Ante penúltimo Capítulo
Hace click en leer mas para leer el capítulo...Amor por Chantaje Capítulo 57
—¿Te encuentras bien? —Gastón
frunció el ceño con preocupación e intentó entrar en el cuarto de baño, pero
ella hizo gestos desesperados para que se mantuviera a distancia.
—Mira, voy a llamar a un médico
—continuó él—. Puede que te hayas resfriado.
—No necesito un médico —protestó.
La voz de Rocío sonó extrañamente
aguda porque cada día que pasaba estaba más nerviosa. La regla tendría que
haberle llegado una semana antes, sus pechos estaban hinchados y sentía náuseas
que la asaltaban en cualquier momento del día o de la noche. Los síntomas eran
tan aparentemente claros que ya había llegado a una conclusión.
Gastón hizo caso omiso de sus
objeciones. Sacó el teléfono, llamó a un médico y le pidió que se presentara
inmediatamente en el yate.
Después, miró a Mattie, el perrito
que estaba entre sus piernas y lo acarició.
Habían pasado tres semanas desde que
Rocío fue a tierra firme y encontró al perrito, que había metido una pata en la
reja de una alcantarilla y se la había roto. Antes de que pudiera evitarlo,
corrió hacia el animal y lo sacó de allí. Lo llevaron a un veterinario, que lo
vacunó y tuvo que amputarle la pata porque no se podía hacer nada al respecto;
y como era un perro vagabundo y no pertenecía al yate, se lo llevaron con
ellos.
Gastón apartó a Mattie para poder
tomar en brazos a su esposa y llevarla al camarote, a pesar de sus protestas.
—Túmbate aquí, angil moy —dijo él—. ¡Y deja de ser tan obstinada! Estás enferma y
tienes que descansar.
A pesar de las protestas, Rocío se
alegró de poder descansar un rato. Gastón se quedó con ella y la miró,
sinceramente preocupado; tenía la impresión de que había perdido peso.
—Siento causarte tantas molestias
—dijo ella, haciendo un esfuerzo por hablar—. Seguro que tu anterior luna de
miel no resultó tan problemática.
—¿Que no? Rozalina se pasó paso todo
el tiempo borracha o con resaca, y se quedaba en la cama hasta la noche
—respondió él con desagrado—. Tus problemas ocasionales son muy poca cosa en
comparación.
Rocío se apoyó en los codos para
mirarlo,
—¿No sabías que bebía demasiado
cuando te casaste con ella?
—No me di cuenta. Yo tenía veintidós
años y me tomé el matrimonio como un juego. A ella sólo le interesaba
divertirse y yo acabé harto antes de que acabara la luna de miel.
—Sí, ya me lo imagino —murmuró.
—Tu adición al chocolate es bastante
más agradable que su alcoholismo... —dijo él, sonriendo.
El médico apareció en menos de una
hora, y aunque Gastón quiso quedarse en el camarote, ella le pidió que se
marchara.
Cuando ya estaba a solas con el
doctor, le dijo que creía estar embarazada, pero que prefería mantenerlo en
secreto. El hombre la examinó detenidamente y confirmó sus sospechas, Rocío ya
sabía lo que le iba a decir, pero la certeza de que se había quedado embarazada
de Gastón la afectó mucho.
Gastón apareció minutos después de
que el médico se marchara.
—Me ha dicho que no te pasa nada
malo, que los síntomas desaparecerán en unos días —comentó al entrar en el
camarote— ¿No debería haberte recetado algo?
—No, no estoy tan enferma. Creo que
es simple cansancio —respondió ella, que corrió a cambiar de tema—. Mattie es
tan cariñoso... ¿verdad? Le encanta que lo mimen. Seguro que nunca le habían
prestado tanta atención.
Gastón miró al perrito y sonrió. Rocío
parecía más preocupada por el estado del animal que por su propia salud.
—Quédate en la cama y duerme un
poco.
Él se marchó con el perro y Rocío se
quedó pensando en su embarazo.
