Capítulo 15
-¿Vas a contarle a mi padre que me he ido a las galerías sin pedirte permiso?
Rocio miró por el espejo retrovisor al coche que los seguía. Se trataba de un pequeño Toyota azul. No era el tipo de vehículo que esperaba que utilizara un guardaespaldas real, pero al menos era más discreto que los enormes coches negros que habitualmente usaban.
-Esta noche le haré a tu padre un breve informe de lo ocurrido -le explicó a la niña.
-¿Y podría ser más breve de lo normal? Se va a poner hecho una fiera cuando se entere de
que me he ido sola a las galerías. No sé por qué lo molesta tanto, pero lo molesta.
Rocio la miró de reojo.
-Quizá sea por el tipo de gente con la que vas.
Aleli elevó los ojos al cielo.
-Leon y sus estúpidos amigos van a mi colegio y mi padre no parece tener ningún problema en que vaya allí. Pero no me deja ir a las galerías porque cree que todavía soy una niña. ¡Y después me machaca porque no tengo amigos! ¿Cómo quiere que tenga amigos si no puedo salir después del colegio?
-Creo que una de las cosas más difíciles de la paternidad es aprender a dejar que tus hijos crezcan -le explicó Rocio-. A mi padre todavía le cuesta entenderlo, y eso que mis hermanas y yo tenemos más de veinte años. Y para tu padre todavía tiene que ser más difícil, porque no cuenta con la ayuda de tu madre.
Aleli se quedó callada durante unos instantes.
-Monito no se acuerda de ella, pero yo sí. Tenía el pelo café y los ojos verdes. Yo no me parezco nada a ella. Era tan guapa. Y siempre fingía estar contenta.
Rocio miró rápidamente hacia el asiento trasero. Monito estaba dormido.
-¿Fingía?
-En realidad no era feliz. Lo sé porque la oía llorar cuando no había nadie cerca -se quedó callada y Rocio esperó, deseando que continuara. Pero la niña sacudió la cabeza -.¿Entonces tú crees que ya soy adulta?
-No -respondió-. Y si alguna vez vuelves a irte sola a algún sitio sin avisarme, tendrás que vértelas conmigo.
Rocio giró a la izquierda para dirigirse a la propiedad de Dalmau. El coche azul la siguió.
-He estado hablando con Tina y como tu padre no va a venir a cenar esta noche, he pensado que podríamos encargar un par de pizzas.
Aleli sacudió la cabeza.
-Espera un momento. ¿No es ahora cuando tienes que decirme lo desconsiderada que soy?
Rocio llevó el coche hasta la puerta del garaje.
-Creo que sabes perfectamente que lo que has hecho hoy no ha estado bien. Y no me gusta gritar. Después me duele la garganta -miró por el espejo retrovisor. El coche azul había desaparecido, afortunadamente-. ¿Sabes, Aleli? Me ha parecido admirable cómo te has reprimido en las galerías. Sabía que estabas deseando sacudir a ese chico. Me he sentido muy orgullosa de ti al darme cuenta de que no ibas a hacerlo.
-Yo solo... -comenzó a decir ella-. Tenía ganas de retorcerle el cuello, pero sobre todo quería alejar a Monito de allí. No quiero que oiga esas cosas -rio, pero no porque encontrara en absoluto divertida la situación-. Aunque probablemente ya sea un poco tarde para eso, ¿verdad? Seguro que oye esas cosas horribles en el colegio. Dios, se oyen tantos rumores que a veces empiezas a preguntarte si no serán ciertos.
Rocio abrió la puerta del garaje con el mando a distancia.
-Pero tú no crees que lo sean, ¿verdad? No piensas que tu padre mató a tu madre...
-¡Claro que no! Bueno, a veces discutían cuando pensaban que yo no los oía, pero todos los padres discuten. Además, Luz murió de cáncer.
Había algo extraño en la voz de la niña, como si realmente no creyera lo que estaba diciendo.
-Si quieres hablar de ello con alguien, puedes contar conmigo -se ofreció Rocio-. Y, Aleli, una cosa más: ahora que ya conoces mis normas, por favor, no me desilusiones.
Continuará...
*Mafe*

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