miércoles, 24 de julio de 2013

Casi capitulo quince

Capítulo 15
::Gaston::
es imposible para mí no divisar a Rochi. Ella ha surgido a través
de las puertas de salida de la pista y parece no darse cuenta
de que entró en la dirección equivocada.
—¿Le verías el cabello? —Suelto un silbido silencioso. Nunca lo
había visto suelto. El brillo, lo largo, casi le llega a la cintura.
La pista es horrible, setecientos luces fluorescentes nunca favorecen
a nadie, pero Rochi parece resplandecer bajo ellos. Ella mira alrededor, y
puedo decir por la postura de sus hombros que está tensa. Sus manos
también están aferradas en apretados puños. Cuando ella echa un vistazo
hacia el área de la barra abierta de bocadillos donde están las mesas,
detecto un pequeño indicio de decepción en su expresión. Ella camina
alrededor de cada mesa como si buscara algo y me doy cuenta que esa cosa
no soy yo… ella está demasiado enfocada en las mesas. ¿Qué está haciendo?
Supongo que me alegra que no me haya notado. Estoy sujetando dos
latas grandes de ―Salsa de Queso Pico Nacho‖ como un idiota. Tampoco
parece que pueda dejar de estar boquiabierto, y mi boca sólo parece
abrirse más ahora que he captado un vistazo de su perfil a medida que ella
se acerca, haciendo una lenta vuelta alrededor de otra mesa.
Abandono las latas en la mesa y doy un paso hacia ella.
—¡Sagrada mierda y doble guau! —digo entre dientes. No puedo
moverme. Mi pecho se aprieta y experimento un breve momento de
pánico. Ella se ha puesto algún tipo de maquillaje. Sus ya notables ojos
parecen más iluminados y el doble de grandes incluso a esta distancia.
—¡Y sus labios! —Maldición.
Casi no puedo respirar y me escondo detrás de uno de los pilares de
apoyo. Sus labios han sido transformados por alguna clase de intrigante
brillo labial o lápiz labial o lo que sea que las chicas usan en su intento por
hacer que los chicos pierdan el control.
Ayer, pensaba que odiaba esa porquería… pero ahora… no estoy tan
seguro.
No. El brillo labial todavía es la peor cosa alguna vez inventada.
Todavía lo odio. Lo hago. Lo hago.
—Estás perdiendo la compostura, amigo. Cálmate. Sabías que ella
lucía bien antes de esta noche. —Decido un nuevo plan. Fingiré no haberla
visto aún.
Rápidamente recojo las latas de queso y me dirijo hacia la entrada
de media puerta de la barra. La barra de bocadillos me permitirá mi buen
metro de espacio del mostrador entre ella y yo. Luego, la llamaré. Llamaré
a mi novia. Sí. Mi novia.
Mi supuesta, increíblemente hermosa, supuesta novia.
Supuesta. Supuesta. Supuesta.
Cierro la boca justo a tiempo y me pego mi cara de juego cuando ella
me divisa y me desvía. Ella me ha atrapado en la parte frontal del
mostrador.
Demasiado. Cerca. De. Su. BRILLO LABIAL.
—Hola —dice ella.
—Ahí estás. —Cubro mi ahogada voz con una pequeña tos.
Inseguro de hacia dónde mirar y hacia dónde no, me concentro en
sus ojos. En lo que ella está sintiendo. No en cómo luce… no en cómo ella
ha hecho que mi corazón se sienta como si estuviera en una carrera de
caballos.
Su expresión es cautelosa. Algo atormentada y muy nerviosa.
Por más que quiera mantener la calma y decirle que esta noche va a
salir perfectamente, no puedo tranquilizarla porque nunca he sentido esta
pérdida de control en toda mi vida. No tengo idea de cómo hablar con
esta asombrosamente hermosa y sin embargo luciendo vulnerable versión
de Rochi Igarzabal. Ella tiene razón. No tengo idea de quién es ella en absoluto.
