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Amor por Chantaje Capítulo 15
—Sé que fue él el que creó
la empresa, pero fue Gastón el que la convirtió en el éxito que es hoy en día
—se notaba la admiración con la que hablaba de él—. Cuando me contrató apenas
podía creer la suerte que tenía. Yo no tenía la formación ni la experiencia
adecuadas —admitió con algo de rubor en el rostro mientras Rocío lo escuchaba
en silencio—. La verdad es que no merecía la confianza que depositó en mí. La
noche que nos conocimos yo estaba en un bar, empapando en alcohol mi
desesperación. Natasha, mi mujer, era entonces mi novia y acababa de decirme
que sus padres la habían amenazado con desheredarla si insistía en casarse
conmigo. Los dos estábamos muy enamorados, aunque yo siempre supe que no era
digno de ella, que pertenece a una familia rica y llena de ambiciones para ella
—siguió relatando con cierta amargura—. Por supuesto esas ambiciones no
incluían que se casara con un don nadie. Tasha decía una y otra vez que no
importaba pero claro que importaba. Yo nunca podría darle la vida a la que
estaba acostumbrada, ni el futuro que merecía. Si ni siquiera era capaz de
encontrar un empleo… hasta que conocí a Gastón. Él me dio trabajo y me dejó
tiempo libre para que pudiera hacer un máster; nos dejó, a Tasha y a mí, vivir
en un apartamento en el edificio de las oficinas sin pagar alquiler alguno.
Incluso fue a hablar con los padres de Tasha y, no sé qué les diría pero… —en
ese momento se quedó callado y miró a Rocío avergonzado—. No sé por qué le
estoy contando todo esto. Al fin y al cabo usted sabrá mejor que nadie qué tipo
de persona es Gastón.
Hizo una pausa durante la
cual ella no pudo decir ni palabra porque no conseguía salir del asombro.
—Una vez le pregunté por
qué me había ayudado y me dijo que yo le recordaba cómo había sido él en otro
tiempo, y todo lo que el señor Atkins había hecho por él. Dijo que quería
imitar aquella buena obra en memoria de su padre, señora Barrington, y para demostrar
lo agradecido que le estaba. Siempre decía que John Atkins le había enseñado el
significado de la generosidad y el respeto por uno mismo.
Rocío notó cómo se le
llenaban los ojos de lágrimas que amenazaban con desbordarse.
—Yo le daré a Gastón esos papeles,
si le parece bien —le prometió, cuando estuvo segura de haber controlado el
inminente llanto—. Pero antes le ofrezco que se tome un té conmigo.
—Muchísimas gracias, pero
me temo que le he prometido a Tasha que estaría pronto en casa. Hoy es nuestro
aniversario y ¡vamos a salir a cenar con sus padres!
Cuando el inesperado
visitante se hubo marchado Rocío se quedó pensando en lo que le había contado.
Le resultaba muy difícil odiar a Gastón después de haber visto ese lado
compasivo que ella desconocía por completo.
Deseó con todas sus fuerzas
que su padre pudiera estar allí para ayudarla y reconfortarla en aquellos
momentos. Sabía cuánto había apreciado a Gastón, y la alta estima en que lo
tenía en el terreno profesional.
De repente le vino a la
cabeza la duda de si se habría quedado embarazada y de qué pasaría si no era
así. Con un escalofrío tuvo que admitir que la idea de repetir lo sucedido la
noche anterior no le provocaba ninguna repulsión. Ni mucho menos. Pero Gastón
no la amaba y, según él, era imposible que ella lo amara a él.
Entonces… ¿en quién había
estado pensando mientras acariciaba su cuerpo y lo poseía con innegable placer?
Volvió a notar cómo las
lágrimas se agolpaban en sus ojos y volvió a luchar contra ellas.
De niña había llorado la pérdida
del amor de su padre cuando él se había casado con Lisa. Ya de mujer, se negaba
a volver a llorar la pérdida del amor de Gastón, que se lo iba a entregar a la
misma mujer. ¡Ni hablar!
La sobresaltó el insistente
sonido del timbre de la puerta. Estaba claro que aquel era el día de las
visitas.
Abrió la puerta para
encontrar al otro lado los rasgos de un visitante nada deseado.
—¡Lisa! —exclamó sin poder
ocultar la sorpresa.
Su madrastra iba vestida de
blanco de la cabeza a los pies, lo que sobresaltaba el bronceado caribeño de su
piel. Sin saludar siquiera, pero sin dejar de mirarla, entró al vestíbulo.
—¿Dónde está Gastón?
Necesito hablar con él. ¿Está en su despacho? —preguntó encaminándose hacia
dicha habitación.
