domingo, 16 de diciembre de 2012

Un Matrimonio Diferente... Capitulo 30









Las palabras de él parecían frenar lo que estaba a punto de decir.
- ¿Interrumpo algo? – les sobresaltó la voz de Candela.
- No, en absoluto – sonrió Gastón, soltando las manos de Rocío.
- El personal está preparando el almuerzo – explicó Cande, observando cómo Gastón acercaba una silla a la mesa y hacía sentar a Rocío en ella.
Rocío era consciente de que sus manos temblaban. Gastón parecía comportarse con calidez. Pero seguramente era su comportamiento normal con una nueva amante. Porque ése era ahora su papel. Aunque bien distinta de las otras mujeres a las que él se llevaría a la cama. Pero el encanto se desvanecía enseguida. Gastón se aburría de las mujeres fácilmente. Ella lo había sabido siempre.
Les sirvieron el almuerzo.
Gastón no le quitaba la vista de encima, algo que inquietaba a Rocío, y que le hacía levantar la copa de vino más de la cuenta.
De pronto sonó el teléfono móvil de Gastón. Gas atendió la llamaba a unos metros de distancia, donde se encontraba el aparato.
- ¡Me muero de ganas de que el resto de la familia os vea!
- ¿Cómo? – Rocío desvió la mirada del rostro de Gastón, que le dedicaba una sonrisa desde donde hablaba por teléfono.
- Si parecéis recién casados en su luna de miel. Cuando decidí venir a veros, no me lo imaginé – dijo Candela -. Me voy a nadar ahora. Os veré más tarde.
Rocío bajó la cabeza, y volvió a sorber el vino.
Había decidido hablar con Gastón seriamente. Pero entonces la había desafiado un Gastón que la trataba atentamente, y que la hacía sentir una mujer muy deseable.
En ese momento, Gas se acercó a ella y la rodeó por detrás, sorprendiéndola una vez más. Y nuevamente comprobó que su corazón la traicionaba cuando sintió el calor del cuerpo vigoroso y masculino de Gastón.
- ¿Qué ocurre? – preguntó él.
- Hay algo que tenemos que discutir...
- Olvídalo. Si la discusión tiene algo que ver con el divorcio, la separación, el celibato, o Santiago, es mejor que te mantengas callada.
Rocío sintió una sensación absolutamente inesperada: en cierto modo se alegró de las palabras de Gastón.
- No se trata de eso.
- Entonces no es importante.
Y antes de que ella pudiera responderle, él posó la boca sobre la de ella, dándole al beso un sabor aún más dulce con el aroma del vino.
- Te deseo nuevamente.
Y ella lo deseaba tanto. De pronto se encontró imaginando escenas eróticas que la invadía sin poder evitarlo, una experiencia nueva para ella. Él le evocaba sin el menor esfuerzo la pasión vivida la noche anterior. Ni siquiera le tenía que decir palabras bonitas ni cumplidos. Unos pocos besos, y ella se transformaba en su juguete sexual, en una muñeca capaz de atender todas las demandas. Esa imagen le dio fuerzas para apartarlo de ella.
- Tengo que hablar contigo. Y pienso que es mejor que vayamos adentro.
- Podemos hablar en la cama – la miró él con descaro.
- ¡Si te acabas de levantar de la cama!
- Pero estoy deseoso de volver allí.
Y Rocío se daba cuenta de que ella también lo deseaba. Que sus pezones se habían endurecido, que el calor volvía a su cuerpo.
Y que si bajaba la guardia un segundo, él se aprovecharía de su debilidad.
- Me parece que eres demasiado sexuado.
- ¿Te estás quejando? – dijo él sonriendo.
Rocío se hundió en el sofá.
- ¡Dios mío! ¡Tus pies no tocan el suelo! – se rió Gastón, sentándose frente a ella -. Habla, entonces.
- He estado pensando...
- ¡Peligroso! Es una costumbre que debes cambiar, ésa de pensar – interrumpió Gastón burlonamente.
- Acerca de ese certificado...
- ¿Y qué tenemos que hablar acerca de ese certificado?
- Debemos encontrarlo. Y he pensado que tal vez puedas darme alguna idea del contenido del certificado.
- ¡No! – dijo él cambiando totalmente el humor. - Cuanta menos gente lo sepa, más segura está mi familia.
Por lo que se veía ella no formaba parte de su familia.
- No confías en mí.
- La confianza no juega ningún papel en este caso.
- Y la persona en la que menos confiarías es en la hija de Max Igarzabal.
- No he dicho eso.
- No hace falta. Me has tratado como si fuera una leprosa durante mucho tiempo.
- El pasado es pasado ya.
- ¿Cómo puedes decir eso si estás dispuesto a que yo conviva con él? Pensé que tal vez si supiera algo podría ayudarte a encontrar ese certificado – dijo ella apenada.
- ¡Ah! Ahora lo entiendo. Lo quieres como pasaporte a tu libertad. Crees que con ese certificado en mi poder te dejaré marchar.
- ¿No es eso lo que quieres tu también?
- ¡Lo quería desesperadamente hace cinco años! Y hace una semana pensé que tenía ese certificado. Pero algo ha cambiado en mí desde que descubrí que esa caja no lo contenía. Pensé que era el final de un asunto. No quiero perder el tiempo en una búsqueda infructuosa. ¡Se terminó todo!
- No – dijo ella reprimiendo las lágrimas -. No ha terminado, mientras aún estemos juntos.
- Eso no era lo que pensabas mientras hacíamos el amor. O cuando te morías de placer en mis brazos.
- Por favor... – dijo indefensa ante la acusación.
Gastón se acercó a Rocío y le rodeó los hombros con las manos.
- Cuando estás en la cama conmigo eres caliente como el mismo fuego. Te gusta todo lo que te hago. Te gusta todo lo que te doy. Y lo que te hago sentir. Conmigo te abandonas, pierdes el control, te mueres de deseo...
- ¿Cómo puedes hablarme de ese modo? – Rocío se estremeció ante sus palabras.
- ¡Puedes ser una prostituta en mi cama, y no me importa nada cómo eres en la cocina o en el salón! – dijo con énfasis a la vez que la miraba profundamente -. Pero quítale de encima esas fantasías adolescentes de amor verdadero con Santiago. No ocurrirá jamás mientras yo esté vivo. Eres mi mujer. ¡Hazte a la idea antes de que pierda la paciencia!
Gastón dio un portazo. Ella entonces respiró.
Rocío pensó entonces que tal vez sería mejor decirle la verdad a Gastón acerca de Santiago. Pero la idea, después de las duras palabras de Gastón, no la convencía.
“Caliente como el fuego”, “abandonada, una prostituta...” Tenía razón. Se había rebajado a un nivel absolutamente primitivo, se había dejado quitar sus principios, su decencia, su inhibición. Y entre esos principios figuraba el principal: para ella no podía haber sexo sin amor.
Bueno, Gastón podía volver a sus chicas guapas. A ella le daba igual. ¡No era cierto! La idea de Gastón con otra mujer le resultaba intolerable.
Con un sollozo ahogado, Rocío abandonó la habitación.

2 comentarios:

  1. Esto es lo que digo. Un día Gaston es todo lindo y al otro le dice esto, que onda jajajajajajaja, igual tiene razon, pero tampoco para decircelo asi tan directamente, pobre Rochi, ella esta enamorada, que le cuente que no esta más con Santiago, y Gaston, anda a saber, capaz tambien esta enamorado pero no se da cuenta. Quiero más que se puso re interesante esto.

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