lunes, 7 de enero de 2013

El Hijo del Magnate Capítulo 53


Te estaras preguntando si es un espejismo... yo se que es así... que estás WTFF?? jajaj pero es real! Por fin volví a a adaptar El Hijo del Magnate luego de haber perdido los capítulos que faltaban publicar en el terrorifico accindente de mis disco duro a causa de unos mini imanes super potentes. Perdón si ven algun nombre mal, solo me preocupé en corregir los de Rocío, Gastón, Eugenia y Peter que son los cuantro personajes relevantes en la historia, del resto no me acuerdo que nombres les habia puesto :( pero no cambia mucho.
Tampoco se emocionen tanto que no quedan muchos caps, a lo sumo quedan 5 o 6 haciendolos largos como a ustedes les gusta y no de una pagina de word como eran antes. Me pareciá que era justo terminar esta nove aunque hace mil que no la subo. Si no se acuerdan mucho de como venía la historia y quieren re leer un poco los caps anteriores solo tienen que hacer click en el menú de la derecha en el boton de esta nove y ahí les apareceran todos los caps.
Para UNV falta un poquitin más... no desesperen.

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El Hijo del Magnate Capítulo 53

Rocío se tumbó en la cama y se estremeció. Se había metido en un lío terrible, en un lío del que no sabía cómo salir.
Hasta entonces había creído que su hermana había mejorado mucho con el paso de los años. Pero evidentemente, se había equivocado. Eugenia era tan irresponsable, que ni siquiera se había planteado la posibilidad de que, al firmar un contrato con datos falsos, pudiera estar violando la ley. Y hasta ella misma lo había pasado por alto. Ahora no tenía más remedio que dar un hijo a Gastón.
Aquella noche, cuando Rocío ya había sucumbido al cansancio y se había hundido en un mar de pesadillas, Gastón seguía pensando en lo sucedido.
El fuego de su furia, enfriado tras varias horas de consultas frustrantes con sus abogados, seguía entrelazado con la indignación. Él, que no había creído en ninguna mujer desde Rozalina, que se había enfrentado en multitud de ocasiones a la deslealtad y a la avaricia de tantas mujeres, empezaba a creer a Rocío.
Pero aunque su historia fuera cierta, no la exculpaba. Seguía siendo una mentirosa y una estafadora, cuyo atractivo lo había cegado hasta el punto de dejarse engañar por ella.
Tendría que encontrar la forma de salir con bien de todo aquello. Para él, la derrota nunca era una posibilidad aceptable.
En algún momento de la noche, cuando las conversaciones con los abogados lo sacaron de quicio, llegó a estar tan nervioso, que pegó un puñetazo a la pared. Pero ya se había tranquilizado y volvía a pensar con claridad.
Pasara lo que pasara, él no iba a perder nada en absoluto. Empezando por la atractiva esposa que dormía en la habitación contigua.


