Estaba acostada, mirando a mi techo, sintiendo la punzada entre
mis
piernas y el dolor en mis músculos cuando me moví.
Había tenido el mejor sexo de mi vida anoche. Con Gaston Dalmau.
Y luego nos abrazamos. Fruncí el ceño ante eso, mi cabeza girando
sobre
la almohada para mirar al espacio vacío a mi lado en el colchón.
No me
gustaba la idea de que dormir abrazados formara parte del trato,
pero
dado que vino con beneficios adicionales, me iba a tragar mi
incomodidad
y lidiar con ello. Sobre todo porque Gaston había hecho lo
correcto y se fue
sin despertarme.
Eso gritaba: ¡Sólo sexo!
Esto podría funcionar. Podía hacer esto.
El sonido de una alacena cerrándose en la cocina me levantó de la
cama,
mi corazón ganando velocidad. ¿Lali estaba en casa? Y entonces mis
ojos
cayeron al final de la cama.
La camisa de Gaston. La había recogido del suelo. Miré el reloj.
Las ocho
en punto.
Mierda. Él todavía estaba aquí. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Es que
no
tiene trabajo? La irritación irrumpió encontrando su camino en mi
sangre,
y pude sentir mis mejillas calentándose cuando salté fuera de la
cama,
buscando una camiseta sin mangas y pantalones cortos de pijama. En
movimiento, coloqué mi cabello en una cola de caballo desordenada
y fui a
tratar con él.
Me detuve en la puerta de la cocina y sentí toda esa presión
demasiado
familiar de lujuria. De pie vertiendo leche en dos tazas de café,
Gaston
lucía ardiente. Él se había puesto sus pantalones de traje, pero
estaba por
supuesto sin camisa. Los músculos de sus hombros se movían a medida
que él lo hacía y no pude evitar recordar lo bien que se sintieron
moviéndose bajo mis manos.
—Dos de azúcar, ¿no? —preguntó antes de mirar por encima del
hombro
con una pequeña sonrisa.
Esa sonrisa me golpeó en el pecho como un puñetazo. Era íntima.
Era
cariñosa.
Me dolió como el infierno. Mi expresión se endureció.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Haciendo café. —Se encogió de hombros, agregando el azúcar y
agitándolo.
—¿No tienes trabajo?
—Tengo una reunión dentro de unas horas. Tengo tiempo para un
café. —
Sonrió de nuevo mientras cruzaba la cocina para darme mi bebida,
mi
mano envolviéndose alrededor de la taza caliente a medida que su
boca
caía sobre la mía. Adicta al sabor de Gaston, le devolví el beso.
No fue un
largo beso. Corto pero dulce. Cuando se retiró yo estaba con el
ceño
fruncido.
Suspiró y tomó un sorbo de su café antes de preguntar:
—¿Y ahora qué?
—Todavía estás aquí. —Me volví sobre mis talones y me dirigí a la
sala de
estar, metiendo el pie debajo de mí mientras me acomodaba en un
rincón
del sofá. Gaston se hundió en el sillón y traté de no comérmelo
con los
ojos. Mi ceño se profundizó—. Y estás sin camisa.
Su boca se torció en una esquina como si supiera exactamente lo
que la
vista de él medio desnudo me hacía. —Necesito café antes de poder
funcionar, y como estaba haciendo café para mí pensé en hacer uno
para
ti.
—¿Seguro que sin café no puedes funcionar lo suficiente como para
llamar
a un taxi?
—Y tenemos que hablar —añadió, como si yo no hubiera dicho nada.
Gemí y tomé un gran sorbo de café caliente. —¿Sobre qué?
—Acerca de tus turnos en el bar para empezar. Podría necesitar que
me
acompañes en las noches de los fines de semana. De cualquier
manera,
¿puedes buscar la manera de cambiar tus turnos?
Le respondí con una sonrisa empalagosa.
Gaston arqueó una ceja. —¿Eso es un sí o un no?
—Eso es un muy gran maldito no. Gaston, no voy a
cambiar mi horario
por ti —Me encogí de hombros—. Mira, voy a ceder un poco como
mucho.
Si tienes un sitio al que quieres que vaya y me avisas con mucha
antelación, haré un cambio de turno.
Asintió. —Me parece bien.
