Capítulo 1
::Rochi::
el tercer Red Bull fue
un error. Debería haber comido algo de
comida real antes de
estacionarme para la entrevista. Pero no
lo hice. Demasiado
nerviosa.
Así que ahora, mi
estómago está convertido en serpientes líquidas y
clavos girando. Muy
malo.
Levanto el volumen de
mi iPhone y tiro una pierna por delante del
volante así puedo
medio acurrucarme al lado de la puerta. No es fácil en el
asiento de conductor
de un Jeep. Pero, es muy factible si eres pequeña.
Esto también es
sorprendentemente cómodo si tienes la cobija adecuada.
Y tengo la cobija
correcta. Marrón, de doble felpa y lanuda. Este es
un regalo de mi
hermana pequeña.
Ella es la única que
sabe cuán a menudo hago la siesta aquí. El
febrero pasado, ella
pensó que me congelaría durante mis siestas del
almuerzo en la
escuela, entonces ella la compró para mí con su dinero
como niñera. Ella
siempre trata de ayudarme a recuperar mi sueño
perdido.
Lamentablemente,
gracias a mi estúpido desayuno, nadie puede
ayudarme hoy. No
recuperaré ningún sueño perdido tampoco. Peor aún,
creo que podría
vomitar en el estacionamiento de Geekstuff.com antes de
que la entrevista
comience. Tal vez durante la misma. ¿No sería épico?
Perdóneme, Señor
Presidente-Ejecutivo-Hombre-Que-Quiero-
Impresionar. ¿Podría
usted retener esa pregunta mientras yo BARF,
BARF, BARF?
Ellos probablemente
asumirían que estaba con resaca. O que era una
drogadicta. Lo que…
supongo, soy. Todos saben que la cafeína es una
droga, después de
todo. Y definitivamente soy una adicta a ella.
Mi estómago se aprieta
y retuerce otra vez con tanta fuerza que
quiero llorar. En
cambio, cierro mis ojos y respiro despacio, dispuesta a
que la bebida
energética —más importante aún que la increíble cafeína—
aguante.
El frío cristal contra
mi frente parece ayudar y los calambres se
desvanecen.
Gracias a Dios.
Me acurruco de lleno
con la cobija y trato de enfocarme en mi plan
de entrevista. El
iPhone está reproduciendo un clásico. Lo clásico funciona
mejor cuando quiero
visualizar resultados finales. Tácticas.
Los atletas olímpicos
también controlan sus movimientos antes de
que ellos compitan.
Sé que lograr las
prácticas de verano en Geekstuff.com no es
ninguna Olimpiada.
Pero para mí, esta entrevista es la competencia más
importante de mi vida.
Sin éste trabajo, mi futuro está condenado.
Me veo entrar en la
misma habitación donde derroté a treinta
aspirantes ayer.
El presidente pidió
ver mis bosquejos de muestras de productos. ¡Él
está impresionado! Me
imagino a mí misma sonriendo y siendo toda
social. Le menciono
que poseo la mayor parte del departamento «de
juguetes geek». Cómo
no puedo esperar para ver el funcionamiento
interno de una tienda
en línea.
La parte social es la
más difícil. Toda la fanfarronada y el fingirlo.
Pero yo, siendo
propietaria de los productos, es la completa verdad. Amo
cada artefacto geek, juguetes
y camisetas que ellos venden aquí, incluso las
cosas de la Guerra de
las Galaxias.
algo se estrella
contra mi Jeep.
Fuerte.
¡No otro auto, sino un
puño o un cuerpo! ¡No sé qué es, porque mis
ojos estaban cerrados!
El Jeep se mece. Golpeo mis rodillas con el volante
mientras mi cabeza
golpea la ventana con un golpe sordo. Cuando alzo la
vista estoy casi nariz
a nariz con un tipo. ¡Un chico que está mirando
detenidamente por el
parabrisas como si él quisiera ver mi reacción a su
desastrosa broma!
Lo reconozco de mi
escuela: Gaston Dalmau.
Y no es uno de mis
atormentadores habituales.
Mis papeles de la
entrevista cuidadosamente construidos se
deslizan.
Volutas de rubio
cabello crespo caen alrededor de mis hombros.
Perfecto.
