Punto Crucial
La cita por la noche
superó todas mis expectativas. Comimos comida china mientras yo reía ante las
habilidades de Pablo con los palillos. Cuando él me llevó a casa, Gaston abrió
antes de que pudiera darme un beso. Cuando salimos el miércoles por la noche, Pablo
se aseguró de besarme en el coche.
El jueves durante el
almuerzo, Pablo me encontró en la cafetería y sorprendió a todos cuando se
sentó en el lugar de Gaston. Cuando Gaston terminó su cigarrillo y entró,
caminó pasando a Pablo con indiferencia, sentándose al final de la mesa. Eugenia
se acercó a él, pero se mostró decepcionada cuando él la despidió con la mano.
Después de eso, todos en la mesa estaban en silencio y me resultaba difícil
concentrarme en cualquier cosa que Pablo decía.
—Asumo que no estaba
invitado —dijo Pablo, capturando mi atención.
— ¿Qué?
—He oído que tu
fiesta de cumpleaños es el domingo. ¿No estoy invitado?
Lali miró a Gaston,
quien miró a Pablo, como si estuviera a punto de arrancarle la cabeza.
—Era una fiesta
sorpresa, Pablo. —dijo Lali en voz baja.
—Oh. —dijo Pablo,
encogiéndose.
— ¿Me estás dando
una fiesta sorpresa? —Le pregunté a Lali.
Ella se encogió de
hombros. —. Es en el lugar de Brasil el domingo. Seis de la tarde.
Las mejillas de Pablo
se tornaron de un rojo tenue. —Supongo que ahora realmente no estoy
invitado.
— ¡No! ¡Por supuesto
que lo estás! —dije, sosteniendo su mano por encima de la mesa. Doce pares de
ojos se centraron en nuestras manos. Pude notar que Pablo estaba tan incómodo
con la atención al igual que yo, así que retiré mi mano.
Pablo se puso de
pie. —Tengo algunas cosas que hacer antes de clases. Te llamaré más tarde.
—Está bien. —dije,
ofreciéndole una sonrisa de disculpa.
Pablo se inclinó sobre la mesa y me besó en los labios. El
silencio en la mesa se prolongó y Lali me dio un codazo después de que Pablo se
marchó.
— ¿No es
espeluznante cómo todo el mundo te mira? —Susurró. Ella miró a su alrededor con
el ceño fruncido—. ¿Qué? —Gritó Lali—. ¡Ocúpense de sus asuntos,
pervertidos!
Uno por uno se
volvieron hacia otro lado y los murmullos continuaron.
Me cubrí los ojos
con las manos. —Sabes, antes era patética porque pensaban que era la novia de
Gaston. Ahora soy mala porque todo el mundo piensa que estoy rebotando entre
Gaston y Pablo como una pelota de ping pon. —Cuando Lali no hizo ningún
comentario, la miré—. ¿Qué? ¡No me digas que tú también crees esa mierda!
— ¡No he dicho nada!
—dijo.
La miré con
incredulidad. — ¿Pero eso es lo que tú piensas?
Lali negó con la
cabeza, pero no dijo nada más. Las heladas miradas de los otros estudiantes de
pronto eran aparentes y me puse de pie, caminando hasta el final de la mesa.
—Tenemos que hablar.
—dije, tocando el hombro de Gaston. Traté de sonar amable, pero la ira
burbujeando dentro de mí provocó un filo a mis palabras. La población
estudiantil, incluyendo mi mejor amiga, pensaba que estaba haciendo malabares
con dos hombres. Sólo había una solución.
—Pues habla —dijo
Gaston, lanzando algo empanado y frito en su boca.
Me inquieté, notando
las miradas curiosas de todos a nuestro alcance. Cuando Gaston seguía sin
moverse, lo agarré del brazo y le di un buen tirón. Se levantó y me siguió
afuera con una sonrisa en su rostro.