—¿Eso es todo? ¿Hemos terminado?
Entrecerró los ojos y sentí un cambio repentino en el aire. Gaston
se
inclinó hacia delante y yo me incliné más hacia atrás en el sofá,
aunque
había una mesa de café entre nosotros.
—Deja de tratarme como una aventura de una noche a la que no puedes
quitarte de encima, Rocio. Se me está acabando la paciencia.
Estaba confundida en serio. —Dijiste que era sólo sexo.
—También dije que éramos amigos y acordaste serlo. ¿Eres así de
grosera
con todos tus amigos?
—A veces. —Me dio una mirada de advertencia y exhalé pesadamente—.
Mira, simplemente no quiero que esto se complique. ¿No crees que
abrazarnos y luego hacerme el café en la mañana es un poco...?
—¿Un poco qué?
—Uch. —Si iba a ser terco con esto, me iba a dar por vencida—. No
lo sé.
Gaston bajó su taza humeante y se levantó, viniendo hacia mí
lentamente.
Mis ojos lo siguieron con un poco de cautela, y un poco de lujuria,
mi
mirada recorriendo desde su six-pack hasta su garganta.
Tenía muchas
ganas de besarle la garganta. Se sentó cerca, su brazo extendido a
lo largo
de la parte posterior del sofá de modo que me tenía enjaulada.
—Nunca he hecho esto antes. Apuesto a que no lo has hecho tampoco.
Por
lo tanto, vamos a ir sobre la marcha. Nada de reglas. Nada de
ideas
preconcebidas de cómo debería ser. Vamos a hacer lo que se sienta
natural.
—Te equivocas —murmuré—. He hecho esto antes.
Para mi sorpresa, vi la expresión de Gaston cambiar al instante de
suave a
fuerte. La mirada que me dio fue indescifrable a medida que el
músculo de
su mandíbula se tensaba. Sentí como si estuviera tratando de
perforarme
desde el interior, pero no podía apartar la vista a pesar de lo
incómodo que
se sentía.
—¿Has hecho esto antes? —preguntó en voz baja.
Me encogí de hombros. —No había nada en el acuerdo de compartir
nuestras historias sexuales.
Y no hay abrazos o café por la mañana en éste tipo de acuerdos.
—¿Has hecho esto antes? —repitió—.
—¿Y?
—Cuando yo tenía dieciocho años, la mayoría de las chicas que
conocí
pensaban que estaban enamoradas de quien se estaban follando.
—¿Y?
Gaston se acercó más, tratando de intimidarme. —¿Así que cuándo
has
hecho esto antes?
—Eso no es de tu incumbencia.
—Maldita sea, Rocio, ¿no puedes responder una pregunta personal?
La ira ardió a través de mí. Lo sabía. Lo sabía maldita sea. —Ya
está,
hemos terminado. Esto fue un completo error. —Intenté levantarme,
pero
me encontré con mi espalda siendo presionada de nuevo contra el
sofá,
con Gaston cerniéndose sobre mí. Lo miré fijamente con los ojos
abiertos—
. ¡Eres tan cavernícola!
Un todo-demasiado-familiar cabreado Gaston
respiraba fuego de dragón
sobre mí, su rostro a centímetros del mío. —No hemos terminado.
Apenas
recién hemos comenzado.
Me sacudí debajo de él, pero eso sólo lo llevo a presionar más su
cadera
contra la mía, y eso sólo lo llevó a endurecerse en mi contra, y
eso sólo me
llevó a ruborizarme¡Mierda!
—Gaston, esto no va a funcionar. No soy tu novia. Dijiste que nada
de
quisquillosos sentimientos de mierda.
Inclinó su cabeza, sus hombros temblaban. Miró hacia mí desde
debajo de
sus largas pestañas, riendo con incredulidad. —Tú no eres como las
demás mujeres.
—No —respondí con sinceridad—. No lo soy. —Se movió de nuevo,
encontrando una posición cómoda encima de mí y sentí el roce
torturándome. Me mordí el labio para ahogar un jadeo y los ojos de
Gaston brillaron con avidez—. Ya basta —suspiré.
—¿Ya basta con qué? —Movió sus caderas de nuevo, frotándose contra
mí
y provocando otro pico de calor.
