El hijo del Magnate Capítulo 38

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  Cap 38
Gastón se puso tenso y la miró con frialdad.
Rocío  alzó la barbilla, orgullosa.
—Deja de mirarme como si creyeras que voy a salir corriendo para contárselo a los periodistas —protestó.
—Será mejor que no —murmuró él en tono de amenaza— No permitiría que hagan daño a Inés.
—Yo jamás haría nada que dañara a Ines. Parece tan feliz...
Rocío  estaba segura de haber acertado. Con toda seguridad, Gastón había decidido no volver a casarse tras el fracaso de primer matrimonio; pero quería tanto a Ines, que al final había optado por darle una alegría. Sin embargo, a Rocío  le pareció una decisión tan quijotesca* como, tal vez, contraproducente. Su abuela se llevaría un gran disgusto cuando se volviera a divorciar.
—Será mejor que te avise para que no montes una escena, Rocío —susurró él—. Estás a punto de que te rapten y te alejen de mí. Es una tradición. Pero no te preocupes... pagaré tu rescate.
Tal como le había avisado, un grupo de invitados se la llevaron segundos más tarde y la encerraron en lo que en principio le pareció un armario, aunque después se dio cuenta de que era el cuarto donde la señora de la limpieza guardaba sus cosas. Se apoyó contra los estantes y se preguntó cuánto tiempo tardaría Gastón en pagar su rescate. Sólo tuvo que esperar unos minutos. Gastón abrió la puerta, la abrazó y la volvió a besar con toda su energía y su sexualidad desbordante.
Cuando ya salían, alguien le pisó el vestido sin querer y se oyó el sonido de la tela al rasgarse.
—Se me ha roto el vestido... —murmuró, espantada.
Gastón se inclinó para examinarlo. A continuación, la tomó en brazos e hizo un gesto a alguien.
Diez minutos después, Rocío  se encontraba en el dormitorio de una suite fabulosa, sin más prendas que la ropa interior. Se habían llevado el vestido y lo estaban arreglando en ese mismo momento.
La puerta se abrió de repente, sin advertencia previa. Era Gastón.