– Tía
Rochi – gritó Brenda, la pequeña hija de Peter, al ver entrar a la rubia en su
casa.
– Cariño
– Rochi se puso a su altura y le dio un abrazo. - estás inmensa, ¿por qué
creces tanto? Pronto serás más alta que yo.
La niña
rió.
– Mi
papá dice que cuando crezca un poco más va a comprarme una bicicleta. -
Rochi soltó una risotada.
– ¿y
quién va a enseñarte a andarla si él jamás aprendió a usarla?
– Su
tía favorita ¿quién sino? - respondió el aludido llegando a la puerta.
Rocío le regaló una sonrisa y lo besó en la
mejilla.
– Pensé
que estarías con Gastón, ¿qué te trae por aquí? - preguntó él con una amable
sonrisa.
– ¿no
tienes pacientes? - respondió ella eludiendo el tema.
Peter negó con la cabeza.
– es
lo bueno de tener mi consultorio en casa. ¿quieres algo de tomar? - preguntó
conduciéndola hasta la sala de estar.
– No
estoy bien.
Él se sentó y la miró quedarse de pie.
– ¿está
todo bien? Por favor siéntate.
Rochi se removió incomoda.
– es
un tema un tanto delicado para ambos.
– ¿Pasó
algo con Gas?
– No
– ella suspiró – con Lali.
El rostro de Peter se puso visiblemente pálido
y su lenguaje corporal tenso.
– ¿a
qué te refieres?
Ella sacó la ecografía del bolsillo de sus
pantalones y se la entregó.
El silencio llenó la habitación, los últimos
rayos del sol entraban por los enormes ventanales tiñéndolo todo de naranja, el
rítmico sonido del reloj era el único sonido existente. El aire parecía haberse
espesado mientras Rocío esperaba una reacción.
Peter observó el papel en sus manos
completamente perdido en sus pensamientos.
– Hey,
Peter. - lo llamó suavemente.
Él la ignoró por completo y siguió contemplando
sin ver el papel en sus manos.
– ¿Tía
Rochi quieres ver mi nueva muñeca?- la pequeña Brenda entró corriendo a la
habitación con sus mejillas enrojecidas y sus rizos alborotados rebotando a su
alrededor.
Rocío se puso en pie y se interpuso entre la
niña y la vista de su padre.
– claro
reina, déjame que primero termine de hablar algo muy importante con tu padre y
enseguida estoy contigo ¿ok? ¿Me esperas arriba?
La pequeña asintió entusiasmada y subió
corriendo las escaleras.
Rocío la vio irse mientras el sonido de sus
zapatitos, contra el duro piso de madera, resonaba en el silencio de la
habitación.
Se dio la vuelta y lo vio.
Peter temblaba levemente con la ecografía en
una mano y en la otra un puño. Sus hombros se sacudían al ritmo de sus sollozos
y lágrimas espesas caían por sus mejillas.
Rocío corrió hacia él y lo abrazó.
Ninguno de los dos habló mientras ambos
lloraban por eso que pudo haber sido y no fue.
...
El lugar era pequeño e íntimo, el humo de los
cigarrillos opacaban la poca luz que alumbraba. El lento pero rítmico sonido de
la música era relajante y tenebroso.
Ella cruzó las piernas y el corto vestido color
hueso se le subió un poco más por la pantorrilla.
Sus ojos recorrían el pequeño bar observándolo
todo, estudiándolo todo.
Le molestaba tener que recurrir a esa bajeza
pero la rubia tonta no le dejaba otra opción, interfería en sus planes y a ella
le quedaba poco tiempo.
Iba a salirse con la suya sí o sí.
Daniela estaba consciente que mientras
estuviera Rocío en su camino ella no tenía oportunidad con Gastón, y eso era
algo que no estaba dispuesta a aceptar.
Se le agotaban las ideas y necesitaba a Gastón
desesperadamente.
Daniela miró la hora y maldijo en voz baja. Ese
imbécil no llegaba. Se maldijo a sí misma por meterse en esos enredos.
Si no hubiera confiado en el bastardo de su ex
amante y él no la hubiera robado ahora no estaría en estos apuros. Necesitaba
la plata que Gastón tenia, y una vez vuelto a ser una pareja, podría quitarle
fácilmente.
La estaban presionando y se le acababa el
tiempo, eso podía costarle mucho más, y Daniela no estaba dispuesta a morir por
una deuda.
La puerta se abrió y Daniela lo vio entrar, él
muy bastardo era incluso apuesto.
Ella le hizo una señal y el hombre se dirigió
hasta su mesa con andares pausado y socarrones.
– ¿Sabes
porque te cite aquí?
El hombre se recostó de su asiento y sonrió
indiferente.
– No,
pero me gustaría averiguarlo.
Ella lo miró a los ojos y con malicia soltó.
– Tu
mujer se acuesta con mi novio.
Pablo se cuidó de no demostrar nada.
– ¿y
tu novio sería?
Ella lo imitó y se recostó de su asiento.
– Gastón
por supuesto.
Él sonrió irónico.
– ¿y
tú lo sabes porque...?
–
Porque no soy estúpida... aunque entiendo que no me creas – Daniela se inclinó
y saco unas fotos de su cartera.
Con despreocupación las colocó sobre la mesa y
le hizo un gesto para que las viera.
Pablo las estudió y volviéndolas a colocar
sobre la mesa habló.
