lunes, 5 de noviembre de 2012

Un Hombre para Mi... Capitulo 15





¿Despidió el coche? ¡Era nuestro coche particular!
            Gastón se inclinó el sombrero hacia atrás, alzó los ojos hacia el cielo matinal y contó hasta diez. Parecía que hoy iba a necesitar toda su paciencia para tratar con Eugenia.
            Dirigió una mirada a las mujeres, que estaban en lo alto de los peldaños de entrada del hotel. Sólo   Eugenia lo observaba incrédula. Rocío se examinaba las uñas en una muestra algo sospechosa de indiferencia. La doncella, como de costumbre, parecía aburrida.
            Les había llevado tres monturas para cabalgar. Había pasado más de treinta minutos discutiendo en la cuadra sobre aquellos caballos para asegurarse de que fueran adecuados para unas damas. Suponía que debería haberles advertido que viajarían el resto del trayecto a caballo. Pero no lo había creído necesario. En esta parte del país, todo el mundo se desplazaba a caballo.
            No era su nada particular indicó a Eugenia, con la paciencia de nuevo bajo control. Si pudieron usarlo tanto tiempo fue sólo porque intimidé al empleado de la estación para que les permitiera hacerlo, ya que uno de sus conductores las abandonó junto al vehículo. Tuve que amenazarle con partirle la cara si no accedía. Pero ese coche es demasiado grande para el caminucho que conduce al rancho. Además, Will se lo llevó al amanecer, así que ya no está aquí.
            No pienso montar a caballo replicó Eugenia, con una mirada obstinada. Tendrá que alquilarnos un carruaje.
            Caramba, cuando sacaba el genio, lo sacaba. Era una suerte que fuera tan hermosa que un hombre pudiera disculpar algunos rasgos desagradables en ella.
            Es posible alquilar caballos suspiró Gastón. También, alquilar carretas para transportar suministros. Pero me sorprendería mucho que hubiera un carruaje en todo el pueblo. Trenton no es lo bastante grande para necesitarlo. Aquí la gente va andando a los sitios. Y, por último, el estrecho camino que conduce al rancho se aleja serpenteando de la ruta para evitar desniveles, y se tarda media día más en llegar, lo que significa tener que pasar a dormir al aire libre. Si vas a caballo, puedes ir en línea recta y llegar antes de que anochezca.
            Entonces tendrá que alquilarnos una carreta, ¿no le parece? contestó Eugenia.
            Su explicación había sido razonable. ¿De verdad quería dormir a la intemperie junto a la carretera? ¿O era sólo terquedad? Algunas mujeres cuando adoptaban una actitud, se negaban a echarse atrás por ningún motivo, incluso cuando se demostraba sin lugar a dudas que estaban equivocadas.
Ya lo he hecho para los baúles. De un momento a otro, el conductor vendrá a recogerlos y los entregará mañana.
            ¿Cuál es el problema entonces? Iré en la carreta insistió Eugenia.
            No lo entiende contestó Gastón. Eso significa un día más...
            No, es usted quien no lo entiende le interrumpió. No voy a ir a lomos de un caballo, ni hoy, ni mañana, ni nunca. Así que si no se puede disponer de otro medio de transporte, me quedaré donde estoy.
            No ganará esta batalla, señor Dalmau intervino Rocío. Su tono contenía una evidente nota de humor, pero sólo ella sabía si era a costa de él o de su hermana. Le dan miedo los caballos.
            ¡No es cierto!  Rocío se volvió hacia su hermana. Me niego a que me duela todo por haber ido montada a caballo cierto tiempo.
            Viajar en carreta no le gustará indicó Gastón. Tampoco es nada cómodo. Ni dormir en el suelo en realidad.
            ¿En el suelo? No diga tonterías. Dormiré en la carreta, por supuesto.
            la carreta iría cargada de...
            Habrá que descargarla volvió a interrumpirlo Eugenia, y en un tono que no aceptaba discusión.
            No cabrán las tres supuso Gastón
            ¿Y qué?
            La miró incrédulo. No se le escapaba la implicación. Ella se refería a una carreta para su uso individual, pero de donde él venía lo que era bueno para un hermano, lo era para el resto. ¿Iba a tener que repetir toda la discusión con la solterona si aceptaba semejante disparate? ¿O conseguir, quizás, otra carreta para que todas pudieran dormir en ella?
            En aquel momento, Rocío se rió de él. Era probable que su expresión al oír el comentario de Amanda hubiera provocado carcajadas a un muerto. Con menos paciencia, podría haber explotado en aquel momento. Pero por algún motivo extraño, no le importó su hilaridad. Era la primera vez que la oía reír, y el sonido era de hecho agradable, incluso algo contagioso. No rió a su vez, pero las ganas de hacerlo consiguieron calmar un poco su irritación.
            Debía de haberle leído el pensamiento, además, porque Rocío  dijo:
            Supongo que tiene suerte de que a mí me dé lo mismo dormir en el suelo, o montar a caballo.
