
Te estaras preguntando si es un espejismo... yo se que es así... que estás WTFF?? jajaj pero es real! Por fin volví a a adaptar El Hijo del Magnate luego de haber perdido los capítulos que faltaban publicar en el terrorifico accindente de mis disco duro a causa de unos mini imanes super potentes. Perdón si ven algun nombre mal, solo me preocupé en corregir los de Rocío, Gastón, Eugenia y Peter que son los cuantro personajes relevantes en la historia, del resto no me acuerdo que nombres les habia puesto :( pero no cambia mucho.
Tampoco se emocionen tanto que no quedan muchos caps, a lo sumo quedan 5 o 6 haciendolos largos como a ustedes les gusta y no de una pagina de word como eran antes. Me pareciá que era justo terminar esta nove aunque hace mil que no la subo. Si no se acuerdan mucho de como venía la historia y quieren re leer un poco los caps anteriores solo tienen que hacer click en el menú de la derecha en el boton de esta nove y ahí les apareceran todos los caps.
Para UNV falta un poquitin más... no desesperen.
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El Hijo del Magnate Capítulo 53
Rocío se tumbó en la cama y se
estremeció. Se había metido en un lío terrible, en un lío del que no sabía cómo
salir.
Hasta entonces había creído que su
hermana había mejorado mucho con el paso de los años. Pero evidentemente, se
había equivocado. Eugenia era tan irresponsable, que ni siquiera se había
planteado la posibilidad de que, al firmar un contrato con datos falsos,
pudiera estar violando la ley. Y hasta ella misma lo había pasado por alto.
Ahora no tenía más remedio que dar un hijo a Gastón.
Aquella noche, cuando Rocío ya había
sucumbido al cansancio y se había hundido en un mar de pesadillas, Gastón
seguía pensando en lo sucedido.
El fuego de su furia, enfriado tras
varias horas de consultas frustrantes con sus abogados, seguía entrelazado con
la indignación. Él, que no había creído en ninguna mujer desde Rozalina, que se
había enfrentado en multitud de ocasiones a la deslealtad y a la avaricia de tantas
mujeres, empezaba a creer a Rocío.
Pero aunque su historia fuera
cierta, no la exculpaba. Seguía siendo una mentirosa y una estafadora, cuyo
atractivo lo había cegado hasta el punto de dejarse engañar por ella.
Tendría que encontrar la forma de
salir con bien de todo aquello. Para él, la derrota nunca era una posibilidad
aceptable.
En algún momento de la noche, cuando
las conversaciones con los abogados lo sacaron de quicio, llegó a estar tan
nervioso, que pegó un puñetazo a la pared. Pero ya se había tranquilizado y
volvía a pensar con claridad.
Pasara lo que pasara, él no iba a
perder nada en absoluto. Empezando por la atractiva esposa que dormía en la
habitación contigua.
Rocío se despertó cuando la doncella
entró en el dormitorio a la mañana siguiente para correr las cortinas y
permitir que entrara la luz del sol. Le dolía mucho la cabeza.
Lo primero que hizo fue enviar un
mensaje a Eugenia, en el que le advertía que Gastón conocía la verdad y le
decía que tenían que hablar con urgencia. Después, se sentó en la cama, tomó el
desayuno que le llevaron y pensó en la conversación de la noche anterior con su
marido.
Todo aquello era absurdo. Absolutamente
todo. Había llegado a creer que estaba enamorada de Gastón Dalmau, pero la
cruda realidad se había impuesto. Gastón no era el hombre encantador y
maravilloso que le regalaba bombones y collares de diamantes y esmeraldas, sino
un hombre frío y terrible en quien no podía confiar y al que, por supuesto,
tampoco admiraba.
Se sintió tan avergonzada por
haberse acostado con él, que perdió el apetito de inmediato y apartó del
desayuno. Sin embargo, no tardó en comprender que ella era la única culpable de
la situación. Le había engañado y le había mentido, aunque fuera por una buena
causa.