—¿El lugar fue difícil de encontrar? —pregunto, esperando que ella
no note el chirrido de cobardía en mi voz. La rodeo y dejo las latas
gigantes de queso sobre el mostrador y me agacho detrás de éste. Mis
sentidos son inmediatamente abrumados por cómo ella huele. Algo es
diferente. Ya no es canela, sino…
—Fácil. Tengo un mapa. —Ella me sigue al mostrador y se apoya en
él. Está fingiendo examinar las latas de queso.
Hago lo mismo. Es como si el dibujo de la caricatura sonriente del
sujeto chile verde es la cosa más curiosa e interesante que hemos
encontrado. Cuando ella se inclina hacia adelante, su cabello se enrosca
contra el mostrador y me doy cuenta que el nuevo olor está viniendo de su
cabello. Alguna clase de asombroso champú. Alejo las manos de los
brillantes rizos. Demasiado tentador. Ellos lucen realmente suaves… y
guay.
—¿Por qué estabas revisando las mesas tan detenidamente? ¿Hay
algo malo con ellas? —pregunto, rompiendo el incómodo silencio.
—Esperaba encontrar una mesa donde pudiera sentarme de
espaldas a la pared. —Ella mira hacia arriba con la máscara en su lugar.
Con su pequeña y atrevida sonrisa desafiante también en alto—. Dado que
estar de espaldas a la pared no es posible, dime… ¿dónde me quieres?
¿Dónde la quiero? ¡Dónde la quiero! Si cualquier otra chica viniera a
mi encuentro viéndose así, preguntándome dónde la quería… habría
dejado suelto el coqueteo. Pero ni siquiera puedo ir ahí. Estoy tratando de
honrar su petición. Además no quiero que se sienta más incómoda de lo
que ya parece.
Mi mirada cae sobre sus labios. DE NUEVO. Tomo una rápida
respiración y aparto la mirada, esperando que ella no lo haya notado.
Tengo que cruzar los brazos para resistir la tentación que tengo de tocar
su cabello otra vez. Su rostro, o sus pequeñas manos con las uñas
mordidas. Me muerdo el labio inferior para evitar decir las cursis líneas
que están inundando mi cerebro.
—Hmm, ¿dónde te quiero? —consigo decir. Y sólo apenas.
—¿Qué? Estás actuando realmente raro —dice bruscamente—.
¿Ésta apariencia es errada, o el atuendo, o qué? Si es así, puedo salir de
aquí antes de que los demás aparezcan.
—Es MELOCOTÓN —digo, dándome cuenta demasiado tarde, de
que no debí haberlo dicho en voz alta.
—¿Qué? —Ella levanta una ceja.
—Hueles ligeramente como… ¿a melocotones?
¿O debería decir que hueles como el paraíso de canela y
melocotones?
—Dios. Sí. Yo… yo creo que sí. Lo siento. —Ella hace una mueca. Un
lindo tinte rosado inunda sus mejillas—. Kika me prestó algunas cosas de
maquillaje y me untó con una de sus extrañas cremas de frutas. ¿Es tan
malo así, ah? Mi hermana es todo sobre productos con aromas frutales.
—PASTEL —digo, y contengo un enorme aliento—. Es pastel de
melocotón, ¿no es así? ¿Algo así como melocotones con vainilla?
—Eh… sí. Culpable. Pero… ¿es realmente tan malo? —Ella señala su
cabello, luego su rostro—. Puedo lavarme algo de esta porquería. Kika está
en octavo grado y… bueno, ella dijo que todas estas cosas, este atuendo,
serían buenas para pasar el rato. —Su máscara se ha deshecho y ahora me
siento terrible, porque su expresión se ve presa del pánico.
Recobro la compostura y trato de decir algo sensato para borrar la
arruga de duda y preocupación frunciendo su frente.
