Las
palabras de él parecían frenar lo que estaba a punto de decir.
-
¿Interrumpo algo? – les sobresaltó la voz de Candela.
-
No, en absoluto – sonrió Gastón, soltando las manos de Rocío.
-
El personal está preparando el almuerzo – explicó Cande, observando cómo Gastón
acercaba una silla a la mesa y hacía sentar a Rocío en ella.
Rocío
era consciente de que sus manos temblaban. Gastón parecía comportarse con
calidez. Pero seguramente era su comportamiento normal con una nueva amante.
Porque ése era ahora su papel. Aunque bien distinta de las otras mujeres a las
que él se llevaría a la cama. Pero el encanto se desvanecía enseguida. Gastón
se aburría de las mujeres fácilmente. Ella lo había sabido siempre.
Les
sirvieron el almuerzo.
Gastón
no le quitaba la vista de encima, algo que inquietaba a Rocío, y que le hacía
levantar la copa de vino más de la cuenta.
De
pronto sonó el teléfono móvil de Gastón. Gas atendió la llamaba a unos metros
de distancia, donde se encontraba el aparato.
-
¡Me muero de ganas de que el resto de la familia os vea!
-
¿Cómo? – Rocío desvió la mirada del rostro de Gastón, que le dedicaba una
sonrisa desde donde hablaba por teléfono.
-
Si parecéis recién casados en su luna de miel. Cuando decidí venir a veros, no
me lo imaginé – dijo Candela -. Me voy a nadar ahora. Os veré más tarde.
Rocío
bajó la cabeza, y volvió a sorber el vino.
Había
decidido hablar con Gastón seriamente. Pero entonces la había desafiado un
Gastón que la trataba atentamente, y que la hacía sentir una mujer muy
deseable.
En
ese momento, Gas se acercó a ella y la rodeó por detrás, sorprendiéndola una
vez más. Y nuevamente comprobó que su corazón la traicionaba cuando sintió el
calor del cuerpo vigoroso y masculino de Gastón.
-
¿Qué ocurre? – preguntó él.
-
Hay algo que tenemos que discutir...
-
Olvídalo. Si la discusión tiene algo que ver con el divorcio, la separación, el
celibato, o Santiago, es mejor que te mantengas callada.
Rocío
sintió una sensación absolutamente inesperada: en cierto modo se alegró de las
palabras de Gastón.
-
No se trata de eso.
-
Entonces no es importante.
Y
antes de que ella pudiera responderle, él posó la boca sobre la de ella,
dándole al beso un sabor aún más dulce con el aroma del vino.
-
Te deseo nuevamente.
Y
ella lo deseaba tanto. De pronto se encontró imaginando escenas eróticas que la
invadía sin poder evitarlo, una experiencia nueva para ella. Él le evocaba sin
el menor esfuerzo la pasión vivida la noche anterior. Ni siquiera le tenía que
decir palabras bonitas ni cumplidos. Unos pocos besos, y ella se transformaba
en su juguete sexual, en una muñeca capaz de atender todas las demandas. Esa
imagen le dio fuerzas para apartarlo de ella.
-
Tengo que hablar contigo. Y pienso que es mejor que vayamos adentro.
-
Podemos hablar en la cama – la miró él con descaro.
-
¡Si te acabas de levantar de la cama!
-
Pero estoy deseoso de volver allí.
Y
Rocío se daba cuenta de que ella también lo deseaba. Que sus pezones se habían
endurecido, que el calor volvía a su cuerpo.
Y
que si bajaba la guardia un segundo, él se aprovecharía de su debilidad.
-
Me parece que eres demasiado sexuado.
-
¿Te estás quejando? – dijo él sonriendo.
Rocío
se hundió en el sofá.
-
¡Dios mío! ¡Tus pies no tocan el suelo! – se rió Gastón, sentándose frente a
ella -. Habla, entonces.
-
He estado pensando...
