miércoles, 16 de enero de 2013

Amor por Chantaje Capítulo 11


Hace click en leer más para leer el Capítulo...
Amor por Chantaje Capítulo 11


ROCÍO abrió los ojos y se estiró a sus anchas.
Quizás Gastón ya no estuviera en la cama junto a ella, pero seguía percibiendo su olor en las sábanas y en su propio cuerpo, del mismo modo que seguía notando dentro de ella el lugar secreto donde él había estado.
Sin perder la sonrisa que le iluminaba el rostro miró hacia la ventana y vio el cielo azul que se extendía al otro lado del cristal. Hacía un día maravilloso. No podía ser de otro modo. Los descubrimientos de la noche anterior seguían alegrándole el corazón con la misma intensidad. Todo lo que sentía había sido suavizado por el filtro del amor, el amor, que había hallado entre los brazos de Gastón mientras él la estrechaba contra su cuerpo, acariciándola por dentro y por fuera.
Quizás no habían hablado de amor, pero eso era lo que se respiraba en el aire, era lo que habían compartido. De eso estaba totalmente segura.
Tenía tantos planes para el futuro, un futuro que pensaba vivir junto a él. Después de mucho tiempo, lo único que sentía en ese momento era alegría y esperanza. No quería analizar la naturaleza de esos sentimientos, ni pensar en el pasado; solo quería disfrutar sin que nada pudiera estropear los recuerdos maravillosos que Gastón y ella iban a crear a partir de entonces.
Incluso era posible que no fueran recuerdos todo lo que habían creado la noche anterior.
Una profunda emoción le estremeció el cuerpo. Un hijo…
Él le había dicho que quería tener un nieto de su padre, y ahora el cuerpo de Rocío le decía que ella quería tener un hijo de Gastón.
En algún lugar lejos de la placidez de aquella cama y de aquel dormitorio, había elementos de la dura realidad, pero no estaba dispuesta a hacerles el menor caso. Nada importaba después de lo que había ocurrido allí mismo solo unas horas antes. Qué podía importar más que lo que había descubierto junto a Gastón.
El amor que llevaba tanto tiempo negando había vuelto a ella más fuerte que nunca.
Amaba a Gastón con todo su corazón. No podría haber compartido aquello si no lo quisiera como lo quería. Y él tampoco habría podido acariciarla, excitarla y satisfacerla de la manera que lo había hecho si no sintiera algo por ella. ¿La amaba él del mismo modo?
Amor. Era una palabra tan corta para abarcar todo lo que abarcaba. ¿Sabía ella realmente lo que significaba amar? Había pasado de estar enamorada de Gastón a odiarlo profundamente, hasta la noche anterior. Respiró hondo tratando de pensar con lógica, pero no había manera. Cada vez que lo intentaba aparecía ante ella la imagen de Gastón, sus caricias eran lo único que podía sentir y su respiración lo único que podía oír.
Tenía veintidós años y, aunque virgen, sabía perfectamente que el sexo, por muy bueno que fuera, no era lo mismo que el amor. Pero su corazón se negaba a admitir que lo que había ocurrido entre ellos fuera solo sexo, era algo que iba mucho más allá. No solo se habían tocado el cuerpo el uno al otro sino que habían llegado a tocarse el alma.
Rocío sonrió atolondrada. Gastón y ella tenían mucho de qué hablar, del pasado en común y de todo lo que les había pasado estando separados. Los dos eran lo bastante maduros para enfrentarse a todo lo ocurrido, para poder empezar a vivir el presente y el futuro sin miedo.
Era hora de levantarse, de encontrarse con el día… y con Gastón.
Desde lo alto de la escalera Rocío vio la puerta del que una vez había sido el despacho de su padre y ahora lo era de su marido. ¡Su marido! Solo pensar aquellas palabras le proporcionaba una increíble sensación de bienestar. Gastón era su marido y sería el padre de su hijo.
De pronto se dio cuenta de que no podía aguantar más tiempo sin verlo, sin estar con él y sentir aquellos labios sobre los suyos.
Bajó los escalones casi corriendo.
La puerta del despacho estaba cerrada, así que se dispuso a empuñarla con cierto nerviosismo. Le palpitaban las sienes y casi podía notar las motas de polvo flotando en el aire. La importancia de aquel momento y de lo que podía significar hizo que el corazón empezara a latirle con fuerza dentro del pecho. Al otro lado de esa puerta no estaba solo Gastón, sino su futuro, el futuro de su relación y quizás el de su hijo.
Se sobresaltó al ver que la puerta se abría antes de que ella la hubiera tocado. Al otro lado apareció, Gastón, que la miraba con el ceño fruncido.
—Rochi.
Incluso la forma de decir su nombre transmitía frialdad. Observándolo con más detenimiento se dio cuenta de que llevaba un traje extremadamente formal y no paraba de mirar el reloj. No había que ser un experto en lenguaje corporal para darse cuenta de que estaba impaciente por algo.
—Pareces muy ocupado. Tenía la esperanza de que pudiéramos hablar —empezó a decirle ella.