—No, no está allí
—respondió Rocío intentando mantener la calma aunque lo cierto era que el mero
hecho de ver a su madrastra en aquella casa la llenaba de rabia y tristeza.
—¿Dónde está entonces? —le
preguntó con impaciencia.
—Ha ido a una cita de
negocios —habría preferido no tener que contestar, de hecho le habría gustado
saber que contaba con el apoyo de Gastón y haber echado a Lisa de su casa.
—¿Quieres decir que pasará
la noche en Londres porque no soporta la idea de tener que dormir contigo?
—intentó provocarla con su agresividad característica—. Es una pena que siempre
me hayas tenido esa estúpida manía; de no haber sido así, podrías haber
aprendido un par de cosas de mí. Como por ejemplo que no hay nada que odien más
los hombres que una mujer que no sabe aceptar con dignidad que no la quieran. Y
a ti Gastón no te quiere, Rocío; nunca te ha querido ni te ha deseado. Lo que
sí quería era la empresa y, claro, ¿quién podría culparlo por ello? Desde luego
yo no. Ya me advirtió Miranda que habías vuelto a él arrastrándote y lo cierto
es que no me sorprendió. No te va a hacer ningún bien, lo sabes, ¿no?
Bueno, ya era más que
suficiente. Rocío había dejado de ser la jovencita tímida que creía que tenía
que ser educada con los mayores por muy ofensivos que estos fueran con ella. Ya
era hora de que probara su propia medicina y desde luego Rocío estaba encantada
de servírsela personalmente. Al fin y al cabo, ¿qué tenía que perder? Gastón ya
le había asegurado que no la amaba. ¡Lo suyo era solo sexo!
Si castigando a Lisa
también lo castigaba a él, pues mucho mejor. Se lo merecía, los dos lo
merecían. No recordaba haberse sentido tan furiosa y tan dispuesta a atacar en
toda su vida.
—En realidad fue Gastón y
no yo el que insistió en darle una segunda oportunidad a nuestro matrimonio
—empezó a decirle con fingida dulzura. Tenía que admitir que era un verdadero
placer observar la expresión del rostro de Lisa a medida que le iba diciendo
aquello—. Y no son solo mis acciones de la empresa lo que él quiere —continuó
sin piedad, pero consciente de lo peligroso que podía llegar a ser el
sentimiento de euforia que aquella venganza le estaba provocando.
—¡Pues no creo que sea tu
cuerpo! —contraatacó Lisa sin amilanarse—. Si así fuera, ahora mismo estaría
aquí contigo.
—Quizás deba ser él el que
te cuente qué es lo que espera de nuestro matrimonio —sugirió Rocío sin perder
la serenidad mientras observaba a su madrastra mirándola como si la estuviera
viendo por primera vez.
—Gastón y yo jamás hablamos
de ti o de vuestro matrimonio, tenemos cosas mucho más importantes de las que
hablar.
Sintió cómo la abandonaba
el autocontrol y la euforia se desvanecía dejando en su lugar un rastro de
dolor.
—Ya —asintió amargamente—.
Como por ejemplo la manera en la que ambos engañasteis a mi padre.
—Estás haciendo acusaciones
que no puedes demostrar.
—No tengo por qué demostrar
nada —espetó Rocío—. Gastón y tú ya os habéis encargado de hacerme ver lo
ciertas que son. Vuestra relación…
—¿Te ha dicho Gastón que
tenemos una relación? —la interrumpió Lisa que, por algún motivo parecía sorprendida,
como si no pudiera creer lo que oía. Pero de pronto esbozó una sonrisa, quizás
se alegrara de que alguien le reconociera haber sido la responsable de la
ruptura de aquel matrimonio.
—No era necesario que me lo
dijera, ya lo hiciste tú… el día de mi boda —le recordó Rocío llena de
tristeza.
La sonrisa de Lisa se hizo
aún más amplia.
—Es cierto. Pobrecita
Rocío; eras tan ingenua, y tan tonta… Bueno, si Gastón está en la oficina, será
mejor que vaya allí a verlo. Estoy segura de que se alegrará de verme en un
sitio más íntimo —susurró provocadoramente—. Hace casi un mes que no me ve, y
eso, para un hombre del apetito sexual de Gastón, es muchísimo tiempo. No lo
espere despierta, señora Barrington.
Había salido triunfal por
la puerta antes de que Rocío pudiera encontrar algo que responder.
Así que era cierto. Gastón
seguía viéndose con Lisa. Todavía la amaba.
No iba a llorar, se dijo a
sí misma con determinación. ¡No iba a llorar!

Ay que bronca, odio a Lisa -.-!! Espero el otro capitulooo
ResponderEliminarno me banco a la estupida de Lisa
ResponderEliminarQuiero el proximo capitulo