No sé por qué, pero no le dije nada a la doctora acerca de eso. Yo
codiciaba
ese pedazo de mí, manteniéndolo cerca, mientras trataba de
descubrir qué
exactamente iba a hacer con eso. Todavía no tenía ningún plan,
pero no
dejaría que interviniera en el hecho de disfrutar de mi tiempo con
Gaston.
Estaba agradecida por ello, porque ni por asomo imaginaba que sólo
a
unas pocas semanas después de la boda, la primera semana de
diciembre,
todo cambiaría.
Mientras Lali trabajaba en la mesa de la cocina, Gaston y yo
descansábamos en la sala de estar, las luces bajas, el arbolito de
navidad
brillando cerca de la ventana. Lali había insistido en ponerlo en
los
primeros días de diciembre. Era una chica navideña. Era una fría
noche de
diciembre, un miércoles, y estábamos viendo una película coreana
llamada
A Bittersweet
Revenge. Yo estaba concentrada
en ella, pero la mente de
Gaston parecía estar en otro lugar.
—¿Te gustaría ir al Mercado Alemán el sábado?
Ya había ido el sábado pasado con Lali, pero amaba el Mercado
Alemán, y
estaría con Gaston, así que bien, estaba dispuesta. La ciudad en
navidad
era mágico, incluso para los no creyentes como yo. Luces blancas
estaban
envueltas alrededor de todos los árboles, un
mercado alemán con todos esos olores maravillosos, y hermosos
regalos,
No había nada como caminar por esa calle en un día de
invierno fresco al anochecer.
—Seguro. —Le sonreí. Estaba acostada en el sofá, y Gaston estaba
descansando en el extremo del mismo. Él asintió con la cabeza.
—Estaba pensando que en febrero podemos tomarnos un tiempo libre
del
trabajo. Un fin de semana largo quizá. Tengo una cabaña en
Hunters. Es bastante agradable. Pacífica. Por
no hablar de que hay un increíble restaurante indio, que está
al otro lado.
Sonaba increíble.
―Suena increíble
Como si hubiese leído mi mente, Gaston sonrió.
—Está en la sierra occidental. Es hermoso, confía en mí.
—Me convenciste Sólo dime cuándo, y ahí estaré.
En ese momento, Gaston me miró cariñosamente divertido.
—Sexo y vacaciones.
—¿Uh, qué?
—Estoy haciendo una lista de cosas agradables.
Me burlé, empujando mi pie en su pierna.
—¿Y todo lo que tienes es sexo y vacaciones?
—La longitud de la lista no es mi culpa.
—¿Estás diciendo que soy desagradable?
Él alzó una ceja.
―Mujer, ¿cuán estúpido crees que soy? ¿De verdad piensas que voy a
responder a esa pregunta? Quiero tener sexo esta noche.
Lo empujé más fuerte.
—Cuidado, o solo tendrás un beso de buenas noches.
Gaston tiró su cabeza hacia atrás y se rio.
Fingiendo estar molesta, me giré hacia la película.
—Tienes suerte de que eres bueno en la cama.
―Oh. ―Me agarró el pie―. Creo que todavía estás conmigo por otras
razones.
Le dirigí una mirada por el rabillo de mi ojo.
—Ahora mismo, por mi vida que no puedo imaginar cuáles son esas
razones.
Gaston tiró de mi pie con más fuerza, acercando mis dedos hacia
él.
—Retira lo dicho o tus pies lo pagarán.
¡Oh no, demonios! Di un tirón.
—Gaston, no.
Sordo a mi advertencia, comenzó a hacerme cosquillas, apretando su
agarre mientras me reía sin aliento y pataleaba, tratando de
liberarme.
Él no se detuvo.
¡Despiadado!