—Gaston. —Presioné mis manos contra su pecho—. En serio.
—Somos amigos —susurró contra mi boca—.
¡Guau! ¿Estaba enojado? Lo fulminé con la mirada, mis defensas en
alto.
—No tengo relaciones, Gaston. Te lo dije. Pero me gusta el sexo y
me
gustaba ir de fiesta. El alcohol no está hecho para una relación
amorosa.
Se quedó en silencio un momento mientras procesaba esto. De hecho,
se
quedó en silencio tanto tiempo que sabía lo que estaba pensando. Y
me
sentí fea y sin valor. Empujé contra su pecho de nuevo. —Puedes
quitarte
de encima ahora.
Pero él no se movía. Negó con la cabeza, su expresión aclarándose
cuando
sus ojos volvieron a los míos.
La expresión de Gaston se ensombreció a algo tan aterrador que
estuve
finalmente, intimidada en serio. Me tensé debajo de él,
conteniendo la
respiración mientras sus ojos pálidos disparaban trozos de hielo
hacia mí.
—¿Alguien te ha lastimado, Rocio?
¿Qué? Oh, Dios mío... Me relajé cuando me di cuenta a qué
conclusión
había llegado.
—No. —Estiré mi mano y acaricié suavemente su mejilla, esperando
que
borrara esa mirada en sus ojos—. Gaston, no. No quiero hablar de
eso,
está bien —le expliqué suavemente—. Pero nadie me ha lastimado.
Era
salvaje. Y entonces dejé de ser salvaje. Sin embargo, no estaba
mintiendo
anoche. Me he comprobado y estoy limpia.
—No te estoy juzgando, Rocio.
—Oh, me estás juzgando de sobra.
—No lo hago.
—Lo haces.
Se sentó, su brazo envolviéndose alrededor de mi cintura para
arrastrarme
con él, y luego su otro brazo rodeando mi cintura de modo que
estuve
aplastada contra su pecho caliente, desnudo. Mis palmas ondearon
inquietas sobre sus pectorales, mis ojos abiertos de par en par
mientras él
miraba hacia mí con esa mirada intensa en sus ojos. —No me gusta
compartir —murmuró.
Él había dicho eso antes. Algo se retorció en mi pecho, una mezcla
de
exaltación e inquietud. —Gaston, no soy tuya.
Sus brazos se apretaron. —Lo eres durante los próximos tres meses.
Lo
digo en serio, Rocio. Nadie más te toca.
Mi cuerpo ignoró a mi mente completamente, a medida que mi cabeza
gritaba: “¡corre, corre, corre!” sentí que mis pechos se
hincharon, y mis
pezones se endurecieron ante ese gruñido de advertencia. —Estás
siendo
un idiota —le dije con voz ronca, mis ojos traicionándome cuando
cayeron
a su boca.
—No te estaba juzgando —continuó como si yo no hubiera dicho nada,
dejando suaves besos burlones a lo largo de mi mandíbula hasta mi
oreja,
donde su voz retumbó sexy—. En público, eres Rochi Igarzabal.
Genial, dueña
de ti misma. En la cama, eres Rocio Igarzabal: eres caliente,
nena. Sin
control. Necesitada. Dulce —suspiró—. Me gusta saber eso. No me
gusta el
hecho de que otros hombres también lo hagan.
Tal vez sólo estaba tan encendida que olvidé quiénes éramos y qué
se
supone que es esto, pero me encontré en un momento inusual de
honestidad. Me incliné y besé su garganta, amando la forma en que
él
arqueó su cuello para permitirme hacerlo. Mi mano se deslizó hasta
su
pecho, sobre su hombro y se enroscó alrededor de su cuello. Mordí,
lamí y
besé mi camino de regreso a su boca, y luego me retiré, tan
dispuesta a
tenerlo dentro de mí que no era gracioso. —Eran niños, no hombres.
Y
para que lo sepas... nunca consiguieron lo que tuviste la última
noche de
mi. Nunca lo consiguieron porque nunca me dieron lo que me diste.
Ni
siquiera cerca. —Rocé mis labios a lo largo de los suyos, y alcé
la vista
para mirarlo a los ojos, sonriendo con picardía hacia él—. Ya
está. Ahí
tienes un poco más de aire para inflar tu ego. —Mi puño se apretó
alrvededor de su cuello—. Pero es la verdad.
