Capítulo 19
-Me concede este baile?
Rocio había estado observando a las parejas que giraban armónicamente en la pista del club de campo, y al volverse se encontró con un par de ojos oscuros como el chocolate. El propietario de aquellos ojos era suficientemente atractivo como para considerar la posibilidad de contestar afirmativamente a su pregunta.
-Lo siento Simón -Gastón volvía en ese momento de la barra con dos copas de vino-. Sería una desconsideración por parte de Rochi irse a bailar contigo después de lo que he tenido que luchar para conseguir estas copas.
-Dalmau -Simón sonrió-, ha sido un buen discurso el de esta noche. Corto y amable. Pitter habría estado orgulloso.
Rocio puso entonces en Simón toda su atención.
-¿Usted conoce bien a Pitter Lanzani? -le preguntó. Sentía los ojos de Gastón fijos en ella-. Yo solo... Bueno, me parece extraño que no haya aparecido personalmente a recibir un premio como este.
-Pitter no es amigo de convencionalismos -le explicó Simón-. Y sí, lo conozco bien. Somos amigos desde que coincidimos en la universidad.
A Rocio le habría encantado hacerle más preguntas sobre Pitter, pero Gastón continuaba observándola y estaba segura de que le extrañaría que comenzara a interrogar a su amigo. De modo que, en vez de seguir haciendo preguntas, le tendió la mano.
-Ha sido un placer conocerlo, ¿señor...?
-Arrechavaleta -Simón se llevó la mano de Rocio a los labios-. El placer ha sido mío, señorita...
-Gutiérrez -contestó Gastón. Dejó las copas de vino en una mesa y tomó la mano de Rochi- Perdónanos, Simón.
Gastón no esperó a que Simon respondiera para sacar a bailar a Rocio.
-¿Puedo darte un consejo? -le preguntó, alzando la voz por encima de la música.
Guardaba una caballerosa distancia con ella, teniendo mucho cuidado de no rozar su cuerpo. Aun así, era extremadamente difícil no ser consciente del contacto de sus manos, ni del efecto de su mano sobre sus hombros desnudos.
Al igual que era difícil ignorar que cada vez que bajaba la mirada tenía una vista perfecta de su escote. Aquel vestido no era demasiado escotado. De hecho, Rocio lo había elegido porque era suficientemente elegante y relativamente discreto. La mayor parte de los trajes de noche que había estado viendo no tenían tirantes y sus escotes dejaban al descubierto mucho más de lo que ella deseaba mostrar. Aquel vestido tenía unas bonitas mangas y carecía de aberturas indiscretas. Se ajustaba a su cuerpo, acentuando el volumen de sus senos y sus caderas, pero comparado con los otros, era bastante recatado.
Por lo menos hasta que se había puesto la ropa interior que Aleli había escogido por ella. Porque en cuanto se había puesto el sujetador, el vestido se había transformado en un modelo alarmantemente sexy.
-Supongo que depende. ¿Sobre qué quieres darme un consejo?
-Simón no es mal tipo. Pitter y él han sido amigos durante años, pero... -se inclinó para susurrarle algo al oído-, es un donjuán. ¿No has notado que prácticamente se le caía la baba cuando se ha acercado a ti?
Rocio soltó una carcajada.
-¿Ah sí?
-Estaba a punto de pasarte una toalla para ¡que lo ayudaras a secarse.
Rocio sintió que se sonrojaba.
-Pero en vez de eso has preferido rescatarme y alejarme de sus babas. Qué galante.
-No. Solo soy egoísta. Estás preciosa esta noche. No voy a permitir que a nadie se le ¡caiga la baba delante de ti.
Nadie salvo yo. Gastón no pronunció aquellas palabras en voz alta, pero su mirada era ¡suficientemente elocuente. Aun así, Rochi era tan inocente que probablemente no se daría ¡cuenta... Como tampoco podría imaginarse que durante aquella semana, su recuerdo lo había mantenido despierto durante más de una noche.
