Con un montón de sexo y risas ese fin de semana, Gaston y yo
cerramos la
brecha entre nosotros. Trabajé, Gaston trabajó, y entonces el
domingo,
Silvia y Pedro llevaron a los niños por el día, así que Lali,
Gaston y yo pasamos el rato con Peter, Eugenia. Era la primera vez
que Gaston y yo salíamos en una situación social con otras
personas
desde que empezamos nuestro arreglo. Supe tan pronto como
caminamos
al pub favorito para el almuerzo que ahora todos
estaban al tanto de nuestro arreglo. Eugenia nos miró como si
fuéramos un
experimento científico y peter tenía esta estúpida sonrisa de niño
pequeño en
su cara.
Peter en realidad me guiñó un ojo. Juro por dios que habría huido
del
local si Gaston no lo hubiera anticipado y agarrado mi brazo para
empujarme hacia adelante. Una vez que ellos se dieron cuenta que
nada
había cambiado —que no éramos una pareja, no nos tomamos de la
mano
ni nada de caricias, y nuestras sillas estaban, de hecho, bastante
apartadas— los chicos solo actuaron normal. Tuvimos un increíble
almuerzo, unas cuantas cervezas, y luego fuimos a ver una película
juntos.
Gaston sí tomó el asiento al lado de mí en el cine y
está bien… quizás
hubo algo de caricias en la oscuridad.
No nos vimos el lunes, así que en realidad logré escribir otro
capítulo de mi
libro y me escapé a una visita con la Dra. Pritchard. Eso fue
divertido. El
martes, Gaston tomó su hora de almuerzo en mi cama. El miércoles
quedó
atrapado en el trabajo así que no lo vi en todo el día. Pasé la
noche con
Lali, soportando una película de romance juvenil que en realidad
hizo a
mis dientes doler de lo dulce que era. Insistí que en la siguiente
noche de
películas veríamos algo o a alguien ser mutilado por una estrella
de acción
—Eres como un chico. —Lali arrugó su nariz mientras masticaba
bolitas
de chocolate.
Quité mi mirada de la película de romance empalagoso para verla a
través
de la habitación. Estaba tumbada sobre el sofá, cubierta de
envolturas de
chocolate. ¿Cómo no sube de peso?
—¿Porque odio el romance
empalagoso?
—No. Porque prefieres ver a alguien ser golpeado que declarar su
amor.
—Cierto.
—Chico.
Hice una cara. —Creo que Gaston no estaría de acuerdo.
—Ugh. Eso fue malvado.
Sonreí perversamente. —Tú me llamaste un chico.
Ella giró su cabeza sobre un cojín para mirarme. —Hablando de… no
que
quisiera darme cuenta, no puedo evitar mis excepcionales
habilidades de
observación, pero parecen estar haciendo lo que sea que ustedes
estén
haciendo, ¿de acuerdo al calendario de Gaston? ¿Estás bien con
eso?
No era que no lo había notado. Pero en serio, ¿Cómo podría
discutirlo? Yo
“trabajaba” en casa, y Gaston trabaja todo el tiempo. Cuando sí
trabajaba,
era en dos de las únicas noches en las que Gaston estaba libre.
—Él es un
tipo ocupado. Entiendo eso.
Lali asintió. —A muchas de sus novias no les gustaba.
—A mí no me gusta ser llamada su novia —le advertí en broma.
—Nunca te llamé su novia. Solo quise decir… en realidad, sabes
que, no sé
lo que quise decir porque ustedes dos me aturden.
Podía ver que se estaba preparando para soltar su súper histeria
romántica sobre Gaston y yo, así que rápidamente cambié de tema.
—No
has dicho mucho últimamente sobre Peter.
La cara de mi compañera cayó y deseé haber escogido un tema
diferente
para cambiar de conversación. —Apenas hablamos desde ese domingo
en
casa de mamá. Creo que se dio cuenta que estaba enviando señales
confusas así que él retrocedió completamente.
