martes, 22 de enero de 2013

Amor por Chantaje Capítulo 14


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Amor por Chantaje Capítulo 14


Lisa se había encargado de hostigarle por su decisión diciéndole que debía haberla dejado que jugara al amor con alguien de su edad porque seguramente acostarse con un hombre de verdad la había aterrado.
—Un hombre de verdad necesita una mujer de verdad —le había dicho poniéndole la mano en el hombro, de manera sugerente. Pero Gastón se había apartado de ella sin poder ocultar ni su desprecio por aquella mujer ni el dolor de haber perdido a Rocío.
El sentimiento de culpabilidad había sido lo único que le había impedido ir en su busca y hacerla volver. ¿Cómo podría obligarla a aceptar un amor que no deseaba y que la quería?
Cuando David Bryant le había hablado de la carta que había recibido, y aunque no tenía demasiadas esperanzas de que aquello pudiera salir bien, Gastón había empezado a hacer planes para…
¿Para qué? ¿Es que ni siquiera podía admitir ante sí mismo lo que había hecho? Quizás ya iba siendo hora de que lo hiciese. Había manipulado a Rocío de una manera maquiavélica para conseguir que volviera a su lado. El caso era que el resultado había excedido con mucho a las expectativas más optimistas que hubiera tenido en sus largas noches de soledad.
Cuando la había oído hablar de amor hacía solo unos minutos había sentido el impulso de estrecharla entre sus brazos y demostrarle que lo de la noche anterior no había sido más que una pequeña muestra de hasta dónde podían llegar los dos juntos. Pero lo que quería de ella era algo más que aquella declaración de amor inducida por el reciente placer físico. Lo que deseaba era su amor, un amor como el suyo propio, un amor que iba mucho más allá del mero acto sexual. Por supuesto era gratificante saber que ella también lo encontraba sexualmente atractivo, pero a la vez resultaba algo amargo porque no era su cuerpo lo que él quería sino su alma. ¿Cómo iba a ganársela después de lo que había hecho?
Ni siquiera en la soledad podía encontrar una explicación a su forma de reaccionar cuando el primer día ella había creído que Gastón quería el divorcio.
Claro que quería tener un hijo, y que ese hijo lo emparentara con John Atkins, pero había sido enormemente mezquino al utilizar eso como excusa para consumar su matrimonio…
No sabía qué había ocurrido, de repente todo se le había escapado de las manos y le había resultado mucho más difícil de lo previsto controlar sus sentimientos. El tener que enfrentarse a una mujer hecha y derecha en lugar de a una jovencita lo había hecho ver lo vulnerable que era. Por eso había tratado de mantener la mayor distancia posible; pasando mucho tiempo fuera de casa, durmiendo en su despacho… Pero la noche anterior había tirado por la borda todos aquellos intentos, acompañados de su autocontrol: había hecho justo lo que había prometido tantas veces que jamás haría.
Y ahora Rochi le decía que lo amaba pero no porque lo hiciera, desgraciadamente, sino porque él había sido su primer amante y para una mujer tan idealista y romántica como ella, eso significaba que tenía que convencerse a sí misma de que lo quería para justificar lo que le había entregado. Sin embargo, no había estado enamorada de él cuando había huido el día de su boda.
Gastón había visto el dolor en sus ojos hacía solo unos minutos y habría deseado abrazarla y confesarle lo que sentía por ella… No sabía qué era más doloroso si el amor o los remordimientos.
Abrió los ojos sin saber cuánto tiempo llevaba sentado allí, en el arcén de la carretera, pero tampoco le importaba. Si volvía a cerrarlos su mente se trasladaba inmediatamente al despacho de John Atkins, que ahora era el suyo. Era el día en el que Rocío cumplía los diecisiete años, aquella mañana al verlo llegar había bajado las escaleras corriendo y, llena de timidez, le había pedido un beso como regalo de cumpleaños; en ese momento Gastón se había dado cuenta de que iba a tener que pedir ayuda a John para que lo eximiera del cumplimiento de su promesa.
—Sé lo duro que es —le había dicho el señor Atkins después de que Gastón le explicara la situación—. Pero solo tiene diecisiete años.
—Es que no lo parece —había protestado él desesperado—. A veces me mira con los ojos de una mujer experimentada, sin embargo otras veces me mira con la inocencia de una niña.
—Y es esa inocencia la que te pido que protejas y respetes —le había dicho el padre de Rocío con ternura—. Si la quieres, desearás que te dé su amor como mujer, no como una chiquilla ingenua.
Gastón no había podido rebatir aquellas palabras porque sabía que eran ciertas.