A no ser que la estrechara contra él. Porque en ese caso, iba a saber con toda precisión cómo reaccionaba Gastón a su cercanía.
Pero aquella mujer era demasiado dulce. Irremediablemente joven. Y eso suponía que su deseo por ella estaba completamente fuera de lugar. Porque lo que a Gastón le habría gustado habría sido llevarla a su dormitorio. Besarla después suavemente hasta hacer que se derritiera entre sus brazos. Seducirla y pasar la noche entera haciendo el amor con ella. Y hacer lo mismo cada noche y...
Pero eso no era una opción. Sería extremadamente cruel tratarla de ese modo. Ella esperaría algo de él. Algo que él no podría darle. Y jamás se perdonaría hacerle daño a Rochi.
-¿Y cómo sabes que yo no quiero que a la gente se le caiga la baba conmigo? -le preguntó Rochi con una sonrisa traviesa-. ¿Cómo sabes que a mí no me gusta el juego de la seducción?
Gastón soltó una carcajada. Y pensó que ni siquiera era capaz de recordar la última vez que se había reído en una fiesta como aquella.
Rocio se sonrojó ligeramente. Ella había empezado. ¿Pero cómo había sido capaz de sugerir que quizá le gustara recibir sus atenciones? Había sido un coqueteo descarado. Y por la forma en la que Gastón la miraba, por el calor de sus ojos y por su manera de acercarse a ella, era evidente que había decidido continuarlo.
Sus piernas rozaban las de ella, sus senos acariciaban su pecho.
-Creo que a todo el mundo le gusta que lo adulen de vez en cuando -dijo con un hilo de voz-. Dependiendo, por supuesto, de quién sea el adulador.
-Si estás intentando seducirme -le susurró Gastón al oído-, tu técnica es brillante. Nadie habría sospechado que eres capaz de un juego como este.
Rocio rió. Porque como no se lo tomara a risa, iba a terminar hecha un charquito a sus pies. Debería ser ilegal que un hombre tuviera una voz tan sensual como la de Gastón.
-Sé que corro el riesgo de desilusionarte, pero tengo que confesar que no soy una mujer de ese tipo. Supongo que es uno de mis muchos defectos. Siempre me habría gustado ser más atrevida. ¿Sabes? Siempre he soñado con ser una chica Bond, pero dudo seriamente que alguna vez suceda.
Gastón continuaba acercándose a ella. Tenía mucho cuidado de no tocarla, pero estaban tan cerca que su aliento era para Rocio como una cálida caricia.
-Hmm. Así que aspiras a ser una chica Bond. No me extraña entonces que no tengas interés en trabajar para mí después de enero.
Rocio sintió que desaparecía la sonrisa de sus labios.
-Sé que no lo comprendes y me temo que no puedo explicártelo...
-Chss -la interrumpió Gastón-. Solo era una broma. No pretendo hacerte sentirte culpable, ni empezar a hablar de negocios.
-Pero me siento terriblemente al...
-No te sientas mal. En realidad te admiro. Hay personas en mi empresa que dejarían su carrera a cambio del dinero que te he ofrecido. Sin embargo, tú no estás dispuesta a renunciar a tus planes de futuro.
-Me haces parecer una especie de Juana de Arco, pero me temo que la cuestión no es tan sencilla ni tan heroica como tú la planteas.
La canción terminó, pero Gastón no la soltó.
-Nada lo es -la miró a los ojos-. Como ahora mismo. Estamos aquí, bailando, nos estamos divirtiendo. ¿Sencillo, verdad? -rió-. Pues no lo es tanto. ¿Sabes que hay cerca de ciento cincuenta personas mirándonos? ¿Preguntándose quién eres y dándole una importancia especial al hecho de que no estoy con Daniela esta noche? Y mañana, o dentro de unos días, averiguarán que trabajas para mí. Si solo bailamos una vez, asumirán que probablemente hoy es tu cumpleaños o algo así y este ha sido un simple gesto de amabilidad por mi parte. Pero si volvemos a bailar juntos, aunque solo sea una vez más, empezarán los rumores y las especulaciones y para el día de Acción de Gracias, no habrá nadie que no piense que estoy teniendo una aventura con la niñera de mis hijos.
