Estar con gaston es como… Es
como abrir una puerta a una habitación que siempre ha estado ahí, esperando.
Es fácil, el tipo de facilidad
que se siente bien. Perfecta.
Cuando llegamos a mi casa, él
aparca en el garaje y escucha cuando le hablo sobre mis padres, de cómo mamá
falló en su intento de entrar en el Concurso de Cocina Familia Fabulosa. Él
sabe que ella había intentado entrar ahí, aunque, él ha estado al margen de mi
vida por un tiempo. Sonríe cuando le digo eso. —Años
—dice—. Quería estar aquí, realmente aquí, como esto, contigo, desde octavo
grado. —Yo
también —digo, palabras verdaderas, palabras honestas. Son reales. Nosotros
somos reales. Entonces nos besamos, en el garaje, no bajo el romántico
resplandor de la luna o de candelabros ni nada de eso. No nos besamos en el
resplandor de una fiesta, donde todo el mundo puede, y lo hará, mirarnos. Nos
besamos en privado, aquí en la oscuridad de su coche. Nos besamos y sé que
nunca habrá otro beso como éste, que nunca habrá otro momento como éste, donde
me sienta tan viva, tan nueva, tan libre. Tan feliz. Sé que eugenia justo acaba
de romper con él, sé que todo esto es muy rápido, y que quizá debería reducir la
velocidad y no caer en esto. En gaston y en mí. Pero quiero caer. —¿Quieres
entrar? —digo, y sé que debería estar jugando a lo seguro. Debería estar
pensando sobre cada cosa que ha ocurrido esta noche. Dejarle algo de tiempo
para pensar sobre ello. Yo no necesito tiempo, sin embargo. No te imaginas como
me siento. Y sé que él tampoco. Me responde con otro beso, y ambos respiramos
pesadamente cuando nos separamos, con sonrisas brillando en nuestras caras. Sus
dedos cogen los míos, entrelazándose alrededor, mientras caminamos dentro, y no
hablamos. No sentimos como que haya que hacerlo, no sentimos que sea necesario
llenar este silencio. No estoy nerviosa, no estoy abrumada porque él esté aquí.
Por estar con él. Me lo he imaginado a él aquí, como, un centenar, no, un
millón de veces desde que me di cuenta de que me gustaba en octavo grado, y
nunca en dulces sueños con conversaciones amables.
No, siempre quise esto, que él
estuviera haciendo esto, subir las escaleras con él, sintiendo su mano, más
grande y caliente que la mía, desgastada y
áspera por los cuadros que ha
dibujado y el trabajo que lo moldeó durante el verano, volviéndolo desde el
delgaducho que deseaba, hasta el desgarbado y musculoso chico que deseo también.
En mi habitación él mira alrededor, con sus dedos aún entrelazados entre los
míos, mirando cada cosa que me hace ser quién soy, las zapatillas derramándose
fuera de mi armario, los pequeños esbozos de zapatos que hice los cuales quise
poner en mi pared, y la ropa sucia en el suelo que mamá siempre me fastidia
para que recoja. No estoy preocupada sobre nada de eso. Sé que no tengo que
explicar por qué me gusta hacer lo que hago, quién soy. No tengo que
disculparme por no ser perfecta. Todo lo que hago es estar aquí, ser yo, y lo
estoy haciendo. Así que cuando él se vuelve hacia mí, sonriendo y moviéndose
hacia mis esbozos, camino hacia él, parándome en sus brazos. —Siempre me han gustado tus zapatos —dice—.
Siempre me has gustado —y entonces nos abrazamos, y aunque le he abrazado mucho
nunca ha sido así, nunca como esto, porque los brazos de gaston me rodean, él
me sonríe. Me sostiene, y entonces su boca se encuentra con la mía otra vez.
Terminamos en mi cama, cada uno entrelazado en el otro, y esto es suficiente,
es más que suficiente. Aquí no hay presión, no hay prisa, nada que gaston y yo
tengamos que ser. Sólo estar ahí. Esto. Esto es todo lo que tiene que ser.
Alrededor de las dos de la mañana su estómago ruge y le sonrío, nuestras
piernas están entrelazadas juntas. Todavía tengo mi ropa y él la suya pero
estoy más desnuda de lo que he estado nunca, hemos pasado horas acostados
juntos sólo mirándonos el uno al otro, tocándonos, besándonos y hablando y
estoy llena de alegría. Incandescente. Esto es la felicidad, más allá de la
basura de su uso excesivo como una palabra, más allá de las primeras letras
brillantes que no significan nada cuando se encadenan juntas. Ellas significan
algo ahora, y sé que esto es como cuando tú y alguien sólo están bien juntos.
Cómo de simple es eso, cómo de increíble. —¿Hambriento? —digo, y bajamos las escaleras,
con mi mano sujetando la suya. En la cocina preparamos sándwiches juntos,
moviéndonos como si fuéramos uno, él permaneciendo detrás de mí mientras saco
el pan, mi brazos alrededor de él mientras pone una gruesa capa de manteca de
cacahuete y luego encima una rodaja de manzana. Sacudo la cabeza cuando él me
ofrece la mitad y dice: —¿Aún no comes manzanas? ¿De verdad? —y él
sabe eso, recuerda hace un año cuando, por un tiempo, nosotros nos enfrentamos
a una manzana al día en nuestro almuerzo de la escuela media, y yo siempre daba
la mía o la arrojaba a la basura. A él le importa, me conoce, y esto hace que
mi interior tararee, radiante de felicidad por algo que es mucho más que deseo,
lo cual, admito, también siento. Comemos nuestros sándwiches bajo la luz de la
luna que se filtra en la cocina, uno sencillo de manteca de cacahuete para mí y
uno con manzana y manteca de cacahuete para él, y luego nos besamos otra vez,
besándonos cómo nadie en el mundo lo ha hecho, y quizá no lo haga, porque no
creo que nadie conozca la dulzura, la virtud, de ver a gaston poner el plato en
fregadero, volviéndose hacia mí. De la forma en que su lenta sonrisa me busca
como si fuera ahí donde debería estar, donde quiere estar. De la impaciencia
esperando que su boca se encuentre con la mía y la forma en que ambos nos
paramos, apartando nuestras bocas para respirar, el fuego con la espera y luego
ardiendo, reducido a cenizas ya que él termina y yo empiezo, y esto no es un
problema porque no me importa. Sólo quiero que esto dure para siempre.
Finalmente caemos dormidos cuando el sol comienza a salir, con su mano
acariciándome el pelo mientras el rosa atraviesa el cielo y las estrellas
palidecen. —Te
quiero —susurra mientras mis ojos revolotean cerrándose, y cuando los abro,
feliz, muy feliz, le veo con una sonrisa resplandeciente. —No quería decirte
esto tan pronto, así que me esperé a que estuvieras dormida —dice, sonriendo, y
entonces ambos reímos, bañados por la tenue luz de la salida del sol. Me
incorporo y toco sus hombros, sintiendo su piel bajo mis manos y lo veo
observándome, sus manos tocando mi piel con suaves y calientes movimientos,
pequeños círculos que suben y bajan por mis costados lo que hace que me arquee
hacia él. —Yo
también te quiero —digo, y las palabras flotan fuera de mi como si tuvieran
alas, elevándose en el aire, y después, cuando él se arquea por encima de mí, y
dice, —Tenemos
tiempo —con una pequeña pregunta en su voz, no preocupado sino preguntando, yo
asiento.
Digo:
—Mucho tiempo —y no dormiré ahora, no con mi sangre vibrando dentro de mí, y
esa es la mejor parte de todo. Que nosotros tenemos tiempo. Que lo tendremos.
Que lo tenemos.
Pero
por supuesto caigo dormida. Me despierto, veo al reloj marcar las diez y miro
hacia él, a su oscuro cabello cayendo por su frente, al brillo de la luz del
sol sobre su piel, y me recuerdo tocándola. Me muevo más cerca, presionando mi
piel contra la suya, con el único pensamiento de tocarle otra vez, haciendo que
me toque, y él abre sus ojos lentamente, parpadeando. —Dormilón —digo, y me preocupo, por un
momento, , mi estrecho cuerpo y mi pelo sin cepillar, y luego esto desaparece
erradicado por su sonrisa, por la forma en que susurra ―rocio_,‖ y
me mira como si yo fuera el sol y las estrellas. Como si yo lo fuera todo. Le
pregunto por sus padres porque justo recuerdo a los míos y sus ojos se amplían.
Él se incorpora, busca mi teléfono, y los llama. Le escucho mientras dice que
está bien, que siente no haber llamado, mientras su mano suavemente aprieta la
mía. Puedo oír la voz de su padre, elevada, desde el otro lado de la línea,
pero no puedo entender las palabras. —De
verdad siento no haber llamado, ¿vale? No quería despertarlos a ti y a mamá.
Pero sí, estoy vivo. Y sí, estoy con un amigo —me sonríe de lado, y contengo la
respiración—. Oh, no… Muy bien, bien. Lo haré. Él suspira, colgando el teléfono
y dice: —Castigado. Tengo que hacer la comida todos los días. —¿Tú puedes cocinar?
—Me viste la noche pasada —dice,
y le sonrío y él me sonríe de vuelta y luego nos deslizamos juntos, su boca en
mi cuello, le empujo más cerca, susurrando su nombre, y esto es mejor que lo
mejor, está más allá de eso, más allá de cualquier cosa. Y entonces mi puerta
se abre. gaston y yo nos movemos a la vez, cubriéndonos con las sábanas, con la
manta, tirando de ellas alrededor de nosotros mientras nos incorporamos, ¿y qué
les diré a mis padres? Ellos son comprensibles pero esto no lo es. ¿Cómo puedo
pasar de ni siquiera hablar sobre ningún chico a tener a uno en casa, en mi
habitación, en mi cama? —¿Qué
mierda está pasando? _No son mis padres. Es eugenia.
adaptacion

Yo recien comence a leer la historia, pero esta buena, me gusta, y justo a enganche en este capitulo, ahora quiero saber que va a pasar, que va a decir Eugenia, ju ju.
ResponderEliminarahhhh me encanto el capitulo aun k no lo puedes dejar asi y ahora aver k dice euge
ResponderEliminarHermosoooo! Porfiin juntos. A ver que dice eugenia...!
ResponderEliminarPOR FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN!!!! ALELUYA HERMANOS!!!!!! JAJAJAJA!!!!!!
ResponderEliminarYa era hora!!!!! Creo q me habia olvidado de leer el capi anterior xq lo lei y no recordaba nada de el y q decir?! Emocionada xq Eugenia haciendose la superada lo dejó a Gas es poco!, pero dsps leo este capi, con todos los sueños de Ro sobre Gaston haciendose realidad, en una noche mas q feliz para ellos (y para nosotras) y al final... cri cri, aparece Eugenia WHAT????
Quiero saber como sigue YA!!!!!! Vale ¿no? Pone el capitulo q sigue Pronto (por no decirte mañana :D)
Besos!