Sobre
el escritorio había una colección de fotos. Rocío se acercó a ellas y se inclinó
para verlas bien. Sintió vértigo en el estómago. Hubiera querido morirse. En
las fotos estaba ella con Santiago.
No
podía creerlo. Miraba una tras otra como para convencerse. Santiago y ella
caminando por una calle llena de gente, besándose en un pub, abrazados a la
entrada de otro establecimiento, sonriéndose. Se le debilitaron las piernas.
“¿Por qué ahora?”, hubiese querido gritar. ¿Por qué en ese momento que eran tan
felices?
-
¿De dónde han salido? – dijo ella.
-
¿Sabías que tenías a un fotógrafo detrás de ti?
-
No.
-
¿Sabes lo que vale en el mercado una foto de mi mujer con otro hombre?
Rocío miraba a la nada, sin poder reaccionar. A pesar de las precauciones que había
tomado, la habían reconocido y le habían tomado fotos. Y ella ni siquiera lo
había sospechado.
Gastón habló de una suma extraordinaria y se quedó como esperando alguna respuesta de
parte de ella. Pero Rocío no podía pensar ni hablar.
Esta
foto ha sido ofrecida a la prensa. Si el dueño del periódico no hubiese sido
uno de mis amigos más íntimos y su editor no se hubiese dado cuenta, ¡las
hubiesen publicado!
-
Las has comprado...
-
¡Eres mi esposa! ¿Qué iba a hacer? – gritó él con furia.
-
¡Deja de gritarme! – dijo ella desesperada -. Lo lamento, no he podido
evitarlo. Y además lo de Paul terminó. ¡Terminó cuando volvimos a Londres!
Debería habértelo dicho antes.
-
No mientas – la interrumpió.
-
No miento. Terminó hace tiempo.
-
¡Serías capaz de decirme cualquier cosa con tal de protegerlo! – dijo él dando
un golpe sobre las fotos, tensando las facciones en señal de disgusto.
-
No me estás escuchando. No me crees.
-
Da igual. ¡Nunca me han humillado tanto!
-
¿Daba igual entonces su relación con Santiago? La idea de su matrimonio se venía
abajo nuevamente. Había sido estúpida ilusionándose. A Gastón sólo le importaba su
imagen pública, su honor de macho humillado. Mientras él se había mostrado con
todas las mujeres que le había apetecido, ella no tenía derecho a nada. Debía
tener una conducta irreprochable en ese sentido.
Se
sentía mareada. Lamentó haberse sentido culpable y haber sentido necesidad de
pedir disculpas a Gas. Su deseo había sido no causar más daño a la relación
entre ellos, pero ahora Gastón había demostrado que su matrimonio era vacío, al
menos por parte de él.
-
¡Si para ti esto es una humillación, es que has tenido una vida fácil! – dijo
ella.
Él
se quedó quieto, sin poder creer lo que oía.
-
Yo he vivido cinco años de humillaciones. Todo el mundo sabe lo que tú valoras
tu matrimonio, Nik. De eso te has asegurado muy bien. Pero cuando las cosas
ocurren del otro lado se trata de una ofensa inadmisible. Alégrate de tener los
contactos y el dinero para impedir su publicación. Yo no contaba con ellos –
dijo ella en un rapto de dignidad -. Y tuve que soportar las miradas de lástima
de tus invitados en las cenas que organizabas...
Gastón se puso blanco.
-
Yo no me consideraba casado.
Rocío miró nuevamente las fotografías, y respondió.
-
Yo tampoco...
-
Eso es diferente – siguió Gastón irracionalmente, llevado de la ira.
-
Sí, yo fui más sensible – dijo ella con lágrimas asomando a sus ojos, pero
reprimiéndolas al fin -. Y más cobarde también como para hacer algo. Pero no
voy a agachar la cabeza como si fuera una pecadora y tampoco voy a decir “lo
siento”.
- Theos mou... –
dijo él en griego con los puños apretados.
-
Porque no lo siento. De hecho me hubiese gustado que tu amigo las publicase
para que se supieras lo es que durante un par de semanas. ¡Yo he tenido que
soportarlo durante cinco años! – le gritó e un arranque de rabia y
desesperación -. ¿Te sorprende Gas?
-
Tú, desgraciada... - la miró con impasividad, como si todos sus sentimientos
hubieran desaparecido de pronto.
Ella
continuó.
-
Pero es algo natural en los hombres, es algo que las mujeres no podemos
comprender – dijo ella recordando las palabras de él, y hubiese querido
callarse, pero descubrió que no podía frenar su deseo de hablar -. Sólo hice lo
que tú, pero más tarde que la mayoría, como dijiste. Eso sí, no he sido tan
retorcida como tú, justificándome, ni haciéndolo para hacer daño a nadie ni
humillarlo.
Gastón se dio la vuelta en silencio y se marchó, dejándola sola, temblando y dolorida
en su interior. Se preguntaba de donde le habrían salido sus palabras. Pero
supo que desde dentro de su ser. Tantos años aguantando la amargura y la pena,
habían desembocado e esa explosión.
Gastón se había sentido humillado. Algo muy grave para un griego que aún estaba en la
época de las cavernas. Su apreciado honor, era lo que más le pesaba. Había
esperado que le pidiera perdón a sus pies. Con menos no se hubiera conformado.
Lo que menos esperaba era el desafío de sus palabras. Él se regía por unas
reglas, pero ella debía regirse por otras.
Rocío se tapó la cara con las manos. Se sentía vacía. Había sido una tonta una vez
más. Gastón no la había dejado abandonarlo, la había llevado a la cama, había
desplegado nuevamente sus encantos sobre ella, y ella había vuelto a caer. ¡Y
en realidad le importaba tan poco a él! Era muy doloroso saber que al hombre al
que amaba no le importaba nada.

que suerte que Ro se alla descargado al fin
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