domingo, 20 de enero de 2013

Un Matrimonio Diferente... Capitulo 38







La limusina viajaba a gran velocidad entre el tráfico de Atenas. Por el rabillo del ojo veía a Gastón servirse un trago. Le sirvió otro a ella sin que se lo hubiera pedido. Bebió sin fijarse en el contenido. Parecía zumo de naranja. La atmósfera era tensa. Ella se sentía nuevamente amenazada.
¿Dónde había dormido él la noche anterior? Era de madrugada y él aún no había llegado. Tampoco había ido a almorzar. Aunque ella no podía decir que se sintiera decepcionada por su ausencia. Eso sí, había tenido que maquillarse a fondo para disimular el rojo de sus ojos. No le apetecía en absoluto conocer a la familia de Gastón en ese estado. Estaba hecha un manojo de nervios.
Se había alzado un silencio denso entre ellos. Por momentos lo toleraba y por momentos hablaba de cosas intrascendentes para disimularlo.
Cuando volvamos a Londres intentaré arreglar el escritorio de mi madre. Max me dijo que lo cuidara. Tal vez podría tener un...
- ¿Cajón secreto? – dijo él sarcásticamente.
Rocío estaba resuelta a encontrar ese certificado, se lo había jurado. No era justo que ella fuera el rehén para que la familia de Gastón estuviera a salvo de algo. Aunque pensaba que era paranoico de parte de Gastón pensar que ese certificado fuese aún una amenaza, a pesar de la muerte de Max.
Sin querer, Rocío dejó escapar ese pensamiento por la boca.
- No pienso correr ese riesgo – dijo Gastón.
- ¡Voy a terminar pensando que estás tapando un crimen o algo así, algo verdaderamente horroroso! – dijo ella temblorosa.
- ¡No es nada tan dramático! – dijo él con una risotada -. Puedes tener la conciencia tranquila.
- Me gustaría que me dijeras algo sobre el certificado – dijo ella dudando.
- ¿Y poner a tu alcance la tentación? ¿Crees que no sé lo desesperada que estás por ser libre? ¿Me crees tan estúpido?
- No le haría daño a tu familia – dijo Rocío pálida.
- Espera a conocerlos.
- ¿Y eso qué quiere decir?


- Ya verás.
Gas se apartó de ella. Decididamente tenía un gesto amargo. Rocío comenzó a pensar que la reunión familiar que iban a tener no iba a ser muy tranquila. ¿O estaba equivocada?
¿Por qué se obstinaba en actuar como si para ella las fotos con Santiago no hubieran sido una sorpresa? Los nuevos y frágiles lazos que ellos habían trazado se habían visto destruidos por el recuerdo brutal del pasado.
Rocío reconocía que en su intención de defenderse, había usado esas fotos para desahogarse, y que tal vez había sido un error.
Estaba furiosa. La culpa no era de Gastón. Estaba furiosa porque no era capaz de tomar las riendas de su vida. Se sentía víctima de su padre, de quien había intentando ganarse la aprobación hasta el fin de su vida, e incluso víctima de Santiago.
Debía aceptar que la frustración, el arrepentimiento y la humillación habían sido producto de su pasividad. Gas no había participado en su decisión de aceptar el matrimonio que le había propuesto su padre. Ésa era una realidad devastadora. Y lo peor era que ella no la había querido ver hasta ese momento.
En ningún momento, durante los cinco años de matrimonio, se había atrevido a discutir la situación, y Gas no había estado en posición de exigir su libertad. En parte no se extrañaba de que Gastón pensara que ella había estado obsesionada con él, o que no quería perder su status y su holgada posición económica.
Y ahora pensaba cómo se habría sentido ella si le hubieran mostrado una serie de fotos íntimas con otra mujer... se habría puesto furiosa. Pero Gastón había sido siempre muy discreto. Nunca se había dejado sorprender en una actitud de ese tipo con una mujer. Habían llenado las revistas de chismes y sospechas, pero nunca habían tenido ninguna prueba de que él tuviese una relación íntima con una mujer. Reconocía que jamás había tenido la intención de lastimarla.
Gastón le había dado el status que su padre había querido para ella, como precio de su silencio. ¿Qué más podía esperar? El amor no había sido parte del trato ni siquiera entonces. Y de un modo u otro ella iba a tener que soportarlo.

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