gaston levantó una
ceja y Peter negó con la cabeza.
—Gas no va a fiestas
de parejas. Es algo a donde llevarías tu novia… y Gaston no… ya sabes.
Lali se encogió de
hombros.
—Podemos conseguirle
a alguien.
Entrecerré mis ojos
en su dirección.
—Te puedo escuchar, sabes.
Lali usó la cara que
ella sabía que no podía decir no.
— ¿Por favor, Rochi?
Vamos a encontrarte un buen tipo que sea divertido e ingenioso, y podrás
asegurarte que sea guapo… ¡te prometo que pasarás un buen rato! Y, ¿Quién sabe?
Tal vez hasta se lleven bien.
Gaston lanzó el
plato al fregadero.
—Yo no he dicho que no la llevaría.
Puse los ojos en
blanco.
—No me hagas ningún
favor, Gaston.
—Eso no es lo que quise decir, Pajarita. Las fiestas de
parejas son para chicos con novias, y todo el mundo sabe que yo no hago eso de
novias. Pero no tendré que preocuparme de que tú esperes un anillo de
compromiso después.
Lali hizo un
puchero. — ¿Por fis, Rochi?
— ¡No me mires así!
—Me quejé—. Gaston no quiere ir, yo no quiero ir… nosotros no seremos muy
divertidos.
Gaston se cruzó de
brazos y se apoyó en el fregadero. —Yo no dije que no quería ir. Creo que sería
divertido si los cuatro asistimos, —se encogió de hombros.
Los ojos de todos se
centraron en mí y yo retrocedí. — ¿Por qué no pasamos el rato aquí?
Lali puso mala cara
y Peter se inclinó hacia adelante. —Porque tengo que ir, Rochi. Soy un
estudiante de primer año; tengo que asegurarme de que todo pase sin problemas,
que todo el mundo tenga una cerveza en mano, y cosas así.
Gaston cruzó la cocina
y envolvió el brazo alrededor de mis hombros, tirando de mí hacia él.
—Vamos, Pajarita.
¿Quieres ir conmigo?
Miré a Lali, luego a
Peter y, finalmente, a Gaston.
—Sí. —suspiré.
Lali chilló y me
abrazó, y sentí la mano de Peter en mi espalda.
—Gracias, Rochi.
—dijo Peter.

Se tienen k besar y dejarse de estupideces!
ResponderEliminarMe encanto de todas formas!!
ay me encanta la novela pero tiene k pasar algo ya por ejemplo besarse o lo k sea
ResponderEliminarAy, hola. Acabo de leer los cuatro capitulos, me encanta la historia, esta genial! me mata como Gaston trata a Rochi, y a ella se nota que le gusta, epro a el? el tipico chico sin compromiso y esas cosas, me copo mucho la adaptacion, quiero el proximo...
ResponderEliminar