—No noté nada extraño entre ustedes el pasado domingo cuando
pasamos
el rato.
—Eso es porque estabas en la tierra de Gaston.
Solté una carcajada. —Sí, bien.
Lali sacudió su cabeza. —Numpty delirante.
Ese era uno nuevo. No podía recordar a Candela o a Vicco jamás
llamarme
así.
— ¿Acabas de llamarme numpty?
—Sip. Una del tipo delirante.
—Puedo preguntar, ¿Qué es una numpty?
—Una persona que demuestra una falta de conocimiento con respecto
a
una situación; una persona tonta; idiota; imbécil. Una numpty
delirante:
Rochi Igarzabal es estúpida, idiota, ciega, poco entendedora de la
verdadera
naturaleza de su relación con mi hermano, Gaston Dalmau. —Ella me
frunció el ceño, pero era el ceño de Lali así que realmente no
contaba.
Asentí. —Numpty. Buena palabra.
Ella me lanzó un cojín.
Cuando el jueves llegó y recibí un mensaje de Gaston diciéndome que
no
lo lograría esa noche, tenía que admitir que sentí un poco de
decepción. No
podía admitir tener una enorme decepción porque preservé esa
emoción
bajo mi trampa de acero. Estaba en la etapa final de cerrar un
trato en el
complejo en el que había estado trabajando este verano. No
significaba que
no apestara.
Cavé profundo y escribí todo el día lejos, asombrada y agradecida
de que
lograra escribir unos cuantos capítulos más sin tener que abrir
los
recuerdos que seguramente me enviarían de regreso hacia el baño
con otro
ataque de pánico. Aunque, tenía que admitir, no había tenido uno
de esos
desde el ataque épico el pasado viernes.
El jueves por la noche sin Gaston para mantenerme ocupada, dejé a
Denzel aliviar mi dolor con un maratón de Denzel Washington. Lali
se
rindió a la segunda película y se fue a la cama. Unas horas
después yo
estaba fuera.
Desperté al sentir el mundo moverse debajo de mí. —¿Qué? —murmuré,
mis ojos tratando de ajustarse a la débil luz.
—Shh, nena. —La voz baja de Gaston retumbó por encima de mí, y me
di
cuenta de que estaba en sus brazos—. Te estoy llevando a la cama.
Soñolienta envolví mis brazos alrededor de su cuello mientras me
llevaba
hacia mi habitación. —¿Qué estás haciendo aquí?
—Te extrañaba.
—Mmm —mascullé, acurrucándome a él—. También te extrañaba.
Un segundo después estaba fuera.
Un minuto estaba soñando que el mundo se estaba inundado, el agua
alcanzando nuestro departamento sin ninguna salida, mi pánico creció
más y más mientras el agua subía hacia el techo, dejándome esperar
por
mi muerte inminente
Mis ojos se abrieron. Estaba en mi cama. Era de mañana.
—Gaston —murmuré, relajándome contra el colchón, mis manos
corriendo
en su suave cabello.
Mis músculos se hundieron en la cama mientras Gaston trepaba sobre
mi
cuerpo, sus ojos sonriendo mientras se acomodaba encima de mí.
—Buenos días, nena.
Acaricié su cintura, pasando mis uñas ligeramente a través de su
piel de
una manera que sabía que le gustaba. —Buenos días para ti también.
Y
qué feliz mañana es.
Él se rio de mi sonrisa tonta y se separó de mí para acostarse a
mi lado.
Me giré para revisar el reloj pero mis ojos captaron un objeto en
mi
escritorio. Me levanté de golpe, mirándola, preguntándome si
estaba
realmente viendo bien. Sentí a Gaston en mi espalda y su mentón
cayó
sobre mi hombro.
—¿Te gusta?
Una máquina de escribir. Una brillante, negra, del estilo de una
antigua
máquina de escribir puesta en mi escritorio al lado de mi laptop.