-
¡Peligroso! Es una costumbre que debes cambiar, ésa de pensar – interrumpió
Gastón burlonamente.
-
Acerca de ese certificado...
-
¿Y qué tenemos que hablar acerca de ese certificado?
-
Debemos encontrarlo. Y he pensado que tal vez puedas darme alguna idea del
contenido del certificado.
-
¡No! – dijo él cambiando totalmente el humor. - Cuanta menos gente lo sepa, más
segura está mi familia.
Por
lo que se veía ella no formaba parte de su familia.
-
No confías en mí.
-
La confianza no juega ningún papel en este caso.
- Y
la persona en la que menos confiarías es en la hija de Max Igarzabal.
-
No he dicho eso.
- No
hace falta. Me has tratado como si fuera una leprosa durante mucho tiempo.
-
El pasado es pasado ya.
-
¿Cómo puedes decir eso si estás dispuesto a que yo conviva con él? Pensé que
tal vez si supiera algo podría ayudarte a encontrar ese certificado – dijo ella
apenada.
-
¡Ah! Ahora lo entiendo. Lo quieres como pasaporte a tu libertad. Crees que con
ese certificado en mi poder te dejaré marchar.
-
¿No es eso lo que quieres tu también?
-
¡Lo quería desesperadamente hace cinco años! Y hace una semana pensé que tenía
ese certificado. Pero algo ha cambiado en mí desde que descubrí que esa caja no
lo contenía. Pensé que era el final de un asunto. No quiero perder el tiempo en
una búsqueda infructuosa. ¡Se terminó todo!
-
No – dijo ella reprimiendo las lágrimas -. No ha terminado, mientras aún
estemos juntos.
-
Eso no era lo que pensabas mientras hacíamos el amor. O cuando te morías de
placer en mis brazos.
-
Por favor... – dijo indefensa ante la acusación.
Gastón
se acercó a Rocío y le rodeó los hombros con las manos.
-
Cuando estás en la cama conmigo eres caliente como el mismo fuego. Te gusta
todo lo que te hago. Te gusta todo lo que te doy. Y lo que te hago sentir.
Conmigo te abandonas, pierdes el control, te mueres de deseo...
-
¿Cómo puedes hablarme de ese modo? – Rocío se estremeció ante sus palabras.
-
¡Puedes ser una prostituta en mi cama, y no me importa nada cómo eres en la
cocina o en el salón! – dijo con énfasis a la vez que la miraba profundamente
-. Pero quítale de encima esas fantasías adolescentes de amor verdadero con
Santiago. No ocurrirá jamás mientras yo esté vivo. Eres mi mujer. ¡Hazte a la
idea antes de que pierda la paciencia!
Gastón
dio un portazo. Ella entonces respiró.
Rocío
pensó entonces que tal vez sería mejor decirle la verdad a Gastón acerca de
Santiago. Pero la idea, después de las duras palabras de Gastón, no la
convencía.
“Caliente
como el fuego”, “abandonada, una prostituta...” Tenía razón. Se había rebajado
a un nivel absolutamente primitivo, se había dejado quitar sus principios, su
decencia, su inhibición. Y entre esos principios figuraba el principal: para
ella no podía haber sexo sin amor.
Bueno,
Gastón podía volver a sus chicas guapas. A ella le daba igual. ¡No era cierto!
La idea de Gastón con otra mujer le resultaba intolerable.
Con
un sollozo ahogado, Rocío abandonó la habitación.

amo como se esta poniendo la nove subi mas!
ResponderEliminarEsto es lo que digo. Un día Gaston es todo lindo y al otro le dice esto, que onda jajajajajajaja, igual tiene razon, pero tampoco para decircelo asi tan directamente, pobre Rochi, ella esta enamorada, que le cuente que no esta más con Santiago, y Gaston, anda a saber, capaz tambien esta enamorado pero no se da cuenta. Quiero más que se puso re interesante esto.
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