sábado, 20 de abril de 2013

Amor en Desencuentro... Capitulo 32









-      ¿Qué quieres? –
Rocío bufó y lo empujó para entrar en el pequeño cuarto del motel.
-      Que dejes de comportarte como un idiota cobarde – respondió recorriendo con la vista el lugar húmedo y mal iluminado.
-      ¿¿Yo soy el cobarde?? – preguntó Victorio ofendido detrás de ella – ellos nos mienten, se burlan de  nosotros ¿Y yo soy el cobarde?

Rocío lo miró.
-      Tú eres el que se está escondiendo en este pútrido lugar.
-      No – Victorio se recostó de la puerta y se dejó caer al suelo – soy yo el que está intentando aprender a vivir de nuevo porque la mujer que amo, que era mi vida, decidió que no soy lo suficiente para ella.
Rocío se agachó junto a su amigo y sintió su dolor.
-      Victorio, Candela está…
-      No Rocío – Vico la cortó como si la mención del nombre le doliera.
La miró con sus ojos azules atormentados.
-      No lo digas, a pesar de todo lo entiendo. Candela es…- suspiró – perfecta, es un ángel, hermosa, buena, dulce… Yo soy – se encogió un poco – yo soy nadie, un simple trabajador que la ama.
Victorio alzó la vista y miró a Rocío con el alma.
-      Entiendo porque lo escogió a él. Gastón puede darle todo lo que se merece.
-      Ella merece ser feliz, contigo – lo interrumpió Rocío.
-      El tiene una carrera – continuó él ignorando su comentario.
-      Tú también – lo acusó ella.
-      Una carrera importante Rocío. Él tiene dinero. – contestó el chocante.
-      El dinero no da la felicidad.
-      Pero ayuda y ella se merece que la traten como una reina.
-      Eso ya lo haces tú.
-      ¿Pero para que va a conformarse con flores del campo que le corto yo cuando puede tener la floristería más cara y las flores más exóticas que le compre él?

Rocío lo fulminó con la mirada

-      ¿Eso crees? ¿Crees que a ella le importa el dinero? ¿la cantidad antes que los sentimientos?
Victorio se pasó una mano por el rostro.
-      No, claro que no, no pienso eso pero…- agachó la cabeza – es la única explicación que se me ocurre para justificarla porque…- su voz se quebró un poco – porque yo pensé que me amaba y saber… - carraspeó – pensar que ya no me ama mas, es más de lo que puedo soportar. Prefiero pensar que me ama pero se fue en busca de algo mejor. Porque la verdad… la verdad duele mucho.  

Rocío lo abrazó sin decir palabra y Victorio se hundió en su pecho, ella sintió los temblores de sus lágrimas con el corazón en un puño.

-      Él sabrá hacerla feliz – lo escuchó decir.
Se apartó de él y lo miró.

-      Pero ese es tú trabajo, hacerla feliz. Candela te ama.

Tomó su rostro entre sus manos.
El cerró los ojos como si pensar eso le doliera.

-      Y esto es culpa mía.
Él la miró sin entender.
-      Hay algo que debo contarte…


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-      Es genial – dijo ella emocionada.
-      Lo sé –
-      ¿ y tienes tú propio aparato de escuchar el corazón?
-      Se llama estetoscopio.
-      ¿Eso, tienes tu propio etoscopo?  
-      Estetoscopio Mariana – la corrigió Peter con una sonrisa.
-      No me corrijas che –
Peter rió y ella le sacó la lengua, luego puso una mirada compradora.
-      ¿Lo puedo ver?
Él se lo sacó del cuello y se lo pasó.
Lali lo tomó con emoción y se lo colocó.
Una arruga se posó en su entrecejo cuando lo apoyó en su pecho.
-      Peter…
-      ¿Sí?
Ella lo miró.
-      Está dañado.
Él negó con la cabeza.
-      Si lo está.
-      No lo está Mariana.
-      Pero yo no escucho nada.
-      Porque tú corazón está del otro lado Lali.
Ella se sonrojó y luego sus ojos se abrieron como platos cuando él tomó su mano y lo acomodó sobre su pechó.
Lali escuchó con una sonrisa mientras Peter la observaba.
-      Parece un tambor – dijo.
-      Así es.
-      ¿¿Quieres escuchar??
Él asintió y ella se lo pasó.