Era
hermosa. Era justo como la que mamá había prometido comprarme.
Justo
como la que le dije a Gaston que mamá había prometido comprarme.
La
que no me compró porque murió antes de que pudiera.
Esto era un regalo increíble. Un considerado, hermoso regalo. Y
era mucho
más que sexo.
Sentí la presión en mi pecho antes de que pudiera hacer algo para
detenerlo, mi cerebro empañándose como si estuviera muy lleno. El
hormigueo explotó a través de mi piel mientras mi corazón galopaba
fuera
de control.
—Rocio. —La preocupada voz de Gaston penetrando la niebla y me
estiré
por su mano para tranquilizarlo—. Respira —murmuró él en mi oído,
su
mano apretando la mía, la otra en mi cadera, sosteniéndome cerca
de él.
Inhalé y exhalé siguiendo un ritmo, retomando el control, abriendo
mis
pulmones, los latidos de mi corazón disminuyendo, mi cerebro
despejándose. Cansada, me recosté hacia atrás en el pecho de
Gaston.
Después de un minuto o dos, Gaston habló.
—Sé que no quieres hablar sobre el por qué tienes estos ataques de
pánico, pero… ¿Pasan muy seguido?
—A veces. Más últimamente.
Él suspiro y mi cuerpo se movió mientras su pecho se movía.
—¿Quizá
deberías hablar con alguien al respecto?
Me alejé de él, incapaz de mirarlo. —Ya lo hago.
—¿Lo haces?
Asentí, escondiéndome detrás de mi cabello. —Una terapeuta.
Su voz estaba tranquila. — ¿Estás viendo una terapeuta?
—Sí.
Mi cabello fue peinado detrás de mis orejas, sus dedos corriendo a
lo largo
de mi mandíbula para girar mi cabeza hacia él. Sus ojos eran
amables,
preocupados. Comprensivos. —Bien. Me alegra que estés hablando con
alguien al menos.
Eres hermoso. —Gracias por mi máquina de escribir. Es
hermosa.
Gaston me dio una sonrisa insegura. —No quise causarte un ataque
de
pánico.
Lo besé rápidamente, tranquilizándolo. —Esa es mi mierda, no te
preocupes sobre eso. Me encanta. Fue realmente considerado. —Y
más.
—¿El libro está casi listo entonces? —preguntó la Dra. Pritchard,
pareciendo complacida.
Asentí. —Estoy llegando ahí.
—¿Y los ataques de pánico?
—He tenido algunos.
—¿Cuándo ocurrieron esos?
Le dije y cuando terminé ella alzó la mirada y había algo ahí que
no
entendí. —¿Le dijiste a Gaston que me estabas viendo?
Oh demonios, ¿Era
eso algo malo? Sólo se me había
escapado. No sé
porque… —Si, lo hice. —Actué como si no me importara.
—Creo que eso está bien.
Espera. ¿Qué? —¿Lo cree?
—Lo creo. ¿Por qué crees que lo hago?
Hice una cara. —Siguiente pregunta.
Vi a Gaston casi cada día después de esa mañana. Pasamos la
siguiente
semana pasando el rato. Lali, Gaston, Eugenia, Peter, y alguna chica
que
Peter había traído como una cita, pasaron por el bar el sábado por
la
noche antes de arrastrar a Gaston al club. Él odiaba seriamente
salir a
clubes lo que me había llevado a hacerle la pregunta, “¿por qué
era dueño
de un club nocturno?” Su respuesta fue que era un buen negocio.
Cuando
estaba siendo arrastrado fuera del bar para el club, le di una
sonrisa
comprensiva. No estaba sorprendida al descubrir que se había
escapado
del club para venir a recogerme. El domingo fue la cena donde Silvia
y
Pedro, que consistió en Cristobal y Luz discutiendo, Pedro
ignorando la
dicha pelea, y Silvia haciendo la discusión peor. Lali, en un
esfuerzo para
olvidar la cita de Peter anoche, estaba constantemente quejándose
que
ella no pensaba que los cristales de sus lentes estuvieran bien, y
nadie
notó nada diferente entre Gaston y yo. Gracias a dios. La cabeza
de Silvia
explotaría si se enteraba de lo que estaba pasando entre nosotros.
