Hace click en leer más para leer el Capítulo...
Amor por Chantaje Capítulo 11
ROCÍO abrió los ojos y se
estiró a sus anchas.
Quizás Gastón ya no
estuviera en la cama junto a ella, pero seguía percibiendo su olor en las
sábanas y en su propio cuerpo, del mismo modo que seguía notando dentro de ella
el lugar secreto donde él había estado.
Sin perder la sonrisa que
le iluminaba el rostro miró hacia la ventana y vio el cielo azul que se extendía
al otro lado del cristal. Hacía un día maravilloso. No podía ser de otro modo.
Los descubrimientos de la noche anterior seguían alegrándole el corazón con la
misma intensidad. Todo lo que sentía había sido suavizado por el filtro del
amor, el amor, que había hallado entre los brazos de Gastón mientras él la
estrechaba contra su cuerpo, acariciándola por dentro y por fuera.
Quizás no habían hablado de
amor, pero eso era lo que se respiraba en el aire, era lo que habían
compartido. De eso estaba totalmente segura.
Tenía tantos planes para el
futuro, un futuro que pensaba vivir junto a él. Después de mucho tiempo, lo
único que sentía en ese momento era alegría y esperanza. No quería analizar la
naturaleza de esos sentimientos, ni pensar en el pasado; solo quería disfrutar
sin que nada pudiera estropear los recuerdos maravillosos que Gastón y ella
iban a crear a partir de entonces.
Incluso era posible que no
fueran recuerdos todo lo que habían creado la noche anterior.
Una profunda emoción le
estremeció el cuerpo. Un hijo…
Él le había dicho que
quería tener un nieto de su padre, y ahora el cuerpo de Rocío le decía que ella
quería tener un hijo de Gastón.
En algún lugar lejos de la
placidez de aquella cama y de aquel dormitorio, había elementos de la dura realidad,
pero no estaba dispuesta a hacerles el menor caso. Nada importaba después de lo
que había ocurrido allí mismo solo unas horas antes. Qué podía importar más que
lo que había descubierto junto a Gastón.
El amor que llevaba tanto
tiempo negando había vuelto a ella más fuerte que nunca.
Amaba a Gastón con todo su
corazón. No podría haber compartido aquello si no lo quisiera como lo quería. Y
él tampoco habría podido acariciarla, excitarla y satisfacerla de la manera que
lo había hecho si no sintiera algo por ella. ¿La amaba él del mismo modo?
Amor. Era una palabra tan
corta para abarcar todo lo que abarcaba. ¿Sabía ella realmente lo que
significaba amar? Había pasado de estar enamorada de Gastón a odiarlo
profundamente, hasta la noche anterior. Respiró hondo tratando de pensar con
lógica, pero no había manera. Cada vez que lo intentaba aparecía ante ella la
imagen de Gastón, sus caricias eran lo único que podía sentir y su respiración
lo único que podía oír.
Tenía veintidós años y,
aunque virgen, sabía perfectamente que el sexo, por muy bueno que fuera, no era
lo mismo que el amor. Pero su corazón se negaba a admitir que lo que había
ocurrido entre ellos fuera solo sexo, era algo que iba mucho más allá. No solo
se habían tocado el cuerpo el uno al otro sino que habían llegado a tocarse el
alma.
Rocío sonrió atolondrada.
Gastón y ella tenían mucho de qué hablar, del pasado en común y de todo lo que
les había pasado estando separados. Los dos eran lo bastante maduros para
enfrentarse a todo lo ocurrido, para poder empezar a vivir el presente y el
futuro sin miedo.
Era hora de levantarse, de
encontrarse con el día… y con Gastón.
Desde lo alto de la
escalera Rocío vio la puerta del que una vez había sido el despacho de su padre
y ahora lo era de su marido. ¡Su marido! Solo pensar aquellas palabras le
proporcionaba una increíble sensación de bienestar. Gastón era su marido y
sería el padre de su hijo.
De pronto se dio cuenta de
que no podía aguantar más tiempo sin verlo, sin estar con él y sentir aquellos
labios sobre los suyos.
Bajó los escalones casi
corriendo.
La puerta del despacho
estaba cerrada, así que se dispuso a empuñarla con cierto nerviosismo. Le
palpitaban las sienes y casi podía notar las motas de polvo flotando en el
aire. La importancia de aquel momento y de lo que podía significar hizo que el
corazón empezara a latirle con fuerza dentro del pecho. Al otro lado de esa
puerta no estaba solo Gastón, sino su futuro, el futuro de su relación y quizás
el de su hijo.
Se sobresaltó al ver que la
puerta se abría antes de que ella la hubiera tocado. Al otro lado apareció,
Gastón, que la miraba con el ceño fruncido.
—Rochi.
Incluso la forma de decir
su nombre transmitía frialdad. Observándolo con más detenimiento se dio cuenta
de que llevaba un traje extremadamente formal y no paraba de mirar el reloj. No
había que ser un experto en lenguaje corporal para darse cuenta de que estaba
impaciente por algo.
—Pareces muy ocupado. Tenía
la esperanza de que pudiéramos hablar —empezó a decirle ella.
—¿Hablar? ¿De qué?