—No. ¡No! Me encanta. Quiero decir… es genial. Tú… cuán hermosa
te ves. Me desequilibraste. Y, no tienes idea de lo mucho que me gusta el
pastel de melocotón, con helado. Lo siento… demándame, descuéntamelo
del sueldo, pero maldición, chica. Me has convertido en un tonto
tartamudeante. —Sonrío pero tiemblo interiormente, sabiendo que he
cruzado el límite de coquetear con ella.
—¿Juras que no estás mintiendo? Sabía que arruinaría esto al
esforzarme tanto. Sí, te estoy pagando. Pero no me caigas a mentiras si
todo esto es un error. No quiero ser humillada aquí.
—¡No! Te lo juro. Simplemente no tenía idea de que podías verte
más hermosa de lo que luces… normalmente. Así que… en cierto modo
perdí el control allí. Y no es muy frecuente que las chicas se presenten
oliendo como mi comida favorita.
Ella me lanza una mirada de reojo, pero parece relajarse un poco. —
¿Sacaste esas líneas de formas-zalameras-de-llegar-a-segunda-basepunto-
com? Por favor.
Me río. —¿Qué tal idiotas-tratando-de-hablar-con-supuestasnovias-
hermosas-punto-com?
Ella se ríe en respuesta. —Extraña disculpa aceptada. Los raros,
horribles y ridículos cumplidos no. Y… ¿podrías no llamarme hermosa?
Niego con la cabeza y sonrío. —El adjetivo ―hermosa‖ es un hecho
informativo. Lo diré si lo digo en serio. Y lamento lo del coqueteo. Estoy
tan nervioso como lo estás tú, así que estoy obligado a decaer. ¿Me
disculpas?
—No te disculpo. Esfuérzate más. Y yo nunca dije que estuviera
nerviosa.
—Cierto… bueno… yo estoy nervioso —repetí, sin avergonzarme de
la verdad—. Además, tengo que meterme en el modo coqueteo porque
estoy a punto de tener que activar todo el encanto en público. Un poco de
práctica es algo bueno.
—¿Crees que esto no funcionará? Dímelo. Honestamente. —El
temblor en su voz hace que mi corazón de un vuelco.
No respondo porque justo ahora no estoy seguro.
Y… porque Peter y Lali están pasando
directamente por los carriles de la bolera, y dirigiéndose hacia la barra de
bocadillos. Hacia nosotros.
Tomo un aliento profundo y le advierto: —Mi pequeña pandilla está
dirigiéndose hacia acá. Sólo tenemos que ejecutar el ensayo general con
una audiencia real. ¿Lista?
Ella niega con la cabeza. —Puedo decir por tus ojos que crees que
esto no va a funcionar. Simplemente debería irme.
Me agacho por debajo de la barra de bocadillos y le bloqueo el
camino el camino hacia la puerta.
—Sígueme la corriente y confía en mí. Veamos lo que sucede. Al
menos dale una oportunidad. —Ella palidece dos tonos más de blanco. Me
inclino hacia adelante y la miro a los ojos—. Si me lo permites, voy a poner
el brazo a tu alrededor y a arrastrarte hacia ellos. Creo que eso es lo más
fácil.
—¿Así como a una escoba? —Ella suena alarmada.
Tengo que detenerme de reír. —Sí. Permiso para tocar. ¿Está
otorgado?
Ella asiente, acercándose un paso.
—No vamos a arruinar esto, ¿eh? —susurro, preguntándome si esas
últimas palabras son para su beneficio o para el mío. Con cuidado coloco
mi brazo sobre sus hombros y tengo la sensación de que Rochi
repentinamente está hecha de cristal. Peor, depende de mí si ella se hace
pedazos o no.
Porque así es. Mierda. ¿Qué estamos tratando de hacer?
Ella se estremece un poco, y yo la acerco, notando que encaja
perfectamente bajo mi brazo.