El lunes por la noche, Gaston llegó luego de haber ido al
gimnasio,
teníamos membrecías en gimnasios diferentes por lo cual estaba
agradecida. Necesitaba concentrarme cuando estaba haciendo
ejercicio,
salimos con Lali, y Gaston se había quedado la noche. El martes en
la
noche fui a mi primera cena oficial requerida de negocios. Una verdadera
esta vez. Lo que no sabía era que Gaston estaba vendiendo su
restaurante
francés y manteniendo el restaurante escocés contemporáneo y de
categoría de mariscos que poseía junto a la ribera. Era una venta
privada a
un amigo de negocios. Una venta privada, pero aún así los medios
locales
se habían enterado y escrito un artículo sobre el cambio de manos
del
renombrado La Cour, y especulando sobre la
razón por la que Gaston lo
vendería.
—Es demasiado. —Había explicado Gaston luego de pedirme que lo
acompañara a la cena, la cual en realidad era algo festiva entre
él y el
sujeto que compró—. El club nocturno se ha convertido en un éxito
mucho
más grande de lo que esperaba, la agencia inmobiliaria siempre me
está
metiendo en algún problema u otro y alejando de los bienes raíces
que es
lo que disfruto, y es sólo que estoy abarcando demasiado. La Cour era de
mi papá. No hay nada en él que tenga mi sello. Así que lo vendí.
Nos encontramos con Thomas y su esposa Julie
En general, la cena fue agradable. Gaston parecía más relajado
ahora que
no tenía La Cour descansando sobre sus hombres, y por alguna
razón
descubrí que él estando relajado me hacía relajarme. Pasamos por
su
apartamento el miércoles por la noche, sobre todo porque teníamos
que
estar en silencio en mi apartamento, y eso le quitaba algo de
diversión al
sexo. Así que tuvimos sexo ruidoso en el sofá, sobre el suelo y en
su cama.
Repleta, yacía en sábanas revueltas de su cama, mirando el techo.
Su
dormitorio era tan contemporáneo como el resto del dúplex. Una
baja
cama japonesa, armarios construidos en las paredes para no ocupar
espacio. Un sillón en la esquina junto a la ventana. Dos mesitas
de noche.
Nada más. Necesitaba algunas fotos al menos.
—¿Por qué no hablas de tu familia?
Todo mi cuerpo se tensó, la respiración saliendo en un suspiro
ante la
pregunta para la cual estaba completamente desprevenida. Mi cabeza
se
retorció en la almohada para mirarlo con incredulidad. No me
estaba
mirando con recelo, como si estuviera esperando que me pusiera histérica.
Sólo me miraba determinado. Contuve el aliento y aparté la mirada.
—Porque sólo no lo hago.
—Esa no es una verdadera respuesta, nena.
Alcé mis manos.
—Se han ido. No hay de qué hablar.
—No es verdad. Podrías hablar de quiénes eran como personas. Lo
que
eran como una familia. Cómo murieron…
Luché por un momento con mi enojo, intentando contenerlo. Él no
estaba
queriendo ser cruel, lo sabía. Estaba curioso, quería saber. No
era
irrazonable. Pero pensaba que nos entendíamos mutuamente. Pensé
que él
me entendía.
Y entonces me di cuenta de que él posiblemente no podía entender.
—Gaston, sé que tu vida no ha sido fácil, pero posiblemente no puedas
entender lo desastroso que está mi pasado. Es una mierda. Y no es
un
lugar al que quiera llevarte.
Se sentó, empujando la almohada hacia arriba contra el cabecero y
me di
la vuelta sobre mi costado para mirarlo mientras él me miraba, un
dolor
en sus ojos que nunca había visto antes.