— ¿Qué, Pajarita?
—dijo, mirando de mi mano a su brazo y luego a mí.
—Tienes que dejarme
salir de la apuesta —le supliqué.
Su cara cayó. — ¿Te
quieres ir? ¿Por qué? ¿Qué he hecho?
—No hiciste nada, Gas.
¿No has notado a todo el mundo mirándonos? Estoy convirtiéndome rápidamente en
la paria de la Universidad.
Gaston sacudió la
cabeza y encendió un cigarrillo. —No es mi problema.
—Sí, lo es. Pablo
dijo que todo el mundo piensa que tiene deseos de morir porque estás enamorado
de mí.
Las cejas de Gaston
se levantaron y se atragantó con el soplo de humo que acababa de inhalar. — ¿La
gente está diciendo eso? —dijo, mientras tocía.
Asentí con la
cabeza. Miró a lo lejos con los ojos muy abiertos, tomando otra calada.
— ¡Gaston! ¡Tienes que dejarme salir de la apuesta! No puedo
salir con Pablo y vivir contigo al mismo tiempo. ¡Se ve terrible!
—Deja de salir con Pablo.
Lo fulminé con la
mirada. —Ese no es el problema y lo sabes.
— ¿Es esa la única
razón por la que quieres irte? ¿Por lo que dice la gente?
—Por lo menos antes
yo era la tonta y tú eras el tipo malo. —me quejé.
—Responde la
pregunta, Pajarita.
— ¡Sí!
Gaston miró más allá
de mí a los estudiantes que entraban y salían de la cafetería. Él estaba
deliberando y me impacienté mientras él tomaba su decisión.
Finalmente, se
mantuvo firme, resuelto. —No.
Negué con la cabeza,
segura de haber entendido mal.
— ¿Disculpa?
—No. Tú misma lo
dijiste: una apuesta es una apuesta. Después del mes, estarás con Pablo, él se
convertirá en un médico, se casarán y tendrán hijos y nunca te volveré a ver.
—Hizo una mueca ante sus propias palabras—. Aún tengo tres semanas. No las
dejaré pasar por chismes en el comedor.
Miré a través de la
ventana de cristal para ver a todos en la cafetería mirándonos. La atención no
deseada hizo que mis ojos ardieran. Pasé junto a él para dirigirme a la
siguiente clase.
—Pajarita —llamó
Gaston después de mí.
No me di la vuelta.
Esa noche, Lali se
sentó en el suelo de azulejo del cuarto de baño, balbuceando sobre chicos
mientras yo estaba en frente del espejo haciendo de mi pelo en una coleta. Sólo
escuchaba a medias, pensando en que tan paciente Gaston había sido—para
Gaston—sabiendo que a él no le gustaba la idea de Pablo recogiéndome de su
apartamento casi todas las noches.
La expresión del
rostro de Gaston destelló en mi mente cuando le pedí que me dejara salir de la
apuesta, y nuevamente cuando le dije que la gente decía que él estaba enamorado
de mí. No podía dejar de preguntarme por qué él no lo negó.
—Bueno, Pet piensa
que estás siendo demasiada dura con él. Él nunca ha tenido a nadie lo
suficiente importante para….
Gaston asomó la cabeza y sonrió mientras miraba mi cabello
alborotado. — ¿Quieres ir a cenar? —Preguntó.
Lali se puso de pie
para mirarse en el espejo, pasando sus dedos por su pelo dorado. —Pet quiere
visitar el nuevo lugar Mexicano en el centro si ustedes quieren ir.
Gaston sacudió la
cabeza. —Pensé que Pajarita y yo podríamos ir solos esta noche.
—Voy a salir con Pablo.
— ¿Otra vez? —dijo,
molesto.
—Otra vez —le dije
con una voz cantarina.
El timbre de la
puerta sonó y me apresuré para abrirla. Pablo estaba delante de mí,
— ¿Alguna vez te vez
menos que magnifica? —preguntó Pablo.
