Capítulo 6
—Mis padres no
sospecharon nada —le confió Rochi a Lali la mañana siguiente, frente a las
escaleras que
conducían a la puerta de entrada de la escuela—. Incluso, esta mañana mi padre
me
trajo a la escuela en
el VW.
—¿Y hoy tampoco lo
notó? —preguntó Lali.
—No, ya te dije que Gaston
había hecho un trabajo de artesano — respondió Rochi—. Hasta
me quedé observando a
mi padre mientras le pasaba la franela al capó, como hace todos los
lunes. Ya sabes, es
uno de los procedimientos del extraño ritual amoroso que rinde en honor a
ese auto. Y créeme
que lo conoce mucho más a fondo de lo que conoce a mi madre.
—Bueno, por lo menos
ya sabemos que ese Gaston Dalmau tiene alguna cualidad positiva,
además de pasarse la
vida vegetando con sus amigotes. —Lali meneó la cabeza y señaló un
grupo de muchachos
que se había reunido junto a la estatua del primer director de la escuela,
Harry F. Loftus.
—¿Qué está haciendo?
—preguntó Rochi. Gaston saltó hacia un costado de la estatua e hizo
rebotar algo sobre la
rodilla, hacia la figura de Harry F. Loftus; luego sobre su muslo y de vuelta
al grupo.
—Están jugando hacky-sack
—respondió Lali mientras se dirigían a un sitio en particular,
junto a las
escalinatas de la entrada, donde todos los chicos más conocidos (mejor dicho,
los que
conocía Rochi) se
reunían antes de que tocara el primer timbre para entrar a clase.
—Me parece un juego
estúpido —comentó Rochi—. ¿En qué consiste? ¿En hacer rebotar esa
cosa y otra vez,
manteniéndola por encima de tus pies?
—No lo sé muy bien
—admitió Lali.
—Oye, hazme un favor
—le pidió Rochi, cambiando de tema—. No comentes con nadie lo que
me sucedió con el
auto, ni lo de mi salida del sábado con Gaston, ¿de acuerdo?
—Por supuesto. ¿Por
qué quieres mantenerlo en secreto?
—Para empezar, porque
cuanto más se divulgue, mayores serán las posibilidades de que
llegue a oídos de mis
padres. Alguien podría hablar de más y arruinarlo todo. Y en segundo
lugar…
—¿Por qué si se
enteran de que saldrás con Gaston Dalmau nadie te invitará a ninguna parte?
¿Por ejemplo, un
individuo como el que está por allí? —sugirió Lali, que señaló a Nicolas
Bassani.
Rochi asintió con la
cabeza.
—Exacto. —Lo había
pasado muy bien conversando con Nicolas en la fiesta de Candela, y no
deseaba que esa cita
que había tenido que arreglar por la fuerza con Gaston se interpusiera en el
eventual romance
entre ella y Nicolas.
—Tus secretos están
seguros conmigo —prometió Lali en el momento en que se reunían
con el resto del
grupo.
Pocos minutos después
Rochi estaba conversando con Kika y su novio, Benja, cuando algo
blando le golpeó la
espalda. Se volvió y vio una bolsita de porotos en el suelo.
—¿Podrías
arrojárnosla de vuelta? —preguntó uno de los chicos del grupo de Gaston.
Rochi miró el Hacky-sack,
nombre que recibía la bolsa de porotos en ese juego; luego miró el
grupo de chicos. ¿Qué
pretendían que hiciera? ¿Qué se la arrojara con el pie como una
participante más? Se
volvió y siguió charlando con Benja sobre el baile formal que tendría lugar a
principios de la
primavera. El consejo estudiantil se hallaba a cargo de la organización y Benja
era
el tesorero del
consejo, además de ser el subcapitán del equipo de béisbol.
—Bueno, hemos recaudado
el dinero suficiente para alquilar un salón grande, pero creo que
podríamos hacerlo
aquí mismo —dijo Benja—. De ese modo, podríamos usar el dinero para
contratar un buen
conjunto musical.
—Deberíamos convocar
un plebiscito, para que toda la escuela opine sobre el tema, por
votación —sugirió Rochi—.
Así sabríamos si la mayoría prefiere un sitio más espacioso o una
buena banda.
Rochi oyó un crujido
a sus espaldas y sospechó que había alguien detrás de ella. Se volvió.
Gaston estaba
recogiendo hacky-sack.
Rochi le devolvió la
sonrisa con aire digno.
—Oh, de nada. Ha sido
un placer. A propósito, ayer olvidé agradecerte que me hayas llevado
de vuelta a mi casa
el otro día. Cuando me quedé bajo la lluvia…
—No hay cuidado
—respondió Gaston—. Sólo me alegro de haberte sido útil. —Se limpió
las manos en los
pantalones de jeans y volvió corriendo junto a sus amigos.
