miércoles, 10 de julio de 2013

Lazos capitulo 2

capitulo 2
Rocio,
Hola bebé. Lamento estar respondiendo el email después de tanto tiempo.
Te
extraño muchísimo. Pienso en ti todo el día y me pregunto qué estarás haciendo. Pasamos la
mayor parte del tiempo explorando.
Cristobal  me patea el trasero. Ayer me dijo que necesitaba resistir en el
fútbol4. LOL. Estoy disfrutando el tiempo que paso con él. Gracias por entender lo mucho
que necesitaba hacer esto. Él me necesita. Su hermano mayor se irá en un año y yo estaré a
una llamada de distancia pero no estaré ahí para ver su práctica de fútbol o ayudarlo con su
primer flechazo. Intento compartir todo lo que sé con él. Te amo mucho Rocio
Igarzabal. Soy el tipo más afortunado del mundo,
Pablo.

Pablo,
Me imaginé que el retraso en tu respuesta se debía a problemas de internet.
Te extraño también. Qué bien que estés pasándola con Cristobal  como hermano
mayor. Sé lo mucho que significa para él. En tanto a mí, he estado trabajando en la iglesia
un poco. No tengo mucho que hacer contigo fuera. No he ido al campo los fines de semana.
La mayor parte del tiempo limpio la iglesia y luego alquilo una película. Candela y Vicco
están juntos oficialmente. Cuando ella no está trabajando está con él. Así que, eso me deja
sin nadie. Estoy acostumbrada a pasar todo mi tiempo contigo. Dales a Cristobal  y a Emilia
un abrazo de mi parte. Cuento los días que faltan para ver tu cara de nuevo. Te amo
montones,
Rocio.
Me quedé viendo la pantalla de la computadora después de haberle dado clic en
enviar. El motivo por el que no mencioné a Gaston me molestó un poco. Empecé a
decirle sobre el aventón que les di a Gaston y Eugenia a casa. Ya nunca hablamos
realmente sobre Gaston. Pablo a veces lo hace cuando está preocupado por él. Casi
toda su vida ha cuidado de Gaston. Gaston era el hijo del hermano Dalmau que vivió
una vida salvaje hasta el día en el que chocó su motocicleta con un tráiler. Gaston
estaba en primer grado cuando eso pasó. Recuerdo sus ojos rojos después de haber
llorado por meses. Se había escapado de su caravana y venido a mi casa en mitad
de la noche. Yo había salido por mi ventana y nos habíamos sentado en mi techo
por horas pensando en cosas que podríamos hacer para hacerle sentir mejor.
Normalmente esas ideas nos llevaban a meternos en problemas de los que Pablo
nos tenía que sacar.
Pablo era el hijo del buen hermano Dalmau. El padre de Pablo es el mayor de
los dos hermanos Dalmau. Fue a la escuela de leyes e hizo una fortuna
defendiendo el caso Joe contra compañías aseguradoras. El pueblo amaba a Manuel
Dalmau y a su hermosa, devota, miembro de ligas menores de tenis, esposa
Samantha Dalmau y por supuesto, a su talentoso hijo mayor.
Este pueblo no era grande y como en todo pequeño pueblo sureño, todo el mundo
sabía sobre la vida del vecino. Su pasado era de saber común. El pasado de sus
padres no era ningún secreto. No era
posible, bueno, tal vez en el campo. En las oscuras sombras que rodeaban el campo
abierto donde los chicos Mason celebraban sus famosas fiestas. Estoy segura que
ahí debe de haber muchos secretos. Era el único lugar donde las señoras mayores
no podían observarte desde sus porches y los únicos ojos alrededor estaban
ocupados en sus asuntos como para notar los tuyos.
En lugar de quedarme en casa con mi cara pegada a un libro, fui a visitar al asilo a
la bisabuela de Pablo y Gaston y ofrecerme voluntaria para lavar los trastes en la
cocina. Esto me llevaba toda la mañana.
Mi abuela acababa de regresar de su viaje a Savannah para visitar a su hermana así
que pasé por su casa después, para verla. Siempre la extrañaba mucho cuando se
iba. En el instante en el que la puerta de mi coche se cerró, la puerta delantera de
su casa se abrió y ella salió con una gran sonrisa sosteniendo un vaso alto de té
helado dulce. Su pelo rubio plateado apenas le llegaba a los hombros y me mordí
el labio para evitar devolverle la sonrisa. Tuvimos una discusión antes de que se
fuera sobre el hecho de que ella necesitaba cortar su cabello. Se estaba volviendo
demasiado largo para alguien de su edad. Se lo dije y ella hizo como si no pudiera
entender de qué estaba hablando. Supongo que cambió de opinión. El guiño que
me dedicó me dijo que ella sabía lo que estaba pensando.
—Bien, miren quién ha decidido venir a visitar a su abuela. Estaba empezando a
preguntarme si en estos días todavía se requería una invitación escrita. —Bromeó
ella.
Me reí y subí las escaleras para abrazarla.
—Apenas llegaste ayer. —Le recordé.
Ella olió mi camiseta y volteó para verme.
—Huele a que alguien se pasó por el asilo para ver a la abuela de su novio antes de
venir a ver a la suya.
