lunes, 13 de mayo de 2013

Mi Nombre Es Valery Cap 14



Capitulo 14

Un frío día de noviembre, me dirigí a la casa de Tina para devolverle la fuente de una tarta. Una ola de frío sacudía la zona y las mejillas me escocían al recibir el embate de la brisa helada, que ni siquiera los muros, los edificios o los árboles de gran tamaño lograban atenuar. El invierno con frecuencia traía consigo lluvia e inundaciones repentinas, a las que los exasperados habitantes de Welcome, quienes llevaban tiempo quejándose al ayuntamiento por la mala gestión del sistema de alcantarillado, se referían como «flotadores de cagarros».

Sin embargo, aquel día era seco, y yo caminé jugando a esquivar las grietas del asfalto.
Cuando llegaba a la casa de Tina, vi la camioneta de los Dalmau aparcada junto a la entrada. Gaston estaba cargando cajas llenas de objetos de artesanía en la parte trasera de la camioneta para llevarlas a la galería de arte de la ciudad. Tina había vendido mucho últimamente, lo cual demostraba que la atracción de los tejanos por los adornos de lupino no debe subestimarse.

Yo disfruté de la visión de las marcadas facciones del perfil de Gaston y del contorno de su oscuro cabello. Una oleada de deseo y adoración recorrió mi cuerpo. Siempre que nos cruzábamos ocurría lo mismo. Al menos a mí. Mis tentativas con Simon  Archavaleta habían despertado en mí una conciencia sexual que no sabía cómo satisfacer. Lo único que sabía era que no quería a Simon  ni a ningún otro chico de la escuela. A quien quería era a 
Gaston. Lo quería más que al aire, el agua o la comida.

— ¡Hola! — me saludó él de una forma desenfadada.
— ¡Hola a ti también!

Yo pasé por su lado sin detenerme. Tina estaba cocinando y me saludó con un gruñido, pues estaba inmersa en su tarea y no tenía tiempo para charlas.
Yo volví a salir y vi que Gaston me estaba esperando. Sus ojos eran de un Verde tan insondable que podría haberme ahogado en ellos.

— ¿Cómo va el baloncesto? — me preguntó.

Yo me encogí de hombros.

— Sigo haciéndolo fatal.
— Tienes que practicar más.
— ¿Contigo? — pregunté como una tonta, pues me había cogido desprevenida.
Él sonrió.
— Sí, conmigo.
— ¿Cuándo?
— Ahora, cuando me haya cambiado de ropa.
— ¿Y qué ocurre con los objetos de Tina?
— Los llevare a la ciudad más tarde, pues he de encontrarme allí con alguien.
«Alguien.» ¿Sería una novia?
Yo titubeé mortificada por los celos y la inseguridad en mí misma. Me pregunté qué lo había inducido a ofrecerme ayuda con el baloncesto y si albergaba alguna idea errónea acerca de que podíamos ser amigos. Una sombra de desesperación debió de cruzar mi rostro, porque Gaston se acercó a mí con la frente arrugada bajo la sedosa textura de su cabello.
— ¿Qué te ocurre? — me preguntó.
— Nada, sólo intentaba recordar si tenía deberes pendientes. — Yo llené mis pulmones con el cortante aire invernal—. Sí, necesito practicar más.

Gaston asintió con expresión seria.
— Ve a recoger la pelota, me reuniré en la cancha contigo dentro de diez minutos.

Cuando llegué, Gaston me estaba esperando. Los dos íbamos vestidos con pantalones de chándal, camiseta de manga larga y bambas viejas. Yo boté la pelota, se la pasé y él efectuó un impecable tiro libre. Gaston corrió hasta la canasta, recogió la pelota y me la pasó.

— No dejes que bote tan alto — me advirtió—. E intenta no mirarla mientras la haces botar. 

Se supone que tienes que estar atenta a los otros jugadores.

— Si no miro la pelota mientras la hago botar, se me escapará.
— Inténtalo de todos modos.
Yo lo intenté, y la pelota se me escapó.
— ¿Lo ves?

Gaston se mostró paciente y relajado y se desplazó por la cancha como un felino mientras me enseñaba las nociones básicas de la táctica del juego. Mi tamaño me permitía esquivarlo con facilidad, pero él utilizaba su altura y sus largos brazos para desviar casi todos mis lanzamientos. Gaston, respirando con rapidez debido al ejercicio, sonrió al oír mi grito de frustración cuando desvió otro de mis tiros.

