sábado, 19 de enero de 2013

Amor en Desencuentro... Capitulo 19








Gastón coloco otro paño mojado en la frente de Rocío y acaricio su mojada frente. Ella estaba tan fría y él tenía tanto miedo, justo Peter se había ido del pueblo unos días y no sabía a quién mas llamar. Esperaba que las instrucciones que su amigo le había dado por teléfono le sirvieran de algo. 
Ella se removió un poco y negó con la cabeza.
-      No mariana -  susurro en sueños.
¿Mariana? ¿Soñaba con Mariana?

-      Rocío por favor despierta – Gastón caminaba en círculos alrededor de la cama sin saber qué hacer.
Un miedo helado le apretaba la garganta. Pidió a quien quiera que lo escuchara por Rocío, porque ella estuviera bien.

Gastón se acerco junto a ella y la miro, blanca y frágil, le pareció la imagen más hermosa y aterradora que haya visto jamás. Beso su frente fría y acaricio su mejilla.
Esa hermosa joven lo había atrapado y él lo sabía, de nada valía pelear, luchar contra lo que sentía, estaba condenado a amarla aunque fuera la mujer de otro, aunque ella fuera prohibida, aunque ella no lo amara.

-      ¿Qué no estabas buscando sentir verdadero amor loco?  - Se dijo Gastón a sí mismo. Miro a Rocío y sonrió – Bien, allí esta – Dijo señalándola
Rocío levanto su mano y la coloco sobre la mano de Gastón que descansaba en la cama. Gastón se puso rígido pero ella no se movió más.

-      Vamos Rocío vuelve – susurro Gastón en la sien de la joven mientras la acariciaba con los labios.  
Miro los labios entreabiertos de la joven y sonrió.
-      No Gastón – se amonesto a sí mismo -  ¿Qué no ves que esta inconsciente? No da besarla para despertarla, además eso no funciona – la miro de nuevo y sonrió aun mas – Bien, si en Disney se pudo porque yo no!!??
Lentamente unió sus labios a los de ella de la manera más lenta, dulce y románticamente empalagosa que se le ocurrió.  
Ella ni siquiera se movió.
-      Bien, nada perdí con intentarlo.  – se dijo levantándose de la cama.
-      Gastón – La voz ronca de Rocío lo hizo girarse para ver a la joven abrir los ojos.
-      Rubia gracias al cielo estas bien – hablo el desplomándose a su lado para tomarle de la mano.
-      ¿¿Qué me paso?? – Ella lo miro confundida.
-      Te desmayaste.
-      ¿¡Donde estoy!? – Pregunto parándose de golpe.
-      En mi casa Rochi, estas bien, no te fuerces.-
La joven miro por la ventana.
-      ¿¿Qué hora es??
-      Aproximadamente las nueve de la noche – contesto él consultando su reloj.
Rochi volvió a desplomarse.
-      Diablos –
Gastón le paso un vaso con agua y la ayudo a sentarse.
Le tomo la temperatura y le coloco un paño húmedo en la frente.
-      ¿¿Qué sos doctor?? – Preguntó ella divertida viéndolo observar atentamente el termómetro. – no tengo fiebre.
-      No, no tienes – Gastón se sentó a su lado y acaricio su mejilla – Me asuste mucho.
Rocío sintió una sensación cálida y dulce invadirla.
-      Estoy bien Gas – hablo tímida.
-      Ahora sí pero hace 15 minutos delirabas en fiebre. – dijo preocupado.
Ella se enterneció y le agarro las manos.
-      Pero ya estoy bien, gracias a ti.
Gastón no resistió el impulso y la beso, dulce, suave, demostrándole el sentimiento recién encontrado.  La beso como un hombre enamorado.  


Rocío sonrió contra sus labios y pasó sus brazos por los hombros del joven.
Solo pensamientos sin sentido y dulces sensación la llenaban.
Qué lindo era sentirse cálida y rodeada en por los brazos del joven.  Perderse en su olor, calor y tacto.
Gastón sonrió contra sus labios cuando ella se recostó llevándolo a él junto a ella.
-      Rochi.
-      Mmm…
-      Rochi…
-      Mmm…
-      Rocío – la reto él riendo mientras ella por fin lo soltaba.  – Paremos un poco que estas muy débil todavía y no creo que sea buena idea realizar los tipos de ejercicios que tengo en mente si seguimos así.
Rocío se puso roja como un tomate y lo soltó enseguida.
-      Mmm… si – carraspeo – perdón, me zarpe.
Gastón rio.
-      No, yo encantado que te zarpes pero no creo que este sea el momento.
Rocío lo golpeo en el hombro y el joven hizo una mueca.
-      Che, pegas como niña.
Ella lo golpeo de vuelta con más fuerza y el la beso de golpe.
-      Voy a buscarte algo para comer y regreso.

Rocío lo miro irse y sonrió encantada, que feliz se sentía en ese momento, cálida, segura. Si tan solo todo fuera así, pero la realidad fue cayendo sobre ella lentamente.
Ella no era una adolescente enamorada, era Rocío Igarzabal la esposa de Pablo Martínez y en su vida no había lugar para el amor.

Gastón entró con una bandeja llena de comida para encontrarse a Rocío calzándose las botas.

-      Debo irme. – dijo sin levantar la vista.
-      ¿¿A dónde??
Rocío se giro para mirarlo con obviedad.
-      A mi casa Gastón, con mi esposo.

A Gastón le dieron ganas de golpear algo.

-      ¿¿de qué carajo me estás hablando?? – pregunto dejando la bandeja de lado.     
-      De que estoy casada te hablo – Rocío suspiro y lo miro – fue muy lindo todo, mil gracias por cuidarme, gracias por todo Gastón pero la realidad es que tengo una vida a la cual regresa, estoy casada.
-      Ya sé que estas casada – Rugió Gastón – ¡Diablos! ¿¿Crees que lo olvide??
-      Entonces cual es el problema déjame irme.
-      El problema es que no puedes entregarte a mí de esa manera como hace unos minutos y luego simplemente anunciar que te regresas con tu esposo… ¿¿Cómo carajo esperas que tome eso??
-      No puedes creer que somos nada por unos simples besos Gastón.
-      ¡Rayos! No pero esos no fueron simples besos.
-      Para mi si Gastón y ahora si me disculpas – hablo ella caminando hacia la puerta.
-      Rocío ni siquiera lo amas.
Ella lo miro burlona.
-      ¿¿Y qué?? ¿¿Esperas que lo deje por ti??
-      No, espero que lo dejes por ti misma. ¿¿Qué es lo que te impide irte?? ¿¿El dinero??
Ella lo fulmino con la mirada.
-      Me insultas, el dinero para mí no tiene importancia.
Gastón dio un paso hacia ella.
-      ¿¿Entonces qué es?? – Tomo el libro de la mesa y se lo mostro. - ¿¿Es venganza Rocío?? ¿¿Estas con él porque quieres vengar a Mariana??
Rocío palideció por un segundo antes de caminar airada hasta él y arrebatarle el álbum.
-      Piensa lo que quieras.
Gastón soltó una maldición y ella se giro para marcharse. Al llegar a la puerta escucho el ruido de platos y la bandeja destrozándose.
– Era mejor así – pensó antes de partir.

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