—¡Oh! para eso. Estaba haciendo tiempo para dejarte dormir un poco más. Sé que
viajar te agota.
Ella tomó mi mano y me llevó a sentarme a su lado en la mecedora del porche. Los
diamantes en sus dedos brillaban con la luz del sol. El vaso frío que sostenía se
presionaba contra mis manos.
—Aquí, bebe esto. Lo vertí tan pronto como vi ese pequeño coche estacionarse
enfrente.
Aquí me podía relajar. Era mi abue, ella no esperaba que yo fuera perfecta. Ella
sólo quería que yo fuera feliz.
—Así que, ¿Has hablado con ese novio tuyo desde que se fue o has estado
divirtiéndote con otro chico mientras está fuera?
Me atraganté con el té y empecé a toser mientras negaba con la cabeza. ¿Cómo se
enteraba ella de lo que estaba pasando cuando nadie más sabía?
—Bien ¿Quién es él? Ha hecho que me salpiques té en el regazo. Por lo menos
quiero un nombre y algunos detalles.
Sacudiendo mi cabeza volteé hacia ella para poder encontrarme con sus ojos.
—No hay nadie. Me atraganté con mi té porque tú me hiciste una pregunta
impensable. ¿Por qué engañaría a Pablo? Él es perfecto abue.
Dio un suspiro largo y palmeó mi pierna
—No hay hombre perfecto, mi niña. Ninguno. Ni siquiera tu padre, aunque él
piense que lo es.
Ella siempre bromeaba sobre papi siendo un predicador. Había sido un “pequeño
demonio” cuando creció, según ella. Cuando ella me contaba historias sobre él de
niño, sus ojos brillaban. Algunas veces podría jurar que ella extrañaba la clase de
persona que su hijo solía ser.
—Pablo es tan perfecto como cualquiera.
—Bueno eso no lo sé, pasé por la casa y su primo Gaston estaba
cortando su pasto. —Ella hizo una pausa y sacudió su cabeza con una gran sonrisa
sobre su rostro—Niña, no hay chico en este pueblo que pueda compararse con Gaston sin camiseta.
—¡ABUE! —Le di un manotazo, horrorizada de que mi abuela haya admirado a
Gaston sin camiseta.
Ella se atragantó.
—¡¿Qué?! Soy vieja Rocio, no ciega.
Sólo podía imaginarme como debía de verse Gaston sin camiseta y sudoroso. Casi
me desmayo la semana pasada cuando pasé por la casa y él había
estado cortando su pasto sin la camiseta puesta. Fue duro tratar de no verlo. Me
dije a mi misma que sólo estaba examinando el tatuaje en sus costillas, pero sabía
que no era cierto.
—No soy la única señora mayor que lo ha notado. Sólo la única capaz de admitirlo.
Las otras sólo contratan al chico para que corte su césped y poder sentarse en su
ventana a espiar.
Por eso amaba a mi abue. Estar con ella siempre me hacía reír. Ella tomaba la vida
cómo era. No pretendía. Ella era abue.
—No sé cómo se ve Gaston sin camiseta —dije, lo cual era mentira—. Lo que sí sé es
que él no es más que problemas.
Abue hizo un sonido desaprobatorio con la lengua y utilizó su pie para darnos un
buen empujón.
—Los problemas pueden ser divertidos. Es la rigidez y la rutina lo que hace la vida
tediosa y aburrida. Eres joven Rocio. No estoy diciendo que vayas por ahí y
arruines tu vida, sólo que cierta emoción es buena para el alma.
Una imagen de Gaston sentado, mirándome a través de sus largas pestañas
en el asiento de al lado de su camioneta la noche anterior hizo que mi pulso se
disparara. Él era más que una pequeña diversión, era letal.
—Basta de chicos, tengo uno y no estoy disponible. ¿Cómo estuvo tu viaje?
Abue sonrió y cruzó sus piernas. Una sandalia negra de plataforma colgaba de sus
dedos de los pies pintados de rosa. Era difícil creer que era la estricta madre de mi
padre.
—Visitamos. Bebimos whisky. Fuimos a algunos shows en el teatro. —Sonaba
como el viaje usual a tía Tabatha.
—¿Viste a papi en la mañana? —Ella suspiro teatralmente.
—Sí y por supuesto el rezó por mi alma. El chico no tiene sentido de la aventura.
Sonreí dentro de mi vaso de té. Abue era muy divertida.
En el momento en el que me paré en mi habitación para cambiarme la ropa, que
olía a espray desinfectante y a gente vieja, mi teléfono sonó avisando que tenía un
mensaje nuevo. Era de Gaston:
“Encuéntrame en el hoyo”.
El hoyo era el pequeño lago en la parte lejana de la propiedad de Pablo. Tragué y
empecé a escribir: “No”, pero en vez de eso escribí:
Estaré ahí en 15”.
Me quedé congelada por lo que había hecho, pero no lo corregí. En vez de eso me
quedé sentada viendo la pantalla del teléfono hasta que contestó:
Usa traje de baño”.
No respondí. Mi corazón latía ruidosamente en mi pecho y no me permitía pensar
correctamente. Hice la única cosa que sabía hacer. Dejé que la niña mala saliera
sólo un poco. El bikini rojo que compré para que Pablo me viera con él, pero que
nunca usé por miedo a que él lo desaprobara, salió hacia mí desde mi armario. En

pocos minutos me las arreglé para meterme en él y en unos shorts.

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