Sintiéndome
sobre-expuesta como en algún acto de circo enjaulado,
logro pegar una de mis
burlas defensivas. Grito para que pueda oírme.
—¿Por qué fue eso idiota?
El tipo no se mueve.
Él solo me mira fijamente. Es todo lo que puedo
hacer para no
ruborizarme como una idiota. No he estado tan cerca de un
chico —demonios—
además de mi familia, en años. Ahí es cuando me doy
cuenta de que Gaston Dalmau
podría poseer los ojos verde-cristal más
sensacionales, del
planeta entero.
Santo guau…
Toma toda mi fuerza
mantener la expresión enojada en lugar y
repetirme: «Dije: ¿qué
fue eso? IDIOTA». Trato de leer su expresión. Soy
realmente buena en
eso. Él parece… asustado. ¿O parece… arrepentido?
Extraño.
Y doble, ¿qué
demonios?
Hago un balance de mí
misma. Los latidos de mi corazón acelerados
como un ruidoso
estéreo, pero él no puede oírlo por el cristal. Compruebo
mis manos agarradas
sobre el volante. Con agradecimiento, ellas no tienen
ningún signo de
temblor visible.
Después de tres años
de práctica, soy una maestra en mantener los
temblores del cuerpo
ocultos. Aun así, él me tiene tan agitada que tengo
que trabajar para
decidir mi siguiente movimiento. ¿Por qué él todavía
está mirándome? Debo
necesitar una expresión más cáustica en mi rostro.
Escojo el audaz-desprecio
una de las mejores. Me tomó meses para
perfeccionar éste. Me
burlo, y tuerzo mi labio.
Ba-Bam.
Eso consiguió su
atención, porque él solo se volvió todo rojo. Abrió
su boca como si fuera
a decir algo.
Como si hubiera algo
que decir.
Ardo por despedir mi estúpido
parpadeo tan rápido como puedo.
¡Y bam-ba bam, bam,
bam!
Él se estremece y
retrocede.
Entonces, como si
nunca hubiera sucedido, o como si él entrara en
razón y finalmente
tiene miedo de mí, el chico realiza una carrera de
ciento ochenta metros
a través del estacionamiento. Él hace una línea
recta en dirección a
la enorme puerta de la Geekstuff.com.
Dejo salir una fuerte
respiración, desenrollo mis adoloridos dedos
del volante y salto
con mi bolso a cuestas.
. De ninguna
manera lo alcanzaré a
no ser que le ordene que se detenga. O que corra
como un perro.
Lo que no es mi
estilo.
Soy toda sobre el
control, rápidos golpes bajos y mantener a las
personas a distancia
con mi repertorio cada vez más amplío de ―sólida
como una roca‖, con
aspecto de ―aléjate‖. (Expresiones mezcladas con
rápidas miradas de
sarcasmo y desdén, desde luego.) Esto ha sido
muchísimo trabajo de
"mirarme en el espejo". Pero mis habilidades están
perfeccionadas.
Recientemente he
convencido al mejor terapeuta en la ciudad, de
que estoy lo
suficientemente bien para ir a la universidad. Incluso no tuve
que mentir.
Simplemente suprimí la información, manteniendo mis
expresiones bajo
control, escondí mis confusos horarios de sueño, y ¡ZAS!:
Todos creen que estoy curada.
Lo que pienso es que
estoy harta de hablar de cosas que nunca serán
arregladas.
Al igual que yo. Cómo
estoy casi mejor. Casi de vuelta a la
normalidad.
Después de intentarlo
a la manera de ellos por tanto tiempo, me
cansé de esperar. He
hecho un montón de progresos en fingirlo, eso es
seguro. Y hasta ahora,
todo bien. No, no estoy ―mejor‖. Soy la misma, pero
ninguna de mis
actuaciones parece hacerme empeorar. Así que medio está
funcionando. Y ha
habido un enorme cambio que funciona para todos
nosotros. Mis padres y
mi hermana menor nunca antes han sido más
felices.
Ellos, siendo felices,
es lo más cercano a mí siendo feliz que llegaré a
conseguir alguna vez.
Eso es suficiente.
Si puedo hacer más progresos
(la palabra favorita de mamá)
conseguiré aplicar a
universidades el próximo año. Ellos lo prometieron.