            Tú tampoco te has subido a un caballo en tu vida exclamó Eugenia, irritada.
            Sí, pero a diferencia de ti, estoy dispuesta a probar cosas nuevas. Y no será muy difícil ir al paso junto a la carreta.
            Rocío le echaba en cara a Eugenia que iban a demorarse para complacer su obstinación. Pero no funcionó. La preciosa rubia ni siquiera se sonrojó.
            Y entonces la carreta en cuestión asomó por la esquina de la calle siguiente. Rocío se echó a reír de nuevo.
            Oh, Dios mío, mulas soltó entre risas. Seguramente llegaría a casa de la tía Gimena más rápido si fuera caminando.
            Esta vez, Eugenia sí se sonrojó. También estaba furiosa al ver el medio de transporte que había insistido en utilizar. Y descargó su furia en Gastón.
            ¿Es una broma? ¿Espera que viaje detrás de unas mulas?
            Viajar así fue idea suya, no mía. Yo le traje un caballo muy bueno...
            Que puede cambiar por esas mulas. Y no me importa lo que tarde. Si no puedo ir en carruaje, por lo menor iré en una carreta tirada por caballos.
            Gastón empezó a contar hasta diez otra vez. Mientras estaba en ello, apareció Peter. Iba muy acicalado, con su traje de los domingos aunque no iba nunca a la iglesia, lo que significaba que esperaba pillar a las mujeres antes de que se marcharan del pueblo para impresionarlas con las maneras corteses que había adquirido durante los años que había vivido en el Este hasta terminar sus estudios.
            Buenos días, señoritas Saludó con el sombrero. No he podido evitar escuchar que podían necesitar mi ayuda, si lo que precisas es un carruaje.
            Puede que hubiese dicho señoras, pero no quitaba los ojos de Eugenia. Y la había impresionado, a juzgar por la sonrisa que le dedicó. Las mujeres parecían volverse tontas cuando estaban cerca de Peter Lanzani, y encontraban su aspecto juvenil excepcionalmente atractivo, con sus cabellos castaño oscuro, los ojos verde esmeralda y la seguridad en sí mismo que confería ser un próspero hombre de negocios.
            Sí. ¿Y usted es...? preguntó Eugenia.
            Peter Lanzani, a su entera disposición.
            Nos dijeron que no había ningún carruaje disponible en el pueblo.
            Hay gente que no sabe nada aseguró Peter.
            Entonces ¿puede alquilarnos un carruaje? confirmó Eugenia.
            Y totalmente nuevo. Me lo entregaron el mes pasado. se complació en decir. Pero no pienso alquilárselo; se lo presto encantado.
            Gastón se volvió y empezó a contar hasta cien en esta ocasión. No se le habían escapado las indirectas de ambos. Lo último que quería era pelearse delante de Eugenia, pero si dirigía tan sólo dos palabras a Peter, eso era a buen seguro lo que ocurriría. Podía ignorar las pullas de Eugenia  pero no las de Peter.
            Aun así, no esperaban su reacción. Seguían ultimando los detalles. Y era fácil ver dónde conducía el asunto, no se trataba sólo de una oferta generosa de Peter para congraciarse con Eugenia, sino una oportunidad para seguir viéndola.
            Iré a recogerlo mañana por la tarde... decía Peter.
            No te molestes le interrumpió Gastón, incapaz de seguir callado. Alguien lo traerá de vuelta.
            No es ninguna molestia. Me encantará volver a disfrutar de una de las cenas caseras de Gimena.
            Peter se había informado bien. Sabía quiénes eran las hermanas Laton y dónde iban. Era probable que la noche anterior se encontrara con Will Candles y lo sonsacara. Gastón había esperado, de hecho, que se presentara en el comedor del hotel para conocerlas. Quizás hubiera llegado demasiado tarde. Las mujeres no se habían entretenido en la cena y se habían retirado pronto a su habitación, de modo que si Peter había perdido el tiempo emperifollándose antes de ir, no las había encontrado.
            Tardaron otra hora en partir por fin. Gastón tuvo que comprar unas mantas para pasar la noche y comida para la cena. Y se había producido un momento tenso cuando Peter había aparecido con su carruaje nuevo y Eugenia  admitió que no sabía conducirlo. Después de tanto alboroto, ¿ni siquiera sabía conducirlo?.
            Eso sorprendió incluso a Peter, lo suficiente para impedir que se ofreciera también a prestar aquel servicio. La doncella intervino y afirmó que ella sí sabía. Peter se habría ofrecido de no haberse quedado momentáneamente sin habla. Y parecía probable que Gastón le hubiera roto la nariz por ello. Se le había acabado la paciencia. Pero solía pasarle después de un altercado con Peter Lanzani.


2 comentarios:

  1. me encanta la novela pero no m agrada k gas se interese tanto x eugee veo k m vas azer sufrir un poco jajaja

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  2. Amo la novela! pero quiero Gastochi!! no me hagas sufrir!! jajaja

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