Además, Gastón no era tan malo; era
el hombre capaz de casarse para dar una alegría a su abuela, el hombre que
acostaba a su madre cuando llegaba borracha a casa, el hombre que había crecido
con unos padres terribles. Desde luego, su actitud hacía las mujeres distaba de
ser positiva; pero después de fracasar con su primera esposa, casi era lógico
que no quisiera arriesgarse otra vez y conceder otra oportunidad a una mujer.
El teléfono sonó cuando se estaba
vistiendo.
No era Eugenia, sino Gastón.
—Nos veremos abajo en veinte minutos
—le informó.
Rocío se recogió el pelo en una
coleta y se miró en el espejo. No se había molestado en maquillarse. Se había
puesto unos vaqueros y un jersey que eran suyos, no de las cosas que Gastón le
había comprado, y volvía a parecer una mujer normal y corriente.
Comprobó su móvil, pero Eugenia
todavía no había respondido a su mensaje. Impaciente, decidió llamarla y hablar
en persona con ella; pero no contestó.
Unos minutos después, cuando bajó al
piso inferior y, en la elegante biblioteca que Gastón usaba como despacho, él
le dijo:
—Dobraye
utra... buenos días. ¿Esos vaqueros son la manera que tienes de purgar tu
culpa? —se burló—. Pues si es así, no me has impresionado.
Rocío se cruzó de brazos, a la
defensiva.
Había dormido mal y estaba pálida y
cansada, pero él le pareció tan guapo como siempre y tan relajado como si
hubiera dormido como un tronco.
—Dudo que la ropa que lleve sirva
para cambiar las cosas —declaró ella—. Me he vestido así porque esta ropa es
mía y no quiero llevar la que me has comprado. No me parece justo.
—Oh, eres tan puritana... aunque hay
que reconocer que tienes sentido del humor. ¿Insinúas que eres capaz de casarte
en una iglesia ante cientos de personas y de entregarme tu cuerpo más tarde y
que, sin embargo, tus principios te impiden ponerte la ropa que te he regalado?
Rocío se ruborizó, humillada.
—No quería decir eso...
—Claro que sí. Pero ya he
descubierto que hay una distancia importante entre tus supuestos principios y
tu comportamiento real.
—¿Para esto me has pedido que venga
a verte? ¿Para poder insultarme un poco más? —preguntó.
Gastón arqueó una ceja.
—¿Prefieres que hablemos de cosas
sin importancia? Porque no querrás que te felicite después de lo que has
hecho...
Rocío tomó aliento, sacudió la
cabeza y apartó la mirada.
Satisfecho con la derrota de su
esposa, Gastón se apoyó en el borde de la mesa y la miró con detenimiento.
Sin maquillaje y vestida como una
quinceañera, parecía asombrosamente inocente y joven. No le sorprendió su
expresión de vergüenza, porque ya no confiaba en ella y pensaba que fingía,
pero pensó que el mayor misógino del mundo habría caído en su trampa. Parecía
tan ingenua, que habría engañado a cualquiera. De hecho, hasta había conseguido
que él mismo renunciara inicialmente a la idea de investigarla a fondo; le
gustaba tanto, que se había dejado llevar por el deseo.
—De todas formas, eso no es
relevante —continuó él—. ¿Qué hacemos ahora, Rocío? Debemos tomar una decisión.
—¡Yo no puedo cumplir los términos
de ese contrato! —dijo, nerviosa—. No sabía que estuviera obligada a darte un
hijo. Desde luego, iba a cumplir con el compromiso de ser tu mujer, pero...
—De ser mi mujer y de compartir mi
cama con entusiasmo —puntualizó él con tono aterciopelado—. No olvidemos ese
aspecto de nuestra relación.
Rocío echó la cabeza hacia atrás y
su coleta se balanceó.
—¡Por Dios! ¡Eso es otra cosa!
Simplemente ha pasado, nada más...
Gastón le dedicó una mirada dura
como el acero.
—Me cuesta creer que haya pasado por
simple casualidad, Rocío.
—No intentes que parezca peor de lo
que soy, Gastón. No me he acostado contigo para manipularte. Pero pienses lo
que pienses al respecto, ha pasado y ya no puedo hacer nada —declaró—. ¿Qué vas
a hacer?