—Basándome en la
primera vez que vino aquí, tendré que decir que sí —dijo Gaston detrás de mí.
Puse los ojos en
blanco y sonreí, levantando un dedo hacia Pablo, señalándole que esperara. Me
volví y eché los brazos alrededor de Gaston. Se puso rígido con sorpresa y
luego se relajó, tirando fuertemente de mí hacia él.
Miré a sus ojos y
sonreí. —Gracias por organizar mi fiesta de cumpleaños. ¿Puedo tomar un vale
para la cena?
Una docena de
emociones se desplazaron por la cara de Gaston, y entonces, las comisuras de
sus labios se elevaron. — ¿Mañana?
Lo abracé y sonreí.
—Absolutamente. —Me despedí de él mientras Pablo me tomaba de la mano.
— ¿Qué fue eso?
—Preguntó Pablo.
—No hemos estado
llevándonos bien últimamente. Esa fue mi versión de una rama de olivo.
— ¿Debería
preocuparme? —preguntó, abriendo la puerta.
—No. —dije
sonriendo, besando su mejilla.
En la cena, Pablo
habló de Harvard, de la Casa y sus planes de buscar un apartamento. Sus cejas
se juntaron. — ¿Te escoltará Gaston a tu fiesta de cumpleaños?
—No estoy muy
segura. No ha dicho nada al respecto.
—Si no le importa, me gustaría llevarte. —Él tomó mi mano y
me besó los dedos.
—Le voy a preguntar.
La fiesta fue su idea, así que…
—Lo entiendo. Si no,
te veré allí. —sonrió.
Pablo me llevó al
apartamento, aparcando en el estacionamiento. Cuando me beso, sus labios se
mantuvieron en los míos. Tiró del freno de mano mientras sus labios viajaron a
lo largo de mi mandíbula al oído, y luego hacia mi cuello. Me tomó por sorpresa
y dejé escapar un suspiro en respuesta.
—Eres tan hermosa
—susurró—. He estado distraído durante toda la noche, con tu pelo retirado
fuera de tu cuello. —Él repartió besos por mi cuello
— ¿Por qué tardaste
tanto? —Sonreí, levantando mi barbilla Pablo se enfocó en mis labios. Agarró
cada lado de mi cara, dándome un beso un poco más firme que de costumbre. No
teníamos mucho espacio en el coche, pero hicimos que el reducido espacio
estuviera a nuestro favor. Se apoyó en mí, doblé mi rodilla cuando me dejé caer
contra la ventana. Las ventanas se empañaron en minutos con nuestra respiración
dificultosa, pegándose en las heladas ventanas. Sus labios rozaron mi clavícula
y luego su cabeza se elevó cuando el cristal vibró con varios golpes fuertes.
Pablo se sentó y yo
me enderecé, ajustando mi vestido. Di un salto cuando la puerta se abrió.
Gaston y Lali estaban al lado del coche. Lali tenía una expresión simpática y
Gaston parecía estar a punto de una rabieta.
— ¿Qué demonios,
Gas? —Gritó Pablo.
De pronto, la
situación se sintió peligrosa. Nunca había oído a Pablo levantar la voz, los
nudillos de Gaston estaban blancos mientras él apretaba sus manos en puños a
los costados—y yo estaba en medio.
La mano de Lali
parecía minúscula cuando la colocó en el voluminoso brazo de Gaston, sacudiendo
la cabeza hacia Pablo en una alerta silenciosa.
—Vamos, Rochi.
Necesito hablar contigo —dijo.
— ¿Sobre qué?
— ¡Sólo ven! —gritó.
Miré a Pablo, viendo
la irritación en sus ojos. —Lo siento, me tengo que ir.
—No, está bien. Ve.
Gaston me ayudó a
salir del Porsche y luego pateó la puerta, cerrándola. Me volteé,
interponiéndome entre él y el coche, empujando su hombro. — ¿Qué te pasa?