Rocío se despertó cuando la doncella entró en el dormitorio a la mañana siguiente para correr las cortinas y permitir que entrara la luz del sol. Le dolía mucho la cabeza.
Lo primero que hizo fue enviar un mensaje a Eugenia, en el que le advertía que Gastón conocía la verdad y le decía que tenían que hablar con urgencia. Después, se sentó en la cama, tomó el desayuno que le llevaron y pensó en la conversación de la noche anterior con su marido.
Todo aquello era absurdo. Absolutamente todo. Había llegado a creer que estaba enamorada de Gastón Dalmau, pero la cruda realidad se había impuesto. Gastón no era el hombre encantador y maravilloso que le regalaba bombones y collares de diamantes y esmeraldas, sino un hombre frío y terrible en quien no podía confiar y al que, por supuesto, tampoco admiraba.
Se sintió tan avergonzada por haberse acostado con él, que perdió el apetito de inmediato y apartó del desayuno. Sin embargo, no tardó en comprender que ella era la única culpable de la situación. Le había engañado y le había mentido, aunque fuera por una buena causa.
Además, Gastón no era tan malo; era el hombre capaz de casarse para dar una alegría a su abuela, el hombre que acostaba a su madre cuando llegaba borracha a casa, el hombre que había crecido con unos padres terribles. Desde luego, su actitud hacía las mujeres distaba de ser positiva; pero después de fracasar con su primera esposa, casi era lógico que no quisiera arriesgarse otra vez y conceder otra oportunidad a una mujer.
El teléfono sonó cuando se estaba vistiendo.
No era Eugenia, sino Gastón.
—Nos veremos abajo en veinte minutos —le informó.
Rocío se recogió el pelo en una coleta y se miró en el espejo. No se había molestado en maquillarse. Se había puesto unos vaqueros y un jersey que eran suyos, no de las cosas que Gastón le había comprado, y volvía a parecer una mujer normal y corriente.
Comprobó su móvil, pero Eugenia todavía no había respondido a su mensaje. Impaciente, decidió llamarla y hablar en persona con ella; pero no contestó.
Unos minutos después, cuando bajó al piso inferior y, en la elegante biblioteca que Gastón usaba como despacho, él le dijo:
Dobraye utra... buenos días. ¿Esos vaqueros son la manera que tienes de purgar tu culpa? —se burló—. Pues si es así, no me has impresionado.
Rocío se cruzó de brazos, a la defensiva.
Había dormido mal y estaba pálida y cansada, pero él le pareció tan guapo como siempre y tan relajado como si hubiera dormido como un tronco.
—Dudo que la ropa que lleve sirva para cambiar las cosas —declaró ella—. Me he vestido así porque esta ropa es mía y no quiero llevar la que me has comprado. No me parece justo.
—Oh, eres tan puritana... aunque hay que reconocer que tienes sentido del humor. ¿Insinúas que eres capaz de casarte en una iglesia ante cientos de personas y de entregarme tu cuerpo más tarde y que, sin embargo, tus principios te impiden ponerte la ropa que te he regalado?
Rocío se ruborizó, humillada.
—No quería decir eso...
—Claro que sí. Pero ya he descubierto que hay una distancia importante entre tus supuestos principios y tu comportamiento real.
—¿Para esto me has pedido que venga a verte? ¿Para poder insultarme un poco más? —preguntó.
Gastón arqueó una ceja.
—¿Prefieres que hablemos de cosas sin importancia? Porque no querrás que te felicite después de lo que has hecho...
Rocío tomó aliento, sacudió la cabeza y apartó la mirada.
Satisfecho con la derrota de su esposa, Gastón se apoyó en el borde de la mesa y la miró con detenimiento.
Sin maquillaje y vestida como una quinceañera, parecía asombrosamente inocente y joven. No le sorprendió su expresión de vergüenza, porque ya no confiaba en ella y pensaba que fingía, pero pensó que el mayor misógino del mundo habría caído en su trampa. Parecía tan ingenua, que habría engañado a cualquiera. De hecho, hasta había conseguido que él mismo renunciara inicialmente a la idea de investigarla a fondo; le gustaba tanto, que se había dejado llevar por el deseo.
—De todas formas, eso no es relevante —continuó él—. ¿Qué hacemos ahora, Rocío? Debemos tomar una decisión.
—¡Yo no puedo cumplir los términos de ese contrato! —dijo, nerviosa—. No sabía que estuviera obligada a darte un hijo. Desde luego, iba a cumplir con el compromiso de ser tu mujer, pero...
—De ser mi mujer y de compartir mi cama con entusiasmo —puntualizó él con tono aterciopelado—. No olvidemos ese aspecto de nuestra relación.