Ella se tensa por un segundo, pero no se resiste más. Mi corazón se
aprieta cuando ella levanta la vista y sus ojos se encuentran con los míos.
Puedo oír su corazón.
—Coraje —susurro—. Si es demasiado, apoyaré cualquier excusa
para sacarte de aquí. ¿Estás conmigo?
—¿Tengo otra opción? —Ella traga.
Lali se apresura primero, hablándome, pero con los ojos
clavados en Rochi. —OMG. Gaston Dalmau y Rochi Igarzabal. ¡Entonces es cierto!
Ustedes dos son una pareja. Peter me lo contó todo.
—Oh, ¿verdad? —La entretengo.
Rochi está tomando respiraciones largas y lentas. Le doy un suave
apretón en el hombro y le doy un vistazo a Peter. Mi mejor amigo está de
forma clásica, sonriendo ya. También es bastante aparente que Peter está
dándole una mirada demasiado larga y muy apreciativa a Rochi. Sus ojos son
como un ascensor dañado. Arriba, abajo. Arriba, abajo. Y arriba de nuevo.
Estoy comenzando a molestarme un poco por eso. Le lanzo la
mirada de ―retrocede‖, y él me sonríe en respuesta, totalmente indiferente
de que estoy cabreado.
—¿Cómo les va chicos? —digo, tratando de sonar natural.
—No tan bien como te va a ti, amigo —dice Peter, ignorando mi
mirada hostil y lanzándose a otro: abajo. Arriba. Abajo, y una rápida
chequeada del botín.
Cabrón. Tomaré represalias.
Sonrío incluso más ampliamente cuando siento la mano de Rochi
moviéndose tentativamente alrededor de mi espalda. Su cuello descansa
contra mi antebrazo. No me pasa desapercibido, o a nadie más que ella
está sonrojándose como loca. Su mano toca mi cintura por un segundo, y
luego se aleja rápidamente.
Siento todo su cuerpo ponerse rígido como si ella en realidad está
perdiendo el control.
Contengo el aliento y no me muevo hasta que ella se calma para
agarrar la parte inferior de mi camiseta.
—¿Cuándo comenzó todo esto? Has estado ocultándomelo. —
Lali me lanza una de sus miradas heridas. Sé que voy a escuchar cuán
molesta está de que no le haya dicho a ella primero. Lali voltea hacia
Rochi—. Soy Lali —dice con su patentada sonrisa amigable.
—Soy Rochi. Rochi Igarzabal. Te conozco de los espectáculos de porristas.
Eres la líder de las porristas del próximo año, ¿cierto? —pregunta Rochi en
voz baja.
Sonrío para mí mismo. Ella en realidad sonó agradable, como
prometió.
—Sí. Sobre el asunto del liderato de las porristas. —Lali hace
una mueca—. Mi promoción fue más como un movimiento por
compasión. Hay sólo dos estudiantes del último año de secundaria en la
selección del año que viene. El talento actual se graduó. La otra chica y yo
lanzamos una moneda. No esperes verme en la línea frontal. Apesto.
Peter abre el pico: —Lali no quería lastimar a nadie con sus
imprevisibles patadas. Ella luce como la perfecta porrista atlética, pero es
peligrosa. ¡Mayormente para ella misma! —Él se ríe—. En el último
partido de bienvenida pateó tan alto que cayó de espalda y se golpeó la
cabeza.
—¿Lo hiciste? —Rochi le lanzó otra sonrisa a Lali, riendo. Sentí
sus hombros relajarse.
—Es difícil olvidar eso cuando está en la página de Youtube de
Peter. Llegué a las 43,000 visitas. Deberías echarle un vistazo —dice
Lali, riendo también—. No creas nada de lo que hayas oído sobre mí…
especialmente si viene de este. —Ella pone los ojos en blanco hacia Peter.