Esperé a que dijera algo, cualquier cosa. En cambio, el color de
sus ojos se
oscureció por el deseo y me aplastó contra él. Sus labios
exigiéndome a
abrir la boca y así lo hice, permitiendo que el beso fuera
profundo,
posesivo, tratando de robar algo de su aliento dado que me
sujetaba con
tanta fuerza que el mío se había ido. En menos de un minuto estaba
debajo de él. En menos de otro minuto estaba desnuda, y en menos
de
otro se estaba moviendo dentro de mí y demostrando una vez más que
a
veces realmente podía ser necesitada y dulce.
Entré en el dormitorio, vestida con la camiseta sin mangas y los
pantalones cortos otra vez, y vi como Gaston abotonaba su camisa.
Me
sonrió por encima del hombro. —¿Asegurándote de que realmente me
estoy yendo?
Me encogí de hombros, sintiéndome mucho más relajada ahora
—Vamos a ir sobre la marcha.
Su sonrisa se profundizó. —Esto va a ser fácil si todo lo que
necesito es
sexo para hacerte cambiar de opinión.
Le di una mirada exasperada. —Gaston. Lo digo en serio. Vamos a ir
sobre
la marcha, y mientras estemos durmiendo juntos, acordemos en no
estar
durmiendo con otras personas. Pero también acordemos, no
presionarnos
entre sí para obtener respuestas a preguntas que no queremos
contestar.
Después de un tiempo en que sólo me miro fijamente, Gaston
finalmente
asintió. —De acuerdo.
—Bien. De acuerdo.
—Será mejor que vuelva a mi piso, me duche y cambie. —Me dio un
beso
rápido en los labios, su mano viniendo a descansar en mi cintura—.
Te
veré esta noche.
Fruncí el ceño. —No. Estoy trabajando esta noche.
—Sí. Peter, Lali y yo pasaremos por ahí.
—No, no lo harán. —Sacudí mi cabeza. No después de la última vez.
Y la
verdad es que necesitaba un poco de espacio de él.
Gaston frunció el ceño. —¿Por qué no?
—Voy a estar trabajando. Nada de distracciones.
—¿Trabajas con Craig?
Hice una mueca. —Sí.
Su agarre en mi cintura se apretó. —Te llega a besar y…
—Le vas a sacar los dientes. —Asentí, rodando mis ojos—. Sí, sí,
ya tengo
el memo de macho. Nada va a suceder. Te lo prometo. Pero no
vienes esta noche.
—Está bien. —Se encogió de hombros en un acuerdo demasiado
casual—.
Entonces voy a estar aquí cuando vuelvas.
Bien, estuve a punto de asentir en acuerdo antes de que mi cerebro
gritara: ¡Espera! ¡No!
¡No, no, no!
—¡No! —contesté un poco más fuerte de lo que pretendía.
Gaston no parecía divertido. —Ni siquiera tenemos veinticuatro
horas y
éste arreglo ya está agotándome hasta la mierda.
—Bueno, Eso debería dejar agotado a un
hombre. —Sonreí descaradamente.
Mi desviación no funcionó. —Voy a estar aquí, esta noche.
—Gaston, en serio no lo hagas. Todo esto es realmente nuevo.
Necesito un
poco de espacio.
—Nena —Se inclinó y presionó un tierno beso en mi frente, me
relajé. Ves,
puede ser agradable y dispuesto a comprometerse a veces—. Sólo
tenemos
tres meses. No hay tiempo para el espacio.
O no.
—Voy a estar cansada después de mi turno.
—No por la mañana, no lo estarás.
—Entonces ven en la mañana.
Con un suspiro de cansancio, Gaston asintió. —Está bien. —Me
atrajo
hacia él, levantándome de mis pies para poder darme un beso
ardiente y
húmedo, que sabía que no podría olvidar.
Y una vez que me tuvo sobre mis pies y aturdida, dejó el
apartamento sin
siquiera un adiós.
—¿Cree que estoy loca? —Hice una mueca, preparándome para la
respuesta de la Dra. Pritchard.
—¿Por qué has acordado hacerte sexualmente disponible para Gaston?
—Sí...