—Gaston —Jadeé histéricamente, tratando de empujarlo con los
brazos
pero luchando mientras continuaba su guerra contra mis pies. Me
eché a
reír más fuerte, con dolor en mis costillas,
Gaston inmediatamente dejó ir mi pie, su risa fuerte y retumbante
llenó la
habitación, risa que sólo se profundizó cuando perdí el equilibrio
al darle
una patada tratando de liberarme al tiempo que fui soltada
bruscamente y
me caí del sofá, con un indigno ruido sordo.
Por supuesto, esto sólo hizo reír al idiota más fuerte.
Gaston estaba riendo fuertemente de nuevo mientras se agachaba
para
tirarme hacia arriba por la cintura. Estaba en el medio de dejar
que me
ayudara cuando una caída y un golpe sonó en la cocina. Nuestros
ojos se
abrieron mientras nos mirábamos, nuestra risa muriendo.
—¿Lali? —gritó Gaston interrogante.
Silencio.
—¡Lali! —Cuando ella no respondió, mis ojos se abrieron hacia él y
me
puse de pie porque Gaston ya me había soltado para correr a través
del
apartamento.
—¡Lali! —Le escuché chillar, y el miedo en su voz me hizo acelerar
mis
pasos.
La imagen que me encontré en la cocina me derribó. Me quedé
congelada,
viendo mientras Gaston estaba arrodillado en el piso, sus manos
cerniéndose sobre Lali, cuyo cuerpo estaba retorciéndose en
convulsiones,
sus ojos revoloteando rápidamente, su boca floja.
—¿Lali?
El rostro pálido de Gaston se giró hacia mí abruptamente.
—Llama al 999. Creo que está teniendo una especie de ataque.
Salí corriendo de allí, la adrenalina entorpeciendo mi mano y mi
coordinación, agarré el teléfono que estaba sobre la mesita de
noche y lo
dejé caer. Lo volví a recoger y maldije, el miedo absoluto me
ahogaba,
mientras me apresuraba de nuevo en la sala el operador contestó.
—Emergencia, ¿qué servicio necesita? ¿Bomberos, policía o
ambulancia?
—Acaba de desmayarse. —Gaston se sentó a su lado impotente
mientras
el cuerpo de ella quedó inerte—. ¿No sé qué debo hacer? Maldición,
no sé
qué hacer.
—Ambulancia. —Escuché la línea ir en espera y luego dos segundos
después, la sala de control de ambulancia contestó.
—Mi compañera de piso— Hablé sin aliento en el teléfono, entrando
en
pánico porque Gaston de toda la gente estaba preso del pánico—.
Escuchamos un estruendo y nos precipitamos a la cocina y ella
estaba
convulsionando y ahora está inconsciente.
—¿Desde qué número de teléfono llama?
Lo repetí impacientemente.
—¿Cuál es tu ubicación exactamente?
Tratando de no enojarme con la mujer con voz de robot al otro
extremo de
la línea, dije la dirección automáticamente también.
—¿Ésta es la primera crisis de su compañera?
—¡Sí! —Espeté.
―¿Qué edad tiene?
―Veintitrés.
―¿Está respirado?
―Está respirando, ¿no es así, Gaston?
Asintió, su mandíbula apretada mientras me miraba.
―Bien, ¿puedes mover a tu compañera en una posición de
recuperación
como precaución?
—Posición de recuperación —le repetí a Gaston y miré como él la
reacomodaba gentilmente.
—La ambulancia está en camino, por favor mantenga cualquier
mascota
fuera del camino cuando el equipo de la ambulancia llegue.
—No tenemos mascotas.
—Bien. Por favor manténgase en la línea hasta que la ambulancia
llegue.
—Gaston —susurré, todavía temblando—. ¿Qué está pasando?
Él negó con la cabeza mientras sacaba el cabello de Lali de la
cara.
—No lo sé.
Un ruido nos tensó.
Un ruido que provenía de Lali.
Corrí hacia ellos, cayendo de rodillas para agacharme junto a
ella. Otro
gemido escapó de la boca de Lali mientras su cabeza se movía
lentamente.