—Nada podría cambiar lo que siento por ella —había asegurado con firmeza—. Por su bien haré lo que me pides.
—Te prometo que para mí es casi tan difícil como para ti —su tono de voz reflejaba la sinceridad con la que hablaba—. Cuando te digo que te quiero como a un hijo no exagero lo más mínimo; por eso nada me ocasionaría más placer que el verte casado con mi hija… y que me dierais un nieto. Pero Rochi es demasiado joven para verse cargada con el amor de un hombre, necesita tiempo y espacio para crecer como es debido.
Después de tanto tiempo, ahora Gastón se odiaba por lo que había hecho la noche anterior. Era como si sus propios sentimientos lo hubieran corrompido por dentro; el amor y el deseo incesante de estar con Rocío se habían contaminado al dejarse llevar de aquel modo. Sabía que aquel dolor nunca se apartaría de él, del mismo modo que sabía que nunca dejaría de amarla.
Llevaba más de una hora metido en el coche, tenía que llamar a David Bryant para decirle que iba a llegar un poco tarde a su cita.
Mientras arrancaba las ortigas que crecían entre los rosales, Rocío no podía dejar de recordar a su madre plantándolos. Tampoco podía dejar de pensar en la forma en la que la había rechazado Gastón y el desdén que había mostrado al hacerlo.
Sin embargo, en lugar de hacerla replantearse lo que sentía por él, su reacción había tenido el efecto contrario; había hecho que surgiera en ella una determinación y una fuerza que ni siquiera sabía que tenía.
¿Cómo se atrevía a decirle que no sabía lo que era el amor? ¿Cómo podía insinuar que no era más que una boba que, por el mero hecho de acostarse con alguien, creía estar enamorada?
En cuanto a los comentarios que había hecho en relación a su virginidad… Bueno, daba la casualidad de que si ella nunca había… si todavía era… era sencillamente porque no había encontrado ningún hombre al que deseara lo suficiente, y no tenía nada que ver con la ingenuidad o la timidez.
—¡Ay!v—se quejó en voz alta al notar el picor que le estaban provocando las ortigas a pesar de los guantes que llevaba.
Como Gastón, aquellas plantas la habían pillado desprevenida y el resultado era el mismo: dolor. Al menos con las ortigas podía defenderse, pensó mientras arrancaba unas cuantas, llena de rabia.
—¡A ver qué te parece esto! —dijo en tono triunfal.
—Disculpe.
Una voz masculina hizo que se diera la vuelta, sonrojada porque alguien la hubiera oído hablar con las plantas.
—Es que he tocado una ortiga —explicó sin demasiada convicción al hombre que se encontraba de pie a solo unos metros de ella.
—Mi mujer las odia —respondió él con amabilidad—. Pero eso es porque sus hermanos la tiraron encima de unas cuando era pequeña.
—¡Qué brutos!
—Mucho me temo que se lo había buscado —empezó a contarle con dulzura—. Por lo visto ella había metido todos sus soldados de juguete en un montón de cemento fresco. Bueno —cortó la anécdota al darse cuenta de que no era eso a lo que había ido—, estaba buscando a Gastón. He llamado al timbre pero nadie ha contestado, entonces la he visto aquí. Usted debe de ser su mujer.
—Sí —respondió Rocío confundida al no saber quién era aquel hombre que estaba al tanto de que Gastón estaba casado.
—Soy Robert Bates —se presentó como si hubiera podido leer sus pensamientos—. Trabajo para Gastón. Dejó un mensaje en mi oficina diciendo que… que se había casado y pidiéndome que le trajera unos papeles que necesitaba.
—¿Y solo por eso ha deducido que yo era su esposa? —le preguntó Rocío bromeando.
—Por eso y porque tiene una foto suya encima de la mesa de su despacho. La he reconocido al instante. Fue su padre el que creó la empresa, ¿no es así? Gastón me ha hablado de él.
Rocío se había quedado perpleja. ¿Gastón tenía una foto suya en su despacho? Recordó que su padre tenía una de cuando ella tenía diecisiete años; debía haberla heredado de él. Pero antes de que pudiera responder, el señor Bates empezó a decir algo que la sorprendió aún más...

To be continued... jaja donde lo corte! Qué le dirá
Robert Bates a Rocío??

6 comentarios:

  1. Haaayy espero pronto el proximo cap!!

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  2. Ainss, ¡no tardes en ponerlo!

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  3. subi pronto quiero saber que le esta diciendo Robert a Rochi!!

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  4. Que mala sos jajaja! no puedo creer que Gaston este enamorado de ella y que lo de Lisa sea mentira, lo de Lisa lo presentia pero lo de Gaston no! como se pone la cosa, brava. Quiero más!

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