Capitulo 14
Un frío día de noviembre, me dirigí a la casa de Tina
para devolverle la fuente de una tarta. Una ola de frío sacudía la zona y las mejillas me escocían al recibir el embate
de la brisa helada, que ni siquiera los muros, los edificios o los árboles de
gran tamaño lograban atenuar. El invierno con frecuencia traía consigo lluvia e
inundaciones repentinas, a las que los exasperados habitantes de Welcome,
quienes llevaban tiempo quejándose al ayuntamiento por la mala gestión del
sistema de alcantarillado, se referían como «flotadores de cagarros».
Sin embargo, aquel día era seco, y yo caminé
jugando a esquivar las grietas del asfalto.
Cuando llegaba a la casa de Tina, vi la camioneta
de los Dalmau aparcada junto a la entrada. Gaston estaba cargando cajas llenas
de objetos de artesanía en la parte trasera de la camioneta para llevarlas a la
galería de arte de la ciudad. Tina había vendido mucho últimamente, lo cual
demostraba que la atracción de los tejanos por los adornos de lupino no debe
subestimarse.
Yo disfruté de la visión de las marcadas facciones
del perfil de Gaston y del contorno de su oscuro cabello. Una oleada de deseo y
adoración recorrió mi cuerpo. Siempre que nos cruzábamos ocurría lo mismo. Al
menos a mí. Mis tentativas con Simon Archavaleta
habían despertado en mí una conciencia sexual que no sabía cómo satisfacer. Lo
único que sabía era que no quería a Simon ni a ningún otro chico de la escuela. A quien
quería era a
Gaston. Lo quería más que al aire, el agua o la comida.
— ¡Hola! — me saludó él de una forma desenfadada.
— ¡Hola a ti también!
Yo pasé por su lado sin detenerme. Tina estaba
cocinando y me saludó con un gruñido, pues estaba inmersa en su tarea y no
tenía tiempo para charlas.
Yo volví a salir y vi que Gaston me estaba
esperando. Sus ojos eran de un Verde tan insondable que podría haberme ahogado
en ellos.
— ¿Cómo va el baloncesto? — me preguntó.
Yo me encogí de hombros.
— Sigo haciéndolo fatal.
— Tienes que practicar más.
— ¿Contigo? — pregunté como una tonta, pues me
había cogido desprevenida.
Él sonrió.
— Sí, conmigo.
— ¿Cuándo?
— Ahora, cuando me haya cambiado de ropa.
— ¿Y qué ocurre con los objetos de Tina?
— Los llevare a la ciudad más tarde, pues he de
encontrarme allí con alguien.
«Alguien.» ¿Sería una novia?
Yo titubeé mortificada por los celos y la
inseguridad en mí misma. Me pregunté qué lo había inducido a ofrecerme ayuda
con el baloncesto y si albergaba alguna idea errónea acerca de que podíamos ser
amigos. Una sombra de desesperación debió de cruzar mi rostro, porque Gaston se
acercó a mí con la frente arrugada bajo la sedosa textura de su cabello.
— ¿Qué te ocurre? — me preguntó.
— Nada, sólo intentaba recordar si tenía deberes
pendientes. — Yo llené mis pulmones con el cortante aire invernal—. Sí,
necesito practicar más.
Gaston asintió con expresión seria.
— Ve a recoger la pelota, me reuniré en la cancha
contigo dentro de diez minutos.
Cuando llegué, Gaston me estaba esperando. Los dos
íbamos vestidos con pantalones de chándal, camiseta de manga larga y bambas
viejas. Yo boté la pelota, se la pasé y él efectuó un impecable tiro libre. Gaston
corrió hasta la canasta, recogió la pelota y me la pasó.
— No dejes que bote tan alto — me advirtió—. E
intenta no mirarla mientras la haces botar.
Se supone que tienes que estar
atenta a los otros jugadores.
— Si no miro la pelota mientras la hago botar, se
me escapará.
— Inténtalo de todos modos.
Yo lo intenté, y la pelota se me escapó.
— ¿Lo ves?
Gaston se mostró paciente y relajado y se desplazó
por la cancha como un felino mientras me enseñaba las nociones básicas de la
táctica del juego. Mi tamaño me permitía esquivarlo con facilidad, pero él
utilizaba su altura y sus largos brazos para desviar casi todos mis
lanzamientos. Gaston, respirando con rapidez debido al ejercicio, sonrió al oír
mi grito de frustración cuando desvió otro de mis tiros.
