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Amor por Chantaje Capítulo 13
Tan pronto como se encontró
en la carretera principal Gastón se dio cuenta de que no estaba en condiciones
de conducir. Ahora que había dejado que todas sus emociones se desataran era un
peligro para los demás y para su propia persona.
Maldiciéndose a sí mismo
por lo que había hecho, se salió de la carretera y paró el coche en el arcén.
Había mentido sobre la
urgencia de esa reunión. Era cierto que tenía que encontrarse con alguien, pero
ese alguien era David Bryant y todavía quedaba bastante tiempo para que llegara
la hora de su cita con él. El motivo de tal reunión era firmar el nuevo acuerdo
que lo había hecho redactar.
—¿Quieres nombrar a Rocío y
cualquier hijo que tenga como únicos herederos de todas tus propiedades? —le
había preguntado sorprendido nada más enterarse de sus planes—. Estamos
hablando de una cuantiosa herencia. ¿Estás seguro de que quieres que Rocío
tenga control absoluto sobre ella? Lo normal en cantidades así es nombrar
varios fiduciarios o establecer un fondo de fideicomiso.
—No hay nadie en quien
confíe más que en Rocío —le había respondido Gastón con firmeza. Ella nunca
podría imaginar lo que la noche anterior había provocado en él, el insoportable
sentimiento de culpabilidad y los remordimientos que le había ocasionado… ¡y el
placer! Un placer tan inmenso que le resultaba imposible medirlo. ¿Cómo podría
medir algo que había anhelado durante tanto tiempo? Después de toda la noche
sin pegar ojo, con las primeras luces de la mañana se había incorporado en la
cama para observar a aquella bella durmiente. Aun durmiendo su rostro
resplandecía con una leve sonrisa dibujada en los labios. Las lágrimas de
satisfacción habían desaparecido, pero se podía apreciar el rastro de las
mismas en sus mejillas. Debajo de las sábanas descansaba su cuerpo desnudo, y
Gastón había tenido que resistir la tentación de levantarlas y acariciar
aquella piel tersa y suave, solo por el placer de comprobar que estaba allí, a
su lado.
Sabía que la había hecho
disfrutar tanto como lo había hecho él; lo habría sabido aunque no hubiera
derramado aquellas lágrimas ni se lo hubiera dicho entre gemidos, porque el
modo en el que su cuerpo había respondido ante él hablaba por sí solo.
En realidad siempre había
tenido la total seguridad de que habría mucho placer entre ellos; lo había
sabido nada más ver a la increíble mujer en la que se había convertido la
jovencita a la que tanto había recordado en esos cuatro años. Rocío lo había
deseado siendo solo una adolescente, y lo había hecho con la inocencia y el
ansia de alguien que se encontraba en pleno despertar sexual y él había sido
consciente de ello, del mismo modo que lo había sido del hecho de que él
también se sentía enormemente atraído por ella. Pero entonces Gastón ya era un
adulto mientras que ella era poco más que una niña.
Cerró los ojos y respiró
hondo.
Lo que le había dicho sobre
querer tener un hijo por cuyas venas corriera la sangre del padre de Rocío era
cierto, pero era solo una pequeña parte de la verdad.
John Atkins había sido un
padre bueno y cariñoso, y también un hombre muy astuto que no había tardado en
darse cuenta de la naturaleza de los sentimientos de su hija hacia Gastón.
—Cree que está enamorada de
ti —le había dicho John en una sincera conversación de hombre a hombre que
habían tenido poco tiempo antes de que Rocío cumpliera los dieciséis años.
—Lo sé —había coincidido
Gastón—. Yo la quiero, John, pero sé que es demasiado joven como para…
—Gastón —lo había
interrumpido su buen amigo inmediatamente—, no dudo de tus sentimientos pero,
como padre de Rocío, quiero pedirte que me des tu palabra de que vas a darle el
tiempo necesario para que crezca y viva lo suficiente antes de decirle que la
quieres. Si de verdad la amas entenderás por qué te pido esto.
Por supuesto que lo había
comprendido, aunque lo destrozaba la idea de tener que apartarse y ver cómo la
chica que amaba se convertía en mujer junto a otro.
—Si Rocío y tú alguna vez
os convertís en pareja —había continuado diciendo John Atkins emocionado—, y
puedo prometerte que no habría nada en el mundo que me hiciera más feliz,
tendría que ser como iguales; dos adultos que deciden libremente estar juntos.
Y, por ahora, mi hija no tiene esa madurez, por mucho que crea estar locamente
enamorada. Sé lo duro que va a ser para ti hacer lo que te pido, pero por el
bien de Rocío y del amor que quizás compartáis algún día, ¿me prometes no
decirle nada de lo que sientes hasta que cumpla veintiún años?
¡Para eso quedaban cinco
años! Pero Gastón había comprendido perfectamente el motivo de tal petición,
por eso había aceptado, sabiendo que él habría hecho lo mismo de estar en la
situación de John.
Después de su muerte había
decidido que tenía que proteger a su única hija porque se lo debía al que había
sido su mentor además de su amigo. Al final las circunstancias no le habían
dejado otra opción que la de casarse con Rocío.
Tras una verdadera agonía
de indecisión, había optado por pedirle consejo a Henry Fairburn, el abogado de
John Atkins. Éste le dijo que no podía romper la promesa que le había hecho al
padre de Rocío y que de algún modo, tendría que encontrar las fuerzas para
hacer creer que su matrimonio con ella era solo por cuestiones económicas y así
ella siguiera teniendo la libertad de elegir con quién quería estar.
Pero entonces, al salir de la iglesia, cuando ella le había preguntado
si estaba enamorado de alguien, Gastón se había dado cuenta de que Rocío había
descubierto la verdad, sus ojos le habían dicho que sabía perfectamente cuál
era la respuesta a su pregunta. La forma en la que había reaccionado le había
dejado muy claro lo que sentía al respecto. No había una manera más obvia de
expresar su rechazo hacia él que salir huyendo.

es el mismo capitulo que el 12 :(
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