— Descansa un minuto y después te enseñaré a realizar una finta de tiro.
— ¿Una qué?
— Es una técnica que distraerá a tu oponente y te permitirá realizar un tiro limpio.
— Estupendo.

Aunque la proximidad del crepúsculo hacía que el aire estuviera helado, el ejercicio había hecho que entrara en calor y estaba sudada, de modo que me arremangué las mangas de la camiseta y apoyé la mano en uno de mis costados, donde sentía un pinchazo.

— He oído decir que sales con alguien — declaró Gaston en tono despreocupado mientras hacía girar la pelota en el extremo de uno de sus dedos.

Yo le lancé una mirada rápida.

— ¿Quién te lo ha contado?
— Bob Archavaleta. Me ha dicho que sales con Simon , su hermano pequeño. Una familia agradable, los Archavaleta. Podrías haber escogido mucho peor.
— Yo no estoy saliendo con Simon  — declaré mientras realizaba en el aire el signo de las comillas al pronunciar la palabra «saliendo»—. Al menos no oficialmente, sólo estamos...

Me interrumpí al no encontrar la manera de explicar mi relación con Simon .

— En cualquier caso, ¿te gusta? — preguntó Gaston con la amable preocupación de un hermano mayor.
El tono de su voz me hizo sentir tan enojada como un gato al que arrastran por la cola a través de un seto.
— No puedo imaginarme a alguien a quien no le guste Simon  — respondí con brusquedad—. Es muy agradable. Ya he recuperado el aliento, enséñame la finta de tiro.
— Sí, señora. — Gaston me indicó que me colocara a su lado y botó la pelota con las rodillas flexionadas—. Digamos que un defensa me está marcando y me impide realizar un lanzamiento. Yo tengo que librarme de él. Entonces le hago creer que voy a efectuar un tiro y, cuando me he desmarcado de él, realizo el tiro desde otro ángulo. — Gaston levantó la pelota hasta su esternón, hizo ver que iba a avanzar en determinada dirección y, cuando me lo creí, realizó un salto con tiro—. Muy bien, ahora inténtalo tú.

Yo boté la pelota mientras Gaston imitaba mis movimientos delante de mí. Como me había enseñado, yo lo miraba a los ojos en lugar de centrarme en la pelota.

— Él me besa— declaré sin dejar de botar la pelota con regularidad.

Tuve la satisfacción de ver cómo Gaston abría unos ojos como platos.

— ¿Qué?
— Simon  Archavaleta. Cuando estudiamos juntos. De hecho, me ha besado muchas veces.
Yo me desplazaba a uno y otro lado intentando esquivarlo, y Gaston seguía mis movimientos.
— Estupendo — respondió él con un deje extraño en la voz—. ¿Vas a lanzar la pelota o no?
— Además creo que es bastante bueno besando — continué yo mientras aceleraba el ritmo de los botes—. Pero hay un problema.

La atenta mirada de Gaston se clavó en la mía.

— ¿Cuál es el problema?
— Que no siento nada. — Yo cogí la pelota con las manos, hice un amago de movimiento y lancé la pelota. Para mi sorpresa, ésta atravesó el aro con limpieza y rebotó en el suelo a un ritmo cada vez menor sin que ninguno de nosotros le hiciéramos ningún caso. Yo permanecí inmóvil mientras el aire frío escocía mi caliente garganta—. Me aburro. Me refiero a cuando me besa. ¿Es normal? A mi me parece que no. Simon  no parece aburrirse y no sé si hay algo en mí que está mal o...
— Valeria. — Gaston se acercó y caminó despacio frente a mí, como si un anillo de fuego nos separara. Su rostro brillaba de sudor y parecía que le costara hablar—. No hay nada malo en ti. Si no hay química entre vosotros no es culpa tuya, ni suya. Sólo significa que otra persona encajaría mejor contigo.
— ¿Tú tienes química con muchas chicas?

Él apartó la mirada y se frotó la nuca para liberar la tensión que atenazaba los músculos de su cuello.
— Ésa es una cuestión sobre la que tú y yo no vamos a hablar.

Ahora que había iniciado aquella vía, no podía dejarla.

— ¿Si fuera mayor, sentirías química conmigo?

 Continuara...


 *Mafe*


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