martes, 11 de diciembre de 2012

Un hombre para Mi... Capitulo 25







Rocío empezaba a percatarse de que en Tejas la gente podía ver las cosas de modo distinto que en el Este. Si se había avergonzado antes era sobre todo porque en Haverhill hasta los criados habrían desdeñado una conducta tan poco propia de una dama en dos jóvenes distinguidas. La gente de su edad se habría escandalizado. Su padre la habría regañado mucho y mimado a Eugenia hasta que se sintiera mejor. Todo eso impedía a las chicas airear sus diferencias en público, lo que, a veces, ponía a prueba su paciencia al límite.
            Pero aquí era muy distinto. En dos de los pueblos por los que había pasado, habían visto hombres que se peleaban en la calle. En uno, acababa de terminar un tiroteo. Aunque, con la abundancia de ladrones que había en la zona, no era extraño que la gente decente sucumbiera a sus instintos básicos. Si tenías diferencias, las resolvías con los puños o las armas. Bueno, por lo menos los hombres. Y, al parecer, las mujeres también podían hacerlo sin que se arquearan demasiadas cejas.
            Rocío puso en orden estas ideas mientras escuchaba cómo Gastón y su padre “se ponían al día”; no se veían desde hacía meses. Y Gimena se había incorporado a los comentarios sobre los cuatreros, un atraco a un banco que había ocurrido a menos de setenta kilómetros, un tiroteo entre dos de los peones de Nicolas, al que ambos sobrevivieron pero que les costó el empleo, y un ladrón de caballos al que una partida había llevado a la horca antes de que lo juzgaran.
Le fascinaba ver que a su tía todas esas cosas no le impresionaban en absoluto. Claro que Gimena era una sorpresa en muchos sentidos.
            No era tan vieja como Rocío esperaba. Cuando menos, no lo parecía. Tenía el cabello tan castaño como siempre. Lo llevaba recogido en una trenza. La blusa blanca y la sencilla falda marrón que vestía carecían de cualquier adorno. No lucía ninguna joya, ni siquiera una alianza que indicara que era viuda. Pero tenía una sonrisa maravillosa. ¿Quién necesitaba encaje y volantes con una sonrisa como aquella?.
            Con su piel bronceada y su atuendo sencillo no iba nada a la moda, si bien era, de todos modos, una mujer atractiva. Bien formada, además, y de aspecto saludable. Gimena, divertida, franca y relajada, porque Eugenia todavía no había aparecido para crear tensiones, era una mujer con la que apetecía estar. Rocío sintió alivio al ver que ya le gustaba muchísimo.
            Sorprendentemente, volvieron a surgir tensiones sin la ayuda de Eugenia cuando Peter Lanzani llegó como había prometido a recoger el carruaje prestado, y tan tarde que Gimena se vio obligada a invitarlo a cenar, así como a que se quedase a dormir. Ya no le restaban habitaciones vacías, dado que Nicolas iba a pasar también esa noche allí, y las chicas y su doncella ocupaban habitaciones separadas.
            —El barracón será perfecto, Gimena aseguró Peter mientras se ponía cómo en uno de los sofás.
            A Rocío le molestó que éste llamara Gimena a su tía. Poco importó que oyera después hacer lo mismo a Gastón. El desenvuelto Peter le cayó mal de inmediato porque era muy evidente que a Gastón no le gustaba.
            Gimena era, sin embargo, una anfitriona gentil, a pesar de no conocer demasiado a Peter. Nicolas lo trataba como a un viejo amigo, pero pronto averiguaría que él trataba así a todo el mundo a no ser que le dieran motivos para no hacerlo. Gastón apenas le dirigía la palabra, y viceversa, lo que tal vez fuera una suerte. La tensión entre ellos dos era palpable.
            Y, si bien Rocío solía agradecer que no le prestaran atención, como hacía Peter, le resultaba bastante insultante que la ignorara de un modo tan rotundo, como si en realidad no la viera. La mayoría de los hombres la miraban, aunque apartaban los ojos de ella enseguida, pero Peter se empeñaba en evitar dirigirle la mirada ni siquiera una vez.
            Por suerte, Gimena no había intentado presentarlos, después de que Peter afirmara de inmediato que había conocido el día antes a su sobrina. Sobrina, no sobrinas. Pero Gimena supuso que se refería a la que estaba presente. Aunque para Rocío era evidente que había querido decir aquella cuya presencia estaba esperando ansioso.
            Eugenia bajó bastante tarde, tanto que Gimena ya no podía posponer más la cena (la cocinera había enviado tres veces a su hija Rita con miradas y movimientos de cabeza que indicaban el comedor). Gimena, nerviosa porque no estaba acostumbrada a tener tanta compañía ni a hacerla esperar cuando unos aromas tan apetitosos flotaban por la casa, condujo a todo el mundo al comedor.
            Como era de esperar, por lo menos para Rocío, Eugenia llegó en cuanto todos estuvieron sentados. Después de todo, las entradas majestuosas eran su punto fuerte, y le encantaba hacer esperar a la gente. Ella creía que merecía la pena esperarla. Por desgracia, la mayoría de los hombres coincidía con ella, y los presentes no eran ninguna excepción.
            No podía negarse que Eugenia lucía excepcionalmente bella. Llevaba los cabellos recién lavados y muy bien peinados. Esperanza había tendido mucho tiempo para planchar uno de sus vestidos más bonitos. Y había dormido casi toda la tarde.
En cualquier caso, era todo sonrisas cuando anunció:
            —Lamento haberles hecho esperar, caballeros. Pero comprenderán que tras un viaje tan horrendo, necesitaba un poco de descanso extra.
            Gastón y Peter se habían levantado de golpe con una ridícula expresión de fascinación en la cara. Hasta Nicolas se quedó algo boquiabierto al contemplar la maravilla que tenía delante. Sólo Rocío observó cómo había excluido deliberadamente a su tía del saludo. Bueno, puede que Gimena también se percatase de ello.


No hay comentarios:

Publicar un comentario