- ¿Has
dicho que tenías hambre, no? Pediré que te traigan comida – dijo abruptamente.
Gastón
la sentó en un sofá. Ella entrelazó sus manos en un gesto de ansiedad que
pretendía sofocar la revolución interna que le producía sentirse bajo la
influencia y el poder de Gastón. Era imprevisible. Alguna vez eso le había
atraído enormemente. Era tan distinto a ella. Pero ahora se daba cuenta del
carisma que tenía. Lo había notado cuando se había reído.
¿Qué
le extrañaba de la situación, entonces? Sí, era extremadamente atractivo,
devastadoramente sexy, muy sexy realmente. No podía evitarlo. Él era así,
simplemente. Lo había observado en fiestas, en cenas, cómo llamaba la atención
de todas las mujeres. Y era algo que él sabía perfectamente. Probablemente su
madre y sus hermanas lo adoraban. Así que natural que ella también se viera
atraída por ese magnetismo. Y que una sola sonrisa suya la dejara indefensa.
Era natural su reacción hacia él. No había nada más. Sólo que era una mujer, y
que era humana.
-
Me alegro de que te sientas mejor. Pero se te ve muy seria.
Rocío
respiró hondo, y descubrió en el rostro de Gastón las huellas del estallido de
humor que había expresado anteriormente.
-
Tenemos que hablar.
-
Es un poco tarde ya, pequeña.
Allí
estaba el engreído de su marido. Nunca la había tomado en serio. Quizás no
tomaba en serio a ninguna de sus mujeres. O tal vez fuera porque ella era rubia
y pequeña, y una vez había estado loca por él.
Pero
hacía cinco años él había alzado una pared de hielo entre ellos, y la había
dejado en un mundo irreal que no era ni el de una mujer casada ni el de una
soltera. Y ahora no se le ocurría que sus sentimientos pudieran haber cambiado,
y ya no estuviera interesada por él. Ni lo mucho que había podido sufrir.
Gastón
había dado por hecho que ella no iba a sacrificar un mundo de privilegios para
ganar su libertad. Pero ésas eran las barreas que Leah tendría que romper.
- Gastón,
tenemos que hablar. Y si es posible, quisiera que no te pusieras furioso, ni
que me amenazaras o fueras sarcástico.
Gastón
estaba apoyado en un escritorio, y la miraba con indulgencia, como quien mira a
un niño que quiere demostrar su madurez a pesar de la obviedad de sus pocos
años.
- Gastón...
-
Tu comida – Gastón atravesó la habitación y fue a recibir la bandeja que le
traía un sirviente.
-
Come – le puso la bandeja en el regazo.
-
Sé lo tuyo con Mariana Esposito.
- Candela.-
murmuró Gastón casi inaudiblemente con el ceño fruncido -. ¿Qué es lo que
sabes?
-
Estabas comprometido con ella.
-
Durante años – admitió él.
Rocío
miró la ensalada con apetito.
-
Bueno, entiendo cómo te habrás sentido cuando Max te obligó a romper con ella,
y perder a la mujer que amabas.
-
El momento no era el mejor...
-
¿No era el mejor momento?
-
Yo conocía a Lali de toda la vida. Estábamos prometidos desde la adolescencia.
No lo habíamos decidido nosotros. Había sido el deseo de nuestros padres, el
acuerdo entre dos líneas de barcos. Mariana quería ser médica. Su padre no lo
aprobaba, pero con mi apoyo le hizo ceder. Tanto Lali como yo sabíamos que
tarde o temprano íbamos a decepcionar a nuestros padres, pero mientras tanto
jugábamos el papel que nos habían asignado.
-
¿Jugabais?
-
Si hubiese dicho que no quería casarme con Lali, su padre la hubiese obligado a
casarse con otro y le hubiera impedido que siguiera sus estudios de medicina –
explicó Gastón -Mariana es una profesional entregada a su vocación, a la que se
dedica al cien por cien. No tiene tiempo para otra cosa. No es el tipo de
esposa que yo hubiese elegido, ni yo el tipo de hombre que ella hubiese deseado
como marido.
Rocío
tragó saliva. Había algo que no casaba con la imagen que ella había visto en el
hospital. Pero tal vez era el producto de una afectividad entre dos personas
que se conocían de toda la vida, y que no se veían desde hacía años.
-
¿No estabas enamorada de ella?
-
Hace tiempo creí que lo estaba. Pero en cuanto ella se sumergió en sus
estudios, me di cuenta de que éramos incompatibles.
-
Querías que se dedicara a ti exclusivamente.
-
Me conoces bien.
-
Simplemente era un comentario. ¿Y por qué has dicho que no había sido el mejor
momento el de nuestra boda?
-
El padre de Lali me maldijo por cortar la relación a causa de la dedicación de Mariana
a su profesión, y ella empezó a tener serios conflictos con su familia antes de
que pudiera independizarse.
-
¿Y cómo reaccionó tu familia?
-
Con horror y vergüenza ante mi comportamiento. Un compromiso es algo muy serio
en Grecia, sobre todo para familias tan tradicionales como la mía. Me acusaron
de deshonrar el nombre de los Dalmau. Es cierto que el compromiso iba a
romperse de todos modos, pero el que yo me casara inmediatamente con otra
persona agrandó las cosas.
-
Lo siento – dijo Rocío pensando en su padre, que había manejado las cosas sin
importarle el daño que pudiera hacer.
-
Ahora es ya imposible. Lali se casó con otro doctor el año pasado. Y ambas
familias aplacaron su ira. Aunque no estaban dispuestas a concederme el derecho
a elegir nuestras parejas, pienso que en el fondo sabían que no éramos el uno
para el otro.

Me encantaaa! Quiero el otro :)
ResponderEliminarAhora entiendo todo. Pero sigo pensando en lo que vio Rochi. No se, yo coincido con lo que piensa Rochi jajajajaja. Quiero otro!
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