Capitulo 1
—¿Has notado algo diferente en Rochi? —preguntó mi primo Pablo
mientras se
trepaba al árbol para sentarse junto a mí en nuestra rama favorita
con vista al lago.
Me encogí de hombros no muy seguro de cómo responderle.
Obviamente,
últimamente he notado cosas sobre Rochi. Como la forma en la que
sus ojos tienden
a brillar cuando ríe y que bonitas lucen sus piernas cuando usa
shorts. Pero de
ninguna manera voy a confesarle esas cosas a Pablo. Le diría a Rochi
y ambos se
morirían de la risa.
—No —respondí, sin mirar a Pablo por miedo a que pudiera ver la
mentira en mi
cara.
—Escuché a mamá hablando con papá el otro día, hablando de cómo tú
y yo
empezaremos a ver a Rochi diferente muy pronto. Ella dijo que Rochi
se estaba
convirtiendo en una belleza y que las cosas entre nosotros tres
empezarían a
cambiar.
—No quiero que eso suceda —dijo Pablo con voz preocupada. No podía
mirarlo,
en lugar de eso, mantuve mis ojos en el lago.
—Yo no me preocuparía por eso, Rochi es Rochi. Claro que ella
siempre ha sido
bonita, creo, pero eso no es importante. Ella puede trepar un
árbol más rápido que
cualquiera de nosotros, se prepara su carnada al pescar y sabe
llenar globos con
agua como una profesional. Eso no cambiará. —Miré furtivamente a Pablo,
mi
discurso sonó muy convincente, incluso a mis oídos.
Pablo sonrío y asintió.
—Tienes razón, ¿A quién le importa que tenga el cabello como algún
tipo de
princesa de las hadas? Es Rochi. Hablando de globos de agua,
podrían dejar de
escabullirse por la noche y lanzarlos a los coches justo fuera de
mi casa, mis padres
los van a descubrir algún día y yo no podré ayudarlos.
Sonreí al pensar en Rochi, cubriéndose la boca para silenciar sus
risitas furtivas ayer
por la noche, cuando nos colamos aquí para llenar los globos. A
esa chica le
encantaba romper las reglas tanto como a mí.
—Escuché mi nombre. Será mejor que ustedes dos no se estén
burlando de mí
debido a este estúpido sostén que mi mamá me hizo usar. Estoy
harta de las
bromas. Les romperé la nariz a los dos si no paran.
La voz de Rochi me sobresaltó. Estaba de pie en la parte inferior
del árbol, con un
cubo de grillos en una mano y una caña de pescar en la otra.
—¿Vamos a pescar o se van a quedar ahí mirándome como si me
hubiera crecido
otra cabeza?
------------------------------------------------------------
ROCIO
¿Por qué no podía haber llegado a casa sin verlos? No estaba de
humor para jugar
a la maldita buena samaritana para Gaston y su novia barata. A
pesar de que no
estaba aquí, Pablo habría esperado que me detuviera. Con un gemido
de
frustración, desaceleré y me detuve junto a Gaston, quien había
puesto cierta
distancia entre él y su vomitiva novia. Al parecer vomitar no era
una llamada de
apareamiento para él.
—¿Dónde está estacionada tu camioneta, Gaston? —le pregunté en el
tono más
molesto que pude reunir.
Él me lanzó esa estúpida sonrisa sexy que sabía hacía a todas las
mujeres de la
ciudad derretirse a sus pies. Me gustaría creer que era inmune,
después de todos
esos años, pero no era así. Ser inmune al chico malo de la ciudad
era imposible.
—No me digas que la perfecta pequeña Rocio Igarzabal se va a
ofrecer a ayudarme —dijo, arrastrando las palabras e inclinándose para mirar a
través de mi ventana
abierta.
—Pablo está fuera de la ciudad así que el privilegio recae en mí.
Él no te
permitiría conducir a casa borracho y tampoco lo hare yo.
Se rió entre dientes, enviando un escalofrío de placer por mi
espina dorsal. Dios.
Incluso su risa era sexy.
—Gracias hermosa, pero puedo manejar esto. Una vez que Eugenia
deje de vomitar voy
a ponerla en mi camioneta. Puedo conducir las tres millas1 a su
casa. Puedes irte
ahora. ¿No tienes un estudio de la Biblia en algún lugar en el que
debas estar?
Discutir con él era inútil. Sólo empezaría a tirar más comentarios
sarcásticos hasta
que me hubiera vuelto tan loca que no pudiera ver bien. Apreté el
acelerador y
doblé en el estacionamiento. Como si fuera capaz de dejarlo y
permitirle conducir a
casa bebido. Me podría enfurecer con un guiño de sus ojos y yo
trabajé realmente
duro en ser amable con todos. Examiné los coches estacionados
buscando su vieja
camioneta Chevrolet negra. Una vez que la vi, caminé hacia él y le
tendí la mano.