Rocio abrió los ojos como platos y soltó una carcajada.
-Oh, Dios mío.
-Y, una vez más, la solución parece sencilla, ¿verdad? Deberíamos dejar de bailar para que no se lleven una idea equivocada. Pero es más complicado de lo que parece, porque yo no quiero dejar de bailar. Estoy disfrutando mucho. Eres una buena bailarina y hacía años que no disfrutaba en una fiesta y... -y además era más complicado porque en realidad deseaba que todo el mundo creyera que tenía algún tipo de relación con ella.
-¿Y a quién le importa lo que puedan pensar?
-Sí, esa ha sido siempre mi filosofía, pero -sacudió la cabeza-, ahora también hablarán de ti.
-Quizá -contestó Rochi con una sonrisa-piensen que estoy intentando seducirte..
Gastón soltó una carcajada.
-Es más probable que piensen lo contrario.
Estaban bailando otra vez, moviéndose nuevamente al ritmo de la música. Y todo el mundo los estaba observando.
-¿Tú también eres un donjuán, Gastón? -le preguntó Rochi al oído.
¿Cómo había sucedido aquello? De pronto, su buen humor se había transformado en algo mucho más intenso. Estrechó a Rochi contra él. Sentía sus senos contra su pecho y podía ver furtivamente parte del tirante del sujetador.
Terciopelo azul.
Por un momento, se quedó sin habla.
-Eres suficientemente atractivo para serlo -murmuró Rochi-, sin embargo, no me pareces un hombre de ese tipo. Aunque no está hablando precisamente la voz de la sabiduría. He tenido grandes fracasos al intentar deducir solo por una conversación si un hombre es o no sincero.
-Yo siempre he intentado ser sincero acerca de una relación -susurró él.
-Siempre y cuando dos personas tengan claro cuáles son sus posibilidades, o la falta de ellas...
-Entonces no hay malentendidos -terminó Gastón por ella.
Rocio lo escuchaba atentamente, alzando la mirada hacia sus ojos. Gastón sentía sus manos alrededor de su cuello, acariciando su pelo. Y tuvo que emplear toda su fuerza de voluntad para no besarla.
-Por supuesto, no hay manera de estar absolutamente seguro de que una relación no pueda convertirse en algo más duradero -susurró ella-. No hay ninguna forma de predecir si algo que comienza como una simple atracción puede llegar a convertirse en algo más poderoso.
-¿Y si solo se transforma en una atracción todavía más poderosa?
-Bueno, en ese caso, al menos se habrá intentado -contestó ella muy seria-. Eso es mejor que dejar que el verdadero amor pase por tu lado sin hacer nada.
El verdadero amor. Por supuesto. Era lógico que un ser tan dulce, inocente, apasionado y vibrante como Rochi Gutiérrez estuviera buscando al verdadero amor.
Pero no iba a encontrarlo hay. Por lo menos no en su casa.
Gastón la tomó de la mano y la sacó de la pista de baile. Sabía condenadamente bien lo que aquella conversación codificada significaba. Rochi le había dicho que estaba interesada en él, que si la besaba, ella le devolvería el beso. Y si la invitaba a su dormitorio...
Pero eso no iba a suceder. Ni esa noche ni nunca.
Porque Rochi buscaba el verdadero amor.
Y Gastón ya no tenía nada verdadero en su corazón.
Rocio le dio las gracias a Gastón mientras este le sujetaba la puerta de casa para que entrara. Pasó, obligándose a sí misma a no mirar hacia atrás para comprobar si el guardaespaldas había aparcado su coche cerca de allí.