—Rochi, eres una mujer adulta. Estas decisiones son tuyas para
hacerlas.
¿Tú crees que estás loca? —Sonrió suavemente mientras preguntaba.
Me reí sin humor, mientras pensaba en Gaston y todo lo que me
hacía
sentir. —Creo que es la mejor manera de lidiar con la atracción
entre
nosotros. De esta forma no se convierte en un gran lío que termina
conmigo teniendo que mudarme. Ninguno de nosotros quiere una
relación.
Los dos somos adultos consientes. Los dos sabemos las reglas. Yo
nunca
estaría de acuerdo en nada más, por lo que funciona bien. Nos
usamos el
uno al otro hasta que nos cansemos. Sin rencores. Sin desastre.
Sin
mudarse.
—Pero podrías simplemente haberte alejado. Sacar a
Gaston fuera de tu vida para siempre en lugar de llegar a este
acuerdo con
él. ¿Por qué no lo hiciste?
Fruncí el ceño, pensando que era obvio. —Debido a Lali. Ella es mi
amiga.
La Dra. Pritchard asintió con cuidado, guardándose esto. —¿Así que
estás
dispuesta a explorar algo con un hombre de quien dijiste
previamente que
te asustaba por cómo te hizo sentir, y estás dispuesta a hacer
esto debido
a tu amistad con su hermana?
—Sí.
—¿Así que estás dispuesta a preocuparte por Lali... pero no por
Gaston?
Espera. No. ¿Qué?
—Eso no es... —Me callé,
sintiendo una presión en mi
pecho—. Lali es una amiga. Eso no quiere decir nada. Me gusta. Yo
no
quiero perderla, pero eso no quiere decir nada.
La Dra. Pritchard suspiró, por una vez, viéndose un poco irritada.
—Sabes
Rochi, este proceso será mucho más fácil si dejas de mentirte a ti
misma.
Tomé una respiración profunda, centrada en abrir mis pulmones.
—Está bien. —Asentí—. Me preocupo por ella. Es una buena amiga y
una
buena persona.
—Y sin embargo, te dices todo el tiempo que no te preocupas por
nadie.
Que nunca te preocuparás lo suficiente como para acercarte.
—No es como si fuera mi familia —Me mordí el labio, desesperada
por
hacer mi punto, hacerla entender cómo veía las cosas—. No es la
misma
cosa.
Ella inclinó la cabeza hacia un lado de la manera que odiaba.
—¿Estás
segura de eso? Creo que de todo lo que me has dicho, Lali te trata
como
familia.
—Usted está torciendo lo que dije —Sacudí mi cabeza, sintiendo ese
dolor
de cabeza familiar—. Me preocupo por la gente. Nunca dije que no
lo
hiciera. Me preocupo por Candela y Vicco, y sí, me importa Lali.
—Así que, ¿por qué no dejas que te importe Gaston?
Miré a mis pies. —Es sólo sexo —murmuré.
—Pero no hay garantía de que eso sea cierto, Rochi —respondió la
doctora
Pritchard en voz baja—. Nadie puede predecir cómo te sentirás
acerca de
Gaston en el momento en que los tres meses se terminen. O cómo él
se
sentirá por ti. Y teniendo en cuenta que me has dicho que tus
sentimientos por Gaston te asustan, te sugiero que pienses en eso
con
cuidado.
—La forma en que me siento por él sexualmente me asusta. Es
intenso.
Pero puedo lidiar con eso. Es sólo sexo —repetí obstinadamente, y
en
algún lugar en el fondo, enterrado bajo todo mi acero, había una
voz
diciéndome que estaba dispuesta a meter la cabeza en la arena.
—¿Así que, es cierto que estás durmiendo con Gaston Dalmau? —
preguntó Jo en voz alta mientras le servía a mi cliente
El cliente captó mi mirada furiosa y sonrió con simpatía mientras
tomaba
su bebida. —¿Por qué no dices eso un poco más fuerte, Jo? No creo
que la
gente en la parte de atrás te escuchara.
—Alistair los capturó. —Craig meneó sus cejas sugestivamente
cuando
llegó junto a mí por una botella de Bailey’s—. Dijo que él
prácticamente
estaba en sus calzoncillos.
Alistair tenía una boca grande.
