Capítulo 2
::Gaston::
ella recuerda? ¿Ella
me recuerda?
—Debería haberla
dejado sola. No puedo
aprender. Nunca aprendo —dije, ni siquiera
intentando
susurrar mientras la
bilis se depositaba en la parte posterior de mi
garganta… más con cada
paso que Rochi Igarzabal daba en mi dirección. No
podría estar más feliz
por las luces que se encontraban apagadas en el
vestíbulo de
Geekstuff.com. Al parecer porque es domingo, nadie me
espera para recibirme
por la entrevista.
Para recibirnos. Mierda. A mí y a Rochi
Igarzabal.
Me estremezco, odiando
la idea de estar atrapado en esta habitación
con ella.
Quité de mi mente las
imágenes de la fiesta que cambió… no…
arruinó nuestras vidas como
estudiante de primer curso.
¿Ella recuerda? ¿Ella
me recuerda?
—Hice algo bueno al
despertarla —dije aún más fuerte. Como si el
ruido pudiera ahogar
mis pensamientos, ocultar mi cobardía y deshacer lo
que hice mal en el
estacionamiento. Lo que no hice bien en la fiesta de
hace años…
Mis brazos se ponían
de piel de gallina mientras repetía la promesa
que le había hecho a
los padres de ella hace tres años: Mantente fuera del
radar de Rochi Igarzabal
y no te acerques a ella. Nunca. Una promesa que
mantuve religiosamente
por tres años —hasta hoy.
Por supuesto que la
mantuve. Su psicópata madre me dijo que si me
aproximaba a Rochi, la
chica sufriría un grave contratiempo. Un flashback,
o… algo terrible.
Habría prometido algo
antes en ese momento. Demonios, ofrecí
hacer algo mejor, pero
sus padres no me dejaron. Ellos sólo querían que
estuviera fuera del
camino de su hija. No podía arriesgarme a que Rochi
sufriera más dolor,
por eso accedí a nunca acercarme a ella.
¡Solo, mierda! Sólo
hice algo más que aprovecharme de
ella.
Accidentalmente asusté
el infierno dentro de ella. Luego, parpadeé hacia
ella como un enorme
estúpido. Y corrí. No olvidemos ese movimiento con
clase.
Mi mochila está
pesada. Llena de fingidas ideas de
productos requeridas para la
entrevista de hoy. Las mías eran de discos de
hockey en varios tipos
de grabado. Estoy seguro de que apesta, pero no
quería aparecer con
las manos vacías. ¿Cómo saber si eso sonó como una
bomba explosiva cuando
golpea el Jeep de ella? No es como si lanzara mi
mochila dentro de
vehículos al azar para probar el sonido que haría.
Ella se está
acercando. Tragué escaneando el cuarto en busca de
señales de salida.
—Si la hubiera dejado
allí inconsciente. Si me hubiera alejado…
¿Entonces qué?
—Enmudecí, dando un rápido vistazo sobre mi hombro
para comprobar que
seguía solo. Lo consideré dejándolo otra vez, pero
esto me ponía furioso
conmigo mismo e injusto, por ella.
Quiero esta pasantía.
No puedo permitirme alejarme de unos pagos
de $8000 y perfectas
horas de trabajo. YO ¡Esto es sobre mí! Yo. Yo. Yo.
No sobre Rochi
Igarzabal
Imaginé que Rochi
había estacionado detrás de los contenedores de
basura para algún tipo
de ataque sorpresa. Al menos ella había tratado de
ojo a la competencia.
Es por es que me aparecí antes. Voy a admitirlo.
Esperaba encender su
foco. Dejarle saber a Rochi que su auto había sido
visto.
Pero entonces… demonios. La vi. Durmiendo
fuera en ese Jeep, con
manta y todo. Actuando
como si no tuvieran ninguna preocupación en el
mundo.
Debí haber sido
golpeado con una locura temporal. Eso, o algún
imán gigante
alienígena me había sacado de mi coche y llevado hacia su
lado.
Había estado tan
perdida, me pasé tres buenos minutos
asomándome por encima
de su tablero observándola respirar. Todo el
tiempo, traté de
convencerme de dejarla allí. Rochi, faltando a la entrevista,
habría sido mi regalo
personal del destino. Un regalo bien merecido luego
de haberme comido
todas esas tonterías a causa de ella —aquella noche—
esa fiesta.
Casi había tenido que
hablar por el cerrojo, cuando sonrió en su
sueño. Tendió su mano
como si estuviera en un sueño extraño.
Luego de eso, no podía
dejarla sola. No lo haría.
Lo que ocurrió en esa fiesta
hace años no fue su culpa. Y mía
tampoco.
No directamente.