Lo había visto en el aparcamiento del club de campo, cuando Gastón había ido a buscar su coche. Durante la semana anterior, había vuelto a verlo cada vez que iba a llevar y a buscar a los niños al colegio, pero ni Aleli ni Monito lo habían notado.
Sin embargo, con Gastón la cosa sería completamente diferente. A él no se le escapaba un solo detalle y sería imposible explicarle la presencia de aquel guardaespaldas sin explicar quién era ella. Y Rocio todavía no estaba preparada para revelar su identidad.
Sus razones, sin embargo, no tenían nada que ver con sus intentos de localizar a Pitter Lanzani.
Quería que Gastón la besara. Aquella noche había pensado que iba a hacerlo en más de una ocasión. Pero estaban en público, de modo que había esperado.
Hasta ese momento.
Quería que la besara sintiendo que su beso no tenía nada que ver con su condición regia. Quería ser besada como mujer, no como princesa.
La casa estaba en silencio. Tina leía en la mesa de la cocina. Al verlos, sonrió y se puso su chaqueta, dispuesta a marcharse.
Eran solo las once, pero parecía mucho más tarde. La casa aparecía de pronto llena de posibilidades que no existían a la luz del día.
Gastón dejó las llaves en el mostrador del vestíbulo.
-Esta es una situación muy peculiar, ¿verdad? Te he traído a tu casa, pero también es la mía. Resulta muy difícil tener una sensación de despedida. Quizá debería darte las gracias por haber venido conmigo y estrecharte la mano.
¿Estrecharle la mano? ¿Después de cómo había estado mirándola durante toda la noche? Aunque quizá tomarse las manos fuera una buena forma de empezar, se dijo Rochi.
Rocio le estrechó la mano, él le brindó una de sus embriagadoras sonrisas y la soltó.
-Y todavía seguimos aquí -comentó.
-Ha sido un noche maravillosa -dijo Rocio casi sin respiración, obligándose a no apartarse de él. Ella deseaba aquella cercanía. Deseaba estar incluso más cerca, así que dio un paso hacia él, rezando para no haber confundido las señales que Gastón parecía haber estado enviándole durante toda la noche. Le gustaba, se sentía atraído por ella. Las cosas que había dicho durante el último baile así lo indicaban.
-Eres un bailarín maravilloso y siempre disfruto en tu compañía -le dijo-. Ya sé que esto no ha sido una verdadera cita, pero quizá...
-¿Quizá qué? -preguntó con voz ronca.
Rocio bendijo en silencio a Aleli por haber sido tan atrevida a la hora de elegir su lencería. Porque sabía que Gastón iba a besarla. Lo sabía. Y como si fuera toda una experta en el arte de la seducción, posó la mano en su pecho.
-Quizá podamos repetirlo otra vez -le sorprendieron tanto sus propias palabras a ella misma que estuvo a punto de soltar una carcajada.
Pero Gastón continuaba en silencio, completamente inmóvil y la confianza de Rocio en sí misma y en su ropa interior comenzó a quebrarse. Todavía seguía pareciendo una niñera. Una niñera vestida con un traje de noche que estaba intentando seducir a su jefe.
-Lo siento -dijo, cuando tuvo valor suficiente para apartar la mano.
Pero Gastón la retuvo entre la suya.
-Entonces no he sido solo yo -susurró.
Rocio no podía respirar, no podía hablar. Bastaba que Gastón la mirara para sentir que le temblaban las rodillas.
-Así que tú también has notado -continuó diciendo Gastón-, esta atracción que existe entre nosotros.
Rocio asintió en silencio.
-Es algo peligroso, ¿no crees?
Rocio volvió a asentir en completo silencio.
Gastón le acarició la cara y ella cerró los ojos. El corazón le latía tan violentamente que le parecía imposible que Gastón no lo oyera.