Me encogí de hombros con indiferencia hacia los dos y tomé la
orden de mi
siguiente cliente.
—Oh, vamos —Se quejó Jo—. Tenía mi ojo sobre él. Quiero saber si
está
fuera del mercado.
Ignorando el destello de ira que sentí ante eso, le lancé una fría
sonrisa. —
Puedes tenerlo cuando yo haya terminado.
La boca de Jo cayó abierta. —¿Así que es cierto? ¿Estás durmiendo
con él?
Parece que sí, aunque lo de dormir no había sido originalmente
parte del
trato. El hijo de puta había dejado pasar ese detalle. Levanté una
ceja ante
mi colega, negándome a entrar en detalles.
Su rostro se ensombreció. —¿No vas a compartir los detalles
sucios?
Negué con la cabeza y me incliné sobre la barra para tomar otra
orden.
—¿Es bueno? —De repente Jo estaba en mi cara otra vez.
Suspiré con cansancio y pasé junto a ella para empezar a hacer el
Cosmo.
—¿Es exclusivo? —preguntó Craig desde la barra—. ¿O todavía
podemos
salir?
—¿Qué quieres decir con todavía? —Me burlé.
—¿Eso es un no?
—Eso es un maldito no.
—Oh, vamos, Rochi —rogó Jo—. He oído que es un semental en la
cama,
pero eso es chisme de segunda mano. Dámelo de primera mano.
—Te digo que —Pensé—. ¿Por qué no te doy tú primer dedo? —Se lo
mostré. Sí, lo sé, no es la respuesta más elocuente o madura pero
ella de
verdad estaba empezando a molestarme.
Jo frunció el ceño. —No eres malditamente divertida.
—Supongo que no lo soy.
El ambiente en el bar no era ni mucho menos tan caliente y
eléctrico como
lo había sido el pasado fin de semana. Jo estaba haciendo
pucheros, Craig
no parecía saber cómo actuar alrededor de mi mal humor, y yo
estaba,
bueno, de mal humor, porque estaba atrapada en el interior de mi
propia
cabeza.
No podía sacar los recuerdos de la noche anterior y esta mañana de
mi
mente, y si yo fuera honesta conmigo misma, estaba irritada e
inquieta por
el hecho de que realmente estaba esperando ver mañana a Gaston.
Estaba
tratando de preocuparme menos por mi decisión de entrar en éste
acuerdo. Yo quería divertirme. Solamente me tomaba tiempo para
relajarme la idea.
Ayudó que Lali era buena en todo esto. Supongo que yo no sabía qué
esperar de ella, pero pensé que sería más desaprobación de la que
había.
Ella había entrado en el apartamento más temprano ese día para
encontrarme en mi portátil. Yo había discutido mi idea de escribir
una
novela contemporánea basada libremente en mi mamá y mi papá con la
Dra. Pritchard y ella pensó que era una buena idea. Incluso
terapéutica.
Sin embargo, todavía no la había iniciado, el miedo me sofocaba
cada vez
que había puesto mis dedos sobre las teclas para comenzar.
Escribirla
significaría la apertura de todos los recuerdos, y no sabía si
podría
manejar los inevitables ataques de pánico. La buena doctora dijo
que la
idea era llegar a un punto en el que los recuerdos ya no causaran
un
ataque de pánico, y ella pensó que la escritura puede ser una
buena
manera de ayudarme con eso.
Después de que Gaston se fue, me las había arreglado para escribir
la
primera página. Estaba mirando eso con incredulidad, asombrada de
que
en verdad hubiera puesto palabras, cuando Lali llegó a casa y de
inmediato se detuvo en mi dormitorio.
Ella sonrió adrede hacia mí cuando me di vuelta en mi asiento para
saludarla. —Así que... ¿Cómo estás?
No era de las que se siente avergonzada fácilmente, pero tengo que
admitir
que era un poco difícil saber que Lali sabía que había tenido
relaciones
sexuales con su hermano. Hice una mueca. —¿Esto va a ser muy raro
para ti?
—¿Tú y Gaston saliendo? —Sacudió la cabeza, con los ojos
brillantes—. De
ninguna manera. Creo que es genial.
Oh oh. Me aclaré la garganta, recordando que Gaston no quería
mentirle.