Rochi se volvió para
seguir charlando con Benja, pero él estaba muy ocupado con su novia.
—¿Qué fue todo eso?
—Preguntó Lali—. Pensé que ahora eran amigos.
—No. Decididamente no
somos amigos —replicó Rochi—. ¿Por qué habríamos de serlo?
—Tu cita causará
sensación —bromeó Lali, revoleando los ojos.
—Ni me lo digas. —Rochi
meneó la cabeza. Sonó el timbre. Ya a mitad de las escaleras se
produjo un insoportable
amontonamiento de gente, pues todos los estudiantes querían pasar por
la puerta al mismo
tiempo. Rochi se detuvo un instante y se dio cuenta de que Gaston y sus
amigos se hallaban
detrás de ella.
—¿Qué dices entonces,
amigo? ¿Jugarás con nosotros el próximo sábado?
—No puedo hacer
ningún plan para el próximo sábado —respondió Gaston.
—¿Otra vez tienes que
trabajar?
—No. No tendré tanta
suerte. Debo asistir al casamiento de mi primo —se lamentó.
—¿Un casamiento?
¿Hablas en serio?
—Sí. Pero allí no
termina todo… Tengo que llevar a una chica —agregó Gaston.
—Buena suerte, amigo.
No me gustaría estar en tu pellejo —respondió su compañero.
—Ya lo sé —dijo Gaston—.
Pero el deber es deber, ¿verdad?
Rochi sintió deseos
de volverse y hacerle tragar esa estúpida bolsita de porotos. ¿”Un clavo
remachado”? Para
empezar, ya nadie usaba términos como ésos, excepto su padre. Por otra parte.
Había sido idea de Gaston
invitarla a ese casamiento; ella no se lo había pedido. No tenía por
qué decir eso, como
si su compañía fuera lo más terrible del mundo.
Pero claro que sería
terrible… ¡para ella! Tener que salir con un tipo que se divertía saltando
de aquí para allá,
con una bolsa de porotos sobre la rodilla, frente a toda la escuela; un tipo
que
se ponía remeras
desteñidas y zapatillas violetas, un tipo que nunca iba a ninguna fiesta y que
no
se codeaba con
ninguno de los estudiantes conocidos.
“Recuerda a Poroto
—se dijo—. Has hecho todo esto por Poroto.”
“Un clavo remachado
—escribió Rochi en su anotador, durante la clase de castellano—.
Definición: tener una
cita con alguien que se cree superior y se comporta como un idiota.”
Miró a Gaston de
reojo y reparó en lo atractivo que era cuando no la ofendía. Nunca antes le
había prestado
atención en clase, pero ahora se daba cuenta de que se sentaba a penas tres
filas
más adelante que
ella… demasiado cerca para estar cómodos.
“Definición
—escribió—: estrellar el auto de tu padre y tener que pagar con tu vida.”
De acuerdo, tal vez
no con su vida, pero casi.
La señora Vaughn
estaba explicando la forma correcta de escribir un ensayo y criticaba al
alumnado en general,
porque en los últimos exámenes nadie se había aproximado a elaborar uno
como era debido:
—Todo el año les he
repetido lo mismo; ordenen sus ideas. Fotocopié un examen donde se ha
logrado incorporar
mucha información en un ensayo breve y bien organizado. Me gustaría que
todos los leyeran,
para tomarlo como ejemplo de cómo deben hacerse las cosas. —La señora
Vaughn entregó las
hojas a la primera persona de cada fila.
Rochi estaba mirando
el ensayo cuando oyó que la señora Vaughn decía:
—Buen trabajo.
Se volvió para ver a
quién elogiaba y se llevó una gran sorpresa; la profesora se hallaba de pie
junto al pupitre de Gaston.
“No debería
sorprenderme tanto —pensó—. Fue él quien hizo tanto alarde de las excelentes
calificaciones que
tenía.”
Sin embargo, estaba
impresionada. Resultaba obvio que Gaston debía pasar muchas horas
trabajando en el
taller de su padre, y aun así sabía encontrar el tiempo necesario para estudia
y
obtener buenas
calificaciones en la escuela.
“¡Eso es porque no
sabe vivir la vida!” Gaston jamás hace nada que resulte remotamente
divertido”, pensó,
con la vista aún fija en él. A menos, claro, que para él fuera divertido pasar
un
rato con un grupo de
perdedores, practicando juegos estúpidos.
De pronto Gaston
volvió la cabeza y la sorprendió mirándolo. Le sonrió y se encogió de
hombros, como
diciéndole: “No puedo evitar ser un genio.”