— Descansa un minuto y después te enseñaré a
realizar una finta de tiro.
— ¿Una qué?
— Es una técnica que distraerá
a tu oponente y te permitirá realizar un tiro
limpio.
— Estupendo.
Aunque la proximidad del crepúsculo hacía que el
aire estuviera helado, el ejercicio había hecho que entrara en calor y estaba
sudada, de modo que me arremangué las mangas de la camiseta y apoyé la mano en
uno de mis costados, donde sentía un pinchazo.
— He oído decir que sales con alguien — declaró Gaston
en tono despreocupado mientras hacía girar la pelota en el extremo de uno de
sus dedos.
Yo le lancé una mirada rápida.
— ¿Quién te lo ha contado?
— Bob Archavaleta. Me ha dicho que sales con Simon ,
su hermano pequeño. Una familia agradable, los Archavaleta. Podrías haber
escogido mucho peor.
— Yo no estoy saliendo con Simon — declaré mientras realizaba en el aire el
signo de las comillas al pronunciar la palabra «saliendo»—. Al menos no
oficialmente, sólo estamos...
Me interrumpí al no encontrar la manera de explicar
mi relación con Simon .
— En cualquier caso, ¿te gusta? — preguntó Gaston
con la amable preocupación de un hermano mayor.
El tono de su voz me hizo sentir tan enojada como
un gato al que arrastran por la cola a través de un seto.
— No puedo imaginarme a alguien a quien no le guste
Simon — respondí con brusquedad—. Es muy
agradable. Ya he recuperado el aliento, enséñame la finta de tiro.
— Sí, señora. — Gaston me indicó que me colocara a
su lado y botó la pelota con las rodillas flexionadas—. Digamos que un defensa
me está marcando y me impide realizar un lanzamiento. Yo tengo que librarme de
él. Entonces le hago creer que voy a efectuar un tiro y, cuando me he
desmarcado de él, realizo el tiro desde otro ángulo. — Gaston levantó la pelota
hasta su esternón, hizo ver que iba a avanzar en determinada dirección y,
cuando me lo creí, realizó un salto con tiro—. Muy bien, ahora inténtalo tú.
Yo boté la pelota mientras Gaston imitaba mis
movimientos delante de mí. Como me había enseñado, yo lo miraba a los ojos en
lugar de centrarme en la pelota.
— Él me besa— declaré sin dejar de botar la pelota
con regularidad.
Tuve la satisfacción de ver cómo Gaston abría unos
ojos como platos.
— ¿Qué?
— Simon Archavaleta.
Cuando estudiamos juntos. De hecho, me ha besado muchas veces.
Yo me desplazaba a uno y otro lado intentando
esquivarlo, y Gaston seguía mis movimientos.
— Estupendo — respondió él con un deje extraño en
la voz—. ¿Vas a lanzar la pelota o no?
— Además creo que es bastante bueno besando — continué
yo mientras aceleraba el ritmo de los botes—. Pero hay un problema.
La atenta mirada de Gaston se clavó en la mía.
— ¿Cuál es el problema?
— Que no siento nada. — Yo cogí la pelota con las
manos, hice un amago de movimiento y lancé la pelota. Para mi sorpresa, ésta
atravesó el aro con limpieza y rebotó en el suelo a un ritmo cada vez menor sin
que ninguno de nosotros le hiciéramos ningún caso. Yo permanecí inmóvil
mientras el aire frío escocía mi caliente garganta—. Me aburro. Me refiero a
cuando me besa. ¿Es normal? A mi me parece que no. Simon no parece aburrirse y no sé si hay algo en mí
que está mal o...
— Valeria. — Gaston se acercó y caminó despacio
frente a mí, como si un anillo de fuego nos separara. Su rostro brillaba de
sudor y parecía que le costara hablar—. No hay nada malo en ti. Si no hay
química entre vosotros no es culpa tuya, ni suya. Sólo significa que otra
persona encajaría mejor contigo.
— ¿Tú tienes química con muchas chicas?
Él apartó la mirada y se frotó la nuca para liberar
la tensión que atenazaba los músculos de su cuello.
— Ésa es una cuestión sobre la que tú y yo no vamos
a hablar.
Ahora que había iniciado aquella vía, no podía
dejarla.
— ¿Si fuera mayor, sentirías química conmigo?
Continuara...
*Mafe*

jojo.. se pone interesante!... espero mas!!!
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