—En realidad, no estamos realmente saliendo. Se trata más de una
cosa
física.
Parecía sorprendida. —¿Quieres decir cómo amigos con beneficios?
En realidad, prefiero el término amigos sexuales. Lali nunca diría
la
palabra “sexuales” sin embargo. —Más o menos.
Ella cruzó los brazos sobre el pecho, con una expresión curiosa.
—¿Es eso
lo que quieres?
Asentí con la cabeza. —Tú sabes que yo no estoy buscando una
relación.
—¿Y Gaston?
—Todo el arreglo fue su idea.
Lali rodó los ojos. —Gaston y sus malditos arreglos —Exhaló un
suspiro
de exasperación—. Bueno, si eso es lo que ambos quieren, entonces
está
bien. Con tal que esto no nos afecte a ti y a mí, estoy bien con
eso. Es
completamente poco romántico, pero lo que sea.
Le sonreí. —Prometo que no nos afectara. Por lo tanto, ¿estamos
bien?
Su sonrisa en respuesta era adorablemente ladeada. —Estamos bien.
Para probar que estábamos bien, pasamos la tarde juntas,
deambulando
y chocando con pequeños paquetes de turistas aquí y
allá que se detenían varias veces para tomar fotografías del
majestuoso
Castillo.
Durante unas
horas, estuvimos entrando y saliendo de cada tienda de ropa en el
centro
de la ciudad, tratando de encontrar un vestido para que Lali lo
usara en
su cita de esa noche. Eso es correcto. Cita. Ella había conocido a un chico
llamado Jason que la había invitado a salir, y dijo que sí.
Dijo que era lindo, pero tuve la sensación de que esto tenía más
que ver
con restregárselo a Peter.
Sin embargo, me preocupaba un poco por ella. Ésta era su primera
cita
desde el fiasco de Peter y parecía muy nerviosa cuando se fue. Mi
ansiedad sobre toda la situación con Gaston estaba salpicada con
una
buena dosis de curiosidad, preguntándome cómo iba la cita de Lali.
No
me extrañaba que yo fuera una aguafiestas en el trabajo. Por
primera vez
en mucho tiempo, estaba desesperada por terminar mi turno así
podía ir a
casa y pensar demasiado en la comodidad y la tranquilidad de mi
propia
casa.
El bar cerró a la una de la mañana. Después de limpiar, llegué a
casa a las
dos. Cuando entré en el apartamento, vi luz por debajo de la
puerta de la
sala de estar. Parecía que Lali seguía despierta. Queriendo
asegurarme de
que ella estaba bien, abrí la puerta sin hacer ruido e hice un
alto completo.
La única luz encendida era la lámpara de pie en la parte trasera
del sofá, y
acostado en la pacífica penumbra, con su cuerpo tendido en el
sofá, con
los pies colgando sobre el borde debido a su altura, estaba
Gaston. Sus
ojos estaban cerrados. Se veía tan joven con sus pestañas
desplegadas a
través de sus mejillas, sus rasgos elegantes relajados mientras
dormía. Era
extraño verlo así. Por lo general, yo sentía la diferencia de años
entre
nosotros. Él era más maduro, en conjunto, responsable y decisivo.
Pero allí
tendido, podía ser confundido con mi edad. Era mucho menos
intimidante
así y me gustó. Mucho.
Abierta sobre la mesa había una carpeta de color negro, un par de
documentos sueltos de sus fundas plásticas. La chaqueta del traje
de
Gaston estaba cruzada a través de la butaca, los zapatos de cuero
en el
suelo al lado de la mesa de café y una taza vacía colocada cerca
de toda la
documentación.
¿Había venido aquí a trabajar?
Más que un poco desconcertada, retrocedí en silencio de la habitación
y
cerré la puerta. ¿Yo había pensado que él y Peter habrían estado
fuera en
una noche de viernes?
—Hola.
Me di la vuelta para encontrar a Lali de pie en la puerta de la
cocina,
todavía usando el lindo vestido de verano color melocotón que
había
comprado para su cita, aunque estaba sin las sandalias doradas de
tacón
alto, que hacían a sus piernas larguísimas. La seguí a la cocina y
cerró la
puerta detrás de nosotras para que nuestras voces no viajaran y
despertaran a Gaston.
—¿Cómo estuvo tu cita?