“Se cree
maravilloso.” Rochi volvió a concentrarse en el examen de Gaston, decidida a
encontrarle algún
error. Nada. Buscó en cada palabra. Por si había alguna falta de ortografía que
hubiera escapado a
los ojos de la señora Vaughn. Nada. Lo leyó de cabo a rabo —por supuesto
que hablaba de las
nuevas fuentes de energía alternativa— y descubrió que el desarrollo del tema
era tan natural y
fluido como la profesora había dicho. Sus argumentos estaban presentados en un
tono bastante
convincente-
Se detuvo en la “A”
escrita en la parte superior de la hoja. Luego la señora Vaughn le entregó
el de ella “B: es
necesario profundizar el desarrollo. Un tanto resumido en ocasiones. Debes
dedicar más tiempo a
explicar el argumento”.
“Yo no tengo más
tiempo —pensó, frunciendo el entrecejo—. Algunos estudiantes tenemos
una vida social que
atender.”
Cuando levantó la
vista de su ensayo, advirtió que Gaston la observaba con una expresión de
arrogancia. Una cosa
era ser buen alumno, pero quedaba pésimo hacer alardes de sus
calificaciones. Sin
duda esa semana se mostraría más jactancioso que de costumbre —si era
posible—, ya que la
había presionado para que aceptara salir con él. A pesar de que había dicho a
todos sus amigos que
era un clavo remachado, Rochi estaba segura de que la perspectiva se salir
con ella lo
entusiasmaba sobremanera… o al menos así debería ser. Con seguridad, sus amigos
se habrían quedado
helados si supieran con quién saldría. Gaston lo sabía y Rochi también.
Pero de pronto se dio
cuenta de que no sabía qué esperaba de ella en esa famosa cita: en
ningún momento le
había especificado los detalles de la apuesta. Había llegado el momento de
aclarar los puntos.
—Chist.
Gaston miró a su
derecha. Hilary Jones sostenía en la mano un papel doblado que era para él.
Cuando la señora
Vaughn se volvió para escribir algo en el pizarrón, le arrebató la nota
inmediato.
“¡REGLAS PARA LA
CITA!”, estaba escrito como encabezamiento, en letras mayúsculas.
“Número uno: No dirás a nadie que iré a este
casamiento contigo.
“Número dos: me
traerás de regreso a casa a las siete en punto. Tengo planes para más tarde.
Planes muy
importantes.
“Número tres: no se
trata de ser una salida típica entre un chico y una chica. Nada de tomarse
de la mano si de
abrazarse y, por sobre todas las cosas, ¡NADA DE BESARSE!”
Gaston trató de no
reírse a carcajadas. Jamás había considerado ninguno de los puntos que
detallaba esa nota.
Uno: no estaba dispuesto a contar a sus amigos que saldría con Rochi
Igarzabal, porque de
lo contrario lo embromarían hasta el día del juicio final. Dos: no quería
quedarse con ella más
de lo estrictamente necesario; si la situación de lo permitía, gustoso la
llevaría de regreso a
las seis. Y tres: jamás se le había cruzado por la mente la descabellada idea
de ponerse romántico.
“¡Nunca he conocido
persona más ególatra que tú!”, pensó.
No todo el mundo
quería salir con Rochi Igarzabal, y ya era hora de que era engreída lo supiera
de una vez por todas.
“Se cree
maravillosa.”
De acuerdo, era
linda; hermosa, para ser honesto. Era una porrista muy famosa y además la
habían designado
vicepresidenta del consejo escolar. ¡Pero tenía que darse cuenta de que no para
todos era la chica
ideal! Gaston habría hecho el mismo trato con cualquier chica que se hubiera
quedado plantada en
medio del camino. Así de desesperado estaba. Rochi era tan orgullosa que
sin duda pensaba que
él había estado persiguiéndola todo el tiempo en su camioneta de remolque
para invitarla a
salir.
Sacó el capuchón de
su bolígrafo, hizo un círculo alrededor de “NADA DE BESARSE” y
escribió: “No te
preocupes. Lo mismo corre para ti; ¡por favor, no se te ocurra besarme!”.
Devolvió la nota a
Hilary, que a su vez la entregó a Rochi. Él la observó mientras desdoblaba
la hoja de papel.
El rostro de la
muchacha se puso rojo carmesí y la nota quedó hecha un bollo. Luego terminó
en su mochila,
apretada entre los libros.
“Si se siente
avergonzada, se lo tiene merecido”, pensó Gaston. Vaya coraje había tenido al
imponer la
prohibición de que la besara. Como si él hubiera estado esperando esa famosa
salida
durante toda su vida.
“Yo también debí
haber impuesto mis propias reglas —pensó luego—. Regla número uno:
¡deja de comportarte
como si fueras una princesa!”

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