El
baño estaba caliente. Rocío se sentía débil, indefensa y mareada.
Lo
que había sucedido la noche anterior había sido un error incalculable. ¿Debía
soportar ahora la vergüenza de seguir al lado de Gastón aún a sabiendas de que
ella consideraba ese hecho como lo peor que podía ocurrirle?
Reunió
fuerzas para ponerse de pie y salió del baño. Entonces se apoyó en la puerta
para no caerse. Gastón la miró extrañado y le preguntó:
-
¿Ocurre algo?
-
Me parece que tengo gripe. Pero no es nada importante... – respiró hondo y
agregó - Me quedo aquí. No volveré contigo.
-
No te encuentras bien. No sabes lo que dices – la interrumpió Gastón -. Te
llevaré yo al coche.
-
¡No! – dijo ella con lágrimas en los ojos, y a punto de desfallecer -. ¿No me
has oído? Tú no eres un hombre para mí.
Gastón
la alzó en brazos al ver que ella se quería apartar de él.
-
¡Por favor! – no podía hacerlo razonar para que la soltara -. No quiero ir
contigo. Quiero quedarme aquí.
-
¡Dios! ¿Lo estás esperando, no es así? – preguntó él furioso -. ¡Si no
estuvieras mareada te sacudiría!
Las
maletas ya no estaban en la habitación, pudo comprobar ella con horror,
mientras Gastón abría la puerta de la habitación con una mano y con la otra la
sostenía firmemente.
-
¡Déjame marchar!
-
Si te dejo marchar, te caerás al suelo – dijo él y luego agregó un sonido
gutural en griego, con una expresión dura mientras presionaba el botón del
ascensor con violencia.
-
Quiero el divorcio. ¡No quiero ir a Grecia! – dijo ella con pánico.
-
Debieras haberlo pensado anoche – dijo él entrando con ella en brazos al
ascensor.
-
¡Fue un error! ¡Bájame!
-
No sabes lo que haces ni lo que dices – Gastón la sujetó con firmeza, sin
siquiera concederle una mirada.
-
Sé... – no podía hablar casi. Pero hubiese gritado, de no ser porque había
perdido las fuerzas tanto físicas como psíquicas, a cuenta de sus conflictos
emocionales -. Te odio – dijo finalmente.
Gastón
la llevó en brazos hasta el jet y
luego la envolvió en una manta. Algo más tarde. Rocío oyó una voz que le
resultó familiar.
-
¡Pobrecita! Me da tanta pena – no parecía sincera la mujer.
Reconoció
a la azafata que le daba un vaso a Gastón, y cuando éste la incorporó para
darle un trago, agregó.
-
Está fatal...
-
Bebe. Te hará sentir mejor – la incitó Gastón.
No
había nada que pudiera hacerla sentir mejor. Gastón se estaba aprovechando de
su enfermedad. Bebió, porque supuso que ningún argumento le valdría a él. Lo
que había hecho él no era mucho menos que un secuestro.
- No
puedo dejarte sola en el hotel en estas condiciones – murmuró él, como si
hubiera leído los pensamientos de ella.
-
¡No te perdonaré jamás! ¡Ojalá te contagies! – titubeó Rocío.
Inesperadamente,
Gastón se rió, mientras le rodeaba los hombros con sus brazos, como si desafiara
el contagio. Gastón nunca estaba enfermo. La idea lo divertía, porque tenía una
salud de hierro.
A
partir de ese momento. Rocío perdió totalmente la noción del tiempo. Tampoco
distinguía entre el sueño o la vigilia. ¿Había dormido?
Unas
voces en griego le hicieron suponer que habían aterrizado. Sería el aeropuerto,
pensó con amargura, y hundiéndose en una espantosa sensación de fracaso.
Una
discusión la puso alerta. Alguien la apoyó sobre algún sitio, le levantó la
manta, le puso el termómetro en la boca. Sus ojos se fijaron en un cielo raso
blanco. Pensó entonces que se había equivocado. No era el aeropuerto. Debía ser
un hospital. Oía la voz de Gastón. Parecía enfadado, disgustado. Y la voz que
antes parecía enojada, de pronto se había suavizado. Era una voz femenina muy
expresiva. Con gran esfuerzo, Rocío giró la cabeza para ver quien era.
Una
mujer vestida de blanco estaba rodeada por los brazos de Gastón. Ella le
acariciaba el pelo rubio y también la cara, y en ese momento se disponía a
darle un beso. Rocío cerró los ojos impresionada ante aquella visión.
Alguien
le quitó el termómetro momentos después. ¿Se lo habían quitado enseguida, o
había pasado algo de tiempo? Por momentos estaba inconsciente. La siguiente vez
que abrió los ojos, la mujer le estaba dando algo a Gastón, y esa vez pudo
verla bien. Era una mujer bonita, de piel clara y ojos negros, que miraba a Gastón
con extrema calidez. Rocío tosió fuerte. Ellos entonces se dieron vuelta para
mirarla.
-
Pensé que estabas dormida. Ésta es la doctora Mariana... – dijo Gastón.
- Lali
– agregó su acompañante forzando un tono de informalidad con él mientras a Rocío
le habló con frialdad y distancia profesional -. Me temo que vas a sentirte
algo peor antes que haya una mejoría, Rocío.
Rocío
cerró los ojos, para autoprotegerse.
Pero
ya se sentía peor. Estaba totalmente sudada, la cara, el pelo, la ropa. Le
dolía todo el cuerpo. Tenía ganas de llorar, pero no tenía la fuerza para
hacerlo. ¡Dios! Gastón la había llevado a que la atendiese su amante. Sólo él
podía ser tan cruel.

Quiero mas capp!!.. necesito saber que siente gas por ella!!:. Realmente esta jugando? Espero el proximo!!!
ResponderEliminarrochi leda mucha buelta le tiene q preguntar a gas que es lo q realmente siente y gas tambien que se desida d una buena ves y le dija lo q siente me encanto el cap espero el proximo
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