—Entiendo los desastres, Rocio. Cree en mí.
Esperé, sintiendo más en el horizonte.
Y él suspiró, sus ojos vagando sobre mí para mirar hacia la
ventana.
—Mi madre es la mujer más egoísta que he conocido. Y ni siquiera
yo la
conozco muy bien. Fui obligado a quedarme con ella durante las
vacaciones de verano, viajando por Europa, viviendo de cualquier
triste
cogida que había conseguido manipular para estar con ella. Durante
el
año escolar, viví con papá. podía ser
un bastardo distante y duro, pero fue un bastardo que me amó, y
eso fue
más de lo que mi madre nunca hizo. Y papá me dio a Lali y Silvia. Silvia
fue lo único con lo que tuve problemas con mi padre. Ella es una
persona
dulce, una buena mujer, y nunca debería haber ido tras ella y
engañarla
como a las otras. Pero lo hizo. Al menos ella terminó con Pedro y Lali
terminó con un hermano que hará lo que sea por ella. Mi papá fue
desatentamente cariñoso con Lali, nada más. A mí me puso bajo
presión.
Y yo era un idiota que se revelaba contra seguir los pasos de
papá. —Se
resopló a sí mismo, sacudiendo la cabeza—. Si tan sólo pudiéramos
volver
atrás y hacer entrar en razón a esos niños que fuimos una vez.
Si tan sólo.
—Comencé a frecuentar a las personas equivocadas, fumar marihuana,
emborracharme, y meterme en muchas peleas. Estaba enojado. Enojado
por todo. Y me gustaba utilizar mis puños para deshacerme de esa
ira.
Tenía diecinueve y estaba saliendo con una chica de una zona
peligrosa.
Su mamá estaba en prisión, de su papá no se sabía nada, y su
hermano
era un drogadicto. Chica agradable, mala vida hogareña. Una noche
apareció en mi puerta y era un desastre histérico. —Sus ojos
vidriosos
mientras recordaba, y supe instintivamente que lo que iba a decir
a
continuación iba a ser increíblemente horrible—. Estaba llorando,
temblando. Había llegado a casa esa noche y
su hermano estaba tan desencajado por la heroína que la violó.
—Dios mío —dije en voz baja, sintiendo dolor físico por la chica
que nunca
conocí, y por Gaston por haberle pasado a alguien que le
importaba.
—Perdí la cabeza. No me di tiempo para pensar. Salí disparado,
corriendo
todo el maldito camino hasta su casa sólo con la adrenalina. —Se
detuvo,
su mandíbula apretada con fuerza—. Rocio, lo golpeé casi hasta la
muerte. —Me miró, su expresión una de remordimiento—. Soy un
hombre
grande —susurró—. Lo era, incluso como adolescente. No me di
cuenta de
mi propia fuerza.
No podía creer que me estuviera diciendo esto. No podía creer que
esto le
haya pasado. Gaston, quien yo pensaba que vivía en un mundo de
cenas
elegantes y apartamentos de lujo. Al parecer, había estado en otro
mundo
por un tiempo.
—¿Qué sucedió?
—Me fui, hice una llamada anónima para pedir una ambulancia, y le
dije a
ella lo que había hecho. No me culpó. De hecho cuando la policía
lo
encontró, nos encubrimos mutuamente. Su hermano era un drogadicto
conocido, no hubo testigos, y ellos sólo asumieron que el hecho
estuvo
relacionado con las drogas. Estuvo en coma por unos cuantos días.
Los
peores malditos días de mi vida. Cuando despertó, le dijo a la
policía que
no recordaba quién lo había atacado, pero cuando entré con su
hermana
ella le dijo lo que hizo. —La voz de Gaston se trabó un poco—.
Comenzó a
llorar. Es probable que fuera la visión más patética que he visto,
él
llorando y ella mirándolo fijamente con odio en los ojos. Ella se
fue. Él me
prometió que no diría la verdad sobre lo que pasó. Dijo que se lo
merecía,
que yo debería haberlo matado. No había nada que pudiera hacer por
alguno de ellos. Nunca más lo volví a ver. Mi relación con ella
fracasó
cuando se volvió hacia las drogas para enfrentar lo que pasó, rechazando
mi ayuda. Lo último que escuché de ella hace unos cuantos años fue
que
había tenido una sobredosis.
Me puse a su lado, todo mi cuerpo doliendo por él.
—Gaston… lo lamento.
Él asintió y volvió su cabeza para mirarme.
—Nunca más he estado en una pelea desde entonces. No levanté mis
manos contra nadie. Mi papá y yo enterramos un montón de mierda
después de eso. Fue la única persona que supo la verdad, y me
ayudó a
dar vuelta las cosas. Se lo debo.
—Creo que todos. —Sonreí tristemente, rozando mis dedos a lo largo
de su
mandíbula mientras asumía el hecho de que había confiado en mí con
esto.
En mí.
Oh, Dios.
¿Se lo debía de alguna manera? ¿O no era así? Había
confiado en mí
porque sabía que no se lo contaría a nadie, sabía que no lo
juzgaría.
Se me ocurrió sentada junto a él, sintiendo su dolor, que supe que
nunca
lo diría a nadie nada de lo que le compartiera. No me juzgaría.
Suspiré y
bajé la mano, mi estómago retorciéndose mientras luchaba conmigo
misma.
—Mery. —Su nombre sólo cayó de mi boca antes de que pudiera
siquiera
pensarlo.
El cuerpo de Gaston se tensó con alarma.
—¿Mery?
Asentí, mis ojos en su estómago en lugar de en su rostro. La
sangre corría
en mis oídos y apreté las sábanas para evitar que mis dedos
siguieran
temblando.
—Era mi mejor amiga. Crecimos juntas y cuando mi familia murió,
ella era
todo lo que me quedaba. No había nadie más. —Tragué con fuerza por
los
recuerdos—. Yo era un lío luego de eso… salvaje. Arrastré a Mery a
fiestas a
las que éramos demasiado jóvenes para estar, hicimos cosas que
éramos
demasiado jóvenes para hacer. Fue poco más de un año después…
había
una fiesta en el río. Yo estaba en este camino de cosechar
sujetos,
y Mery estaba intentando tomar confianza para pedirle a Pablo
salir.
—Resoplé sin humor—. Pablo solía volverme loca. Siempre estaba
molestándome, pero después… bueno, aparte de Mery él era la única
persona con la que me sentaba y charlaba sobre todo. Realmente era
un
buen chico. Y me gustaba —confesé suavemente—. Realmente me
gustaba. Pero Mery tenía un flechazo con él desde siempre, y yo ya
no era la
chica con la que él solía tener un enamoramiento. Ella no quería
ir esa
noche. Pero la convencí de que Pablo estaría allí y la obligué a
venir.
»Fue como a la mitad de la fiesta que pensé que
Mery estaba hablando con
Pablo mientras yo estaba coqueteando con el capitán del equipo de
fútbol,
pero Pablo repentinamente estaba conmigo, pidiéndome hablar. Nos
alejamos por algún lugar privado y empezó a decir todas estas
cosas.
Como yo era mejor que para estar con todos esos chicos. Como mis
padres
estarían decepcionados si me vieran así. —Respiré temblorosamente
con
esa confesión—. Y me dijo que se preocupada por mí. Que pensaba
que
podría realmente amarme. No pensé. Solo lo dejé besarme
Que quería que fuera su
novia. Y le dije que no podía, que Mery
estaba loca por él, y no podía hacerle eso a ella. Caminamos en
círculos
por un rato hasta que decidí que necesitaba ponerme borracha o
algo así
para alejarme de todo el drama adolescente, pero cuando fui a la
fiesta
principal uno de los amigos de Mery me dijo que yo era una puta
traicionera. Y me di cuenta que Mery había descubierto que me
besuqueé
con Pablo.
Cerré los ojos, viendo la imagen de ella parada junto a la cuerda
oscilando,
el odio en sus ojos tan intenso.
—La encontré río abajo, muy borracha. Estaba intentando llegar a
este
viejo columpio de cuerda que se columpiaba sobre el agua, pero
estaba
desgastado y poco usado y la corriente de esa noche era mala. Le
rogué
volver a la fiesta y hablar conmigo, pero seguía gritando que era
una
traidora y una ramera. —Miré a Gaston ahora para encontrar sus
tristes
ojos sobre mí—. Se columpió sobre la cuerda antes de que pudiera
detenerla y se rompió. Gritó pidiéndome ayuda a medida que la
corriente
se la llevaba y ni siquiera lo pensé, me lancé tras ella en el
agua. Pero Pablo
había estado detrás de nosotras y vino tras de mí y era un nadador
mucho
más fuerte. En lugar de dejarme para ir tras ella, me llevó hacia
las rocas.
El cuerpo de Mery fue arrojado río abajo. Se había ido. Y nunca
volví a
hablar con Pablo.
—Nena —murmuró Gaston, acercándome pero alcé mi mano para
advertirle, sacudiendo la cabeza, mis ojos furiosos.
—La maté, Gaston. No merezco simpatía.
Pareció sorprendido ahora.
—Rocio, no la mataste. Fue un trágico accidente.
—Fue una serie de eventos causados por mis acciones. Soy culpable.
—
Abrió la boca para hablar y puse una gentil mano sobre sus
labios—. Sé
que no es racional. Lo sé. Pero no sé si alguna vez llegaré al
punto donde
no me culparé. Sin embargo, estoy tratando vivir con ello.
Decírtelo es algo
enorme. Créeme.
Gaston me arrastró por la cama y hacia sus brazos, su mano en mi
nuca.
—Gracias por confiar en mí.
Ahuequé su mejilla en mi mano y suspiré con cansancio.
—Creo que debemos tener sexo ahora.
Sus cejas se fruncieron.
—¿Por qué?
—Para recordarnos lo que estamos haciendo aquí —contesté, mi tono
significativo.
Los ojos de Gaston se entrecerraron.
—No —me dijo ásperamente, apretando mi nuca—. Tendría sexo contigo
por cualquier razón menos esa.
Sorprendida, descubrí por una vez que no tenía respuestas, y
Gaston no
esperó una. Presionó un fuerte beso en mi boca y se deslizó hacia
abajo
por la cama, llevándome con él. Me metió en su costado y se
inclinó para
apagar la luz.
—Duérmete, nena.
Traumada por los eventos de la noche, yací allí escuchándolo
respirar
antes de que finalmente el agotamiento me reclamara.
—¿Cómo te sientes ahora que le contaste a Gaston sobre Mery?
Mi mirada se deslizó desde el título de posgrado enmarcado en la
pared de
la Dra. Pritchard a su rostro.
—Me siento asustada, pero liberada al mismo tiempo.
—¿Asustada porque se lo dijiste a alguien además de a mí?
—Sí.
—¿Y aliviada…?
Me removí en el asiento.
—Soy perfectamente consciente de que no le cuento las cosas las
personas
y sé que eso no es valiente, pero así es cómo manejo las cosas.
Cuando se
lo dije a Gaston, el mundo no terminó. Me sentí valiente por
primera vez. Y
fue en cierto modo un alivio. adaptacion.

me encanta! que feo todo lo que le sucdio a rochi y que feo lo que le paso a mery, pero me alegra saber que se lo pudo contar a Gas. esta relacion avanza! y me encanta!
ResponderEliminarAme el capitulo..! Me gusta que de a poco se vayan acercando màs y esto se vaya transformando en lo que todos queremos!! Es genial la historia! :)
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