Siempre Lali
Una intensa investigación hizo
que las sospechas pasaran a convertirse en una certeza que debía manejar con
cuidado: las empresas, a pesar de estar debidamente registradas, no existían,
pero las tres habían cobrado cantidades escandalosas a las mismas grandes
compañías y hasta el último dólar había terminado en las arcas destinadas a la
campaña de Pablo. Cada nuevo dato que descubría iba fortaleciendo su sospecha
de que Howard estaba tan metido en el asunto como el propio político. Y eso lo
llevaba a pensar en su esposa, en Rocio y en el sufrimiento que les iba a
provocar si seguía indagando. Porque, a pesar de las dudas y de los miedos, era
consciente de que había alcanzado un punto donde ya no podría detenerse.
Por las noches se centraba en
el relato que le había prometido a Lali, tal vez en un intento inútil de dejar,
aunque fuera durante unas pocas horas, de dar absurdas vueltas a la
investigación y a las imprevisibles consecuencias que todo eso tendría en las
dos mujeres que, quisiera reconocerlo o no, eran el centro de su vida. Desde el
instante en que se enfrentó al cuaderno en blanco dispuesto a escribir una
simple y breve narración, su alma y sus dedos volaron sobre el papel, plasmando
la de la única protagonista posible. Y ante un temor irracional a que alguien
pudiera identificarla, la llamó sencillamente Eli, haciéndola de ese modo tan suya
como nunca había sido.
Y noche tras noche, mientras Lali
lo esperaba en la cama hasta que se quedaba dormida, él fue plasmando su amor y
su desesperanza en una historia muy diferente a todas cuantas había escrito.
Pues, sin ser consciente de que lo hacía, a ésta la fue impregnando de su
propia tristeza, de su propio dolor y, a veces, hasta de las lágrimas con que
humedeció las hojas en las que trazó los párrafos que rezumaban mayor soledad y
desengaño.
Las últimas noches las pasó
contemplando la blancura de la última página, incapaz de escribir el desenlace
de esa dolorosa historia que siempre llevaría inconclusa en el corazón.
No
le resultó fácil contenerse durante el almuerzo en el distinguido restaurante
del chef francés. Estaba sumido en la investigación de una trama en la que Pablo
y Howard estaban implicados hasta el cuello y tenerlos enfrente, alardeando de
que las encuestas daban al senador una significativa ventaja sobre su
adversario, le hizo sentirse enfermo. Al fin entendía por qué se reunían cada
vez que el político se tomaba un descanso en la campaña.
—¿Habéis leído el periódico de hoy? —preguntó Howard—. La señora Martinez
aparece en primera plana.
Un repentino e intenso
hormigueo dejó a Gaston sin aire.
—Lo he visto —dijo el senador con
orgullo, y citó textualmente el titular—: «La hermosa Rocio ha enamorado a los ciudaanos,
que ya la consideran su primera dama.» Me lo advertiste, Gaston —le recordó—.
Me advertiste que ella sería la primera en ganar las elecciones.
Él sólo pudo asentir con la
mirada, para después bajar los ojos ante la fugaz imagen de una hermosa Rocio,
vestida de azul, aclamada por una multitud mientras él la admiraba extasiado
desde las bambalinas del estadio.
—El periódico también habla de
que no se la ha visto en los dos últimos mítines —dijo Howard—. Espero que los
motivos no sean de salud.
—Está perfectamente —aseguró Pablo
tras tomar un trago de su bourbon—. Está pasando unos días de descanso. Las
últimas semanas de campaña van a ser agotadoras, con días de varios actos en
ciudades muy distantes entre sí. Es mejor que recupere fuerzas ahora que aún
puedo prescindir de su presencia.
—Supongo que no lo hace en su
residencia—comentó Howard.
—Supones bien, pero no puedo
especificarte dónde está. La perseguiría la prensa —bromeó satisfecho—. Rocio
no es mujer de asfalto —añadió ya más serio—. Ya has visto el enorme jardín que
rodea la casa. Y en cuanto tiene ocasión, se pierde en la naturaleza, cuanto
más abrupta y deshabitada mejor.