Pero yo no soy nadie
para repetir mis errores —eso de seguro. Tal
vez metí la pata por
enloquecerme al querer sacarla; pero yo no estaba
dispuesto a dejar que
Rochi Igarzabal necesitara algo de mí nunca más. Paseé
mi mano a través de mi
cabello y traté de tragar la bola que se sentía
seca, asustada —muerta de
miedo— suciedad en el fondo
de mi garganta.
Las insistentes
preguntas no se detenían: ¿Ella recuerda? ¿Ella me
recuerda?
No sé por qué me
preocupo por eso. Luego de que sus padres me dijeran
—de mi cuidadoso no-trato con ella— Rochi no
tiene idea de quién soy. No
hay recuerdo de la
noche en que la detuve de ser violada por un
sénior idiota en una
fiesta de hockey. La noche en la que me acobardé y
salí corriendo de ella
luego de que me había pedido que me quedara. Dios…
había suido un
perdedor ese año.
Hice todo lo posible
por arreglarlo después.
Luego, los chicos del
equipo vencieron esa mierda fuera de mí al
soplar el silbato. Lo
siguiente que hice fue dejar de jugar al hockey
competitivo sobre
hielo cuando el entrenador no procesaría al tipo que
trató de herir a
Rochi. Pero… después es demasiado tarde. He
aprendido esa
lección. No hay
re-plays o puntos por penalización en la vida real, sin
importar lo válidas y
reales que podían ser las faltas.
Observé el gran bolso
relleno de Rochi que había traído a lo largo de la
entrevista. Solo puedo
imaginar las muestras de los perfectos productos
que ha inventado para
ganar la pasantía. Ella está llena, tiene las mejores
calificaciones y los
adultos la aman. Puedo garantizar que sus productos
no están hechos de
cinta, esperanza y mierda como los míos.
La gente que se dirige
a este lugar debe haber caído por su gran
momento ¡Pero me
disgustó demasiado! Me invitaron luego —como a ella
también.
Ayer, el director
general, el Señor Foley, me había dicho que tengo la
creatividad y
motivación que buscaban en un interno en Geekstuff.com.
Y demonios si, la
tengo.
La desesperación y una
billetera vacía hacen por montones
la creatividad y
motivación.
Miro fijamente,
sabiendo que ella no puede verme detrás de esta
puerta. Tomo su
pequeña mueca, piel clara y determinada expresión. Ella
luce unos marrones
zapados de chica friki, y sus largas piernas están
cubiertas por la más
extraña falda gris que haya visto jamás. Sus extraños
atuendos pionero/nerd
siempre son tema en conversaciones escolares.
Observándola ahora,
recuerdo mi estúpido enamoramiento de
estudiante de primer
año por esa chica. Cómo siempre había tenido esa
sonrisa fácil y
tranquila. Como me hizo también volar cada vez que se
acercaba y lo vacío y
perdido de sus ojos luego de volver de la escuela.
Mi respiración se
entrecorta. Creo que Rochi tuvo la suerte de tener
su pasado limpio.
Recordar todo esta vez
ha sido un infierno. Por mucho que
ella no sepa de mi —tonto como
yo me he mantenido fuera de su radar—
he estado siguiendo a
esta chica con el rabillo de mis ojos desde entonces.
Rochi llega al rellano
y se detiene. Por segunda vez hoy, el vidrio es lo
único que separa su
cara a la mía. Es imposible no darse cuenta de lo
hermosa que todavía lo
es.
Un hilo de sudor
goteaba entre mis hombros y mis rodillas
temblaban
embarazosamente. Los latidos de mi pecho eran como
explosiones de
granada, recordándome —suplicándome— hacer lo
correcto. Solo que,
Lugo del movimiento de mi mochila —luego de mirarla
así— no tengo idea qué
es lo correcto que se supone que debo
hacer.
Me mantengo a tierra y
decido salir del juego. No es que la misma
chica pueda destrozarme
la vida dos veces. Ya he roto la promesa que les
hice a sus padres. No
puedo borrar el hecho de que ella me ha visto de
cerca. Demasiado
cerca. Si ella llega a tener algún tipo de episodio o
flashback —entonces
supuse que debía estar cerca. Tratar de hacer las
cosas bien, o llamar a
una ambulancia—o algo por el estilo…
Entro a una parte más
oscura de una habitación, mirando cómo ella
frunce el ceño a su
reflejo en la puerta. Hizo una pausa para meterse con su
flequillo.
—Además, me voy a
quedar porque necesito el dinero —murmuro,
una y otra vez.
Pero no puedo acallar
la verdad:
Soy simplemente muy
curioso como para irme. Me pregunto…
Quiero saber…
¿Ella me recuerda por
completo?

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