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Cap 39
Rocío cruzó los brazos sobre el pecho, pero no antes de que su esposo pudiera admirar sus curvas y se apoyara en la puerta, encantado con la vista.
— ¿Por qué te escondes de mí? —le preguntó con voz ronca—. Deja que te vea bien, Rocío...
El pulso de Rocío se aceleró. La admiración de Gastón la había excitado en extremo y había conseguido algo muy poco habitual en Rocío: que se sintiera orgullosa de su cuerpo. Pero aún tenía miedo de dejarse llevar por lo que sentía. Y seguía sin poder creer que él, un hombre acostumbrado a estar con verdaderas bellezas, la deseara. Avergonzada e incómoda, se sentó en la cama y mantuvo los brazos sobre sus pechos, intentando ocultar todo lo que podía. Gastón se cansó de esperar. Ya había esperado demasiado tiempo con Rocío: de hecho, le había dedicado una paciencia y una delicadeza mucho mayores que a ninguna otra mujer. Con un movimiento rápido, se quitó la chaqueta y se aflojó la corbata.
— ¿Qué estás haciendo? —preguntó Rocío, atónita.
—Lo de obedecer órdenes no se te da muy bien, ¿verdad? —murmuró él con su tono ronco y profundo—. Tienes una vena independiente y salvaje con la que tendremos que trabajar...
—Pero... pero no deberíamos ir más lejos... —acertó a decir.
— ¿Ir más lejos? —Preguntó él mientras la levantaba de la cama—. Ya hemos ido muy lejos, Rocío . Te deseo desde la primera vez que te vi. No es lo que yo había planeado, ni lo que quería. Yo nunca mezclo los negocios con el placer...
—Y esto es un negocio —le recordó, nerviosa.
Rocío intentó apartarse, pero descubrió que los ojos dorados de Gastón la mantenían clavada en el sitio, inmóvil, como si le hubiera puesto unas esposas o unos grilletes.
—Sí, lo es, es verdad, pero tendremos que hacer una excepción... porque te deseo más de lo que haya deseado nunca a una mujer
—Sólo intentas justificarte —dijo Rocío, desesperada.
—Por supuesto que intento justificarme. No habría hecho una fortuna si no fuera un hombre que se adapta con facilidad a las circunstancias —declaró él—. Ahora estamos casados y vamos a tener una relación profundamente íntima... es lo más lógico y razonable.
Rocío se estremeció al sentir su mirada de deseo, aunque no encontraba nada lógico ni razonable en el hecho de sentirse brutalmente atraída por un hombre tan distinto a ella, tan rico y poderoso.
—No, Gastón, sólo serviría para complicar las cosas.
Gastón conocía bien a las mujeres y supo que el momento de la victoria estaba cerca. Había notado que Rocío era incapaz de dejar de mirarlo, que sus pupilas se habían dilatado, que había entreabierto los labios y que su voz sonaba tan baja que casi no se oía.
—No complicará nada. Confía en mí.
Gastón se inclinó y la besó suavemente en la comisura de los labios. Al instante, Rocío giró la cabeza hacia él y abrió la boca para recibir el beso que esperaba, para volver a sentir su lengua.

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