—Me puedes dar las llaves de tu camioneta o puedo excavar por
ellas. ¿Qué va a
ser Gaston? ¿Quieres que busque en tus bolsillos?
Una sonrisa torcida tocó su cara.
—Para ser realista, creo que sólo puedo disfrutar si buscas en mis
bolsillos Rochi.
¿Por qué no vamos con la opción número dos?
El calor subió por mi cuello y manchas de color en mis mejillas.
No necesitaba un
espejo para saber que estaba sonrojada como una idiota. Gaston
nunca hizo
comentarios sugestivos o incluso flirteó conmigo. Resulté ser la única
chica
razonablemente atractiva en la escuela que ignoró por completo.
—No te atrevas a tocarlo, perra estúpida. Las llaves están en el
encendido de la
camioneta.
Eugenia la amiga con derechos de Gaston, levantó la cabeza
arrojando su cabello
por encima del hombro y gruñendo hacia mí. Sus ojos
inyectados en sangre y llenos de odio me miraban como si me
atreviera a tocar lo
que era suyo.
Yo no le respondí ni miré hacia Gaston. En su lugar, di la vuelta
y me dirigí a su
camioneta recordándome que estaba haciendo esto por Pablo.
—Entonces vamos y entren en la camioneta —les grité a los dos
antes de
deslizarme en el asiento del conductor.
Fue muy difícil no enfocarse en el hecho de que esta era la
primera vez que estaba
en la camioneta de Gaston. Después de las incontables noches que
pasé tirada en mi
techo con él, hablando sobre el día que nos dieran nuestras
licencias de conducir y
todos los sitios a los que íbamos a ir, aquí estaba, justo ahora a
los diecisiete años,
sentada en su camioneta.
Gaston levantó a Eugenia y la depositó en la parte de atrás.
—Acuéstate a menos que te sientas enferma de nuevo, entonces
asegúrate de
vomitar por el lado —le espetó al abrir la puerta del conductor.
—Salta fuera princesa. Ella está a punto de desmayarse, no le
importará si estoy
conduciendo.
Me aferré al volante, tensa.
—No te voy a permitir conducir. Estás arrastrando las palabras. No
es necesario
que conduzcas.
Abrió su boca para discutir, luego murmuró algo que sonaba como
una maldición
antes de golpear la puerta y caminar alrededor de la parte
delantera de la
camioneta para entrar en el lado del pasajero. Él no dijo nada y
yo no lo miré. Sin
Pablo alrededor, Gaston me ponía nerviosa.
—Estoy cansado de discutir con mujeres esta noche. Esa es la razón
por la que te
dejo conducir —murmuró sin articular mal esta vez.
No era de extrañar que pudiera controlar la torpeza. El chico
había estado
emborrachándose antes de que la mayoría de los chicos de nuestra
edad hubiesen
probado su primera cerveza. Cuando un chico tenía una cara como la
de Gaston, las
chicas mayores lo notaban. Él había sido invitado a fiestas en el
campo mucho
antes que el resto de nosotros.
Me las arreglé para encogerme de hombros.
—No tendrías que discutir conmigo si no bebieras tanto.
Él dejó escapar una risa dura.
—De verdad eres la perfecta hija pequeña del predicador ¿no Rochi?
Erase una
vez… tú eras la más divertida, antes de que empezaras a
besuquearte con Pablo,
nosotros solíamos pasar buenos momentos juntos.
Él me miraba por una reacción. Sabiendo que sus ojos estaban en
mí, hacía difícil
concentrarse en la conducción.
—Tú fuiste mi pareja en el crimen Rochi. Pablo era el chico bueno.
Pero nosotros
dos, nosotros éramos los alborotadores, ¿Qué pasó?
¿Cómo responder a eso? Nadie conoce a la niña que solía robar goma
de mascar
Stop o secuestrar al chico de los periódicos para atarlo así
podría tener
todos sus periódicos y sumergirlos en pintura azul, antes de
dejarlos en los
escalones de las casas. Nadie conocía a la chica que escapó de su
casa a las dos de
la mañana para ir a lanzar metros de papel higiénico y globos de
agua a los coches
desde detrás de los arbustos. Nadie se creería que había hecho
esas cosas si les
dijera… nadie excepto Gaston.
—Crecí —respondí finalmente.
—Tú cambiaste completamente Rochi.
—Éramos niños, Gaston. Sí, tú y yo nos metíamos en problemas y Pablo
nos sacaba
del apuro, pero éramos sólo niños. Soy diferente ahora.
Por un momento, él no respondió. Se removió en su asiento y sabía
que su mirada
ya no estaba enfocada en mí.