Esto quiere decir que
recuperaré mi vida, ir a la residencia de estudiantes
y mudarme fuera del
microscopio paternal. ¿Ojos que no ven, corazón que
no siente, verdad?
Voy a ser lo que ellos
quieran este año:
Simplemente bien.
Bien. Bien. Bien.
Me detengo para
recuperar el aliento, tratando de descifrar por qué
Gaston Dalmau eligió
hoy para unirse a la fila de personas que se meten
conmigo. Él nunca me
habló antes, lo recordaría. Como estoy segura que
nunca olvidaría esos
impresionantes ojos verdes. ¿Quién podría olvidar
esas cosas?
Cuando miro alrededor
del estacionamiento de Geekstuff.com me
toma sólo unos
segundos darme cuenta que el lado de visitantes está
completamente vacío,
además de mi auto y el suyo.
Debo ser yo contra él para
la entrevista final. Supongo que él trata
de comenzar la batalla
temprano. El tipo toma las escaleras del frente dos
a la vez, y juro que
él está hablando solo. Me pregunto si él podría ser más
anormal que yo. Por si
acaso él decida mirar hacia atrás, sostengo mi
posición y observo la
abertura de su evidentemente nueva, ―con pliegues
de embalaje‖, y
conservadora camisa de entrevista cuando él desaparece
dentro del edificio.
Buena suerte
presumido—atormentador. Ese es el único punto que
vas a conseguir.
Echo una mirada a la
hora en mi iPhone. Cinco minutos de sobra. Él
probablemente me
observa desde el interior del vestíbulo… o tal vez él está
desarrollando alguna
especie de zancadilla para hacerme tropezar.
Comienzo a avanzar en
un paso ultra—lento. Registro mi cerebro
por cualquier chisme
de la escuela que yo podría ser capaz de usar contra
él.
Este chico y yo
corremos en círculos completamente diferentes. Su
círculo es popular y
genial, y mi círculo me lleva de la escuela al salón de
profesores. Para entusiasmarme,
llego a la tienda más cercana con un
corredor de Red Bull.
Él va a fiestas, partidos de fútbol y todas esas otras
cosas. Ni siquiera veo
a este chico en los pasillos. El único recuerdo real
que tengo de Gaston se
remonta al día en que él ayudó a Daniela
cuando ella se rompió
el brazo.
Este es uno de esos
cuentos míticos de la escuela. Vuelto a contar
cada año a todos los
estudiantes entrantes. Sucedió el primer año, en el
segundo semestre. Unos
días después de que yo regresara a la escuela de
mis ―meses especiales‖
en casa. Meses dedicados a masticar botella tras
botella de
antidepresivos y casi saliendo de las profundidades. Para
siempre.
Todo el mundo jura que
vieron la caída de Daniela. Pero, realmente lo
hicieron. En ese
entonces, yo había estado tendida en las gradas, gracias a
la nota de no
participación del doctor. Yo no había trabajado en cómo
ocultar mis emociones
todavía. No como lo hago ahora. Hice mucho de
mirar hacia abajo
aquel año. Mirando zapatos. Contando baldosas.
Asqueándome a mí misma
por analizar la suciedad en las esquinas. Ese
tipo de cosas.
No quería hablar con
nadie, tampoco. Abrir mi boca solía hacerme
llorar sin ninguna
razón. Algo acerca de sentir el aire golpeando la parte
trasera de mi garganta
lo desencadenaba. Era humillante para mí y más
incómodo para quien
estaba cerca de mí, entonces nadie lo hacía. Lo
prefiero así, de todos
modos.
Daniela tropezó y
rompió su brazo durante un juego de vóleibol. Ella
cayó directamente
enfrente de mis pies. Ella era difícil de ignorar. Su
mano torcida debajo de
ella, y habían muchas fracturas. Como alguien
caminando sobre
astillas. Cuando ella se sentó, sus huesos habían
atravesado la piel en
dos sitios cerca de su muñeca. Otro sobresalía en la
parte superior, encima
de su codo.
Espectáculo de horror
total. Ella había impactado en una arteria.
Daniela ni una sola
vez hizo un sonido. Solamente parpadeó y
parpadeó. La sangre
salpicó en el piso del gimnasio —cantidades de ella—
como si estuviera
cayendo desde los aspersores contra incendios y la
profesora gritaba tan
fuerte que todos pensaron que ella había sido
herida.