Tenía que admitir que eso
no era precisamente lo que había esperado escuchar, pero Rocío ya no era una
adolescente que lo miraba con adoración. Ahora Gastón y ella eran iguales.
—De lo que ocurrió anoche,
de nosotros —respondió ella con toda tranquilidad.
—¿De anoche?
Por imposible que pareciera
su voz le resultaba aún más dura, parecía tan distante que tuvo la sensación de
que le estaba advirtiendo que estaba entrando en terreno peligroso. Pero, como
había descubierto durante los años que había pasado fuera, ella poseía una
fuerza y una valentía que iba a ayudarla en aquella situación.
—Sí, Gastón, de anoche
—susurró acercándose a él—. Te acuerdas de lo que ocurrió anoche, ¿verdad? —El
tono burlón de sus palabras fue dejando paso a la ternura—: Anoche, cuando
hicimos el amor… ¿Te acuerdas? —siguió bromeando ella.
—Yo solo recuerdo sexo, no
amor.
La brutalidad de aquellas
palabras cortó de cuajo todas las esperanzas y los sueños de Rocío.
—Gastón —le dijo al ver que
él ya estaba dando media vuelta para marcharse. Necesitaba que le asegurara que
no pensaba lo que había dicho—. No fue solo sexo. Fue… —se dio cuenta con
desesperación que no encontraba fuerzas para pronunciar la palabra «amor»,
después del dolor que acababan de infligirle sus palabras—. Fue algo más.
—Era sexo, Rochi —insistió
Gastón sin piedad con un desaliento en la voz que indicaba que estaba deseando
que la conversación acabara cuanto antes—. Ni más ni menos que sexo, eso es
todo.
Sin embargo ella estaba
empezada en no rendirse y eso hizo que toda la energía de su carácter estallara
como un huracán dentro de ella. Estaba segura de lo que sentía, por mucho que
Gastón no lo estuviera, e iba a luchar para demostrárselo.
—Tengo veintidós años,
Gastón; soy independiente desde hace cuatro años. Puede que me recuerdes como
una adolescente ingenua, pero la mujer que estrechabas anoche en tus brazos, la
mujer con la que hiciste el amor…
—Era virgen e ingenua —dijo
él interrumpiendo su apasionado discurso. Esperó a ver cómo reaccionaba con la
misma indiferencia con la que un médico examinaba a su paciente—. Pero es
cierto que te recuerdo como una niña, Rocío. Una jovencita inmadura e
increíblemente romántica que había idealizado la relación entre un hombre y una
mujer, y que solo podría admitir esa relación si no estaba motivada por el
amor. Dices que has madurado, pero alguien maduro no se habría aferrado a su
virginidad durante tanto tiempo.
La crueldad de aquel
análisis le cortó la respiración. Era como si se hubiera empeñado en despojar
de todo sentimiento lo que habían compartido la noche anterior y convertirlo en
un acto frío y carente de todo significado.
—Para ti el simple hecho de
acostarte conmigo… y además disfrutarlo, te obliga a convencerte a ti misma de
que el deseo y la excitación que sentías eran producto del «amor». Rochi, para
amar a alguien tienes que conocerlo bien, aceptar cómo es y valorarlo por eso.
Tú y yo no…
Rocío no estaba preparada
para escuchar nada más. Le puso la mano en el hombro para que dejara de hablar
y, al hacerlo sintió que sus músculos se ponían en tensión.
—Mira, tengo una reunión
muy importante y ya llego tarde.
Sin pensarlo dos veces,
Rocío se inclinó hacia él con la esperanza de derrumbar la enorme barrera que
había levantado contra ella.
—Gastón, por favor… estoy
segura que lo de ayer tuvo que significar algo para ti.
—Significó mucho —a sus
ojos se agolparon lágrimas de agradecimiento porque por fin hubiera entrado en
razón; pero esa satisfacción duró poco—. Quiero decir que, con un poco de
suerte, puede que dentro de nueve meses tengamos un hijo. Tendré un hijo, o una
hija, que lleve la sangre de tu padre; que era al fin y al cabo de lo que se
trataba.
No podría haber explicado
con mayor claridad lo poco que ella significaba para él, admitió Rocío para sí
misma mientras veía cómo Gastón se acercaba a la puerta. En un acto reflejo
miró las escaleras por las que había bajado hacía menos de media hora, llena de
esperanzas y de seguridad en sí misma.
—Y… ¿si no hubo suerte? —le
preguntó justo cuando estaba a punto de salir.
Hubo una pequeña pausa
antes de que Gastón contestara con total calma.
—En ese caso tendríamos que
intentarlo de nuevo.
Al mismo tiempo que él
abría la puerta y salía de la casa, Rocío sintió una puñalada que le desgarraba
el corazón. ¿Cómo iba a soportar aquello?
Rocío no lloró. ¡No podía
llorar! El dolor era como una herida en lo más profundo de su cuerpo, una
herida que destrozaba por dentro, pero que no dejaba ninguna marca en el
exterior.

Super , genial , increible , deslumbrante te juro queme quede sin palabras el proximo ya
ResponderEliminarvenia todo tan bien porque Gas es tan terco yo se que el esta enamorado de ella..
ResponderEliminarEstupendo el capitulo!!!