Cruzando sus brazos sobre el pecho, Lali se apoyó en el mostrador
con
una expresión muy disgustada en su cara. Oh oh.
—No muy bien.
—Oh Dios, ¿qué pasó?
—Peter pasó.
Mis ojos se abrieron. —Está bien. Explica.
—Gaston me llamó temprano para decirme que tenía que trabajar
hasta
tarde esta noche otra vez, pero Peter estaba libre y me estaba
preguntando si me apetecía agarrar algo para comer, tal vez ver
una
película después. Le dije a Gaston que le dijera a Peter que tenía
una cita
con Jason.
—¿Está bien...?
La cara de Lali se enrojeció, sus pálidos ojos chispeando con
enojo. —Me
llamó cinco veces durante la cita.
Traté de tragar mi risa y solo tuve una especie de éxito. —¿Peter
lo hizo?
—Lo que sea que Jason percibió de las cinco conversaciones
unilaterales,
dijo claramente que “alguna cosa” me estaba pasando y que él
estaba
buscando algo sencillo. Y luego se fue.
—Espera —Mi mirada crítica—. ¿Tú contestaste cada vez que Peter
llamó?
Ella se sonrojó de nuevo, ésta vez de vergüenza. —Es de mala educación
ignorar a alguien.
Resoplé. —Lali, se honesta. Te encanta la idea de que estar en una
cita
con algún otro tipo esté volviendo loco a Peter.
—Se merece un poco de tortura.
—Vaya. Eres mucho más sanguinaria de lo que pensaba —Sonreí—. Es
brillante Lali, lo es. Pero, ¿por cuánto tiempo estás pensando en
mantener
esto? Debe ser agotador. ¿No sería más fácil simplemente para
ambos
sentar a Gaston y explicarle que tienen sentimientos el uno por el
otro? Él
sólo tendrá que aceptarlo.
—No es así de simple. —Lali se mordió el labio, mirando aturdida
al
suelo—. Esto podría arruinar la amistad de Peter y Gaston. Peter
nunca
tomaría ese riesgo por mí. —Ella sacudió la cabeza con tristeza, y
sentí
una punzada en mi pecho. Peter necesitaba una seria llamada de
atención—. Hablando de eso —Miró hacia mí con un gesto curioso
entre
las cejas—, llegué a casa hace unas horas y me encontré con Gaston
aquí
haciendo su trabajo. Dijo que te estaba esperando. ¿No lo vas a
despertar?
Bueno, considerando que le dije que me diera un poco de espacio
esta
noche, no. Podría conseguir un calambre en el cuello por lo que a
mí
respecta.
—No. Parece agotado. Yo estoy agotada. Debería haberse ido a casa.
Los ojos de Lali estaban bromeando. —Debe haber disfrutado la
noche
anterior si está tan ansioso de verte de nuevo tan pronto.
Solté un bufido. —¿Realmente quieres tener esta conversación
acerca de
tu hermano?
Lo pensó y arrugó la nariz. —Tienes razón. Buuuu... —Hizo un
mohín—.
Sales con un chico y ni siquiera puedo tener conversaciones de
chicas
contigo acerca de esto.
Me reí en voz baja. —Si te hace sentir mejor, yo no soy
exactamente el tipo
de persona de tener una charla femenina. Y Gaston y yo no estamos
saliendo. Sólo estamos acostandonos.
Fui recompensada con un fruncimiento mojigato de sus labios. —Rochi,
eso
es tan poco romántico.
Abrí la puerta sin hacer ruido y le guiñé un ojo. —Pero caliente.
Dejándola haciendo caras feas, me dirigí hacia el cuarto de baño y
me
dispuse a acostarme. Estaba dormida tan pronto como mi cabeza
golpeó la
almohada. adaptacion

me encanta!!!
ResponderEliminarJAJAJAJAJA, Gaston es lo más, me encanta. Entiendo que Rochi tenga la cabeza en otra cosa, pero pronto se enamora, si no es que ya lo esta. Fue lo más este capitulo. El durmiendo en el sofa, más tierno, yo que ella lo despertaba, aw <3 quiero más
ResponderEliminarme encanta, es obvio que estan re enamorados!!!
ResponderEliminarquiero el prox ya!!!
besos :)