Su ritmo cardiaco era suave y acompasado, relajante.  A Peter le hizo gracia que su corazón sonara tranquilo, sobre todo sabiendo lo intranquila que ella podía ser. Suspiró sintiéndose en paz. Lali le daba paz. Podría acostumbrarse rápidamente a aprender a acostarse y levantarse con el sonido rítmico del corazón de Lali junto al suyo.  

-      Yo quiero escuchar el tuyo – pidió ella.
Peter lo acomodó sobre su pecho y se inclinó hacia él.
-      Suena muy rápido, más que él mío – dijo ella con una sonrisa.   

Él se sonrojó, Lali le aceleraba el corazón con solo mirarlo.

Ella se quitó el aparató y se recostó en la grama invitándolo a recostarse junto a ella.
-      ¿Cómo es eso de la morgue?
-      ¿Enserio quieres saber lo que hacemos con los muertos?

Lali se lo pensó
-      No, no quiero. Quiero que me prometas algo.
Peter giró la cabeza y la miró a los ojos.
-      ¿Qué?

Lali sacó un delicado relicario que guindaba en su cuello.
-      Quiero que si algún día me pasa algo tú tomes la foto que está dentro y la quemes  - lo miró a los ojos  como leyendo su alma- bota las cenizas al mar y guarda el relicario contigo hasta que encuentres a esa persona especial digna de llevarlo.
-      Nada va a pasarte Mariana. Yo no lo permitiré.
Ella cerró los ojos.
-      Prométemelo.
Peter besó sus ojos cerrados.


Peter observó el relicario en su mano. No había cumplido con su promesa, el relicario seguía allí, la foto seguía allí, él no estaba listo para dejarla ir.                                          

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Candela se detuvo en seco y la bandeja que traía en su mano resbaló hasta chocar contra el suelo.
Quiso correr, gritar, abofetearlo y besarlo, pero en su lugar se quedó allí, muy quieta mirando a Victorio entrar en el bar.
Tenía una corta barba de 3 días y se veía cansado.
No pensó en nada, no supo de nada mientras corría hacia él.
Fue estuvo conscientemente segura de estar viva cuando Victorio la tomó en su brazos y la beso como nunca la había besado en su vida.
Fue un beso dulce, pero fogoso. Él hundió las manos en su cabello y la sostuvo como si no fuera real y temiera que desapareciera de nuevo.
Al separarse para buscar aire ninguno de los dos se alejó.
Se miraron a los ojos y lo demás desapareció.
-      Lo que pasó – comenzó Candela llorando antes de hundir el rostro en su cuello – oh, te amo Victorio… lo que pasó.
Victorio la calló de un beso y limpió sus lágrimas.
-      Lo sé. No tienes que explicarme nada. También te amo.
-      Yo jamás te mentiría. – siguió ella.
-      Lo sé, perdóname por haberme ido así, yo solo… no pude soportar perderte.
Candela hundió el rostro en su amplio pecho y sollozó de felicidad por tenerlo de regreso en su vida.


Victorio la sentó en sus piernas y la calmó con palabras de amor y besos.
-      ¿¿Por qué volviste – preguntó ella sorbiendo por la nariz.
Victorio sonrió dulcemente y le pasó un pañuelo.
-      Rocío fue a buscarme.
Ella lo miró.
-      ¿¿Rocío??
-      Si, fue ella quien me contó todo, ahora lo entiendo.
-      Tenía que hacerlo Vico, era la única manera…
-      Lo sé - susurró el contra su cabello.
-      Gastón jamás te mentiría.
Victorio sonrió.
-      Lo sé, lo vi antes de venir.
Candela se abrazó a su cintura.
-      ¿¿Hablaron??- preguntó ella.
-      No, lo golpee.
Ella se apartó y lo miró con ojos como platos.
-      Después hablamos – siguió él.
-      ¿¿Lo golpeaste?? ¿pero qué…??  -
Candela se puso de pie.
Victorio la jaló del brazo y la sentó en su regazo de nuevo.
-      Me la debía, además fue solo un puñetazo y no le pegue tan fuerte.
-      ¿¿Qué hizo él??
-      Nada, somos amigos de nuevo.
Candela bufó.
-      Jamás comprenderé la mente masculina.
Luego, Victorio la besó.

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