Eugenia seguía durmiendo, por supuesto. Para
ella era normal pasar doce horas en la cama, estuviera o no dormida. Lo llamaba
“descansar para estar bella”. Rocío imaginó que Nicolas se habría ido ya a casa
y que Peter se habría marchado o se levantaría tarde debido a los horarios
que tenía como propietario de una cantina. Gastón, al parecer, estaba haciendo lo
que fuera que hacía para Gimena, así que no esperaba verlo ese día.
Después
de desayunar, salió. Empezaba a hacer calor; sin embargo, el tiempo era seco y
soplaba una brisa agradable por el rancho que impedía que fuera demasiado
incómodo… aún.
Una
nube de polvo en el horizonte indicaba que alguien cabalgaba hacia el rancho.
Esperaba que fuera Gimena, pero cuando el caballo estuvo más cerca, vio que
era uno de los peones. Esperó cerca de la cuadra, aunque el hombre no se
dirigía hacia allí, sino directamente hacía el barracón, situado cerca. Al
verla, la saludó con el sombrero, incluso le dedicó una sonrisa amable al
pasar.
La
sonrisa la animó a dirigirse a él y a presentarse antes de que desapareciera en
el interior del barracón. No solía ser tan atrevida, pero iba a vivir allí y no
quería aislarse de las demás personas que había en el rancho.
—Buenos días —saludó al
peón cuando desmontaba—. Me llamo Rocío Laton.
Él
la miró de nuevo y esperó a que lo alcanzara.
—Victorio d' alessandro —contestó—.
Soy el capataz de Gimena, o pronto lo seré. Gastón me está enseñando el trabajo.
Era
un joven atractivo de unos veinticinco años, con los cabellos castaños y los ojos
verdes. Llevaba una barba corta de un tono más oscuro que el pelo. Seguramente
creía que le hacía parecer mayor y, con ello, más capaz para el trabajo para el
que se estaba preparando. No era sí, pero los pocos peones que había visto el
día antes, cuando llegaron, eran mucho más jóvenes, más de su edad, de modo que
tal vez no importar.
—Encantado de conocerle, Victorio.
¿Sabe si mi tía vendrá a almorzar a casa?.
—Lo dudo. Esta noche se
extraviaron unas cuantas reses. Lleva toda la mañana recorriendo la pradera
para encontrarlas.
Rocío se llevó una decepción. Esperaba tener una larga charla con su tía para
conocerla mejor.
—¿Es normal que el ganado
desaparezca de ese modo? —preguntó a Victorio.
—Sí, aunque no suele ir lejos, a
no ser que reciba ayuda.
—¿Ayuda?
—Cuatreros —respondió él.
—¿Cuatreros?
—Perdone. — Victorio rió—.
No trato con demasiadas personas del Este que puedan desconocer algunas de las
palabras que usamos aquí. Los cuatreros son ladrones de ganado, en especial
cuando le cambian las marcas para intentar ocultarlo. Ha habido hombres que han
montado ranchos con ganado robado, aunque en la actualidad la mayoría de los
ladrones busca beneficios rápidos y conduce a los animales al sur para
venderlos al otro lado de la frontera, en México.
—¿Roban ganado a mi tía a menudo?
—preguntó Rocío con el ceño fruncido.
—No, su rebaño no es lo bastante
grande para ser objeto de esa clase de operación, como sí ocurre con la finca
de los Dalmau. Detecta que falta una vaca y sale a buscarla. Los ranchos
grandes, como el que posee el padre de Gastón, tienen demasiadas cabezas para que
nadie se percate de si faltan cien aquí o allá, de modo que los cuatreros
suelen concentrarse en ellos.
—Pero es ilegal, ¿no?
—Sí —sonrió Victorio—.
Sólo que no se persigue con tanta dureza como el robo de caballos. Todo depende
del ranchero. Gimena ignora la pérdida si cree que el robo de la res ha servido
para alimentar a alguna familia hambrienta. Pero si atrapa a verdaderos
cuatreros que le reducen el rebaño, los conduce enseguida al sheriff. No es un
delito capital, pero puede costar una larga temporada en la cárcel, de modo que
los cuatreros suelen estar desesperados por conseguir comida o ser bandidos
habituales.
—Bueno, gracias por la
información, señor d' alessandro. Se lo agradezco.
—Llámeme Victorio, Vico si prefieres, por favor. Aquí
no nos andamos con formalidades.
—Muy bien, Vico. Pero no me
gustaría que mi tía se quedara sin almorzar. ¿Cree que…?
—Tenemos un cocinero en la
pradera —la interrumpió—. Su tía irá a tomar algo antes de acabar
el día. No se preocupe por eso, pero si quiere ir a reunirse con ella en la
pradera, le puedo ensillar un caballo.
—No, es que… Sí que me gustaría,
pero todavía no he aprendido a montar.
—Carl ya se ha ido en la carreta
de los víveres; si no, podría haber ido con él. Si quiere, puedo llevarla a la
grupa. Hoy el rebaño no está demasiado lejos.
—Me encantaría, gracias. —Rocío esbozó una sonrisa de oreja a oreja.
—Deme unos minutos para cambiarme
de ropa —pidió Victorio, que se había sonrojado cuando Rocío le sonrió—.
Todavía voy mojado de haberme caído al río, porque se me ha ocurrido cruzarlo
para comprobar si había huellas del ganado extraviado al otro lado. Si no me
hubiera dado miedo pillar un resfriado, habría dejado que el sol acabara de
secarme. —Alzó los ojos al cielo, totalmente despejado—. Y no
tendrá que permanecer todo el día en la pradera. Podrá volver con Carl. Él no
se queda demasiado rato después de servir el almuerzo.
—Me parece muy bien.
—Será mejor que se ponga un
sombrero de ala ancha y algo de manga larga —asintió Victorio—. No
quisiera ser el culpable de que la queme el sol.
—Lo de la manga larga no es
ningún problema, pero o creo que mis sombreros tengan la clase de ala a la que
se refiere. ¿Servirá una sombrilla?
—Puede que sí —rió Victorio—,
pero también es probable que los muchachos se rían tanto que no puedan
trabajar. Por aquí no vemos damas montadas a caballo con sombrilla. Alguna de
las mujeres de la casa podrá dejarle un sombrero. La recogeré delante de la
casa en cinco minutos.
Rocío accedió y salió corriendo a buscar algo que la protegiera del sol. Consuela
tenía un sombrero que podía dejarle. Lo había visto antes en un colgador, en la
puerta trasera de la cocina. Le venía demasiado grande, pero por hoy le
serviría.
Le
apetecía la salida, incluso, mientras se cambiaba deprisa de blusa, se puso un
poco nerviosa al pensar que podría encontrarse con Gastón en la pradera. Sería
una buena distracción porque no tenía nada que hacer hasta que averiguara en
qué ocuparse en el rancho. También
quería hablar con su tía de eso.

me encanta la neve!! espro el proximo cap!! :)
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