—¿Hablar? ¿De qué?
Tenía que admitir que eso no era precisamente lo que había esperado escuchar, pero Rocío ya no era una adolescente que lo miraba con adoración. Ahora Gastón y ella eran iguales.
—De lo que ocurrió anoche, de nosotros —respondió ella con toda tranquilidad.
—¿De anoche?
Por imposible que pareciera su voz le resultaba aún más dura, parecía tan distante que tuvo la sensación de que le estaba advirtiendo que estaba entrando en terreno peligroso. Pero, como había descubierto durante los años que había pasado fuera, ella poseía una fuerza y una valentía que iba a ayudarla en aquella situación.
—Sí, Gastón, de anoche —susurró acercándose a él—. Te acuerdas de lo que ocurrió anoche, ¿verdad? —El tono burlón de sus palabras fue dejando paso a la ternura—: Anoche, cuando hicimos el amor… ¿Te acuerdas? —siguió bromeando ella.
—Yo solo recuerdo sexo, no amor.
La brutalidad de aquellas palabras cortó de cuajo todas las esperanzas y los sueños de Rocío.
—Gastón —le dijo al ver que él ya estaba dando media vuelta para marcharse. Necesitaba que le asegurara que no pensaba lo que había dicho—. No fue solo sexo. Fue… —se dio cuenta con desesperación que no encontraba fuerzas para pronunciar la palabra «amor», después del dolor que acababan de infligirle sus palabras—. Fue algo más.
—Era sexo, Rochi —insistió Gastón sin piedad con un desaliento en la voz que indicaba que estaba deseando que la conversación acabara cuanto antes—. Ni más ni menos que sexo, eso es todo.
Sin embargo ella estaba empezada en no rendirse y eso hizo que toda la energía de su carácter estallara como un huracán dentro de ella. Estaba segura de lo que sentía, por mucho que Gastón no lo estuviera, e iba a luchar para demostrárselo.
—Tengo veintidós años, Gastón; soy independiente desde hace cuatro años. Puede que me recuerdes como una adolescente ingenua, pero la mujer que estrechabas anoche en tus brazos, la mujer con la que hiciste el amor…
—Era virgen e ingenua —dijo él interrumpiendo su apasionado discurso. Esperó a ver cómo reaccionaba con la misma indiferencia con la que un médico examinaba a su paciente—. Pero es cierto que te recuerdo como una niña, Rocío. Una jovencita inmadura e increíblemente romántica que había idealizado la relación entre un hombre y una mujer, y que solo podría admitir esa relación si no estaba motivada por el amor. Dices que has madurado, pero alguien maduro no se habría aferrado a su virginidad durante tanto tiempo.
La crueldad de aquel análisis le cortó la respiración. Era como si se hubiera empeñado en despojar de todo sentimiento lo que habían compartido la noche anterior y convertirlo en un acto frío y carente de todo significado.
—Para ti el simple hecho de acostarte conmigo… y además disfrutarlo, te obliga a convencerte a ti misma de que el deseo y la excitación que sentías eran producto del «amor». Rochi, para amar a alguien tienes que conocerlo bien, aceptar cómo es y valorarlo por eso. Tú y yo no…
Rocío no estaba preparada para escuchar nada más. Le puso la mano en el hombro para que dejara de hablar y, al hacerlo sintió que sus músculos se ponían en tensión.
—Mira, tengo una reunión muy importante y ya llego tarde.
Sin pensarlo dos veces, Rocío se inclinó hacia él con la esperanza de derrumbar la enorme barrera que había levantado contra ella.
—Gastón, por favor… estoy segura que lo de ayer tuvo que significar algo para ti.
—Significó mucho —a sus ojos se agolparon lágrimas de agradecimiento porque por fin hubiera entrado en razón; pero esa satisfacción duró poco—. Quiero decir que, con un poco de suerte, puede que dentro de nueve meses tengamos un hijo. Tendré un hijo, o una hija, que lleve la sangre de tu padre; que era al fin y al cabo de lo que se trataba.
No podría haber explicado con mayor claridad lo poco que ella significaba para él, admitió Rocío para sí misma mientras veía cómo Gastón se acercaba a la puerta. En un acto reflejo miró las escaleras por las que había bajado hacía menos de media hora, llena de esperanzas y de seguridad en sí misma.
—Y… ¿si no hubo suerte? —le preguntó justo cuando estaba a punto de salir.
Hubo una pequeña pausa antes de que Gastón contestara con total calma.
—En ese caso tendríamos que intentarlo de nuevo.
Al mismo tiempo que él abría la puerta y salía de la casa, Rocío sintió una puñalada que le desgarraba el corazón. ¿Cómo iba a soportar aquello?
Rocío no lloró. ¡No podía llorar! El dolor era como una herida en lo más profundo de su cuerpo, una herida que destrozaba por dentro, pero que no dejaba ninguna marca en el exterior.

2 comentarios:

  1. Super , genial , increible , deslumbrante te juro queme quede sin palabras el proximo ya

    ResponderEliminar
  2. venia todo tan bien porque Gas es tan terco yo se que el esta enamorado de ella..
    Estupendo el capitulo!!!

    ResponderEliminar