Rocío echó la cabeza hacia atrás y su coleta se balanceó.
—¡Por Dios! ¡Eso es otra cosa! Simplemente ha pasado, nada más...
Gastón le dedicó una mirada dura como el acero.
—Me cuesta creer que haya pasado por simple casualidad, Rocío.
—No intentes que parezca peor de lo que soy, Gastón. No me he acostado contigo para manipularte. Pero pienses lo que pienses al respecto, ha pasado y ya no puedo hacer nada —declaró—. ¿Qué vas a hacer?
—Si hago lo que mis abogados me han recomendado, os denunciaré a tu hermana y a ti por fraude. Una sola palabra mía y arrestarán a Eugenia. Firmar un contrato con datos falsos y con la intención de estafar dinero a otra persona es un delito castigado con la cárcel.
Rocío lo miró con horror.
—¡No puedes hacer eso!
—Me temo que puedo hacer lo que considere oportuno. Por si no te has dado cuenta, yo soy la víctima de esta situación.
Rocío intentó pensar, desesperada.
—Pero tú querías discreción... y si nos denuncias, saldrá publicado en los periódicos. Dudo que eso te gustara.
Gastón se quedó impresionado por la rapidez mental de ella.
—¿Por qué crees que eso me importa? Yelena no lee los periódicos, y es muy improbable que se entere de una denuncia presentada en Gran Bretaña. Además, yo no he hecho nada malo, nada de lo que deba avergonzarme —afirmó—. En cambio, arrojarte a tu hermana y a ti a los lobos me daría cierta satisfacción.
Rocío se asustó tanto, que se quedó sin habla. Volvió a pensar en el hombre que le había regalado los bombones de chocolate, en el que le había preparado una bañera con pétalos de rosa, y le pareció asombroso que se hubiera producido un cambio tan radical en él.
—Pero francamente —continuó Gastón—, nada me daría tanta satisfacción como el cumplimiento del contrato original. Ya sé que has dicho que eso es imposible, pero cuando se está dispuesto llegar a un compromiso, siempre se puede encontrar una solución aceptable para las dos partes.
—¡Nada de lo que digas me hará aceptar! ¡No voy a tener un hijo contigo para renunciar después a él!
—Entonces, te haré una oferta. Si devolvéis el dinero y te comprometes a mantener nuestro matrimonio durante un plazo de al menos un año, olvidaré temporalmente lo de acudir a la policía.
—Eso es imposible, Gastón. Por lo que tengo entendido. Eugenia se ha gastado una buena parte de la cantidad que le diste.
—¿Por lo que tienes entendido? —preguntó él con sarcasmo—. ¿Insinúas que no tienes acceso al dinero?
—Lo tiene Eugenia, aunque sobra decir que hablaré con ella.
Gastón miró a su esposa con incredulidad.
—¿Tu hermana lo organizó todo, se quedó con el dinero y te convenció para que cumplieras su contrato sin darte nada a cambio? ¿Cómo es posible que se lo hayas permitido? ¡Es obvio que no me he quedado con la gemela inteligente, sino con la más estúpida de las dos!
Rocío se ruborizó de nuevo.
—No, no ha sido así. Admito que Eugenia puede ser extravagante e irresponsable, pero no es una ladrona... ¿es que no has oído nada de lo que te he dicho? —preguntó con desesperación.
—Rocío, lo que dices sólo encaja en dos categorías: o es algo completamente absurdo o no me interesa.
—¡Nadie ha intentado tenderte una trampa! —insistió.
—Pues si no ha sido una trampa, ¿qué ha sido? ¿Dónde está el dinero? ¿Y dónde está la mujer que firmó realmente el contrato? —preguntó con sequedad—. Tu hermana usó tu nombre, se retiró en el último momento y se quedó con el dinero. Tú eres el único rehén que tengo. ¿No te parece que ya es hora de que dejes de excusarte y aceptes tu responsabilidad?
Rocío tragó saliva. Su dolor de cabeza empeoraba por momentos.
—Intentare que te devuelva el dinero y...

5 comentarios:

  1. que intriga jaaj muy bueno el cap

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  2. ahhh x fin la novela subi masssss me encantaa

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  3. que bueno que volviste!
    muy bueno el cap! quiero mas UNV tambien!
    Besos :*

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  4. noo podes dejarmela así.. tanto espere
    como extrañe la nove
    subi mas seguidoo

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  5. que lindo que volviste!!!!.. Nos dejast con la intriga!! que malaaa!! espero nove pronto!1 besossss!!!!

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