– ¿qué
es lo que quieres de mí?.
Daniela sonrió socarrona.
– tú
quieres que él desaparezca de tu vida y yo quiero llevármelo de regreso a la
ciudad... ayúdame y yo te ayudaré.
Él la observó.
– ¿Que
te hace pensar que necesito tu ayuda?
Ella revoleó los ojos.
– si
te encargas de él a la fuerza tu esposita va a odiarte y él quedará como el
romeo.- (Además muerto no me sirve) pensó ella – en cambio si yo te ayudo y los
separamos ella va a quedar tan dolida por su traición que no querrá volver a
verlo correrá a tus brazos por consuelo. Yo me lo llevo y es el fin de tus
problemas. - Daniela se encogió de hombros con una sonrisa manchada de rojo en
los labios y le extendió la mano.
Pablo estudió un segundo su palma extendida y
al verla a los ojos lo entendió, Daniela era una mujer peligros y eso era
exactamente lo que necesitaba. Sin pesarlo más aceptó el trato. Y ambos
planearon la manera de destruir un amor.
...
Victorio se removió nervioso y miró por enésima
vez hacia la puerta. Las manos le sudaban y el moño que Gastón le había obligado
a usar le impedía respirar… bueno, el moño y los enormes nervios que amenazaban
con hacerlo llorar.
Estaba listo, lo sabía, solo debía decirlo y
esperar. ¿Esperar que? La respuesta a esa pregunta le atravesó la mente como un
rayo.
¡Diablos! Jamás en su vida había sentido tantas
ganas de salir corriendo, y no por ella, sino de la respuesta que brotaría de
sus labios.
Él la amaba, ¡Rayos! La amaba con locura, de
manera casi enfermiza, y por los dulces labios de ella podrían convertirlo en
el hombre más feliz del mundo o matarlo por completo.
Un ruido hizo que alzara el rostro y la vio… un
ángel, su ángel, caminando hacia el con una sonrisa tranquila en el rostro.
Candela se movía con gracia y soltura, con sus
hermosos rizos a su alrededor enmarcando sus precioso rostro, sus labios suaves
y rojos, sus enormes ojos castaños como el chocolate, su piel color marfil. El vestido
de elegante y de colores vivos parecía bailar sobre su delicado cuerpo a cada
paso que daba, más cerca de él.
Victorio la vio a los ojos y toda duda se borró
de él.
Con caballerosidad la hizo sentarse, retirando
la silla para ella, y se acomodó en frente.
-
Es precioso este lugar, ha debido
costarte una fortuna, no debías haberte molestado. – dijo ella algo ruborizada.
-
Es nuestro aniversario cielo, tú no
te preocupes por nada – contestó él con una sonrisa tímida, sabiendo los meses
de esfuerzo y trabajo que le costaron preparar esa pequeña sorpresa. – estás preciosa por cierto.
Candela le regaló
una sonrisa que hubiera hecho derretir la Antártida y lo besó con el mismo
ardor.
Y así pasó la cena. Entre mimos, besos,
miradas cómplices y risas dulces.
Victorio olvidó
todo, excepto a la hermosa mujer que tenía frente a sí, la misma mujer que había
amado desde el primer momento, hacía ya tantos años, cuando ambos eran niños.
Antes de saber lo
que hacía se encontraba en píe bajo la mirada atenta de todos los comensales.
-
Candela – comenzó con voz serena -
¿recuerdas esa primera vez que nos vimos? ¿Cuándo me lanzaste al rio por reírme
de tu muñeca?
Algunos espectadores rieron y
candela asintió despacio con un brillo en los ojos.
-
Ese día sentí por primera vez esos
pinchazos odiosos del amor infantil. Pasaron los años y creciste, hermosa,
inteligente, fuerte, y yo te observaba a los lejos, siempre fijándome en ti,
porque mi mirada por mucho que no quisiera siempre volvía a ti. A tu hermosura,
a tu inteligencia, a tu carácter, a ti. – Victorio la miró a los ojos y el
resto desapareció – lamento haber tenido que esperar a la muerte de mi padre,
para darme cuenta que estabas allí, que siempre habías estado allí esperando
por mí, y gracias al cielo jamás te rendiste. Gracias por haber luchado siempre
por mí aunque yo hubiera sido tan idiota para no verlo. Candela – y su nombre
broto con adoración – te amo, siempre lo he hecho, desde ese primer día cuando
niños. Y hoy – ante la atenta mirada de todo Victorio clavó una rodilla en el
piso y alzó el rostro para mirarla - hoy quiero que seas mía, quiero reclamarte
para mí el resto de tu vida, quiero levantarme cada mañana con tu rostro a mi
lado, y acostarme cada noche de mi vida con su cuerpo en volviendo el mío.
Candela… ¿Quieres casarte conmigo?
Candela que hasta el momento había permanecida impasible
solo sonrió y Victorio tembló, pues era esa clase de sonrisa , de mujer, colmada de secretos que todo hombre
teme.

no entendi mucho este cap de kien es la ecografia ?
ResponderEliminarDe Lali .. Estaba embarazada .. :)
Eliminarque ternura de capitulo!! primero Ro y Peter y despues Vico con Cande, que leeendo :)
ResponderEliminarque hermoso capitulo Ro y PEter y Vico y Cande no me gusta nada los de Daniela y Pablo tengo miedo lo que van hacer
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