Nadie más se movió o
hizo un solo sonido por mucho tiempo,
incluyéndome.
Especialmente yo.
Daniela —y
probablemente todos nosotros— había estado en shock.
Conozco el shock. Es
cuando no puedes procesar o hacer nada
correctamente durante
una situación hecha mierda. A menudo, después tú
podrías no recordar
una parte de lo que pasó. Daniela todavía jura que no
recuerda caerse.
Gaston había sido el
único en ir a su encuentro. Él en cierto modo la
salvó.
Él tomó el rostro de Daniela
entre sus manos. Muy suavemente…
realmente recuerdo
eso. Él inclinó su barbilla hacia la suya, entonces ella
no podía ver su brazo
o algo de la sangre. Él también bloqueó su vista de la
profesora quien en ese
momento, se había calmado porque ella había
vomitado bajo la red
de baloncesto.
—Mira directamente
aquí. Justo hacia mí —Gaston dijo, señalando a
alguien que corriera a
la oficina. Él envolvió su brazo alrededor de la
manga de su sudadera y
aplicó la presión como algún tipo experto en
primeros auxilios.
—Mantén tus ojos en
mí, Daniela —dijo él—. La enfermera ya viene.
Ella conseguirá a tus
padres. Solamente espera. Quédate conmigo. Tus
ojos en los míos.
Justo aquí. Vas a estar bien, Daniela. Muy bien.
Me estremezo cuando
recuerdo el sonido de su voz. Agradable.
Seguro de sí mismo.
Preocupado. Con miedo.
Hoy, después de la
vista en primer plano de ese chico de verdes,
verdes ojos, ahora
entiendo por qué Daniela no se había movido todo el
tiempo. Él la había
hipnotizado con aquellas cosas.
Sacudo mi cabeza y
suspiro. Gaston no es un matón. Él es lo contrario,
lo que es mucho, mucho
peor. Él es un héroe. Los chicos héroes tienden a
ganar cosas incluso si
ellos no están calificados.
Él probablemente está
aquí en esta segunda entrevista porque él
llevó a cabo algo
impresionante e imperturbable ayer, ¿pero qué? ¿Rescató
un gatito? ¿Un niñito
corriendo delante de un autobús? ¿Al Director
General asfixiándose
con un cargador de teléfono mini-solar? Esperemos
que no.
Yo aún no había
considerado la posibilidad de perder esta pasantía
por alguien más.
Pero, ¿qué si lo
hacía? ¿Qué si Gaston lo gana? No puedo dejar que
suceda. No puedo. No
lo haré.
Tomo algunas
respiraciones más largas y cambio mi expresión
a serena y confiada cuando
salto hasta la acera que conduce a la escalera
delantera. La
confianza supera a cualquier otra emoción cuando tratas de
convencer a la gente
que tienes las cosas manejadas. Necesito que
Geekstuff.com crea que
tengo lo que se necesita, y ahora necesito que
Gaston lo crea
también.
¿Qué tan difícil
podría ser devolver su intento poco convincente
haciéndolo caer con
una de las mías? Todo lo que puedo hacer es lo que sé.
Fingir, permanecer
despierta, sonreír y mirar que pasa.
La gente de
Geekstuff.com puede averiguar después de que ellos me
contraten que ellos
han escogido al incorrecto.
¿Con respecto a Gaston
Dalmau? Él puede enfrentar la salida.
El escozor en mi
frente se intensifica para recordarme que el chico
dentro del vestíbulo
ya está un punto adelante. Al levantar el brazo
encuentro una enorme
hinchazón, caliente encima de mi ojo derecho. Esto
es malo ―como una
picadura de araña de mutante‖ y duele.
Desde luego lo hace.
Bien. Él está dos puntos adelante. Le daré dos.
Libero más flequillo,
entonces la hinchazón está cubierta y añado a
Gaston Dalmau a mi “lista
de odio”, exactamente entre algas marinas y
fiestas. Al instante
me siento más fuerte. Mi lista de odio no ha cambiado
en años.
¡Prueba total de
progreso! Si tan sólo pudiera compartir esto con mi
mamá. Pero ella no
sabe que me gusta mantener esta lista. De cualquier
manera.

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