No sabía qué hacer. Las tres semanas
que llevaba con Gastón a bordo del Platinum habían sido sencillamente
maravillosas. Se había acostumbrado a él y cada día lo quería más. Lo miraba
cuando estaba trabajando: lo admiraba cuando se quedaba dormido a su lado y lo
espiaba cuando se dedicaba a acariciar a Mattie. Al principio no había querido
que se quedaran con el perro, pero ahora estaba encantado con él.
Sin embargo, ya no les quedaba mucho
tiempo. Aquél era el último día de su luna de miel y pronto volverían a la
realidad.
Aquella tarde, cuando el barco ancló
en un puerto de Turquía, ella salió a cubierta y preguntó:
—¿Dónde estamos?
—Es una sorpresa. ¿Te encuentras en
condiciones de ir a tierra?
—Sí, por supuesto que sí...
Rocío hacía verdaderos esfuerzos por
ocultar su tensión. Sabía que tendría que contarle lo del embarazo antes de que
Gastón lo notara. Pero a pesar de su ansiedad, también sentía un gran placer al
pensar que llevaba un niño dentro.
Desembarcaron poco después. Pasaron
por la aduana, donde les sellaron los pasaportes y entraron en el coche que los
estaba esperando.
—No sabía que vendríamos a Turquía
—dijo ella.
El coche avanzó por una carretera,
entre villas y colinas frondosas.
—¿No te habías dado cuenta de que
estábamos en el Egeo?
—La geografía no es mi fuerte
—confesó—. Pero, ¿adónde vamos?
—A ver a tu hermana y a su marido
—respondió él.
Rocío se quedó helada.
—¡No estarás hablando en serio...!
—Tenía que conocer a Eugenia en
algún momento, ¿no? Éste es tan bueno como cualquier otro.
—Pero está embarazada... no debería
llevarse disgustos —alegó.
Gastón la miró con sorpresa.
—Ya no está embarazada. Pensé que tu
madre te lo habría dicho... aunque ahora que lo pienso, es posible que ella
tampoco lo sepa.
—¿Es que ha perdido el bebé? ¿Cómo
lo has sabido?
—Peter me lo contó. Tu madre me dio
su número de teléfono y hemos hablado un par de veces antes de organizar este
encuentro —respondió—. Tú hermana no sabe que vamos a visitarla, Peter me ha
dicho que estaba... fuera de sí. Pensó que su humor mejoraría al verte.
—Dios mío... Por favor, no digas
nada del contrato ni del dinero; te lo ruego. Prométeme que no dirás nada. Peter
no sabe lo que ha pasado.
Gastón asintió con una frialdad tan
extraña, que Rocío desconfió y pensó que le ocultaba algo.
Poco después, llegaron a una
elegante mansión de color blanco que estaba en lo alto de una colina y que
tenía unas vistas preciosas al mar. Peter, un hombre atractivo de cabello
rubio, los recibió y los llevó a una terraza, donde Eugenia descansaba en una
tumbona.
—¡Rocío! ¡No puedo creerlo!
Rocío pensó que su hermana estaría
deprimida por perder el bebé, pero no parecía muy triste. De hecho, Gastón dijo
algo gracioso para romper la tensión y Eugenia estalló en carcajadas.
Rocío se giró hacia Peter y le
preguntó en voz baja:
—¿Qué tal está?
—Ha estado muy mal, pero es evidente
que tu presencia la ha animado. No la había visto tan contenta en muchos días.
Habían pasado tantas cosas, que Rocío
ya no se sentía tan cerca de su hermana como antes; pero a pesar de ello
acababa de perder su bebé y decidió que no haría nada que pudiera empeorar su
estado. Ni siquiera le contaría lo de su embarazo. No quería que recordara al
hijo que ya no tendría.

Genial capítulo. Es súper interesante ahora que estén los tres juntos, Gastón, Eugenia y Rocío. Espero que Rochi le cuente rápido a Gas que está embarazada :) ¡Me encanta! Sube pronto
ResponderEliminarRochi embrazada que hermosooo, espero que se lo diga pronto a Gas, y que Gas no diga nada de fuera a Euge
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