2 capítulos quedan
Hace click en leer más para leer el capítulo...Amor por Chantaje Capítulo 19
Rocío se quedó mirando al
vacío desesperada. Gastón la había dejado para ir con Lisa. ¿Qué iba a hacer
ahora?
Se sentía débil, derrotada
y sola. Había desaparecido todo rastro de valor, solo quería estar con alguien
que la quisiera y que la hiciera volver a sentirse segura. De repente echó
muchísimo de menos a las monjas con las que había convivido en Río.
¿Qué iba a ser de ella y,
lo que era más importante, qué iba a ser de su bebé? Él o ella iba a necesitar
mucho amor; tenía que estar con gente que se preocupara por él, ¡y que lo
hiciera por los motivos adecuados!
Sabía muy bien qué era lo
que debía hacer.
Esa vez no había ninguna
prisa, solo una fría sensación de resignación. Hizo las maletas con toda
tranquilidad, e incluso se tomó tiempo para llamar al aeropuerto y reservar
billete en el primer vuelo a Río. Salía a medianoche, tenía tiempo de sobra.
Medianoche. Sin duda a esas
horas Gastón estaría en su apartamento de Londres junto a Lisa, jurándole amor
eterno. Una náusea la hizo salir corriendo al baño.
—También a ti te hace
sentir así —dijo en voz alta acariciándose el estómago—. Él no te merece,
cariño, por mucho que quiera tenerte. Voy a llevarte a un sitio donde podamos
ser felices sin él.
Incluso mientras susurraba
aquellas palabras dirigidas al pequeño que crecía dentro de ella, Rocío podía
oír una vocecita que condenaba su comportamiento. Le decía que, aunque Gastón
no la quisiera a ella, eso no quería decir que no fuera a querer a su hijo, y
que no tenía derecho a separar al pequeño de su padre para siempre.
Pero no quería escuchar a
aquella voz.
El taxi la estaba
esperando. Salió con poco equipaje, había dejado todo lo que Gastón le había
comprado excepto los anillos, esa vez no quería dejarlos atrás. Derramó una
sola lágrima en el momento de cerrar la puerta y se montó en el taxi sin mirar
atrás.
Gastón se frotó los ojos
cansados al mismo tiempo que colgaba el teléfono. Había conseguido solventar la
crisis del refugio; había convencido al propietario de que le vendiera a él el
edificio, eso sí, a un precio escandaloso, pero no lo lamentaba porque sabía lo
feliz que iba a hacer a Rocío con ello. No obstante, todavía quedaban muchos
detalles que ultimar: tenía que hacer varias llamadas telefónicas para ponerse
en contacto con el banco, los abogados… Pero antes de nada…
Miró al reloj, seguramente
Rocío seguiría despierta y él necesitaba oír su voz desesperadamente. Le había
costado mucho dejarla allí sin poder deshacer el ridículo malentendido que los
había hecho perder cuatro años de sus vidas, pero quería hacerlo con todo el
tiempo que fuera necesario y no a toda prisa. Sin embargo en ese momento
necesitaba hablar con ella aunque fuera solo un momento, al menos podría
decirle cuánto la quería.
Después de tres intentos
Gastón estaba empezando a ponerse muy nervioso. Era posible que estuviera
dormida, o que simplemente no quisiera contestar al teléfono; pero algo le
decía que había algo más.
Sin perder ni un segundo en
analizar lo que sentía, agarró las llaves del coche y salió de la oficina.
El aeropuerto estaba lleno
de gente, pero había mucho tiempo antes de que llegara la hora de facturar su
equipaje. Así que para distraerse Rocío empezó a planificar todo lo que tenía
que hacer al llegar a Río. Lo primero era reservar habitación en un hotel ya
que seguramente su antiguo apartamento estaría ocupado y, aunque estuviera
libre, debía encontrar un sitio más adecuado para vivir con un bebé. También
tendría que buscarse un trabajo para mantenerse a ella y al niño; quizás
tuviera que volver a trabajar de profesora en lugar de dedicar todo su tiempo a
la organización benéfica.
Ya era casi la hora de
facturar cuando se dio cuenta de que antes tenía que ir al servicio; cosas del
embarazo. Una chica muy joven salió de allí al mismo tiempo que ella y, al
verla, Rocío pensó que parecía estar sola y algo triste, por lo que sintió
cierto instinto de protección hacia ella. Pero una vez en la sala la joven echó
a correr hacia un señor que la esperaba a varios metros.
—¡Papi! —dijo mientras
ambos se abrazaban emocionados.
—Vamos, tienes que
marcharte ya, si pierdes el avión tu madre no te dejará volver a venir a verme.
Se podía percibir la
angustia en las palabras del hombre. Rocío se quedó paralizada observando la
escena.
—No quiero volver, quiero
quedarme aquí contigo —decía la niña con lágrimas en los ojos.
Aquello fue un verdadero
golpe para Rocío. De pronto pensó que alguna vez su hijo estaría en la misma
situación que aquella chica. ¿Era eso lo que deseaba para su pequeño en lugar
de ofrecerle el amor de una familia, de un padre y una madre que siempre
estuviesen a su lado?
Si volvía a Río para criar
a su niño sola y le negaba todo eso, ¿qué pensaría de ella cuando fuera mayor y
se diera cuenta de lo que otros habían tenido y él no? Quizás no lo entendiera
y la culpara por ello o, peor aún, quizás se resignaba a sufrir sin decir nada.
Pensó en la relación que
ella había tenido con su padre y se dio cuenta de que no podía negarle a su
hijo tener un vínculo tan maravilloso como el que solo se puede establecer con
un padre. Por mucho que le doliera, sabía que Gastón iba a adorar a ese niño.
Mientras pensaba aquello comenzó a andar alejándose del mostrador de
facturación de equipaje; primero anduvo despacio, pero sus pasos se hicieron
cada vez más rápidos hasta que casi estuvo corriendo. No paró hasta que llegó a
la parada de taxis y tomó uno para salir de allí cuanto antes.
Normalmente tardaba unas
dos horas en llegar a casa desde Londres, menos si era de noche; pero en esa
ocasión tuvo mala suerte con el tráfico y cuando aparcó el coche habían pasado
casi tres horas.
Encontró la casa a oscuras
y sin Rocío. Se había marchado sin darle ninguna explicación, no había dejado
ni una nota.
Su cepillo y el perfume que
siempre utilizaba seguían en su mesita de noche; su olor seguía en el ambiente.
Gastón cerró los ojos angustiado y al hacerlo vio los ojos de Rocío cuando lo
había acusado de tener una relación con Lisa. ¿Cómo podía haber estado tan
ciega? Pero sobre todo, ¿cómo podía él haber sido tan estúpido?
¿Por qué demonios se había
marchado sin decirle que todo era mentira? ¿Por qué la había dejado allí sola y
destrozada? Ella lo creía culpable de la mayor atrocidad del mundo: la
traición, a ella y a su padre. Claro que tenía muchas otras cosas que
reprocharle de las que sí era culpable, como el modo en el que la había tratado
desde su regreso y todo lo que no le había dicho.

que suerte que Rochi no se tomo el avión, espero que cuando llegue Gas le diga toda la verdad, ya quiero el próximo!
ResponderEliminar