—Qué... —Sus ojos parpadearon, aturdida. Y entonces se abrieron
cuando
nos vio agachados a su lado—. ¿Qué pasó?
A pesar de recuperar la conciencia, los paramédicos llevaron a Lali
en la
ambulancia, mientras Gaston y yo nos metimos en un taxi para
seguirlos
a la Enfermería. Gaston llamó a Silvia, Pedro, y a
Peter. Cuando llegamos tuvimos que esperar un montón y nadie nos
decía
nada, y cuando Silvia, Pedro y Peter llegaron aún no había ni una
palabra.
—Dejamos a los niños con nuestros vecinos —susurró Silvia, sus
ojos
abiertos del miedo—. ¿Qué pasó?
Gaston explicó mientras yo permanecía en silencio, mi mente
imaginando
los peores resultados. Estar en el hospital me estaba volviendo
loca, y sólo
quería que Lali saliera y nos dijera que todo estaba bien. No
estaba segura
si podría manejar otra cosa.
—¿La familia de Lali Dalmau? —llamó una enfermera y nos acercamos
en estampida. Nos vio con los ojos muy abiertos—. ¿Son su familia
inmediata?
—Si —respondió Gaston antes de que Peter o yo pudiéramos
responder.
—Vengan conmigo.
Lali estaba esperando por nosotros, sentada con las piernas
colgando por
el lateral de una cama en la sala de emergencias. Ella nos dio un
saludo
típico de una Lali aniñada y el corazón me dio un vuelco en el
pecho.
―¿Qué está pasando? —Silvia se apresuró hacia su lado y Lali tomó
la
mano de su mamá tranquilizadoramente.
—¿La familia de Lali?
Nos volteamos para encontrar a un doctor de unos cuarenta años
tipo
traga libros cerniéndose sobre nosotros.
—Si —dijimos todos al mismo tiempo y Lali dio una sonrisa
exhausta.
—Soy el Dr. Ferguson. Estamos enviando a Lali para una resonancia
magnética, tan pronto como esté disponible.
—¿Una resonancia magnética? —Gaston se tensó cuando miró de nuevo
a
su hermana—. ¿Qué está pasando lali?
Sus ojos estaban muy abiertos mientras nos veía a todos, nuestra
preocupación era gigantesca.
—No me he sentido bien por un tiempo.
―¿A qué te refieres con sentirse bien? —preguntó Peter
impacientemente,
intimidando a Lali con su ira, ella retrocedió.
—Peter. —Tiré de su hombro para conseguir que se tranquilizara,
pero él
sólo se sacudió mi mano.
—Creo que el doctor estaba equivocado con que necesitaba lentes —
Admitió en voz baja Lali.
El Dr. Ferguson se aclaró la garganta, obviamente sintiendo que
debía
venir al rescate de su paciente.
—Lali nos ha dicho que ha estado tratando con dolores de cabeza,
entumecimiento y hormigueo en el brazo derecho, falta de energía,
cierta
falta de coordinación, y hoy tuvo su primera crisis. Estamos
enviándole
para una resonancia magnética para comprobar que todo está bien.
—¿Entumecimiento? —murmuré, mirando su brazo, las imágenes de ella
apretándolo y sacudiéndolo me inundaron. La cantidad de veces que
me
había dicho que tenía un dolor de cabeza. Maldición.
—Lo siento, Rochi. No quería admitir que me sentía tan mal.
—No puedo creerlo —Silvia se apoyó contra Pedro—. Deberías
habérnoslo
dicho.
Los labios de Lali temblaron.
—Lo sé.
—¿Cuándo estará lista la resonancia? —preguntó Gaston, su voz baja
y
demandante.
EL Dr. Ferguson no se veía intimidado.
—Voy a hacérsela a Lali tan pronto como esté disponible, pero hay
unos
pocos pacientes esperando antes que ella.
Y así comenzó la espera. adaptacion

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