Rochi se encoge de hombros. —No he escuchado nada, excepto que
eres una gran porrista. Pero, te recomiendo que creas todo lo que hayas
escuchado sobre mí. ¿Cierto, Gaston? Soy tan mala, engreída y horrible como
me pintan. —Su tono de auto burla me dice que ella está redoblando su
habitual bravuconería.
Lali me lanza una mirada sorprendida, pero se recupera
rápidamente. —Bueno… sólo he escuchado sobre el enamoramiento de
Gaston por ti. Y que la ubicación en la clase de último año del año que viene
te tiene de tercera. Estoy segura de que eso ha puesto celosas a un montón
de personas. ¿Cómo lograste eso, de todas formas? —pregunta Lali,
ignorando descaradamente la referencia de Rochi a su brutal reputación de
súper perra.
Rochi se muerde el labio inferior. —Sucede por defecto cuando lees
todo el tiempo y nunca sales. En realidad, voy a ser la primera de la clase
cuando comience el año. Pero sólo porque los gemelos Alder se mudaron.
Ellos tenían los dos primeros lugares.
Estoy orgulloso de Rochi. Su medidor de agradable se está disparando.
—¿Crees que puedas ayudarme a trabajar con algo de pre-cálculo
este verano? Si vas a andar por ahí, quiero decir. Con nosotros. Lo harás,
¿no es así? —tantea Lali, encontrando mi mirada. Quiero abrazar a
Lali. Siempre se puede contar con ella para hacer que la gente se
sienta cómoda y restarle importancia a las conversaciones.
Le doy un vistazo a Peter. Él está mirando fijamente el trasero de
Rochi de nuevo. Babeando, en realidad.
—Si ando por ahí, estaré feliz de ayudar. Si puedo —dice Rochi,
sonando complacida.
Le lanzo una sonrisa agradecida a Lali. —Me alegra que
ustedes dos hayan venido esta noche.
—Hiciste tanto alboroto de que estuviéramos aquí… ¿cómo
podíamos perdérnoslo? —Peter asiente hacia Rochi—. Soy Peter
y tú, Rochi Igarzabal, has convertido a mi mejor amigo en un cachorrito
enfermo de amor. Ahora veo el por qué. —Él arruga el rostro—. ¿Estabas
así de buena la semana pasada?
Estoy resistiendo el creciente impulso de matar a Peter, pero la risa
alegre de Rochi salva la vida del niño.
—Cálmate amigo —digo—. Ella está fuera de los límites de tus
oscuros movimientos trepadores. Si quieres vivir, ve a comerte con los ojos
a otra chica.
—Ooh. Gaston ha reclamado su derecho —dice Lali, mientras
aporrea juguetonamente a Peter en el brazo—. Este es el por qué nunca
saldré contigo, Peter. El por qué ninguna chica saldrá alguna vez
contigo. No tienes delicadeza. ¿Qué pasa contigo? —Lali sostiene en
alto un billete de cinco dólares—. Vamos, Rochi. Consigamos que tu
novio nos prepare algunos nachos, así tendremos algo para comer
mientras él y Peter se baten en duelo por ti.
Rochi toma una bocanada de aire y su cuerpo se ha vuelto a poner
rígido. —Yo no soy… él no es mi novio. Él sólo es. Nosotros somos sólo…
—¿Sólo qué? No te detengas —interrumpo y le doy una amplia
sonrisa falsa a mis amigos—. ¿Escucharon eso? Ella dijo ―somos‖. Como en
―nosotros somos‖. Tengo testigos. ¡Creo que Rochi Igarzabal ha admitido que
nosotros, ella y yo, podríamos ser algo después de todo!
Le doy al hombro de Rochi otro suave apretón, esperando que ella
pueda reagruparse y darse cuenta de que está poniendo en peligro el
progreso que acabamos de hacer.
—Amigo. ¿Por qué estás hablando como un robot? —sonríe Peter.