¡Basta!
Lali parecía
nerviosa. No tomó mucho tiempo saber por qué. Gaston olía a whisky; ella había
insistido en acompañarlo o él le había pedido que viniera. De cualquier manera,
ella era un elemento de disuasión a la violencia.
Las ruedas del
Porsche de Pablo chillaron fuera del estacionamiento y Gaston encendió un
cigarrillo. —Puedes entrar, La.
Ella tiró de mi
falda. —Vamos, Rochi.
— ¿Por qué no te
quedas, “rochita”? —Bulló.
Asentí con la cabeza
para que Lali siguiera adelante y de mala gana ella cumplió. Me crucé de
brazos, lista para una pelea, preparándome para arremeterlo contra la inevitable
charla. Gaston tomó varias caladas de su cigarrillo y cuando fue obvio que él
no iba a explicar nada, mi paciencia se agotó.
— ¿Por qué hiciste
eso? —Le pregunté.
— ¿Por qué?
¡Porque estaba follándote delante de mi apartamento! —Gritó. Sus ojos estaban
desenfocados y podía ver que él era incapaz de tener una conversación racional.
Mantuve mi voz
tranquila. —Puede que esté quedándome en tu casa, pero lo que hago, y con quien
lo haga, es mi problema.
Tiró el cigarrillo
al suelo. —Eres mucho mejor que eso, Pajarita. No dejes que te folle en un
coche como una barata cita de graduación.
— ¡No iba a tener
relaciones sexuales con él!
Hizo un gesto hacia
el espacio vacío donde el coche de Pablo estaba. — ¿Qué estaban haciendo,
entonces?
— ¿Nunca has besado
a alguien sin que llegue a nada más?
Frunció el ceño y
sacudió la cabeza como si estuviera hablando galimatías. — ¿Cuál es el punto en
eso?
—Es el concepto que
existe para mucha gente… sobre todo para aquellos que tienen citas.
—Todas las ventanas estaban empañadas, el coche se estaba
sacudiendo… ¿Cómo iba yo a saber? —dijo, agitando sus brazos en la dirección
del estacionamiento vacío.
— ¡Tal vez no
deberías espiarme!
Se frotó la cara y
sacudió la cabeza. —No puedo soportar esto, Pajarita. Siento que me estoy
volviendo loco.
Tiré mis manos al
aire y las dejé caer golpeando mis muslos. — ¿No puedes soportar qué?
—Si tú duermes con
él, no quiero saberlo. Iré a la cárcel por mucho tiempo si me entero que…
simplemente no me lo digas.
—Gaston —bullí—. ¡No
puedo creer que hayas dicho eso! ¡Eso es un gran paso para mí!
— ¡Eso es lo que
todas las chicas dicen!
— ¡No me refiero a
las putas con las que lidias! ¡Me refiero a mí! —Dije, sosteniendo mi
mano contra mi pecho—. ¡Yo no he… ugh! No importa.
Me alejé de él, pero
me agarró del brazo, girándome hacia él.
— ¿Tú no qué?
—preguntó. No le respondí; no tenía que hacerlo. Podía ver el reconocimiento atravesar
su rostro y se rió una vez—. ¿Eres virgen?
— ¿Y qué? —dije, la
sangre arremolinándose en mis mejillas.
Sus ojos se
dirigieron a los míos. —Es por eso que Lali estaba tan segura que no irías tan
lejos.
—Tuve el mismo novio
los cuatro años de escuela secundaria. ¡Él era un aspirante a ministro bautista!
¡Esto nunca fue un tema para nosotros!
La ira de Gaston se
desvaneció y el alivio era evidente en sus ojos.
— ¿Un ministro de la juventud? ¿Qué pasó
después de toda la dura abstinencia?