Nunca habíamos tenido esta conversación antes. Incluso si se
sentía incómodo, yo
sabía que era necesario. Pablo siempre se interponía en el camino
de Gaston y yo
reparando nuestros muros. Muros que se derrumbaron y nunca supe
por qué. Un
día él era Gaston, mi mejor amigo. El día siguiente, él sólo era
el primo de mi novio.
—Echo de menos a esa chica, ya sabes. Ella era emocionante. Sabía
cómo divertirse.
La pequeña hija perfecta del predicador que tomó su lugar apesta.
Sus palabras me hieren. Tal vez porque venían de él o tal vez
porque entendía lo
que estaba diciendo. No fue como si nunca hubiera pensado en esa
chica. Lo
odiaba por hacerme extrañarla también. He trabajado muy duro para
mantenerla
encerrada, lejos. Tener a alguien que realmente la quiere suelta
hace mucho más
difícil mantenerla bajo control.
—Prefiero ser hija de un predicador a una prostituta borracha que
vomita en sí
misma —solté antes de poder detenerme.
Una risa baja me sorprendió y miré como Gaston se hundió lo
suficientemente bajo
en su asiento para que su cabeza descansara en el cuero gastado en
lugar de la
dura ventana detrás de él.
—Supongo que no eres completamente perfecta. Pablo nunca llama a
alguien un
nombre. ¿Sabe él que usas la palabra puta?
Esta vez agarré el volante con tanta fuerza que mis nudillos se
volvieron blancos.
Él estaba tratando de hacerme enfadar y estaba haciendo un trabajo
fabuloso. No
tenía respuesta a su pregunta. La verdad es que Pablo se
sorprendería de que
hubiera llamado a alguien puta. Especialmente a la novia de su
primo.
—Relájate Rochi, no es como si yo fuera a decirle. He estado
guardando tus secretos
por años. Me gusta saber que mi Rochi todavía está ahí en alguna
parte, debajo de
esa fachada perfecta.
Yo me negué a verlo. Esta conversación fue a parar a un lugar al
que no quería que
fuera.
—Nadie es perfecto. Yo no pretendo serlo.
Lo que era mentira y ambos lo sabíamos. Pablo era perfecto y he
trabajado duro
para ser digna de él. Todo el pueblo sabía que me quedaba corta
con la brillante
reputación de Pablo.
Gaston soltó una corta y dura carcajada.
—Sí, Rochi, tú pretendes serlo.
Entré en el camino de Eugenia. Gaston no se movió.
—Ella se desmayó. Vas a tener que ayudarla. —Le susurré asustada
de que él
oyera el dolor en mi voz.
—¿Quieres que ayude a una prostituta vomitona? —preguntó con tono divertido.
Suspiré y finalmente miré hacia él. Me recordaba a un ángel caído
con la luz de la
luna arrojando un resplandor en su pelo rubio besado por el sol.
Sus párpados eran
más pesados que de costumbre y sus espesas pestañas casi ocultaban
el color
debajo.
—Ella es tu novia, ayúdala. —Logré sonar enfadada.
Cuando me permitía estudiar a Gaston así de cerca, era duro tener
una discusión con
él. Todavía podía ver al niño que una vez había pensado en
colgarse de la luna,
mirándome. Nuestro pasado siempre estaría allí impidiéndonos estar
realmente
cerca de nuevo.
—Gracias por recordármelo —dijo alcanzando la manilla de la puerta
sin romper
el contacto visual conmigo.
Dejé caer la mirada para estudiar mis manos dobladas en mi regazo.
Eugeniaandaba
a tientas en la parte trasera de la camioneta haciendo que se
agitara suavemente,
recordándonos que estaba allí. Después de unos momentos más en
silencio, él por
fin abrió la puerta. Gaston llevó el cuerpo inerte de Eugenia a la
puerta y llamó. Se
abrió y entró.
Me preguntaba quién abrió la puerta. ¿Fue la madre de Eugenia? ¿Le
preocupaba
que su hija estuviera desmayada borracha? ¿Estaba dejando a Gaston
llevarla a su
habitación? ¿Gaston se quedaría con ella? ¿Gatearía en su cama con
ella y caería
dormido? Reapareció en la puerta antes de que mi imaginación se
dejara llevar
demasiado lejos. Una vez que estaba de vuelta en el interior de la
camioneta la
manipulé y la dirigí hacia el parque de remolques donde vivía.
—Así que dime Rochi, ¿es tu insistencia de llevar a casa al
borracho y a su novia
prostituta, porque eres la perpetua chica buena que ayuda a todo
el mundo?
Porque yo sé que no te gusto mucho, así que tengo curiosidad de
por qué quieres
asegurarte de que llegue a casa a salvo.
—Gaston, eres mi amigo. Por supuesto que me gustas. Hemos sido
amigos desde que
teníamos cinco años. Claro, ya no pasamos más el rato o vamos a
aterrorizar a los
vecinos juntos, pero todavía me preocupo por ti.