-No estoy seguro de que debamos hacer esto -susurró Gastón-. No puedo seguir aquí sin tocarte, sin acariciarte...
Rocio abrió los ojos mientras se inclinaba hacia él. Gastón abrió los brazos y, con una lentitud tortuosa, descendió hacia su boca.
Y justo cuando Rocio pensaba que por fin iba a besarla, se detuvo, con los labios a solo unos centímetros de los suyos.
-Pero solo va a ser un beso de buenas noches. Solo uno. Y mañana podemos intentar llegar a algún acuerdo sobre nuestra situación.
Rozó nuevamente sus labios, ligeramente, saboreando dulcemente su boca. Fue un beso delicado, casi cuidadoso, pero con una fuerza extraordinaria. Rocio se derretía contra él. Aquel beso era como el vino y la música bajo la luz de la luna, era como el beso que le habría dado un enamorado a su amada tras haberle prometido no hacerle sufrir nunca, era...
Gastón se apartó de ella, respirando jadeante y Rocio comprendió lo mucho que le había costado mantener tal delicadeza. El calor de sus ojos hablaba de besos distintos. Besos apasionados y profundos.
Y era imposible que Rocio dijera buenas noches y se fuera a la cama después de haber probado algo así.
De modo que se puso de puntillas, le rodeó el cuello con los brazos y le hizo bajar la cabeza hacia ella. No hubo cuidado alguno en su gesto. Lo besó como había estado deseando besarlo desde hacía días.
Lo oyó gemir mientras la abrazaba, deslizando las manos por su cuerpo y presionándola contra él.
Fue un beso que ninguno de los dos podría olvidar durante años. Probablemente durante décadas. Fue un beso ardiente, profundo, interminable. Rocio deslizaba los dedos por su pelo y por su espalda, tentando con las manos los músculos maravillosos de aquel hombre. Inhalaba su aroma, lo devoraba, le daba la bienvenida en su boca a la vez que reclamaba su lengua, sus dientes, sus labios. Gastón inclinaba la cabeza, dándole más de lo que ella pedía.
Se separó de Rocio en el momento en el que la joven estaba sacándole la camisa del pantalón para poder deslizar la mano por su espalda desnuda.
-¡Dios mío! -musitó. Su mirada bailó sobre los labios de Rocio antes de fijarla en sus ojos-. Ahora mismo no estoy seguro de si quiero esperar hasta mañana para pensar en nuestra situación -susurró.
Le acarició el hombro. Rocio advirtió en ese momento que se le había caído ligeramente el hombro del vestido, dejando el tirante del sujetador al descubierto.
-Debo confesar que no he dejado de pensar en tu ropa interior desde que Aleli la mencionó.-Rocio se dejó arrastrar por las verdosas profundidades de sus ojos.
-Solo es ropa interior -musitó.
-Vete a tu habitación antes de que intente convencerte para que me dejes ver el resto.
-Quizá no sea tan mala idea...
Gastón sacudió la cabeza.
-Claro que lo es -le dijo-. Rochi, yo no esperaba nada de esto. Una cosa es fantasear, pero cuando las fantasías se convierten en realidad... Hay cosas que necesitas entender. Dios, no quiero hacerte ningún daño. Tenemos que dejar las cosas claras desde el primer momento. Me temo que... ¿Podemos hablar de esto mañana?
-Por supuesto -no le resultó nada fácil separarse de él-. Supongo que entonces ya es hora de darte las buenas noches. He disfrutado mucho -sonrió antes de dar media vuelta-, sobre todo la parte del beso.
Rochi lo oyó reír antes de abandonar la habitación.
-Sí, yo también.
Continuará...
*Mafe*

el cap estuvo buenisimo! Me encanta que Rochi se esté soltando con Gas <3
ResponderEliminarpor fin el beso que bueno, me encanto el capitulo
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