—Si hago lo que mis abogados me han
recomendado, os denunciaré a tu hermana y a ti por fraude. Una sola palabra mía
y arrestarán a Eugenia. Firmar un contrato con datos falsos y con la intención
de estafar dinero a otra persona es un delito castigado con la cárcel.
Rocío lo miró con horror.
—¡No puedes hacer eso!
—Me temo que puedo hacer lo que
considere oportuno. Por si no te has dado cuenta, yo soy la víctima de esta
situación.
Rocío intentó pensar, desesperada.
—Pero tú querías discreción... y si
nos denuncias, saldrá publicado en los periódicos. Dudo que eso te gustara.
Gastón se quedó impresionado por la
rapidez mental de ella.
—¿Por qué crees que eso me importa?
Yelena no lee los periódicos, y es muy improbable que se entere de una denuncia
presentada en Gran Bretaña. Además, yo no he hecho nada malo, nada de lo que
deba avergonzarme —afirmó—. En cambio, arrojarte a tu hermana y a ti a los
lobos me daría cierta satisfacción.
Rocío se asustó tanto, que se quedó sin
habla. Volvió a pensar en el hombre que le había regalado los bombones de
chocolate, en el que le había preparado una bañera con pétalos de rosa, y le
pareció asombroso que se hubiera producido un cambio tan radical en él.
—Pero francamente —continuó Gastón—,
nada me daría tanta satisfacción como el cumplimiento del contrato original. Ya
sé que has dicho que eso es imposible, pero cuando se está dispuesto llegar a
un compromiso, siempre se puede encontrar una solución aceptable para las dos
partes.
—¡Nada de lo que digas me hará
aceptar! ¡No voy a tener un hijo contigo para renunciar después a él!
—Entonces, te haré una oferta. Si
devolvéis el dinero y te comprometes a mantener nuestro matrimonio durante un
plazo de al menos un año, olvidaré temporalmente lo de acudir a la policía.
—Eso es imposible, Gastón. Por lo
que tengo entendido. Eugenia se ha gastado una buena parte de la cantidad que
le diste.
—¿Por lo que tienes entendido?
—preguntó él con sarcasmo—. ¿Insinúas que no tienes acceso al dinero?
—Lo tiene Eugenia, aunque sobra
decir que hablaré con ella.
Gastón miró a su esposa con
incredulidad.
—¿Tu hermana lo organizó todo, se
quedó con el dinero y te convenció para que cumplieras su contrato sin darte
nada a cambio? ¿Cómo es posible que se lo hayas permitido? ¡Es obvio que no me
he quedado con la gemela inteligente, sino con la más estúpida de las dos!
Rocío se ruborizó de nuevo.
—No, no ha sido así. Admito que Eugenia
puede ser extravagante e irresponsable, pero no es una ladrona... ¿es que no
has oído nada de lo que te he dicho? —preguntó con desesperación.
—Rocío, lo que dices sólo encaja en
dos categorías: o es algo completamente absurdo o no me interesa.
—¡Nadie ha intentado tenderte una
trampa! —insistió.
—Pues si no ha sido una trampa, ¿qué
ha sido? ¿Dónde está el dinero? ¿Y dónde está la mujer que firmó realmente el
contrato? —preguntó con sequedad—. Tu hermana usó tu nombre, se retiró en el
último momento y se quedó con el dinero. Tú eres el único rehén que tengo. ¿No
te parece que ya es hora de que dejes de excusarte y aceptes tu
responsabilidad?
Rocío tragó saliva. Su dolor de
cabeza empeoraba por momentos.
—Intentare que te devuelva el dinero
y...
que intriga jaaj muy bueno el cap
ResponderEliminarahhh x fin la novela subi masssss me encantaa
ResponderEliminarque bueno que volviste!
ResponderEliminarmuy bueno el cap! quiero mas UNV tambien!
Besos :*
noo podes dejarmela así.. tanto espere
ResponderEliminarcomo extrañe la nove
subi mas seguidoo
que lindo que volviste!!!!.. Nos dejast con la intriga!! que malaaa!! espero nove pronto!1 besossss!!!!
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