miércoles, 10 de octubre de 2012

Un Matrimonio Diferente... Capitulo 9








Los cinco años habían pasado, no podían recuperarlos ni ella ni Gastón. No le extrañaba que la despreciara. Y que estuviera seguro de que ella conocía el secreto que no debía conocerse, “para proteger a mi familia”, había dicho.
Lo gracioso del caso era que ella no tenía la más mínima curiosidad por conocerlo. Gastón podía seguir guardándolo toda la vida. En todo caso la familia de Gastón eran extraños para ella. No conocía a su madre, ni a sus tres hermanas. Muchas veces se había preguntado qué les diría a ellas acerca de su matrimonio. ¿Pero se habría molestado en explicarles algo? Como Max, Gastón no era amigo de dar explicaciones.
¿Cómo podía pensar que ella lo amaba? Era humillante. No sólo se trataba de un marido al que habían obligado a casar a punta de pistola, sino que además creía que su mujer, después de cinco años de desprecios e infidelidades, aún lo amaba.
El agua de la ducha seguía cayendo, y de pronto Rocío sintió que una extraña fuerza se apoderaba de ella. Incluso empezó a sentir pena por Gastón. Creía que ella podía usar el chantaje más allá de la muerte de su padre. La noticia de que ella estaba enamorada de otro hombre seguramente sería un alivio para Gastón.
Rocío había perdido cinco años de su vida, pero ni un día más. Su padre había ejercido plena autoridad sobre ella. Luego Gastón había tomado el relevo, y ella lo había aceptado sin más.
Y había sentido miedo durante tanto tiempo... Miedo por el mundo que había fuera de su irreal mundo de privilegios. Temor por el desprecio de su padre. Temor de que la verdad sobre el matrimonio terminara con la débil salud de su padre si se enteraba. Pero no más miedos, se dijo.
Si Gastón había sido una víctima, ella también lo había sido. Y sin embargo no armaba tanto escándalo como él. La vanidad de Gastón la indignaba.
Un golpe fuerte sonó en la puerta.
- ¡Abre! – exigió Gastón.
Rocío hizo un esfuerzo por no oír. Ya tenía bastante con lo que había ocurrido anteriormente. No quería saber nada de él. Gastón no tenía una sola virtud que pudiera conmoverla. Cinco años atrás sin embargo había sentido una gran atracción por él. Había elegido entonces con el corazón, no con la cabeza.
- ¡Rocío! – volvió a golpear Gastón con impaciencia.
No era un hombre que respetase a las mujeres. Iba detrás de todas ellas, rubias morenas, daba igual. Eso sí, todas tenían piernas largas, pechos imponentes y pelo largo. Rocío no tenía ninguno de esos atributos, y alguna vez había sido un tormento para ella, ya que la imagen que tenía de sí misma, débil e insegura, no se había visto beneficiada con esta carencia.
Pero tenía muchas otras virtudes. Y debía agradecerle a Santiago el haberlo descubierto. Santiago le había enseñado a valorarse, poniéndola en primerísimo lugar. Él la había ayudado a aceptarse a sí misma. En cambio Gastón siempre la había humillado y despreciado. ¿Y ahora por qué tenía que sentirse culpable? ¿Acaso no había pagado ya los pecados de su padre?
Cuando estaba cerrando la ducha y alargando la mano para alcanzar la toalla, un golpe enérgico tiró la puerta abajo. Ésta quedó pendiendo de la bisagra, y dejó la figura de Gastón al descubierto. Su cuerpo vigoroso ocupando la puerta de la habitación.
- ¿Para qué te has encerrado aquí? – preguntó furioso.
- ¿Te has vuelto loco? – Rocío se sentía intimidada por la presencia de él, pero también estaba furiosa.
- ¡Me hicieron responsable de tu bienestar!
¿Se refería a su bienestar o a su propia seguridad?. ¿Era por ello que había tirado la puerta como un hombre de las cavernas? ¿Tenía miedo de que se hubiese tirado por la ventana o de que fuera a hacerlo? Evidentemente esto último lo hubiese puesto en un aprieto.
Rocío, echándole una mirada de incredulidad, comenzó a recoger su ropa.
- Tu piel tiene el color de las camelias – dijo él.
Gastón estaba mirando descaradamente, algo que la turbaba terriblemente.
- Tira la toalla – le exigió.
Rocío no podía creer lo que oía. Pero Gastón esperaba que su orden fuese cumplida. Lo demostraba en su gesto expectante.
Rocío sintió que se le secaban los labios, que sus pulmones se quedaban sin aire, que un calor asfixiante se apoderaba de su cuerpo entero. Sus pechos de pronto se volvieron pesados, sus pezones se irguieron volviéndose más sensibles.
- Eres tan pequeña, pero guardas unas proporciones tan perfectas... – musitó él en el denso silencio.
Rocío no podía creer lo que oía de la boca de Gastón. Éste era un Gastón que ella jamás había conocido, pero que de algún modo siempre había sospechado que podía existir. Era un hombre que despedía una vigorosa sexualidad. Había algo peligrosamente fascinante en la corriente sexual que emanaba de él, algo atávico y elemental. Daba la sensación de ser depredador como él mismo se había nombrado alguna vez con candor. Y lo era, ahora ella lo podía comprobar.

1 comentario:

  1. Hermosooooooooo... espero el proximooo!!!

    Te quiero Lale.. Lucia

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