Mi corazón se hunde cuando Rochi se aleja de mí. ¿Ha cambiado de
opinión?
Trato de encontrar su mirada. Pero sus ojos están lanzándose
alrededor de la sala, captando a todos y a todo menos a mí. La detengo de
salir disparada tomándole una de las manos. Cuando su mirada encuentra
la mía, estoy seguro de que está a punto de dejarse llevar por el pánico.
Pánico, y posiblemente el llanto.
Me aseguro de que su rostro no esté a la vista de Peter y Lali y
le tomo la otra mano. Deslizo mis dedos por el dorso de sus nudillos y
espero que ella consiga su control… o su cara de juego. Se lo que sea que
hace para ocultar sus sentimientos. No sé cuándo o cómo me pierdo en sus
ojos de color azul pálido. Miro profundamente, rastreo las brillantes
lágrimas y los destellos de miedo al margen de las muchas expresiones que
cruzan su rostro.
Anhelo ver que el miedo se borre. —Por favor. Confía en mí.
Podemos hacer esto —susurro, pero lo digo en voz tan baja, que no estoy
seguro de que haya escuchado hasta que ella se pone roja como un tomate
y me da un asentimiento casi imperceptible. Sonrío y atraigo sus manos
cerca de mi corazón, sin apartar ni una sola vez la mirada, lo que hace que
ella se sonroje incluso más.
—Awww. Tan dulce. —La voz de Lali me golpea a miles de
kilómetros de distancia.
—Amigo. Esto se ve como una mala película del canal Disney. —
Peter finge hacer arcadas para vomitar—. Besuquéense de una vez o deja
que nos vayamos. Si te dejas caer de rodillas justo ahora y sacas
rápidamente alguna joyería… definitivamente habremos terminado de
pasar el rato contigo. En serio… guácala.
El sarcasmo de Peter atraviesa algo de la niebla entre Rochi y yo y el
resto del mundo, pero no mucho. No puedo ordenar mis pensamientos
revueltos para enfrentarlo. Ni puedo devolver el chiste ante los
comentarios de Peter. Todo esto se ha vuelto demasiado importante para
mí.
—Cállense, ustedes dos —digo sobre mi hombro, sin apartar mi
mirada de la de Rochi ni una sola vez. Pongo una ligera presión en sus manos
y mi corazón salta, demonios, en realidad se detiene, cuando ella me
permite entrelazar mis dedos con los suyos.
Rochi sonríe entonces, finalmente. Y sé que va a estar bien porque
dice: —Dios. Peter tiene razón. Nos estás avergonzando a todos. Chicos,
¿sabían que Gaston es semejante bicho raro romántico? También le encanta
Jane Austen.
—¿Lo es? ¿Le gusta? Nunca lo supe —dice Lali efusivamente.
—Y de nuevo: GUÁCALA —gime Peter.
Suelto las manos de Rochi y volteo para que así Peter y Lali
tengan una mejor vista de su rostro mientras trato de disparar a mi
objetivo. —En caso de que ustedes dos no lo hayan notado, todavía estoy
tratando de conseguir que esta asombrosa chica me tome en serio. ¿Lo
harás, Rochi? ¿Ser mi novia este verano? —Rochi traga. Sé que su expresión
cerrada y hermética es su forma de darme una última oportunidad de
retirarme. Sin parpadear, continúo: —Por favor. Di que sí. Que vamos a
salir. Que eres mi novia. Oficialmente, y en este momento. Si aceptas,
prometo bajar el tono.
—Caramba. Rochi, acepta o acaba con el sufrimiento de mi muchacho
antes de que todos vomitemos —agrega Peter.
Soy el único que capta su obvio desliz.
La chica ha estado negando con la cabeza con un definitivo ―no‖
todo el rato. Afortunadamente, ella responde: —Sí. Está bien. Sí. Ahora,

por favor. Prepáranos algunos nachos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario