Gastón
se acerco a ella y acaricio su húmeda frente.
-
Estaba muy asustado realmente. Parecías tan enferma. Pensé que podía ser
neumonía o algo así. No sabía qué hacer. Estaba aterrado.
¿Aterrado,
Gastón? Era una imagen de Gastón que no lo encajaba. Entonces, Gastón volvió a
hablar en griego con otra mujer, más joven, más dulce, y más expresiva. Le
pareció que discutían acaloradamente. Pero Rocío nuevamente se desvaneció
Había
una mezcla de ruidos de fondo. No podía distinguir de dónde venían. La mente de
Rocío era un caos de imágenes y sentimientos. Había tenido fiebre. Había
transpirado y había estado con tiritona durante un tiempo que ella no podía
determinar. El día y la noche se le mezclaban indistintamente.
Recordaba
que la habían secado y lavado con una esponja repetidas veces, pero que había
sido incapaz de hablar a causa de su debilidad. Recordaba también la silueta de
Gastón en la penumbra de una habitación desconocida. Gastón sentado con
expresión asombrosamente preocupada en la luz del amanecer. También había
habido más gente, pero le costaba recordarlo.
Abrió
los ojos. Una criada corrió las cortinas de un ventanal que dejó a la vista un
cielo espléndidamente azul. Entonces la luz del sol la cegó, y tuvo que darse
la vuelta. En ese momento se dio cuenta de que afortunadamente no le dolía la
garganta, ni la cabeza, y que su cuerpo no se resentía con cada movimiento. La
puerta se cerró. Tuvo ganas de darse un baño.
Intentó
sentarse. Pero el cuerpo no le obedeció. Con un gemido de impaciencia, estiró
las piernas para alcanzar la mullida moqueta. Era una habitación grande. La luz
de una lámpara le hacía difícil distinguir los contornos.
Apoyándose
en la cama, decidió ponerse de pie. Pero se tambaleó como un borracho,
admitiendo entonces que no se encontraba tan bien como ella había creído. Pero
la obstinación la llevó a la suite
anexa a la habitación.
Descubrió
entonces accidentalmente su cara en el espejo del baño. Estaba horrible.
Pálida, demacrada, el pelo en una madeja lacia y húmeda. Haciendo un esfuerzo
se inclinó para abrir el grifo de la bañera. Por lo menos si estaba limpia se
sentiría algo mejor.
-
¡Dios! ¿Qué demonios estás haciendo? – Gastón se puso a un lado de la bañera.
Se
erguía alto y elegante. Su aspecto la intimidaba, estaba atractivo con su traje
color crema, que no hacía sino acentuar el color de su piel oscura.
-
¿Estás loca? ¡Deberías estar en la cama! – tronó la voz de Gastón, no
satisfecho con haberla asustado al encontrárselo.
-
Quiero bañarme – dijo ella extremadamente débil. Por momentos le parecía verlo
al lado de Mariana.
El
corazón de Rocío pareció detenerse. Y un escalofrío le recorrió el cuerpo.
-
¿Vas a darte un baño cuando apenas puedes ponerte de pie? - dijo él
inclinándose para alzarla.
Rocío
estalló en llanto, desconcertándolo tanto como a sí misma. En ese momento
pareció relajarse la tensión y ambos se abandonaron sorpresivamente a la
expresión de sus sentimientos, como si alguien hubiese abierto de pronto la
compuerta que los frenaba con firmeza.
Su
efecto fue asombroso.
Gastón
soltó algo en griego, la alzó aun más y la acunó durante un segundo, mientras
se disculpaba por haberla hecho sentir tan mal y le aseguraba que por supuesto
que podía tomar un baño si tanto lo quería. Se trataba sólo de que ella había
estado tan enferma, que él se había puesto muy tenso, y que tenía miedo de que
pudiera descuidarse y tener una recaída. Gastón parecía ponerse de rodillas,
metafóricamente. Ella lo desconocía totalmente.
Diez
minutos más tarde, Rocío se metía en la bañera, y si no hubiese sido por la
imagen de la doctora que se le aparecía por momentos, podría haberse sentido
conmovida por la preocupación que parecía tener Gastón. No podía entender,
ahora menos que nunca, que su enfermedad la había dejado en un estado de
confusión mayor, por qué Gastón la había querido llevar a Grecia en un intento
de hacer valer su matrimonio que no había valido nada desde el principio.
El
lavado de su cabello la había dejado exhausta. Al salir del baño no se resistió
a que Gastón la llevase hasta la cama. Y a decir verdad le asombraba con la
paciencia que la había esperado.
-
Oigo el mar - dijo ella, identificando finalmente el sonido de fondo como olas.
-
¿Te acuerdas de algo del viaje hacia aquí? – le preguntó él mirándola
fijamente.
-
Nada – contestó ella en un suspiro.
-
No estamos en Atenas. Como estabas enferma, no tenía sentido llevarte a casa de
mi madre. Así que te traje aquí en lugar de llevarte allí.
-
¿Dónde es aquí?
-
Tratos, una pequeña isla que compró mi padre poco antes de su muerte. Es el
lugar perfecto para que te recuperes.
-
¿Una isla? – Rocío se llevó la mano a la frente. La enfermedad no la dejaba
pensar con claridad. Pero había algo que estaba claro por lo menos; no sabía
nada de su marido, con quien llevaba casada cinco años.
Una
criada sonriente los interrumpió para traer el desayuno. El estómago de Rocío
se alertó ante la vista de la bandeja, y entonces se dio cuenta de lo
hambrienta que estaba.
-
¿Cuánto tiempo hace que estoy aquí? – preguntó.
-
Dos días...
-
¿Dos?
En
ese momento golpearon la puerta. Entró una adolescente con pantalón corto, un
gracioso top, y el cabello negro colgándole en rizos negros.
-
Veo que estás mejor...
- Rocío,
esta es mi sobrina, Candela...
-
Me llaman Cande – interrumpió la joven -. Fui a recibirte al aeropuerto, pero
seguramente no me recordarás. Estabas prácticamente inconsciente.
- Recuerdo
tu voz – sonrió Rocío, contagiada de la simpatía de la muchacha.
Rocío
volvió a sentir la embarazosa sensación de no conocer nada acerca de Gastón.
Era la sobrina de Gas. Podría tener docenas de sobrinas.
- Rocío
tiene que descansar. Es mejor que no le hables mucho – le advirtió Gastón.
Candela se puso colorada, obviamente avergonzada
por el comentario que ponía en evidencia su verborrea.
-
Pero me gustaría mucho tener un poco de compañía – protestó Rocío.
-
¡Asombroso! Pensé que serías mayor. O tal vez seas mayor de lo que aparentas.
¿Qué edad tienes? – preguntó Cande.
- Candela...
– dijo Gastón.
-
Veintidós.
-
¿Te casaste a los diecisiete? – Cande abrió los ojos grandes de asombro y miró
a su tío.-¿Y tú estás de acuerdo con mis padres en que diecisiete años es poco
para salir seriamente con un chico? – le preguntó molesta.
Rocío
reprimió una risa al ver el gesto de Gastón avecinando una tormenta, y salió en
ayuda de la graciosa adolescente, cambiando de tema.
-
Hablas inglés perfectamente, Candela.
-
Voy al colegio en Inglaterra. Me hubiese gustado saber tu edad. Te hubiese ido
a visitar y te hubiese conocido hace años... A pesar de lo que todo el mundo
decía.
Entonces
Gastón dijo algo en griego. Candela se puso rígida, y su hermosa cara se tensó al
mismo tiempo que bajaba la cabeza.

Medio raro todo, no entiendo nada, Gaston es bipolar o que? Pobre Rochi, igual me gusta esto que se preocupe por ella, y que paso al ultimo, no entendi jajaja. Candela me cae piola! quiero más.
ResponderEliminarGas esta re raro, no lo entiendo ajaja. Quiro el proooox
ResponderEliminarque raro este cap. no entendii
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