—¿Desde cuándo?
—¿Desde cuándo qué?
—¿Desde cuándo te preocupas por mi?
—Esa es una pregunta estúpida Gaston. Tú sabes que yo siempre he
cuidado de ti. —Le contesté. A pesar de que sabía que él no dejaría una
respuesta tan vaga pasar.
La verdad es que ya nunca hablaba con él, Eugenia estaba
normalmente envuelta
alrededor de alguna parte de su cuerpo y cuando me hablaba era
siempre para
hacer algún comentario sarcástico.
—Casi no reconoces mi existencia —respondió.
—Eso no es cierto.
Se rió entre dientes.
—Nos sentamos uno al lado del otro en historia todo el año y tú
casi nunca
volteabas a verme. En el almuerzo no me miras y me siento en la
misma mesa que
tú. Estamos en el campo después de los partidos cada fin de semana
y si alguna
vez diriges tu superior mirada en mi dirección es normalmente con
una expresión
de asco. Por lo tanto, estoy un poco sorprendido de que todavía me
consideres un
amigo.
Los grandes árboles de roble señalaban la vuelta en el parque de
caravanas en el
que Gaston había vivido toda la vida. La rica belleza de los
paisajes del sur por el
camino de grava era engañosa. Una vez que pasé los grandes
árboles, el paisaje
cambió drásticamente: resistentes caravanas con coches viejos en
bloques y
juguetes maltratados dispersos por el patio, más de una ventana
estaba cubierta
por madera o plástico. No me asombré de lo que me rodeaba. Incluso
el hombre
sentado en su porche a unos pasos, en nada más que su ropa
interior y un cigarrillo
colgando de su boca no me sorprendió. Conocía este parque de
caravanas bien, era
una parte de mi infancia. Llegué a una parada enfrente del
remolque de Gaston.
Sería más fácil creer que era el alcohol hablando, pero yo sabía
que no lo era. No
habíamos estado a solas en más de cuatro años. Desde el momento en
el que me
convertí en la novia de Pablo, nuestra relación había cambiado.
Tomé una
respiración profunda, después volví a mirar a Gaston.
—Nunca hablo en clases, a nadie más que al profesor. Tú nunca me
hablas en el
almuerzo así que no hay razón para mirar en tu dirección, atraer
tu atención lleva a
que te burles de mí. Y en el campo, no te estoy mirando con
desprecio. Estoy
mirando a Eugenia con disgusto. En verdad podrías hacerlo mucho
mejor que ella.
—Me paré antes de decir algo estúpido.
Él inclinó la cabeza hacia un lado como si me estudiara.
—No te gusta mucho Eugenia ¿no? No tienes que preocuparte sobre su
ligue con
Pablo. Él sabe lo que tiene y no va a estropearlo. Eugeniaole no
puede competir
contigo.
¿Eugenia sentía algo por Pablo? Ella era normalmente apabullante
con Gaston.
Nunca me había dado cuenta de que le gustara Pablo. Sabía que
tuvieron algo en
séptimo grado de un par de semanas pero eso fue en la escuela
secundaria. En
realidad no cuenta. Además estaba con Gaston. ¿Por qué iba a estar
interesada en
alguien más?
—Yo no sabía que le gustaba Pablo —respondí, todavía no segura de
si lo creía.
Pablo no era su tipo.
—Pareces sorprendida —dijo Gaston.
—Bueno, lo estoy en realidad. Quiero decir, ella te tiene. ¿Por
qué quiere a Pablo?
Una sonrisa de satisfacción apareció en sus labios haciendo que
sus ojos
se encendieran. No había querido decir algo que él pudiera
malinterpretar
de la forma en la que, obviamente, lo estaba haciendo. Alargó la
mano hacia la
manija de la puerta antes de detenerse y mirar hacia mí.
—No sabía que mis bromas te molestaban Rochi. Pararé.
Eso no había sido lo que esperaba que dijera. Incapaz de pensar en
una respuesta
me senté allí sosteniendo su mirada.
—Voy a cambiar tu coche de nuevo antes de que tus padres vean mi
camioneta en
tu casa por la mañana.
Salió de la camioneta y lo vi caminar hacia la puerta de su
remolque con uno de los
más sexys pavoneos conocidos por el hombre.
Gaston y yo necesitábamos tener esta charla, incluso si mi
imaginación se va a
enloquecer con él por un tiempo. Mi atracción secreta por el chico
malo de la
ciudad tenía que permanecer oculta.
A la mañana siguiente encontré mi coche estacionado en el camino
de entrada
como había prometido, con una nota entre los limpia parabrisas.
Llegué a ella y
una pequeña sonrisa tocó mis labios.
“Gracias por lo de anoche, te he echado de menos”, él había
firmado simplemente
con “G”.

Me encanta la novela seguilaaa
ResponderEliminar