—Él quería casarse y
quedarse en… alli. Yo no lo hacía. —Estaba desesperada por cambiar de tema. La
diversión en los ojos de Gaston era lo suficientemente humillante. No quería
que él cavara más lejos en mi pasado.
Dio un paso hacia mí
y sostuvo cada lado de mi cara. —Virgen —dijo, sacudiendo la cabeza—. Nunca me
lo hubiera imaginado con la forma en que bailaste en The Red.
—Muy gracioso. —le
dije, dirigiéndome a las escaleras.
Gaston intentó
seguirme, pero tropezó y cayó, volviéndose boca arriba y riendo histéricamente.
— ¿Qué estás
haciendo? ¡Levántate! —dije, ayudándolo a ponerse de pie.
Enganchó su brazo
alrededor de mi cuello y le ayudé a subir las escaleras. Peter y Lali ya
estaban en cama, por lo que sin ayuda a plena
vista, me quité los tacones para evitar romperme los tobillos
al guiar a Gaston a la habitación. Cayó de espaldas a la cama, tirando de mí
con él.
Cuando aterrizamos,
mi cara estaba a pocos centímetros de la suya. Su expresión era repentinamente
seria. Se inclinó, casi besándome, pero lo alejé. Las cejas de Gaston se
elevaron.
—Ya basta, Gas
—dije.
Me abrazó
fuertemente contra él hasta que dejé de luchar y luego alejó la correa de mi
vestido, haciendo que ésta colgara de mi hombro. —Desde que la palabra virgen
salió de tus labios… tengo una urgencia repentina de ayudarte a salir de este
vestido.
—Qué mal. Estabas
dispuesto a matar a Pablo por la misma razón hace veinte minutos, así que no
seas un hipócrita.
—Al diablo con Pablo.
Él no te conoce como yo.
—Anda, Gaston. Vamos
a quitarte la ropa y meterte a la cama.
—De eso es de lo que
estoy hablando. —rió entre dientes.
— ¿Cuánto has
bebido? —pregunté, consiguiendo finalmente poner mi pie entre sus piernas.
—Lo suficiente.
—sonrió, tirando del dobladillo de mi vestido.
—Probablemente
superaste lo suficiente hace mucho, —le dije, dándole una palmada en la
mano. Coloqué mi rodilla en el colchón junto a él y tirando de su camisa sobre
su cabeza. Intentó tomarme otra vez pero lo agarré de la muñeca, oliendo el
hedor de acre en el aire—. Dios, Gas, apestas a whisky
.
—Huele a madera
quemada y productos químicos.
—Sabe así, también.
—dijo riendo. Abrí la hebilla de su cinturón y tiré de los bucles. Se echó a
reír con las sacudidas del movimiento y luego levantó la cabeza para mirarme—.
Es mejor que cuides tu virginidad, Pajarita. Sabes que me gusta duro.
—Cállate. —dije,
desabrochándole los pantalones vaqueros, deslizándolos hacia abajo sobre sus
caderas y luego sus piernas. Tiré los vaqueros al suelo y me paré con las manos
en mis caderas, mi respiración era dificultosa. Sus piernas estaban colgando de
la cama, sus ojos cerrados y su respiración profunda y pesada. Se había quedado
dormido.
Tomé una respiración profunda y caminé al armario. Sacudiendo
mi cabeza mientras revolvía la ropa. Abrí la cremallera del vestido y lo empujé
hacia abajo sobre mis caderas, dejándolo caer hasta los tobillos. Lo pateé a la
esquina, deshice la cola de caballo, sacudiendo el pelo.
El armario estaba
lleno de su ropa y la mía, solté una respiración, soplando mi cabello fuera de
mi rostro mientras buscaba a través del desorden por una camiseta. Mientras que
retiraba una de la percha, Gaston se estrelló contra mi espalda, envolviendo
sus brazos alrededor de mi cintura.
— ¡Me asustaste
hasta la mierda! —Me quejé.
Deslizó sus manos
sobre mi piel. Me di cuenta de que se sentían diferentes; lentos y pausados.
Cerré los ojos cuando tiró de mí contra él y enterró su cara en mi pelo,
acariciando mi cuello. El sentir su piel desnuda contra la mía, hizo que me
tomara un momento para protestar.
—Gaston…
Tiró de mi pelo a un
lado y rozó sus labios a lo largo de mi espalda, de un hombro a otro, soltando
el broche de mi sujetador. Besó la piel desnuda en la base de mi cuello y cerré
los ojos, la cálida suavidad de su boca se sentía demasiado bien para
detenerlo. Un silencioso gemido escapó de su garganta cuando él apretó su
pelvis contra la mía, y pude sentir lo mucho que me deseaba a Gasés de sus
bóxers. Contuve la respiración, sabiendo que lo único que nos mantenía de ese
gran paso que hace momentos estaba en contra eran sólo dos piezas de tela
delgada.
Gaston me volvió
hacia él y luego presionó contra mí, inclinando mi espalda contra la pared.
Nuestros ojos se encontraron, y pude ver el dolor en su expresión mientras
analizaba mi piel desnuda. Lo había visto persuadir a las mujeres, pero esto
era diferente. Él no me quería conquistar; él quería que le dijera que sí.
Se inclinó para
besarme, deteniéndose a tan sólo una pulgada de distancia. Podía sentir el
calor radiando de su piel contra mis labios, y tuve que detenerme a mí misma de
atraerlo el resto del camino. Sus dedos se clavaron en mi piel mientras él
deliberaba, y luego sus manos se deslizaron desde mi espalda hasta el
dobladillo de mi ropa interior. Su dedo índice se deslizó por mis caderas,
entre mi piel y el tejido de encaje, y en el momento en que estaba a punto de
tirar hacia abajo los delicados hilos, dudó. Justo cuando abrí la boca para
decir sí, cerró los ojos.
—No así. —susurró,
rozando sus labios contra los míos—. Te deseo, pero no sucederá así.
Se tambaleó hacia
atrás, cayendo sobre su espalda en la cama, y yo me quedé por un momento con
los brazos cruzados a través de mi estómago. Cuando su respiración se reguló,
metí mis brazos a través de la camisa que aún tenía en la mano y tiré de ella
sobre mi cabeza. Gaston no se movió y dejé
escapar una respiración de alivio, sabiendo que no podría
contenernos a cualquiera de nosotros si él se despertaba con una menos
honorable perspectiva.
Me apresuré al
sillón reclinable y me desplomé en él, cubriendo mi cara con mis manos. Sentí
las capas de frustración danzando de un lado a otro para luego estrellarse en
sí dentro de mí. Pablo se había ido sintiéndose menospreciado, Gaston esperó
hasta que yo estaba viendo a alguien—alguien quien realmente me gustaba—para
mostrar un interés en mí y yo parecía ser la única chica con la cual no era
capaz de dormir, incluso, cuando estaba ebrio.
adap J mcguiere

enserio ya te lo e dixo pero no me gusta para nada pablo x lo menos espero k no aya rock estre rocio y pablo x favorrr te lo digooo sacalo de la historia x faaaaaa
ResponderEliminarMe mata gaston enamorado jajaja
ResponderEliminarlindismo el capi!
quiero 1ue se valla Pablo de la nove quiero que Gas le diga que la ama estaría bueno que se besen en la fiesta de Cumple de Ro
ResponderEliminarwao!! este capitulo me encanto cada dia esta mejor pero seria mejor si no estuviera pablo
ResponderEliminarQUE IDIOTA QUE SOS ROCIO POR DIOS, no se da cuenta que Gaston la ama!!! es de boluda no darse cuenta, todavia todo lo que haces por ella, ne, me enoje feo, con Rochi, quiero el proximo a ver que onda, si se calma todo
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