Crystal Lake, pensó Gaston al instante,
sin saber si agradecer la intervención de su suegro o maldecirla. Pues, del
mismo modo que lo había estado matando el deseo de saber de ella, la necesidad
de protegerse lo había obligado a permanecer callado. Y ya nada pudo detener su
pensamiento, que se centró en su mágico
refugio,
más especial y más suyo desde los días en que lo recorrió a su lado. Y la
imaginó de nuevo allí, disfrutando de un otoño sin él, recorriendo esos
senderos cubiertos por hojas doradas, probablemente acompañada por los pasos de
otro hombre al que le estaría ofreciendo el inestimable regalo de su risa.
Se despidió en cuanto tuvo
ocasión, seguro de que le agradecían que los dejara solos antes de lo previsto,
y se encaminó vencido.
«Lali», pronunció en un susurro
tenue. Ella seguía siendo su salvación. Su única salvación.
La encontró en la terraza,
medio adormilada sobre el grueso colchón blanco de la tumbona, recibiendo los
cálidos rayos de sol con los que trataba de mantener el suave color dorado en
la piel.
Miró alrededor, hacia los altos
y emblemáticos edificios, hacia la despejada bahía. Y cerró los ojos ante la
culpabilidad que le provocaba no haber disfrutado nunca de toda esa belleza, de
esa privilegiada paz en una ciudad acelerada.
—No te he oído llegar —dijo de pronto
Lali—. ¿Qué tal el almuerzo con papá y el senador?
Él se sentó en el borde de la
tumbona y colocó las manos en los reposabrazos, a los lados del cuerpo de su
esposa.
—Bien —respondió, mirándola de
cerca—. Pero quería volver a casa.
Una sonrisa de felicidad
iluminó el rostro y los ojos de Lali.
—¿Me has echado de menos?
—Sólo un estúpido no te echaría
de menos —susurró, mientras lo consumía una profunda pena.
Ella seguía siendo el mismo ser
dulce y confiado de siempre, fácil de contentar. Y también él seguía siendo el
mismo hombre injusto con ella; antes, porque la engañó con innumerables mujeres
hermosas y ahora, porque su mente, su cuerpo y hasta su alma pertenecían a una
sola mujer que tampoco era ella.
Sólo un estúpido no la echaría
de menos, sólo un estúpido ciego y egoísta buscaría en otros brazos lo que
siempre podía encontrar los suyos. Sólo un estúpido la haría padecer como lo
estaba haciendo, a pesar de que era ella la que, sin saberlo, le seguía
rescatando de las sombras.
—¿Qué pasa, mi amor? —preguntó Lali
cuando le vio la brillante humedad en los ojos.
No
pudo soportar la tierna preocupación con la que le acarició las sienes. Se
abrazó a ella, y se juró que la compensaría por cada inútil sufrimiento que le
había provocado, por cada segundo que le había sido infiel, por toda esa
interminable serie de cosas impagables que ella le había dado y a las que él
nunca concedió el valor que merecían.
Rocio, sentada en el centro de
la cama, con los pies encogidos bajo la falda, sonreía ante el entusiasmo con
el que Pablo le hablaba de los últimos sondeos y de respetados políticos
comprometidos con las causas ciudadanas. Saber que las cosas marchaban cada día
mejor la ayudaba a no sentirse culpable cada vez que se tomaba unos días de
descanso.
—Cuídate mucho, pequeña mía —le
rogó él al despedirse—. Disfruta de esta soledad y este silencio que te gustan
tanto.
Le gustaban el silencio y la
soledad de Crystal Lake, era cierto, y desde que se había convertido en una
mujer mundialmente conocida, que no podía moverse sin escolta, le gustaban aún
más. No le molestaba demasiado ver la casa rodeada de agentes, pues cuando
deseaba verdadera soledad, sólo tenía que salir a caminar por esos deshabitados
parajes en los que era evidente que no necesitaba protección. Entonces volvía a
sentirse la mujer que fue, la que cuando sentía frío se arropaba con un viejo
jersey de Pablo, la que recibía la lluvia con los brazos abiertos, la que
disfrutaba con emoción de las cosas sencillas.
Y volvía a ser, también, la enamorada
que al llegar a la orilla del lago miraba hacia la casa del escritor, como hizo
mientras esperaba que él estuviera observándola. Ahora, la seguridad de que no
lo vería aparecer era la que le confería el atrevimiento que necesitaba para
acercarse al porche y hacer ese gesto de buscarlo, aun sabiendo que esa
nimiedad le provocaría recuerdos y la llenaría de pena. adaptacion

Estoy enamorada de esta novela!! Quiero muchos màs capitulos! :))
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